PAULO FREIRE
(1921-1997)
Heinz-Peter Gerhardt
En la universidad
Los esfuerzos de Paulo Freire por reformar la educación, así como sus actividades en el SESI y en el movimiento laico de la Iglesia católica hicieron que fuera nombrado profesor de
pedagogía a tiempo parcial en la Universidad de Recife (Freire, 1971b, pág. 499). Las
autoridades universitarias deseaban trabajar con alguien que tuviera experiencia y un enfoque
reformista, de forma que esas ideas pudieran darse a conocer mejor en otros lugares, por
ejemplo en la universidad o en la Escuela de Bellas Artes (1955).
La vida política del Brasil en el decenio de 1950 y principios del de 1960 se caracteriza
por la “emergencia del pueblo” para los defensores de un modelo de desarrollo auténtico del
país. Este grupo de intelectuales, en el que figuraban Hélio Jaguaribe, Anísio Teixeira, Roland
Corbisier y Alvaro Vieira Pinto, basaba sus ideas en sociólogos y filósofos europeos como
Karl Mannheim, Karl Jaspers, Gunnar Myrdal y Gabriel Marcel y surgió en torno al Instituto
Superior de Estudios Brasileños (ISEB) de Río de Janeiro. En la universidad, Freire mantuvo
contactos con representantes de éste y otros movimientos políticos contemporáneos. Después
de sus actividades en el movimiento católico laico, empezó a leer cada vez más a autores de la
izquierda católica, como Jacques Maritain, Thomas Cardonnel, Emmanuel Mounier y sus
intérpretes brasileños radicales, como Alceu de Amoroso Lima, Henrique Lima Vaz, Herbert
José de Souza y otros.
El Club de Estudiantes Católicos (JUC) era una de las organizaciones más radicales
durante ese periodo de inquietud social y política. Los estudiantes exigían reformas
fundamentales de la universidad, la salud y los servicios sociales y la vivienda (de Kadt, 1970, pág. 62). A diferencia de lo ocurrido en tiempos anteriores, en que los estudiantes se limitaron a proponer resoluciones, ahora visitaban los suburbios para debatir los problemas con sus habitantes y lanzaban campañas para dar a conocer las condiciones miserables de vida que en ellos reinaban (Paiva, 1973).
Durante el tiempo que estuvo en la universidad, Freire fue conociendo cada vez mejor
las ideas del movimiento estudiantil católico radical, amplió sus estudios de los clásicos
católicos y nacionalistas y sistematizó su pensamiento y acción (Freire, 1985c, pág. 11).
En sus ensayos de esa época ya puede adivinarse el estilo literario que lo caracteriza. A
la luz de su experiencia práctica, pondera una gran diversidad de teorías y escritores,
articulándolos de una forma que se ajusta a sus propias observaciones, lo que no deja de
provocar controversias (por ejemplo, Saviani, 1990; Jarris, 1987; Allman, 1987). No obstante,
él nunca negó ser un ecléctico que cita pasajes escogidos de las premisas de autores como
Jaspers y, posteriormente, Marx. No quería adherirse al marxismo o al existencialismo por el
solo hecho de haber encontrado algunos puntos interesantes en los escritos de esos dos
autores (Freire, 1978a, pág. 12).
Este eclecticismo y –a mi juicio– la obligación de “teorizar” que le impuso la cultura
entonces dominante en su universidad de origen, quizás expliquen la tendencia de Freire a
oscurecer su trabajo práctico con “prosa filosófica plúmbea” (Boston, 1972, pág. 87). Su
estilo literario crea confusión entre los lectores. Su influencia es mayor cuando aparece
personalmente e imparte conferencias y cursos, gracias a los cuales consigue reunir un grupo
abnegado de seguidores que desean experimentar y proseguir el espíritu de su obra. En este
sentido, su prestigio es similar al de muchos otros grandes educadores de nuestro siglo, como
Montessori (Röhrs, 1982, pág. 528). Cada uno en su época, estos “reinventaron” la educación como arte, ciencia y política (Freire, 1981a).
A diferencia de lo que ocurría con muchos de sus colegas, Freire consideraba que las
actividades políticas de los estudiantes dentro y fuera de la universidad constituían una parte necesaria e importante de la fase de transición del Brasil hacia una sociedad democrática.
Consideraba importante que los problemas nacionales se debatieran en la universidad. En vez
de intentar restaurar el orden con medidas disciplinarias, buscaba soluciones para el problema
más acuciante del país, a saber “la educación del pueblo” junto con los estudiantes (Freire, 1961b, pág. 23).
Freire trató detenidamente su concepto de la educación en su tesis doctoral (Freire,
1959) que no fue aprobada por la comisión universitaria. Esta decisión fue bastante lógica
habida cuenta de las críticas que formulaba Freire sobre el estado de subdesarrollo de la
estructura universitaria brasileña, que no estaba a la altura de las esperanzas de la “fase de
transición”.
No obstante, Freire tuvo la oportunidad de proseguir su labor en la universidad gracias
a su amistad con João Alfredo Gonçalves da Costa Lima que, a partir de 1962, fue
vicecanciller y después canciller de la Universidad de Recife. Freire fue nombrado consejero
especial de relaciones con los estudiantes y posteriormente, en 1962, director de los servicios de extensión de la universidad.
