El comercio entre los dos sistemas
Sería erróneo imaginarse que el Icc permanece en reposo mientras todo el trabajo psíquico es efectuado por el Prcc, que el Icc es algo periclitado, un órgano rudimentario, un residuo del desarrollo. O suponer que el comercio de los dos sistemas se limita al acto de la represión, en que el Prcc arrojaría al abismo del Icc todo lo que le pareciese perturbador. El Icc es más bien algo vivo, susceptible de desarrollo, y mantiene con el Prcc toda una serie de relaciones; entre otras, la de la cooperación. A modo de síntesis debe decirse que el Icc se continúa en los llamados retoños, es asequible a las vicisitudes de la vida, influye de continuo sobre el Prcc y a su vez está sometido a influencias de parte de este.
El estudio de los retoños del Icc deparará un radical desengaño a nuestras expectativas de obtener una separación esquemáticamente límpida entre los dos sistemas psíquicos Ello aparejará sin duda insatisfacción con nuestros resultados, y es probable que se lo utilice para poner en duda el valor de nuestro modo de dividir los procesos psíquicos. A esto replicaremos que no nos propusimos sino trasponer los resultados de la observación a una teoría, y no hemos contraído obligación ninguna de alcanzar al primer asalto una teoría tersa, que se recomiende por su simplicidad. Saldremos de fiadores de sus complicaciones mientras ellas se muestren adecuadas a la observación, y no abandonaremos la esperanza de que precisamente ellas habrán de conducirnos, en definitiva, al conocimiento de una relación de las cosas que, simple en sí misma, pueda dar razón de las complicaciones de la realidad.
Entre los retoños de las mociones pulsionales icc del carácter descrito, los hay que reúnen dentro de sí notas contrapuestas. Por una parte presentan una alta organización, están exentos de contradicción, han aprovechado todas las adquisiciones del sistema Cc y nuestro juicio los distinguiría apenas de las formaciones de este sistema. Por otra parte, son inconcientes e insusceptibles de devenir concientes. Por tanto, cualitativamente pertenecen al sistema Prcc, pero, de hecho, al Icc. Su origen sigue siendo decisivo para su destino. Hay que compararlos con los mestizos entre diversas razas humanas que en líneas generales se han asemejado a los blancos, pero dejan traslucir su ascendencia de color por uno u otro rasgo llamativo, y por eso permanecen excluidos de la sociedad y no gozan de ninguno de los privilegios de aquellos. De esa clase son las formaciones de la fantasía tanto de los normales cuanto de los neuróticos, que hemos individualizado como etapas previas en la formación del sueño y en la del síntoma, y que, a pesar de su alta organización, permanecen reprimidas y como tales no pueden devenir concientes (1). Se aproximan a la conciencia y allí se quedan imperturbadas mientras tienen una investidura poco intensa, pero son rechazadas tan pronto sobrepasan cierto nivel de investidura. Otros tantos retoños del Icc de alta organización son las formaciones sustitutivas, que, no obstante, logran irrumpir en la conciencia merced a una relación favorable, por ejemplo, en virtud de su coincidencia con una contrainvestidura del Prcc.
Cuando, en otro lugar (2), investiguemos más a fondo las condiciones del devenir-conciente, podremos solucionar una parte de las dificultades que han surgido. Aquí parece ventajoso contraponer a nuestro abordaje anterior, en que nos remontábamos desde el Icc, uno que parta de la conciencia. A esta, toda la suma de los procesos, psíquicos se le presenta como el reino de lo preconciente. Un sector muy grande de esto preconciente proviene de lo inconciente, tiene el carácter de sus retoños y sucumbe a una censura antes que pueda devenir conciente. Otro sector del Prcc es susceptible de conciencia sin censura. Esto nos lleva a contradecir un supuesto anterior. Cuando consideramos la represión nos vimos precisados a situar entre los sistemas Icc y Prcc la censura decisiva para el devenir-conciente. Ahora nos es sugerida una censura entre Prcc y Cc. (3) Pero haremos bien en no ver en esta complicación una dificultad, sino en suponer que una nueva censura corresponde a todo paso de un sistema al que le sigue, más alto; vale decir, a todo progreso hacia una etapa más alta de organización psíquica. Comoquiera que fuese, queda desechado con relación a ello el supuesto de una renovación continuada de las trascripciones.
