JUAN BROADUS WATSON
(1878-1958)
EL CONDUCTISMO
INTRODUCCIÓN
Observando la historia del movimiento conductista, desde su abierta iniciación en 1912, a primera vista para difícil entender por qué el conductismo debió soportar tan im-
placable tempestad.
El conductismo -según trate de explicar en mis conferencias en Columbia (1912)
y en mis primeros escritos, se proponía lo siguiente: aplicar al estudio experimental del
del hombre iguales procedimientos y el mismo lenguaje descriptivo que muchos inves-
tigadores habían empleado con éxito durante largos años en el examen de animales infe-
riores al hombre. Suponíamos entonces, como creemos ahora, que el hombre es un ani-
mal distinto de los demás únicamente en las formas de comportarse.
Creo que la enunciación de este convencimiento fue la verdadera causa de aquella
tormenta. Provocó una resistencia muy semejante a la que suscitara la primera publica-
ción del Origen de las especies de Darwin. Los seres humanos no gustan ser clasificados
junto a los otros animales. Están dispuestos a admitir que lo son, pero también «algo más»
involucra cuanto se cataloga como religión, vida futura, moral, amor a los hijos, padres, patria, etc. El crudo hecho de que el psicólogo, si quiere proceder científicamente, habrá
de describir la conducta del hombre en términos no diferentes de los que utilizaría para la
conducta de un buey destinado al matadero, apartó del conductismo a muchos espíritus –
tímidos, y aún hoy los mantiene alejados.
El rechazo no se debe, según sostienen algunos de mis colegas a la forma en que los conductistas presentaros sus descubrimientos y convicciones. Hemos sido acusados de proselitistas; de haber difundido nuestras conclusiones en la prensa general en el lugar de
hacerlo en las publicaciones científicas, investidas de mayor dignidad; de escribir como
si nadie hubiese contribuido nunca a la psicología; de ser bolcheviques. Todas ellas son
críticas apasionadas, reveladoras de que el conductismo está pisando la pezuña de alguna
vaca sacra, que está amenazando el orden de cosas establecido. Aceptarlo significa renun-
ciar a viejas costumbres consagradas dejar esa cómoda psicología introspectista que se
ajusta a los hábitos establecidos o que, si no, por lo menos usa tan oscuro lenguaje que el
lector no precisa molestarse.
¿Cuál fue la consecuencia de esa tempestad? En primer lugar, indudablemente una
nueva literatura: una literatura crítica. Ella, en parte, ha sido personal: hasta injuriosa.
En cuanto a mí, jamás conteste una crítica. Rara vez se ha salido en defensa del conduc-
tismo. Los conductistas se hallaban demasiado ocupados en exponer los resultados de sus experimentos o de sus generalizaciones como para preocuparse de contestarlas. Al prever
esta literatura, me inclino a pensar que de habernos tomado el trabajo de la réplica, nuestra
ciencia habría sido más claramente entendida, porque en las publicaciones psicológicas se
han deslizado algunos malentendidos realmente pueriles, y afirmaciones por completo ine-
xactas acerca de nuestra posición.
Era natural que surgieran protestas. Muchos de los decanos de la psicología disponían
de bien instalados laboratorios y de abundante bibliografía introspectiva. El conductismo
pedía nuevos laboratorios y aun nuevos términos con que elaborar sus exposiciones. Inclu-
so parecía amenazar, la vida económica de los profesores. Hasta los mozalbetes, discípulos
de alguno de los más viejos representantes de la escuela introspectiva se sintieron obligados
a romper lanzas en defensa de sus maestros. Roback, en su Behaviorism and Psychology
(«Conductismo y Psicología»), no ofrece un clásico ejemplo de este último tipo de reacción.
Además, en dicha obra está muy próximo a quebrar con todas las normas de caballerosidad.
Más a causa de esto, y a pesar de que el conductismo no logró un franco reconocimiento
a ejercido una profunda influencia durante sus diecioho años de vida. A fin de convencerse,
compárense, titulo por titulo, los artículos de nuestros diarios pertenecientes a los tres lus-
tros anteriores del advenimiento del conductismo, con los de estos últimos 15 o 18 años.
Cotéjense los libros escritos antes y después. No solo los tópicos, también el lenguaje se ha
tornado conductista. Hoy ninguna universidad puede sustraerse a la enseñanza del conductismo. En algunas se aceptan sus métodos y supuestos; en otras se enseñan con el –
evidente propósito de criticarlos. Lo cierto es que la nueva generación de estudiantes recla-
ma que, cuando menos, se le suministre alguna orientación acerca del conductismo.
Para ella se escribió este libro….
