Carta 64 (31 de mayo 1897)
Te adjunto algunos despojos que la última marca depositó en la playa. Estoy haciendo anotaciones sólo para ti? y espero que me las guardes. No agrego nada como disculpa o explicación: sé que sólo son unas vislumbres, pero de todas estas cosas algo ha salido; sólo he tenido que retractarme de lo que quise sutilizar con el sistema Prcc. Una vislumbre me dice, empero, como sí yo lo supiera ya -pero nada sé-, que próximamente descubriré la fuente de la moral.
No hace mucho soñé con unos sentimientos hipertiernos hacia Mathilde, pero ella se llamaba Hella, y luego volví a ver «Hella» impreso en negrita frente a mí. Resolución: Hella se llama una sobrina norteamericana cuyo retrato hemos recibido. Mathilde se podría llamar Hella, ya que no hace mucho lloró amargamente por la derrota de los griegos. Se entusiasma por la mitología de la antigua Hélade y en todos los helenos ve desde luego a unos héroes. El sueño muestra naturalmente mi deseo cumplido de pillar a un padre como causante de la neurosis, y así pone término a mis dudas, que siguen agitándose.
Otra vez soñé que con escasas ropas subo por una escalera, eso anda, como el sueño lo destaca, muy ágil (corazón ¡tranquilizamiento!); pero de pronto noto que una mucama desciende, y ahí aparece el quedarse pegado en el sitio, el estar paralizado, tan frecuente en el sueño. El sentimiento concomitante no era angustia, sino excitación erótica. Ya ves cómo la sensación de parálisis propia del dormir es usada para cumplir un deseo de exhibición. De hecho, la noche previa había subido la escalera desde la vivienda de abajo, y lo hice por lo menos sin cuello, y pensé que podría toparme por la escalera con un vecino.