Proyecto de una psicología para neurólogos
El punto de vista biológico
El supuesto de dos sistemas de neuronas, Φ y ψ , de los cuales Φ consta de elementos pasaderos y ψ de elementos impasaderos, parece brindar la explicación para esta propiedad del sistema de neuronas: retener y, no obstante, permanecer receptivo. Toda adquisición psíquica consistiría entonces en la articulación del sistema ψ por una cancelación parcial, y tópicamente definida, de la resistencia en las barreras-contacto, que distingue Φ y ψ . Con el progreso de esa articulación, la frescura receptiva del sistema de neuronas se toparía de hecho con una barrera.
Ahora bien, quien se ocupa de edificar hipótesis científicas sólo empieza a tomar en serio sus formulaciones cuando las ensambla en el saber desde más de un lado y cuando en ellas se puede mitigar la arbitrariedad de la constructio ad hoc. A nuestra hipótesis de las barreras-contacto se objetará que suponemos dos clases de neuronas con una diversidad fundamental en sus condiciones de función, para cuya separación, a primera vista, falta toda otra base. Al menos morfológicamente (o sea, histológicamente), no se conoce nada que sustente esa separación.
¿De dónde se extraería entonces un fundamento para esta división entre clases? En lo posible, del desarrollo biológico del sistema de neuronas, que para el investigador de la naturaleza es algo que ha devenido poco a poco, como todo lo demás. Uno pretende saber si las dos clases de neuronas pueden haber tenido en lo biológico un significado diferente, y, en caso afirmativo, el mecanismo a través del cual se desarrollaron sus caracteres diferentes de lo pasadero y lo impasadero. Lo más satisfactorio sería, desde luego, que el mecanismo buscado resultara a su vez del papel biológico primitivo; en tal caso se habrían resuelto dos preguntas con una sola respuesta.
Ahora recordemos que el sistema de neuronas tenía desde el comienzo dos funciones: recoger los estímulos de afuera, y descargar las excitaciones endógenamente generadas. Es que de este último compromiso, por el apremio de la vida, resultaba la compulsión para el desarrollo biológico ulterior. Pero en este punto uno podría conjeturar que nuestros sistemas Φ y ψ habrían asumido, cada uno de ellos, sendos compromisos primarios. El sistema Φ sería aquel grupo de neuronas al que llegan los estímulos exteriores; el sistema V contendría las neuronas que reciben las excitaciones endógenas. Entonces no habríamos inventado ferfinden} a Φ y a ψ, sino que los habríamos encontrado {vorfinden}. Resta todavía identificarlos con algo consabido.
De hecho, por la anatomía tenemos noticia de un sistema de neuronas (la sustancia gris espinal) que es el único en entramarse con el mundo exterior, y de uno superpuesto (la sustancia gris encefálica), que no tiene conexión periférica alguna, pero al cual competen el desarrollo del sistema de neuronas y las funciones psíquicas. El encéfalo primario no se adecua mal a nuestra caracterización del sistema ψ , si nos es lícito suponer que el encéfalo tiene vías directas, independientes de Φ, hasta el interior del cuerpo. Ahora bien, no es consabido para los anatomistas el origen y el significado biológico originario del encéfalo primario; según nuestra teoría es, para decirlo directamente, un ganglio simpático. Aquí se nos ofrece la primera posibilidad de poner a prueba la teoría con un material empírico.
Provisionalmente consideremos al sistema ψ identificado con la sustancia gris encefálica. Ahora, se comprende con facilidad, por las puntualizaciones biológicas introductorias, que justamente ψ está sometido al ulterior desarrollo por multiplicación de neuronas y acumulación de cantidad, y también se intelige cuán adecuado al fin es que ψ conste de neuronas impasaderas, pues de otro modo no podría cumplir los requerimientos de la acción específica.
