Biografía Pfister Oskar (1873-1956)
Pfister Oskar (1873-1956) Pastor y psicoanalista suizo
"Oskar
Pfister, pastor de Zurich": así se presentaba este hombre original al
firmar sus contribuciones al psicoanálisis. Rechazando todos los dogmas
y practicando la cura de una manera inconformista, tuvo que enfrentar
en su país a los adversarios del análisis profano. Sentía un verdadero
amor por Sigmund Freud, quien también lo quería y siempre le tuvo
confianza, a pesar de su recelo respecto de la religión. Pfister supo
mantener con el maestro vienés una relación sin obsequiosidad ni
idolatría, y nunca vaciló en polemizar cuando surgía entre ellos un
desacuerdo, sobre todo a propósito de la fe: "Freud sentía por él
[Pfister] una verdadera pasión -escribe Ernest Jones-, admiraba sus
costumbres altamente morales, su altruismo generoso, así como su
optimismo respecto de la naturaleza humana. La idea de ser el amigo de
un pastor protestante al que podía enviar cartas que comenzaban con un
«Querido hombre de Dios» debía por cierto divertirlo, en cuanto el
«hereje impertinente», como se definía a sí mismo, podía siempre contar
con la tolerancia del pastor." Pionero del psicoanálisis en la Suiza
germana, Pfister mezcló la técnica Freudiana con la antigua "cura de
almas" (Seelsorge) protestante, de manera entusiasta.
De tal modo quiso también transformar la pedagogía en un "pedanálisis".
Nacido en Wiedikon, en la periferia de Zurich, Oskar Pfister, hijo de
pastor, no tenía aún 3 años cuando murió el padre. Después de estudiar
teología y filosofía, logró su primer puesto en Wald, donde se instaló
con su primera esposa, Erika Wunderli, y su hijo, que sería psiquiatra.
En 1902 fue agregado a la Parroquia de los Predicadores de Zurich,
donde siguió en funciones hasta 1939. Más tarde se casó por segunda vez
con una viuda, Martha Zuppinger-Urner, que tenía dos hijos, a los
cuales él educó como propios. Perturbado por el espectáculo de la
degradación moral vinculada con la industrialización, y sobre todo por
la incapacidad de la vieja teología abstracta y escolástica para
responder a las angustias del hombre moderno, Pfister se volvió hacía
la psicología. Tuvo entonces la oportunidad de pedirle consejo a Carl
Gustav Jung a propósito de una madre de familia atormentada por cartas
anónimas e inscripciones insultantes que encontraba en su camino. Jung
diagnosticó un estado crepuscular y manía persecutoria: "La ayuda
amistosa de Jung -escribió Pfister- me permitió progresar en el
análisis que prometía explicar esos comportamientos anormales". Se
anudó entonces una sólida amistad entre ambos hombres, los dos hijos de
pastores. Por intermedio de Ludwig Binswanger, Oskar Pfister conoció a
Freud, en Viena, el 25 de abril de 1909. Le regaló una réplica en plata
del monte Cervino, que Freud instaló de inmediato en su consultorio.
"Este pequeño trozo de Suiza, un homenaje del único país donde me
siento ricamente provisto de los bienes que representan la simpatía del
corazón y el espíritu de hombres fuertes y buenos". Después hubo entre
ellos una abundante correspondencia, de la cual Anna Freud y Ernst
Freud publicaron sólo un centenar de cartas en 1963. La censura tuvo
por objeto ocultar la encantadora historia de amor de Pfister con una
joven de la que él le hablaba muy libremente a Freud, quien por otra
parte, con la misma libertad, se refería al asunto en su
correspondencia con Jung y Sandor Ferenczi. Muy pronto Pfister se unió
a las filas de la Asociación Psicoanalítica de Zurich (ex Sociedad
Freud), creada por Jung. Después participó en la implantación de las
tesis Freudianas en Suiza, que los helvecios denunciaron como
"perversiones vienesas". Varias veces tuvo que someterse a severas
investigaciones eclesiásticas, de las que siempre salió victorioso. Él
empleaba un método que les disgustaba tanto a las autoridades
religiosas como a la jerarquía médica, y consistía en una combinación
de pastoreo de las almas y cura psicoanalítica; esto llevó a Freud a
decir, en un postscríptum a ¿Pueden los legos ejercer el análisis?, "El
analista no médico, pero que tiene alguna preparación profesional, no
tendrá ninguna dificultad en ganarse la estima y la consideración con
las que se le retribuye como pastor de almas secular". De hecho,
Pfister consideraba que el papel del analista-pastor consistía en
llevar al paciente angustiado a reconocer, por medio de la cura, el
valor de la fe cristiana, y convertirse a ella después de haber
escapado a la neurosis. De modo que la cura de almas tenía que ser
enriquecida por el psicoanálisis. En el momento de la ruptura de 1913,
Pfister tomó claramente partido por Freud: "He abandonado completamente
la manera junguiana -escribió en una carta de julio de 1922- Estas
interpretaciones de pacotilla que presentan todas las inmundicias como
una mermelada espiritual de tipo elevado, todas las perversidades como
oráculos y misterios sagrados, y que introducen fraudulentamente un
pequeño Apolo y un pequeño Cristo en las almas deformadas, no valen
nada. Son hegelianismo traducido a psicología." En marzo de 1919, junto
con Emil Oberholzer, Hermann Rorschach y Hans Walser creó la Sociedad
Suiza de Psicoanálisis (SSP). De tal modo logró reconstruir un
movimiento Freudiano en Suiza. El nuevo grupo no tardó en tropezar con
dificultades de funcionamiento. En 1927, en efecto, la práctica
inconformista de Pfister fue cuestionada porque no obedecía a las
reglas de la International Psychoanalytical Association (IPA), pero
también y sobre todo porque Oberholzer y Rudolph Brun (1885-1949) eran
hostiles al análisis profano. Fundaron entonces una asociación médica
de psicoanálisis que sólo reconocía a los médicos. También Raymond de
Saussure tomó partido contra la técnica de Pfister, pero sin abandonar
la SSP: "Usted practica psicoanálisis muy breves -le escribió en 1922-,
que no corresponden exactamente a lo que Freud entiende ahora por
psicoanálisis. De ello resulta que los médicos de su ciudad, que se
atienen a la técnica de nuestro maestro de Viena, experimentan grandes
dificultades." Este intento de normalizar la práctica de Pfister en
nombre del respeto al maestro de Viena fue totalmente recusado por
Freud, quien protegió siempre a su querido pastor, pero sin ahorrarle
su propia opinión: él se oponía tanto -dijo- a la subestimación como a
la sobrestimación de la práctica de Pfister, pero desaprobaba los
"análisis abreviados" (curas cortas). En 1927, cuando Freud publicó El porvenir de una ilusión, Pfister
le respondió con un largo artículo crítico, "La ilusión de un
porvenir", en el cual afirmaba que la verdadera fe era una protección
contra la neurosis, y que la posición Freudiana era en sí misma una
ilusión, puesto que estaba del lado de la actitud auténtica del
cristiano. A lo cual Freud le respondió: "En sí mismo, el psicoanálisis
no es más religioso que irreligioso. Es un instrumento sin partido que
pueden utilizar religiosos y laicos, siempre y cuando lo hagan
únicamente al servicio de la liberación de los seres sufrientes."