PROGRAMA DEL CONDUCTISMO
El conductista pregunta: ¿Por qué no hacer de lo que podemos observar el verdadero
campo de la psicología? Limitémonos a lo observable, y formularemos sólo leyes relativas
a estas cosas. Ahora bien: ¿Qué es lo que podemos observar? podemos observar la conduc-
ta -lo que el organismo hace o dice-. Y apresurémonos a señalar que hablar es hacer, esto
es, comportarse. El hablar explícito o con nosotros mismos (pensar) representa un tipo de
conducta exactamente tan objetivo como el béisbol.
La regla o patrón que el conductista jamás pierde de vista es: ¿puedo describir la con-
ducta que veo, en términos de «estimulo y respuesta?» Entendemos por estimulo cualquier
objeto externo o cualquier mutación en los tejidos mismos debidos a la condición fisiológi-
ca de animal; tal como el que observamos cuando impedimos a un animal su actividad se-
xual, le privamos de alimento, no le dejamos construir el nido. Entendemos por respuesta
todo lo que el animal hace, como volverse hacia o en dirección opuesta a la luz, saltar al
oír un sonido,, o las actividades más altamente organizadas, por ejemplo: construir un ras-
cacielos, dibujar planos, tener familia, escribir libros, etc.
DEFINICIÓN DEL CONDUCTISMO
En nuestro tiempo, las definiciones no son tan populares como lo fueron en otras épocas. La definición de cada ciencia, de la física, por ejemplo, necesariamente tendría
que incluir la de todas las demás. Esto mismo es válido por el conductismo. Todo cuanto
en la actualidad podemos hacer para definir una ciencia es, casi, describir un círculo alre-
dedor de aquel sector de la ciencia natural que reclamamos de nuestro dominio.
El conductismo -según queda entendido a través de nuestra exposición preliminar- es,
pues, una ciencia natural que se apropia todo el campo de las adaptaciones humanas. Su
compañera más íntima es la fisiología.
En efecto, conforme avancemos en este sentido, podríamos llegar a preguntarnos si es posible diferenciar el conductismo de esa ciencia. En realidad, sólo difiere de la fisiología
en el ordenamiento de sus problemas -no en sus principios fundamentales ni en su punto
de vista central-. La fisiología se interesa especialmente en el funcionamiento de las partes
del animal: por ejemplo, el sistema digestivo, circulatorio, nervioso, los sistemas secreto-
res, la mecánica de las reacciones nerviosas y musculares. En cambio, aunque muy intere-
sado en el funcionamiento de dichas partes, al conductismo le importa intrínsicamente lo
que el animal -como un todo- hace desde la mañana hasta la noche y desde la noche hasta
la mañana.
El interés del conductista en las acciones humanas significa algo más que el del mero
espectador: desea controlar las reacciones del hombre, del mismo modo como en la física
los hombres de ciencia desean observar y manejar otros fenómenos naturales. Corresponde a la psicología conductista poder anticipar y fiscalizar la actividad humana. A fin de obte-
nerlo, debe reunir datos científicos mediante procedimientos experimentales. Solo entonces
al conductista experto le será posible inferir, dados los estímulos, cuál será la reacción: o,
dada la reacción, cuál ha sido la situación o estímulo que la ha provocado…
Fragmentos de Behaviorism (1925)
Reseña Biográfica:
Watson, John Broadus (1878-1958), psicólogo estadounidense, reconocido como el fundador y principal representante del conductismo.
Nacido en Greenville, Carolina del Sur, estudió en la Universidad Furman y en la de Chicago. Desde 1908 hasta 1920 fue profesor y director del laboratorio de psicología de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore. En 1920 abandonó su carrera académica y se dedicó a escribir ensayos sobre su visión de la psicología; también continuó sus investigaciones, sobre todo con la observación de niños. En 1913 Watson fundó el conductismo con su ensayo La psicología como la ve el conductista, movimiento que reducía la psicología al estudio de la conducta externa observable de forma objetiva, cuyas unidades son las conexiones innatas o adquiridas por condicionamiento entre el estímulo y la respuesta. Watson no creía que la conciencia fuera objeto de estudio de la psicología y explicó el pensamiento como un «habla subvocal», es decir, que surge de los movimientos de la lengua y las cuerdas vocales. En su obra El comportamiento (1914), afirma: «Dadme a una docena de niños sanos y bien formados y mi propio mundo específico para criarlos, y os garantizo que elegiré uno al azar y lo educaré de manera que se convierta en un especialista en cualquier ramo que yo elija (…), cualesquiera que sean sus aptitudes, inclinaciones, propósitos, talento, o independientemente de quienes sean sus ascendientes».
Otras de sus obras son: La educación animal (1903), La psicología desde el punto de vista del conductismo (1919), El conductismo (1925) y La atención psicológica del bebé y del niño (1928).
Reseña tomada de:
«Watson, John Broadus,» Enciclopedia Microsoft® Encarta® 2000. © 1993-1999 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.