CAPÍTULO VIII – LA CONCEPCIÓN DE LO INCONSCIENTE –
GENERALIDADES TERAPÉUTICAS
Engáñase quien crea que lo inconsciente es algo inofensivo, que puede
convertirse en objeto de juegos de sociedad o utilizarse para fáciles ensayos
terapéuticos. Sin duda, lo inconsciente no siempre, ni en todas las personas,
es peligroso. Pero la neurosis es la señal de que en lo inconsciente existe un
depósito lleno de energía, una especie de carga que puede explotar. En ese
caso, hay que tener precaución. De momento, nadie sabe lo que dispara,
cuando empieza a analizar los sueños. Pone en movimiento algo interior e
invisible. Muy probablemente es algo que más o menos tarde saldría a luz
espontáneamente; pero también podría suceder que no saliera nunca. En
cierto modo, es como perforar un pozo artesiano; se corre el peligro de tropezar
con un volcán. No hay seguridades absolutas. Cuando existen síntomas
neuróticos, se puede caminar con cautela. Pero los casos neuróticos no son los
más peligrosos, ni con mucho. Porque, a veces, hay personas aparentemente
muy normales, que no presentan síntomas neuróticos especiales —acaso son
los mismos médicos y educadores—, que incluso presumen de normalidad
y son modelos de buena educación, y tienen, por añadidura, opiniones
sumamente normales y costumbres normales, pero cuya normalidad es una
compensación artificial de una psicosis latente. Estos casos, naturalmente, rara
vez se presentan al psiquiatra de profesión. Los mismos interesados no
sospechan nada de su estado. O sus sospechas sólo encuentran una expresión
indirecta en el gran interés que les inspira la psicología y psiquiatría, atraídos
por estas cosas, como la mariposa por la luz. Pero como la técnica analítica
descubre lo inconsciente, resulta que en estos casos destruye la compensación
saludable y lo inconsciente sale afuera en forma de fantasías ya incoercibles, y
de consiguientes excitaciones que, en ocasiones, llevan a una enajenación y,
acaso antes, al suicidio. Afortunadamente, estas psicosis latentes parecen ser
relativamente raras. Si no ocurriera así, el método más satisfactorio, científica
y terapéuticamente, sería harto peligroso para poder ser empleado en la práctica.
El peligro de tropezar con tales casos, amenaza a todo médico que practica el
análisis de lo inconsciente, aun cuando disponga de una gran experiencia y
habilidad. Por torpeza, falsas concepciones, interpretaciones arbitrarias, etc.,
puede también el médico echar a perder casos que no forzosamente hubieran
debido resultar mal. Pero esto no sucede sólo con el análisis de lo
inconsciente, sino con toda intervención del médico, por cuanto puede haber
error en ella. La afirmación de que el análisis vuelve locas a las personas, es
tan estúpida como la idea vulgar de que el médico del manicomio, por su
trato con los alienados, ha de volverse necesariamente loco.
Prescindiendo de los peligros del tratamiento, lo inconsciente puede llegar a
ser peligroso también por sí mismo. Una de las formas más generales de este
peligro es la provocación de accidentes desgraciados. Una cantidad de
desgracias mucho mayor de lo que el público pueda sospechar está
provocada psicológicamente. Empezando por pequeños accidentes, como
tropezones, encontronazos, quemaduras en los dedos, etc., hasta llegar a los
accidentes automovilísticos y catástrofes alpinas, todo puede estar motivado
psicológicamente y a veces preparado con semanas y aun meses de
anticipación. He investigado muchos casos de está índole y he podido con
frecuencia señalar sueños que, con varias semanas de anticipación, demostraban
la tendencia del sujeto a dañarse a sí mismo; naturalmente, expresada
en símbolos. Todas las desgracias que ocurren por la llamada inadvertencia,
habrían de estudiarse con relación a semejantes determinaciones. Es sabido
que, cuando por cualquier razón, no estamos bien templados, nos suceden,
no sólo accidentes tontos, más o menos grandes, sino incidencias peligrosas
que, en un momento psicológicamente adecuado, pueden llegar a poner fin a
la vida. La voz popular dice: «Fulano y Zutano murieron en el momento
justo», expresando con estas palabras un sentimiento acertado de la secreta
causalidad psicológica que provocó el accidente. En la misma forma pueden
producirse o prolongarse enfermedades corporales. Un funcionamiento
incorrecto de la psique puede perjudicar mucho al cuerpo; y viceversa, un
padecimiento corporal puede contagiar al alma; pues alma y cuerpo no son
cosas separadas, sino una y la misma vida. Así, rara vez hay una enfermedad
corporal que no esté complicada con el alma, aun cuando no haya sido
directamente causada por motivos psicológicos. A mi juicio, debieran los
médicos reparar mucho más en estas correspondencias.