Pero, ¿por qué camino ha llegado ψ a la propiedad de lo impasadero? Es que también Φ tiene barreras-contacto; y si estas no desempeñan papel alguno, ¿por qué sí lo desempeñan las barreras-contacto de ψ ? El supuesto de una diferencia originaria en la valencia de las barreras-contacto de Φ y de ψ tiene otra vez el incierto carácter de lo arbitrario, aunque ahora, siguiendo unas argumentaciones darwinistas, uno podría aducir que esas neuronas impasaderas son indispensables y por eso han sobrevivido.
Otro expediente parece más fecundo y menos pretencioso. Recordemos que también las barreras-contacto de neuronas ψ terminan por quedar sujetas a la facilitación, y que las facilita Qη . Mientras más grande sea la Qη en el decurso excitatorio, tanto mayor será la facilitación; vale decir, por otra parte, tanto mayor su aproximación a los caracteres de las neuronasΦ. Por eso, no situemos el distingo en las neuronas, sino en las cantidades Con que ellas tienen que habérselas. Entonces cabe conjeturar que sobre las neuronas Φ discurren cantidades frente a las cuales no cuenta la resistencia de las barreras-contacto, y en cambio a las neuronas ip sólo llegan cantidades que son del orden de magnitud de esa resistencia. Así, una neurona Φ devendría impasadera, y una neurona ψ, pasadera, si pudiéramos permutar su tópica y conexiones; ellas conservan, sin embargo, sus caracteres, porque la neurona Φ sólo se entrama con la periferia, y la neurona ψ , sólo con el interior del cuerpo. La diversidad de naturaleza es sustituida por una diversidad de destino y de medio.
Pero ahora tenemos que someter a examen este supuesto, averiguando si es lícito decir que de la periferia externa llegarían a las neuronas cantidades de estímulo de orden más alto que de la periferia interna del cuerpo. Y en efecto, es mucho lo que habla en favor de esto.
En primer lugar, el mundo exterior es indiscutiblemente el origen de todas las grandes cantidades de energía, puesto que, según el discernimiento de la física, él se compone de potentes masas en fuerte movimiento, que propagan este movimiento suyo. El sistema Φ, que está vuelto hacia ese mundo exterior, tendrá la tarea de descargar con la mayor rapidez posible las Qη que penetran en las neuronas, pero, de cualquier manera, estará expuesto a la injerencia de grandes Q.
El sistema ψ , según nuestra mejor noticia, no tiene conexión con el mundo exterior; sólo recibe Q, por una parte, de las neuronas Φ mismas, y, por la otra, de los elementos celulares situados en el interior del cuerpo; entonces, de lo que ahora se trata es de conferir verosimilitud a que estas cantidades de estímulo sean de un orden de magnitud inferior. Quizá perturbe, sobre todo, el hecho de que debamos atribuir a las neuronas ψ dos fuentes de estímulo tan diferentes como Φ y las células del interior del cuerpo; no obstante, aquí nos presta suficiente apoyo la moderna histología de los sistemas de neuronas. Ella enseña que terminación neuronal y conexión neuronal están edificadas siguiendo el mismo tipo, que las neuronas terminan unas en otras tal como lo hacen en los elementos del cuerpo; es probable que también lo funcional de ambos procesos sea de índole idéntica. Y es verosímil que en la terminación nerviosa estén en juego cantidades semejantes que en la conducción intercelular. Tenemos derecho a esperar, también, que los estímulos endógenos sean de ese mismo orden de magnitud intercelular.
Por otra parte, aquí se abre un nuevo acceso para la comprobación de la teoría. (Las especiales características de la porción del aparato anímico que está en contacto con el mundo exterior continuaron interesando a Freud durante toda su vida; entre sus posteriores exámenes de esta cuestión, el más elaborado, nuevamente, es el de Más allá del principio de placer (1920g), AE, 18, pág. 26, donde se le da un enfoque rayano en lo fisiológico y que recuerda netamente al presente pasaje. Desde luego, el tema se vincula de manera estrecha con el del examen de realidad, al cual se llega en la sección 15.)