La raíz de todas estas dificultades ha de buscarse en que la condición de conciente {Bewusstheit}, el único carácter de los procesos psíquicos que nos es dado de manera inmediata, por nada del mundo es idónea para distinguir entre los sistemas. Prescindiendo de que lo conciente no lo es siempre, sino que temporariamente es también latente, la observación nos ha enseñado que mucho de lo que participa de las propiedades del sistema Prcc no deviene conciente; y todavía llegaremos a saber que ciertas orientaciones de la atención de este sistema son restrictivas del devenir-conciente (4). Por tanto, ni con los sistemas ni con la represión mantiene la conciencia un vínculo simple. La verdad es que no sólo lo reprimido psíquicamente permanece ajeno a la conciencia; también, una parte de las mociones que gobiernan nuestro yo, vale decir, del más fuerte opuesto funcional a lo reprimido. En la medida en que queramos avanzar hasta una consideración metapsicológica de la vida anímica, tendremos que aprender a emanciparnos de la significatividad del síntoma «condición de conciente» (5).
Mientras sigamos adheridos a este síntoma veremos infringidas por excepciones nuestras tesis generales. Notarnos que retoños del Icc (6) devienen concientes como formaciones sustitutivas y como síntomas, por lo regular tras grandes desfiguraciones respecto de lo inconciente, aunque suelen conservar muchos caracteres que invitan a la represión. Hallamos que permanecen inconcientes muchas formaciones preconcientes que, por su naturaleza, creeríamos plenamente autorizadas a devenir concientes. Es probable que en ellas se haga valer la atracción más fuerte del Icc. Eso nos lleva a buscar la diferencia más importante, no entre lo conciente y lo preconciente, sino entre lo preconciente y lo inconciente. Lo, Icc es rechazado por la censura en la frontera de lo Prec; sus retoños pueden sortear esa censura, organizarse en un nivel alto, crecer dentro del Prcc hasta una cierta intensidad de investidura, pero después, cuando la han rebasado y quieren imponerse a la conciencia, pueden ser individualizados como retoños del Icc y reprimidos otra vez en la nueva frontera de censura situada entre Prcc y Cc. Así, la primera censura funciona contra el Icc mismo; la segunda, contra los retoños prcc de él. Se diría que la censura fue empujada un tramo hacia adelante en el curso del desarrollo individual.
En la cura psicoanalítica obtenemos la prueba irrecusable de la existencia de la segunda censura, la situada entre los sistemas Prcc y Cc. Exhortamos al enfermo a formar profusión de retoños del Icc y lo comprometemos a vencer las objeciones que la censura haga al devenir-concientes de estas formaciones preconcientes; derrotando esta censura nos facilitamos el camino para cancelar la represión, que es la obra de la censura anterior. Consignemos aquí esta observación: la existencia de la censura entre Prcc y Cc nos advierte que el devenir-conciente no es un mero acto de percepción, sino que probablemente se trate también de una sobreinvestidura, un ulterior progreso de la organización psíquica.
Volvámonos ahora al comercio del Icc con los otros sistemas, no tanto para establecer algo nuevo como para no pasar por alto lo más notable. En las raíces de la actividad pulsional los sistemas se comunican entre sí de la manera más amplia. Una parte de los procesos ahí excitados pasan por el Icc como por una etapa preparatoria, y en la Cc alcanzan la conformación psíquica más alta; otra parte es retenida como Icc. Pero el Icc es alcanzado también por las vivencias que provienen de la percepción exterior. Normalmente, todos los caminos que van desde la percepción hasta el Icc permanecen expeditos, y sólo los que regresan de él son sometidos a bloqueo por la represión.
Cosa muy notable, el Icc de un hombre puede reaccionar, esquivando la Cc, sobre el Icc de otro. El hecho merece una indagación más a fondo, en particular para averiguar si no interviene la actividad preconciente; pero, como descripción, es indiscutible (7).
El contenido del sistema Prec (o Cc) proviene, en una parte, de la vida pulsional (por mediación del Icc) y, en la otra, de la percepción. Cabe dudar sobre la medida en que los procesos de este sistema pueden ejercer una influencia directa sobre el Icc; la investigación de casos patológicos muestra a menudo en el Icc un grado de autonomía y de ininfluenciabilidad apenas creíbles. Un total aislamiento recíproco de las aspiraciones, una desagregación absoluta de los dos sistemas, he ahí en general la característica de la condición patológica. No obstante, la cura psicoanalítica se edifica sobre la influencia del Icc desde la Cc, y en todo caso muestra que, si bien ella es ardua, no es imposible. Los retoños del Icc que hacen de mediadores entre los dos sistemas nos facilitan el camino para este logro, como ya se dijo. Pero todo nos lleva a suponer que una modificación espontánea del Icc por parte de la Cc es un proceso lento y erizado de dificultades.
