Schreber Daniel Paul
(1842-1911)
A diferencia de los análisis de Dora (Ida Bauer), el Hombre de las Ratas (Ernst Lanzer) o el
Hombre de los Lobos (Serguei Constantinovich Pankejeff), el estudio realizado por Sigmund
Freud del caso de Daniel Paul Schreber no provenía de una cura real, pero las «Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia», publicadas en 1911, fueron siempre consideradas una exposición tanto más notable cuanto que Freud no había conocido personalmente al paciente. Ese texto fue comentado, discutido y reinterpretado por toda la literatura psicoanalítica de lengua inglesa y alemana. En Francia fue en particular objeto de reiteradas relecturas, por la importancia atribuida a la paranoia en la historia del pensamiento lacaniano.
Nacido en julio de 1842, Daniel Paul Schreber pertenecía a una ilustre familia de la burguesía
protestante alemana, una familia de juristas, médicos y pedagogos. Su padre, el doctor Daniel
Gottlieb (Gottlob) Moritz Schreber (1808-1861) se había hecho célebre por sus teorías
educativas de una extrema rigidez, basadas en el higienismo, la gimnasia y la ortopedia. En sus
manuales, muy difundidos en Alemania, proponía corregir los defectos de la naturaleza y
remediar la decadencia de las sociedades creando un hombre nuevo: un espíritu puro en un
cuerpo sano. Celoso partidario de una renovación del alma alemana, fue también el promotor de
los barrios obreros con jardines; en tal carácter sería respaldado por la socialdemocracia, y más
tarde recuperado por el nacionalsocialismo. En 1861, tres años después de que una escalera lo
golpeó en la cabeza, murió de una úlcera perforada.
En 1884, Daniel Paul Schreber, jurista renombrado y presidente de la corte de apelaciones de
Sajonia, dio signos de trastornos mentales después de haber sido derrotado en elecciones a las
que se presentó como candidato del Partido Conservador. Atendido por el neurólogo Paul
Flechsig (1847-1929), éste lo hizo internar en dos oportunidades. Promovido a presidente de la
corte de apelaciones de Dresden en 1893, siete años más tarde fue inhabilitado, y sus bienes
fueron puestos bajo tutela. Redactó entonces las Memorias de un neurópata, publicadas en
1903. Gracias a ese libro pudo salir del asilo y recuperar sus bienes, no por haber demostrado
que no estaba loco, sino porque su locura no podía aducirse como motivo jurídico de encierro. En
abril de 1911 murió en el asilo de Leipzig. Unos meses más tarde, cuando Freud comenzó a
redactar sus observaciones sobre la autobiografía de 1903, ignoraba si el autor aún vivía.
Las Memorias de Schreber presentaban el sistema delirante de un hombre perseguido por Dios.
Habiendo vivido sin estómago y sin vejiga, habiéndose «comido la laringe», pensaba que el fin del
mundo estaba cerca y que él era el único sobreviviente en un universo de enfermeros y
enfermos descritos como «sombras de hombres chapuceados de cualquier modo». Dios le
hablaba en la lengua fundamental» (la lengua de los nervios) y le confió la misión salvadora de
transformarse en mujer y engendrar una nueva raza. Sin cesar regenerado por los rayos que lo
hacían inmortal y emanaban de los «vestibulos del cielo», Schreber era también perseguido por
pájaros «milagreados» y lanzados contra él después de haber sido llenados de «venenos
cadavéricos»: esos pájaros le transmitían los «vestigios» de las antiguas almas humanas.
Mientras aguardaba ser metamorfoseado en mujer y después embarazado por Dios, vociferaba
contra el sol y resistía a las conspiraciones del doctor Fleclisig, caracterizado como un «asesino
de almas» que había abusado sexualmente de él antes de abandonarlo a la putrefacción.
Deslumbrado por la extraordinaria lengua schreberiana, Freud analizó el caso para demostrar,
frente a Eugen Bleuler y Cari Gustav Jung, la validez de su teoría de la psicosis. En los alaridos
de Schreber contra Dios vio la expresión de una rebelión contra el padre; en la homosexualidad
reprimida, la fuente del delirio, y finalmente, en la transformación del amor en odio, el mecanismo
esencial de la paranoia. La eclosión del delirio le parecía menos una entrada en la enfermedad
que un intento de curación, mediante el cual Daniel Paul, que no había tenido hijos que lo
consolaran de la muerte del padre, trataba de reconciliarse con la imagen de un padre
transformado en Dios.