Pero sería injusto no realizar más que el lado desfavorable de lo inconsciente.
En todos los casos ordinarios, lo inconsciente es desfavorable o peligroso,
porque estamos en desacuerdo con él y, por lo tanto, en oposición con
nuestros instintos (29).
Pero si conseguimos establecer aquella función, que he llamado función
trascendente, entonces cesa la discordia y podemos gozar del aspecto
favorable de lo inconsciente. Entonces lo inconsciente nos presta aquella
ayuda y estímulo, que puede dar al hombre, en rebosante plenitud, una
naturaleza buena. Lo inconsciente ofrece, incluso, posibilidades que están
completamente cerradas a la conciencia; porque lo inconsciente dispone de
todos los contenidos psíquicos subliminales, de todo lo olvidado y
descuidado, y además de la sabiduría que la experiencia de innumerables
milenios ha depositado en las vías del cerebro humano.
Lo inconsciente está constantemente en acción y crea con sus materiales
combinaciones que sirven para determinar lo futuro. Crea combinaciones
subliminales, prospectivas, lo mismo que nuestra conciencia; sólo que las
combinaciones inconscientes superan notablemente a las conscientes en
finura y amplitud. Lo inconsciente puede, por lo tanto, ser también, a su
modo, un guía para el hombre.
Pero no crea el lector que estas complicadas modificaciones psicológicas se
sucedan todas en cada caso particular que ocurre en la práctica. El tratamiento
práctico se rige por los resultados terapéuticos logrados. Y el resultado puede
surgir en cualquier grado del tratamiento, independientemente de la
gravedad o duración del padecimiento. Y viceversa, el tratamiento de un caso
grave puede durar mucho tiempo, sin alcanzar grados superiores de
modificación, ni necesitar alcanzarlos. Hay muchos relativamente que, aun
después de haber llegado al resultado terapéutico, recorren, para afianzar su
propia evolución, otros grados de la modificación psíquica. Por consiguiente,
no hace falta que un caso sea grave para tener que recorrer todo el desarrollo.
Pero en todas las circunstancias, sólo alcanzan un grado superior de
diferenciación aquellos hombres que de suyo tienen disposiciones y vocación
para ello; es decir, una capacidad y un instinto de diferenciación superior;
cosa en la cual, como es sabido, los hombres son muy diferentes, como
también las especies animales, entre las cuales las hay conservadoras y
evolutivas. La naturaleza es aristocrática; pero no en el sentido de haber
reservado la posibilidad de diferenciación sólo a las especies supremas. Así
ocurre también con la posibilidad psicológica de evolución en el hombre: no
está reservada para individuos especialmente dotados. En otras palabras: para
recorrer una evolución psicológica extensa, no se necesita ni una inteligencia
especial ni especiales talentos, porque en esta evolución las cualidades
morales pueden servir de complemento, si la inteligencia no es suficiente.
Pero en ningún caso se ha de creer que el tratamiento consista en atiborrar a
las personas de fórmulas generales y recetas complicadas. Nada de eso. Cada
uno puede conquistar lo que necesita, a su modo y en su idioma. Lo que yo
aquí he expuesto es una fórmula intelectual, que no es precisamente igual a
las conversaciones en el trabajo práctico comente. Los pequeños ejemplos
casuísticos que he ido entrelazando dan mejor idea de lo que es la práctica.
El lector ha de acostumbrarse a la idea de que este nuevo género de
psicología tiene un lado enteramente práctico y otro lado enteramente
teórico. No es sólo un método práctico de tratamiento o de educación, sino
también una ciencia teórica, que está en activa relación con otras ciencias coordinadas.
Notas:
29 * Los instintos son arquetipos.
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