Excitación sensorial interior (subjetiva).
A pesar de esas objeciones, es preciso conceder que el papel de las excitaciones sensoriales objetivas sobrevenidas durante el dormir ha quedado establecido de manera indiscutible en cuanto fuente del sueño, y si estos estímulos, por su naturaleza y su frecuencia, parecen quizás insuficientes para explicar todas las imágenes oníricas, lo indicado será buscar otras fuentes del sueño, pero que operen de manera análoga. Ahora bien, yo ignoro dónde nació por vez primera la idea de considerar, junto a los estímulos sensoriales exteriores, las excitaciones interiores (subjetivas) de los órganos de los sentidos. Pero el hecho es que en todas las exposiciones más recientes de la etiología del sueño ella aparece más o menos destacada. Dice Wundt (1874, pág. 657): «En las ilusiones oníricas desempeñan además un papel esencial, según creo, aquellas sensaciones subjetivas de la vista y del oído que nos son familiares en el estado de vigilia. como el caos lumínico del campo visual oscuro, el zumbido o silbido en los oídos, etc., y entre ellas en particular las excitaciones subjetivas de la retina. Así se explica la maravillosa inclinación del sueño a presentar a nuestros ojos, como por arte de magia, multitud de objetos semejantes o enteramente concordes. Vemos desplegarse ante nosotros innumerables pájaros, mariposas, peces, perlas multicolores, flores, etc. Aquí el polvillo lumínico del campo visual oscuro ha adoptado una figura fantástica, y ¡os incontables puntos luminosos que lo forman son corporizados por el sueño en otras tantas imágenes singulares que, a causa de la movilidad del caos lumínico, son vistas como objetos en movimiento. También tiene su raíz allí la gran inclinación del sueño por las más diversas figuras de animales, cuya riqueza de formas se adecua particularmente bien a las imágenes lumínicas subjetivas».
En cuanto fuentes de las imágenes oníricas, las excitaciones sensoriales subjetivas tienen manifiestamente la ventaja de no depender, como las objetivas, de una contingencia exterior.
Están, por así decir, disponibles para la explicación tantas veces esta lo requiera. Pero la confirmación de su papel como excitadoras del sueño es muy difícil o aun inalcanzable, y, en este sentido resultan inferiores a los estímulos sensoriales objetivos, que pueden someterse a observación y experimento. La principal prueba del poder de las excitaciones sensoriales subjetivas para excitar sueños la proporcionan las alucinaciones llamadas «hipnagógicas», que Johannes Müller (1826) ha descrito como «fenómenos visuales fantásticos». Son imágenes a menudo muy vívidas y cambiantes, que en el período de adormecimiento suelen aparecérseles a ciertas personas de manera enteramente regular, y pueden perdurar unos momentos aun después de abiertos los ojos. Maury, que era propenso a ellas en sumo grado, les consagró un profundo análisis y afirmó su conexión y hasta su identidad con las imágenes oníricas (como ya lo había hecho, por lo demás, Müller. Para que surjan, dice Maury, se requiere una cierta pasividad anímica, una disminución del esfuerzo de atención (1878, págs. 59-60). Pero, si se tiene la disposición, basta caer por un segundo en ese letargo para ver una alucinación hipnagógica, después de la cual el sujeto quizá se despabilará; y este juego puede repetirse muchas veces, hasta que el dormir le pone término. Y si el despertar no sobreviene mucho tiempo después es frecuente, según Maury, que puedan identificarse en el sueño las mismas imágenes que antes de dormirse habían aparecido como alucinaciones hipnagógicas. Así le sucedió a Maury cierta vez con una serie de figuras grotescas, de rostros deformados y extraños peinados, que le habían importunado con increíble pertinacia antes de dormirse y con las cuales, una vez despierto, recordó haber soñado. Otra vez, en que sentía hambre porque se había sometido a una dieta estricta, vio hipnagógicamente una fuente y una mano armada con tenedor que tomaba alimentos de ella. En sueños se vio ante una mesa ricamente puesta y oyó el ruido que hacían los comensales con sus tenedores. En otra ocasión, en que se durmió con una dolorosa inflamación de los ojos, tuvo la alucinación hipnagógica de pequeñísimos, microscópicos signos que debía descifrar por sí solo con gran esfuerzo; después de una hora despertó, y recordó un sueño en que aparecía un libro abierto de caracteres diminutos que él había debido leer trabajosamente.
A semejanza de estas imágenes, también alucinaciones auditivas de palabras, nombres, etc., pueden emerger hipnagógicamente y después repetirse en el sueño como una obertura -que anuncia los leit-motiv de la ópera de la cual es el comienzo-, Por los mismos senderos que Müller y Maury transita un observador más reciente de las alucinaciones hipnagógicas, G. Trumbull Ladd (1892). Mediante ejercitación, consiguió arrancarse bruscamente del dormir, sin abrir los ojos, entre dos y cinco minutos después que se había dormido poco a poco; tuvo así la ocasión de comparar las sensaciones de la retina que acababan de borrarse con las imágenes oníricas que sobrevivían en el recuerdo. Asegura que en todos los casos puede reconocerse una íntima relación entre ambas, de tal modo que los puntos y líneas luminosos de la luz interior de la retina aportan por así decir el esbozo, el esquema para las figuras oníricas percibidas psíquicamente. Por ejemplo, a un sueño en que vio frente a sí líneas claramente impresas que él leía y estudiaba, correspondía una disposición de los puntos luminosos de la retina en líneas paralelas. Para decirlo con sus palabras: la página claramente impresa que él leyó en el sueño se resolvía en un objeto que su percepción de vigilia había aprehendido como un fragmento de una hoja realmente impresa que se mirase desde una distancia excesiva, y a través de un agujerito practicado en un papel para divisarla mejor. Ladd opina, sin desdeñar por otra parte el aspecto central [cerebral] del fenómeno, que difícilmente nos sobrevenga un sueño visual que no se apoye en el material provisto por los estados interiores de excitación de la retina. Esto es válido en particular para los sueños que sobrevienen poco después de dormirse en una habitación oscura, mientras que en los sueños de la mañana, próximos al despertar, la luz objetiva que impresiona los ojos en la habitación iluminada constituiría la fuente de estímulo. Al carácter cambiante, y susceptible de mutaciones infinitas, de la excitación lumínica interior corresponde, precisamente, ese incesante flujo de imágenes que nuestros sueños proyectan ante nosotros. Si damos crédito a las observaciones de Ladd, no se podrá tener en poco la fecundidad de esta fuente subjetiva de estímulos para el sueño, pues las imágenes visuales constituyen, como es sabido, el ingrediente principal de nuestros sueños. La contribución de los otros ámbitos sensoriales, aun el auditivo, es de menor importancia e inconstante.