Aunque subrayó el carácter tiránico de Gottlieb, Freud no establecio ninguna relación entre el
sistema educativo del padre y la génesis de la paranoia del hijo, aunque ya había observado
analogías entre los delirios paranoicos y los grandes sistemas que apuntan a reformar la
naturaleza humana. En otras palabras, en la «curación» del hijo vio la consecuencia de un
complejo paterno más bien positivo.
Este defecto en el dispositivo freudiano fue denunciado desde los primeros comentarios del
caso. En 1955, Ida Macalpine y su hijo Richard Hunter, ambos discípulos de Edward Glover y
disidentes de la British Psychoanalytical Society (BPS), redactaron un prefacio a la traducción
inglesa de las Memorias que estigmatizaba la negligencia de Freud respecto de las teorías
educativas de Gottlieb. A la tesis freudiana ellos oponían una interpretación kleiniana, según la
cual la paranoia de Schreber tenía por origen una regresión profunda a un estadio primitivo de
libido indiferenciada, que habría reactivado fantasmas infantiles de procreación.
A continuación de esta revisión, otros comentadores emprendieron trabajos que reconstruyeron
progresivamente la genealogía de la familia Schreber desde una perspectiva histórica o
sociológica, o bien para reexaminar la teoría freudiana de la paranoia. En términos generales, la
escuela kleiniana criticó la posición de Freud sobre el lugar del padre en la constelación edípica,
tratando de desplazar la cuestión del origen de la psicosis hacia el lado de la relación arcaica y
«esquizoide» con la madre.
En el otoño de 1955, y –n el marco de su seminario sobre las psicosis, Jacques Lacan revisó a
su vez el caso, después de conocer el trabajo de Macalpine y Hunter. Su perspectiva, como
siempre contraria a la de los kleinianos, lo llevó más lejos que Freud en cuanto a la posible
curabilidad del psicótico. No obstante, si bien abordó las relaciones arcaicas con la madre, no
situó el origen de la psicosis del lado materno, sino más bien del lado del desfallecimiento
paterno. En consecuencia, alinéandose directamente con el freudismo clásico, se aplicó a
revalorizar la función simbólica del padre para marcar mejor los efectos nefastos ligados a su
lugar «faltante». De allí la elaboración de dos conceptos principales: el de forclusión y el de
nombre-del-padre.
En este enfoque, en lugar de considerar la paranoia como una defensa contra la
homosexualidad, Lacan la ubicaba bajo la dependencia estructural de la función paterna.
Proponía entonces leer realmente los escritos de Gottlieb M. Schreber, a fin de hacer surgir el
vínculo genealógico entre las tesis pedagógicas del padre y la locura del hijo. En ese marco, la
paranoia de Daniel Paul Schreber podía definirse en términos lacanianos como una «forclusión
del nombre-del-padre». El encadenamiento era el siguiente: el nombre de D. G. M. Schreber, es
decir, la función de significante primordial encarnado por el padre en teorías educativas que
apuntaban a reformar la naturaleza humana, había sido rechazado (o forcluido) del universo
simbólico del hijo, y retornaba en el real delirante del discurso del narrador de las Memorias.
Con esta interpretación, Lacan fue el primero de los comentadores del caso que teorizó el
vínculo existente entre el sistema educativo del padre y el delirio del hijo: en la pluma de Daniel Paul aparecía un universo poblado de instrumentos de tortura extrañamente semejantes a los aparatos de normalización descritos en los manuales que llevaban en la tapa el nombre de D. G. M. Schreber, ese «nombre del padre» excluido o censurado de las Memorias o de la «memoria»
del hijo.
En 1992 el comentario de Freud fue radicalmente cuestionado por un psicoanalista
norteamericano, Zvi Lothane, miembro de la International Psychoanalytical Association (IPA).
Lothane acusó a los freudianos y los kleinianos de haber fabricado en su totalidad diagnósticos
falsos (paranoia y esquizofrenia), y de haber infligido de tal modo a los Schreber padre e hijo
una «vergüenza» y un «asesinato moral» en nombre de una supuesta homosexualidad latente.
Lothane «rehabilitó» a Daniel Paul, considerándolo un melancólico cuya locura era fronteriza con
el genio, y a Gottlieb Moritz, en quien veía a un gran pensador de la medicina humanista,
injustamente tratado de tirano por los psicoanalistas y los psiquiatras.