Una cooperación entre una moción preconciente y una inconciente, aun reprimida con intensidad, puede producirse en esta situación eventual: que la moción inconciente pueda operar en el mismo sentido que una de las aspiraciones dominantes. La represión queda cancelada para este caso y la actividad reprimida se admite como refuerzo de la que está en la intención del yo. Para esta última, lo inconciente pasa a ser una constelación acorde con el yo, sin que en lo demás se modifique para nada su represión, El éxito del Icc en esta cooperación es innegable; las aspiraciones reforzadas, en efecto, se comportan diversamente que las normales, habilitan para un rendimiento particularmente consumado y exhiben frente a las contradicciones una resistencia semejante a la que oponen, por ejemplo, los síntomas obsesivos.
El contenido del Icc puede ser comparado con una población psíquica primitiva. Si hay en el hombre unas formaciones psíquicas heredadas, algo análogo al instinto {Instinkt} de los animales, eso es lo que constituye el núcleo del Icc (8). A ello se suma más tarde lo que se desechó por inutilizable en el curso del desarrollo infantil y que no forzosamente ha de ser, por su naturaleza, diverso de lo heredado. Una división tajante y definitiva del contenido de los dos sistemas no se establece, por regla general, hasta la pubertad.
Notas:
1- [Esta cuestión se trata con más detalle en una nota agregada en 1920 a Tres ensayos de teoría sexual (1905d), AE, 7, pág. 2016, n. 28.]
2- [Otra probable alusión al artículo extraviado sobre la conciencia.]
3- [Freud ya había planteado esto en La interpretación de los sueños (1900a), AE, 5, págs. 602 y 605.]
4- [Esta frase, bastante oscura, tal vez resultaría más clara si contáramos con el artículo extraviado sobre la conciencia. La laguna es aquí particularmente exasperante, porque parece probable que la referencia aluda a un examen de la función de «atención» -un tema sobre el cual los escritos posteriores de Freud arrojan muy poca luz- En La interpretación de los sueños (1900a) hay dos o tres pasajes que parecen pertinentes en este contexto: «Los procesos de excitación habidos en él [el preconciente] pueden alcanzar sin más demora la conciencia, siempre que se satisfagan ciertas condiciones; por ejemplo, [ … ] que se alcance cierta distribución de aquella función que recibe el nombre de atención» (AE, 5, pág. 534). «El devenir-conciente se entrama de manera íntima con la aplicación de una determinada función psíquica, la atención» (ibid., pág. 582). «El sistema Prcc no sólo bloquea el acceso a la conciencia, sino que […] dispone sobre el envío de una energía de investidura móvil, una parte de la cual nos es familiar como atención» (ibid., pág. 602). Contrastando con la parquedad de las alusiones al tema en escritos posteriores de Freud, el «Proyecto de psicología» de 1895 (1950a), incluye un extenso tratamiento de la atención, como una de las fuerzas principales en el aparato psíquico (AE, 1, esp. págs. 408-20). Allí, como así también en «Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico» (1911b), la relaciona en particular con la función de «examen de realidad». Véase mi «Nota introductoria» a «Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños» (1917d), donde se considera la vinculación de la atención con el sistema P.]
5- [Freud insiste en la complicación abordada en este párrafo en el capítulo I de El yo y el ello (1923b), AE, 19, págs. 19-20, y en el capítulo II, donde propuso su nuevo modelo estructural de la psique, que tanto simplificaría la descripción que hizo en sus escritos de los procesos de esta última.]
6- [En todas las ediciones en alemán anteriores figura aquí «Vbw» {Prcc}. Como lo corroboró una consulta al manuscrito original, se trata de un error de imprenta; debe decir «Ubw» {Icc}.]
7- [Véase un ejemplo de esto en «La predisposición a la neurosis obsesiva» (1913i), AE, 12, pág. 340.]
8- [Freud abordaría la cuestión de la herencia de las formaciones psíquicas poco después, en la 23ª de sus Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916-17) y en su historial clínico del «Hombre de los Lobos» (1918b), AE, 17, pág. 89.]