Biografía Schmideberg Melitta Nacida Klein (1904-1983)
Schmideberg Melitta Nacida Klein (1904-1983) Médica y psicoanalista norteamericana
Es difícil no ver en las relaciones entre Melitta Schrnideberg y su
madre una especie de caricatura de las pasiones que Melanie Klein se
desveló por teorizar (odio, envidia, agresividad, persecución,
identificación proyectiva, objeto bueno o malo). Nacida en cuna
psicoanalítica y analizada por su propia Madre, Melitta, hija mayor de
Melanie Klein, fue por cierto la niña trágica del psicoanálisis, y más
aún el cobayo de una experiencia que daría origen no sólo al
psicoanálisis de niños en el sentido moderno, sino también a una de las
corrientes más ricas de la historia del Freudismo. En un artículo de
1923, "El papel de la escuela en el desarrollo libidinal del niño",
Melitta aparece con el nombre de Lisa, una joven de 18 años presentada
como caso clínico. Enredada en las letras del alfabeto, oscilaba entre
la "a", que representaba para ella al padre castrado, y la "i", que
remitía al pene detestado. En lo concerniente a ella misma -escribe
Melanie Klein- sólo reconocía el órgano genital masculino, y dejaba los
órganos femeninos a sus hermanas." Según Phyllis Grosskurth, parece que
Melanie Klein temía que su hija se convirtiera en una rival, de modo
que se comportaba con Melitta como su propia madre lo había hecho con
ella, manteniéndola en un estado de servidumbre, mientras la educaba en
la pasión de la "causa" psicoanalítica. En efecto, desde los 15 años
Melitta asistió a reuniones de la Sociedad Psicoanalítica de Budapest y
devoró escritos de psicoanálisis. Cuando inició estudios de medicina,
lo hizo para llegar a ser psicoanalista. Finalmente recorrió el mismo
itinerario que la madre: de Hungría a Alemania. En Berlín fue analizada
tres veces, por las estrellas del movimiento, que entonces estaba en
plena expansión: Max Eitingon, Karen Horney y Hantis Sachs. Allí
conoció a Walter Schmideberg, su futuro esposo. Más tarde se instaló en
Londres, donde fue incorporada como miembro a la British
Psychoanalytical Society (BPS). Entró entonces en un nuevo análisis con
Ella Sharpe y comenzó a practicar curas. En un testimonio clamoroso por
su verdad, escrito en 1971, narró de qué modo fue objeto del odio de la
madre (a la que ella también odiaba) en el seno de la BPS, transformada
en campo de batalla por el sectarismo creciente de los kleinianos
después de la llegada de los vieneses a Londres. Durante algunos años
-escribió- yo había disfrutado de una cierta popularidad. Tenía la
reputación de obtener buenos resultados clínicos, mis artículos eran
considerados contribuciones valiosas, me solicitaban conferencias y
siendo aún muy joven me habían designado analista didacta. Pero pronto
las cosas se malograron. Fui criticada por prestar demasiada atención
al ambiente concreto y a la situación real del paciente, y por
considerar que un poco de apoyo y algunos consejos podían formar parte
legítimamente de la terapia analítica." Respaldada por Edward Glover",
su quinto analista, libró contra las teorías kleinianas una batalla
inaudita, que continuó en el momento de las Grandes Controversias. Su
determinación se reforzó cuando Jones, deseoso de neutralizar los
conflictos, trató de convencerla de que sus reacciones eran
"paranoides". Durante toda la duración de esa gran guerra de clanes, su
vida conyugal tomó un giro extraño con la relación que Walter
Schimideberg le impuso al enredarse con Winifred Bryher, ex amante
homosexual de Hilda Doolittle". En 1945 Melitta emigró a los Estados
Unidos, donde se encontró con la otra familia psicoanalítica de su
juventud berlinesa, sus primos de América. Pero esto dio lugar a una
nueva decepción: "Me parecieron mucho más preocupados por el prestigio,
la publicidad y los honorarios elevados [ … ]. En Europa se había
necesitado coraje para ser analista. En los Estados Unidos, en las
décadas de 1950 y 1960, se necesitaba coraje para no serlo.- Se volvió
entonces hacia las otras psicoterapias, pero, por su conocimiento
íntimo del psicoanálisis, constató que la observación escrupulosa de
ciertas reglas Freudianas protegía al paciente, mientras que las
terapias demasiado activas podían resultar nocivas: "En suma, el
rechazo de la teoría Freudiana no entrañaba más que confusión".
Ocupándose de adolescentes delincuentes, heridos por sus familias y por
la sociedad, como ella lo había sido por el psicoanálisis, encontró
finalmente la manera de escapar a los furores de la saga Freudiana. En
1963 renunció a la BPS y dejó de frecuentar el ambiente psicoanalítico.
Jamás aceptó reconciliarse con la madre, ni siquiera hablarle. Y el día
de su entierro, dio una clase en Londres luciendo unas resplandecientes
botas rojas.