DIFERENCIAS CON EL CONCEPTO FREUDIANO.
Es M. Klein misma quien establece las diferencias con los conceptos freudianos. Para ella:
-El desarrollo sexual y emocional del niño y de la niña incluyen desde la
primera infancia sensaciones y rasgos genitales, que constituyen los primeros
estadios del complejo de Edipo positivo e invertido. Son sentidos bajo la
primacía de la libido oral, y se entremezclan con fantasías uretrales y anales.
En el estadio de la primacía genital la situación edípica positiva alcanza su punto culminante.
El niño y la niña tienen un conocimiento inconciente del pene y de la vagina..
Considera mas adecuado hablar de fase genital que de fase fálica.
– El superyó se inicia en la fase oral en ambos sexos. El primer objeto
introyectado: el pecho materno forma la base del superyó. La relación con la
madre introyectada afecta de diversas formas a todo el curso del desarrollo del
superyó. Algunos de los rasgos más importantes del superyó, ya sea amante y
protector o destructivo y devorador, provienen de estos componentes
tempranos maternos del superyó.
-Respecto a la angustia de castración, si bien coincide con Freud en que es la
ansiedad predominante en el varón, no la considera el único factor que
determina el sepultamiento del complejo de Edipo. Durante el desarrollo las
ansiedades tempranas de diferentes orígenes cumplen un papel al lado de la
angustia de castración.
La situación edípica pierde fuerza no sólo porque el niño teme la destrucción de
su órgano genital por un padre vengativo, sino que por sentimientos de culpa
quiere preservar y proteger a su padre.
-En cuanto a la niña, la fase en la que Freud considera que está únicamente
unida a su madre, incluye también los deseos dirigidos hacia el padre, y los
estadios tempranos del complejo de Edipo, positivo e invertido. Cada aspecto
de la relación con la madre ejerce una influencia profunda y permanente en la
relación con el padre.
La envidia al pene y el complejo de castración juegan un papel esencial en el
desarrollo de la niña, pero están muy reforzados por la frustración de los
deseos edípicos positivos.
Los deseos de la niña del pene paterno se mezclan con sus primeros deseos
genitales de recibir dicho pene. Estos deseos genitales implican también el
deseo de recibir un niño del padre, según la ecuación: pene=niño.
De la lectura de estas conceptualizaciones se desprenden las profundas
diferencias con el planteo freudiano, y más aún con el de Lacan, que postula un “retorno a Freud”.
Para M. Klein el pecho y el pene son objetos, con los cuales el niño establece
relaciones diversas. El FALO operador central del C. De Edipo, tanto para
Freud como para Lacan, no está considerado como tal, pues no sólo que el
pene no es el falo, sino que el pene es un objeto, como lo es el pecho.
Esta divergencia respecto a la noción de falo, se correlaciona con el papel
asignado a la angustia de castración. El concepto de falta, el falo como
significante de esta falta, no está incluido en el planteo kleiniano.
En este aspecto la madre, no es considerada como mujer, en relación a su
falta, en relación a su privación. Porque además, para esta autora, existe un
conocimiento inconciente de la vagina.
Si bien desde esta óptica la madre no parece privada de nada, tampoco se
valoriza la idea de la madre fálica, dado que para Klein el deseo de la niña de
tener un pene, es secundario al deseo genital de recibir el pene del padre, y los
bebés que éste puede darle.
LA MADRE, kleiniana, parece estar referida a LA MUJER, no atravesada por la
castración, como un Gran Otro gozador. Es por las marcas de este Otro que el
viviente adviene al universo simbólico, pero es gracias al reconocimiento de la
falta en el Otro que este viviente puede adquirir la categoría de sujeto deseante.
Para M. Klein la madre aparece como objeto total, en la medida en que en este
objeto se reúnen los aspectos idealizados y los persecutorios. Y esto sucede
gracias a la primacía de los aspectos buenos, de las experiencias
gratificadoras. Recien cuando este objeto aparece como objeto total puede
sobrevenir el temor a perderlo.
Si la escisión del objeto (en bueno y malo) es correlativa a la primariedad del
instinto de muerte, la integración del mismo es resultado de la fusión o mezcla
adecuada de los instintos de vida y de muerte.
Podríamos pensar que el concepto de goce, tal como se deduce del Mas allá
del Principio del Placer freudiano, que muestra la cara de la pulsión de muerte
podría resultar un concepto articulador entre el pensamiento kleiniano y el
pensamiento freudiano-lacaniano.
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