Al igual que cuando estuvo en el SESI, no se limitó al marco de su actividad
profesional para fomentar la transición brasileña. Cuando en 1960 la administración municipal
de Recife, dirigida por el izquierdista Arraes, fundó el Movimiento de Cultura Popular (MCP),
Freire fue uno de sus cofundadores y un decidido partidario.
Paulo Freire trabajó en el departamento de educación en calidad de coordinador de
proyectos de educación de adultos. Apoyó con entusiasmo la iniciativa de fundación del MCP,
que consideraba como “acción del pueblo”. No obstante, los militantes católicos, protestantes
y comunistas del MCP interpretaron de formas diferentes sus tareas educativas y de
organización. Un libro de texto para la alfabetización de adultos originó un conflicto en el
departamento de Freire en lo relativo al proceso de instrucción y concientización cultural
(Gerhardt, 1978, pág. 65).
Los autores de este texto (Godoy/Coelho, 1962) habían escogido un enfoque político
directivo con cinco palabras “generadoras”: povo (pueblo); voto; vida; saúde (salud) y pão
(pan). Utilizando las sílabas de estas palabras, construyeron frases como “el voto pertenece al
pueblo”, “el pueblo sin hogar vive en tugurios”, “en el nordeste sólo habrá paz cuando se
resuelvan de raíz los problemas del pueblo” y “la paz se construye sobre la justicia”, que se
suponía inspiraban el debate político y constituían su estructura y contenido (Gerhardt, 1978,
pág. 68).
Freire se opuso firmemente a transmitir mensajes a los analfabetos, pues los mensajes
tienen siempre “efectos domesticadores”, vengan de donde vengan, tanto de la izquierda como
de la derecha. Por ambos bandos se exigirá la aceptación incondicional de sus doctrinas y será
el principio de la manipulación.
Para Freire, en 1961, evitar la manipulación significaba dos cosas: las convicciones y la
opiniones, es decir, el programa, tienen que proceder directamente del pueblo, lo que significa
que el programa tiene que ser elaborado directamente por él; las convicciones y opiniones
deben corresponder a la fase de “transición” que a juicio del ISEB y de los católicos radicales
atravesaba el Brasil en aquella época (Freire, 1961b, pág. 24).
Sin embargo, Freire no consiguió transmitir esta opinión. Una parte del MCP empezó a
utilizar el método directivo, basándose en la doctrina del partido leninista. Treinta años más
tarde, Freire experimentaría un conflicto similar. Como consecuencia de ello, redujo su
colaboración con el MCP y empezó a elaborar sus propias ideas con ayuda del personal de la
oficina de extensión de la Universidad. Considerando que el hombre tiene la capacidad innata
de razonar, ya había realizado experimentos sobre las reacciones visuales y auditivas de las
personas quie aprenden a leer y a escribir. En uno de sus primeros experimentos comentó a su
empleada doméstica analfabeta una diapositiva en la que figuraba un muchacho y la palabra
portuguesa correspondiente (menino). Tras repetir numerosas veces las diferentes sílabas de la
palabra y después la palabra entera, Freire observó que María se daba cuenta de cuándo
faltaba alguna sílaba y que de esta forma había aprendido que la palabra se compone de sílabas
(Freire, 1970b, pág. 9).
Pero todavía carecía del estímulo que debía permitirle despertar el interés de una
persona analfabeta por las palabras y las sílabas. Faltaba la “presentación” de los términos. En
su labor en el SESI y en el MCP se había dado cuenta de que muchos trabajadores se
interesaban por las cuestiones “políticas” cuando se referían directamente a sus necesidades y
dificultades, y se presentaban en lo que actualmente llamamos los medios de comunicación
(películas, diapositivas, etc.). Asimismo, recordaba su propio primer contacto con el mundo de
las palabras. Era preciso mostrar imágenes sobre los problemas reales de la gente y leer y
escribir palabras que expresasen esos problemas.
La experiencia también le demostró que no era suficiente empezar con un examen
intensivo de la realidad. Los analfabetos están muy influenciados por el fracaso en la escuela y
en otros entornos de aprendizaje. Para reducir estas inhibiciones y poner en movimiento un
impulso motivador, Freire realizó experiencias para entender la diferencia entre la capacidad
de los seres humanos y de los animales en sus entornos respectivos. Esta diferencia, que pone
de relieve el nuevo interés por artesanía tradicional (cerámica, tejido, trabajo de la madera,
cantos, teatro de aficionados, etc.), fue inicialmente enunciada y descrita desde el punto de
vista teórico por el sociólogo alemán Max Scheler: el hombre como creador de cultura.
Freire empezó a experimentar su nuevo enfoque de la alfabetización en un círculo
cultural que él mismo coordinaba y a cuyos miembros conocía personalmente. En sus
publicaciones, entrevistas y conferencias, sólo se refiere esporádicamente, citando lo dicho por
algunos miembros, a esta primera aplicación de su método de alfabetización en el “Centro de
Cultura Dona Alegarinha”, uno de los círculos culturales del MCP donde se discutían los
problemas de la vida diaria del barrio de Poço da Panela, de Recife (Gerhardt, 1978).
Continúa en ¨El éxito¨