LACAN, SEMINARIO 19. Clase 7: 15 de Marzo de 1972
La última vez, les hablé de algo que estaba centrado en el Otro, lo que es más cómodo
que aquello de lo que les voy a hablar hoy, de lo cual ya les he carácterizado lo que se
podría llamar la relación (el «raport»), el raport al Otro (con él), muy precisamente en
aquello que no es inscribible, lo que no hace más fáciles las cosas. Se trata del Uno, el
Uno en tanto que les indiqué, indicándoles también como su huella se abrió en el
Parménides de Platón, del cual para comprender algo el primer paso es, apercibir que todo
lo que en él se enuncia como dialectizable, como desenvolviéndose de todo discurso
posible al sujeto de el Uno, es primero y no se lo debe tomar más que en ese nivel que no
es ninguna otra cosa, como se expresa, que «es Uno», y probablemente habrá algunos
entre Uds.- que, por mi conjuro- habrán abierto ese libro y se habrán apercibido de que no
es lo mismo decir que, «el Uno es». «Es Uno» es la primera hipótesis y «el Uno es», es la
segunda; y son distintas. Naturalmente para que esto avance sería necesario que leyeran
a Platón poniendo un poco de Uds. Sería necesario que Platón no fuese para Uds., más
que lo que es, un autor. Uds. están formados desde la infancia en el «autor-stop». Desde el
tiempo que ha pasado sobre las costumbres, esta manera de dirigirse a las máquinas
como si ellas tuvieran autoridad, Uds., deberán saber que no lleva a ninguna parte, aún
sabiendo que puede llevarlos bien lejos.
Habiendo hecho estas observaciones, se trata entonces del Uno- por razones de las
cuales deberé excusarme, porque, ¿en nombre de qué voy a ocuparles en esto?- decía
entonces que se trata del Uno de lo que les voy a hablar hoy. Es incluso para esto que he
inventado una palabra que sirve de título a lo que les voy a decir. No estoy muy seguro,
estoy incluso seguro de lo contrario, yo no he inventado el «Unario», el trazo unario que en
1962 creí poder extraer de Freud que lo llama «einzig», traduciéndolo de este modo, lo que
en la época aquella pareció a algunos milagroso. Es curioso que el einziger Zug, la
segunda forma de identificación distinguida por Freud, no los haya nunca llevado hasta ahí.
Por el contrario, la palabra que yo abrazaré a lo que quiero decir hoy, es completamente
nueva. Y lo hago con una especie de preocupación, porque en realidad, hay muchas
cosas que están interesadas en el Uno de modo que no es posible…Voy a intentar abrir un
camino que sitúe el interés que mi discurso, en tanto es él mismo traza del discurso
analítico, el interés que mi discurso tiene en pasar por el Uno.
Pero, primero tomemos el campo designado en forma general del Uniano (Unien),
U-n-i-a-n-o diferente de Unaire que en líneas anteriores se tradujo por Unario. Es una
palabra que no fue dicha nunca, que sin embargo tiene interés en llevar una nota, una
nota de alerta cada vez que se trate del Uno y para ser tomado bajo una forma epíteta, lo
que les recordará aquello que Platón promete, que es que de su naturaleza hay
pendientes directas. Que, en el análisis se hable de ello a Uds. no se les escapa- pienso-,
para recordarnos que preside esta bizarra asimilación de Eros a aquellos que tiende a
coagular. Bajo el pretexto de que el cuerpo, es muy evidentemente una de las formas de el
Uno que se sostiene unido; que salvo accidente, es un individuo él es —es singular—
promovido por Freud, y en realidad, es esto lo que cuestiona la díada por él avanzada de
Eros y Thanatos, si ello no estuviera sostenido por otra figura que es precisamente aquella
en la cual fracasa la relación sexual, a saber aquella de Uno y No-Uno, es decir cero, no
se ve muy bien que función podría tener esta pareja estupefaciente. Es en tanto sirve.
Sirve en provecho de un cierto número de malentendidos, de hilvanes- pinchar con
alfileres- de la pulsión de muerte, por así decirlo sin discernimiento. Pero es cierto que en
todo caso, el Uno no sabría dentro de este discurso salvaje que se instituye de la tentativa
de enunciar la relación sexual, que es estrictamente imposible considerar la copulación de
dos cuerpos como haciendo uno. Es extraordinario que en relación a esto, el Banquete de
Platón, en tanto los sabios se burlan del Parménides, el Banquete sea tomado en serio
presentando algo, lo que sea,) que concierna al amor.
Algunos probablemente se acuerdan todavía que yo lo usé en un año, exactamente el que
precede al año del que antes hablamos, el año 61-62, fue en 1960-1961 que yo tomé el
Banquete como terreno de ejercicio, sin soñar en hacer otra cosa que fundar en él la
trasferencia. Hasta nueva orden, la transferencia, si hay algo en ella, algo del orden del
dos en su horizonte, no puede pasar por una cópula. Pienso de todas maneras haber
indicado un poco el modo de irrisión en el cual se desarrolla esta escena- hablando con
propiedad- designada como báquica (de Baco).
Que sea Aristófanes quien promete, inventa la famosa bipartición del ser que en principio
no hubiera sido sino una bestia con dos espaldas que se mantienen unidas y de las cuales
se hacen dos a partir de los celos de Zeus; es demasiado decir en boca de quien se
coloca este enunciado para indicar que uno se divierte, y por otra parte, ¡nos divertimos
bien! Lo más enorme, es que no aparece más aquella que corona todo el discurso, la
llamada Diotima no juega otro rol, que lo que ella enseña es que el amor no sostiene más
que al amado ya sea homo o hétero, no se llega a él, no hay más que Afrodita uraniana
que cuenta. O sea que no es precisamente el Uno el que reina sobre Eros. Sería ya una
razón en sí misma para avanzar algunas proposiciones ya abiertas antes sobre el Uno, si
esto no es así, es que, en la experiencia analítica, el primer paso es introducir Uno, en
tanto analista que se es, se le hace hacer el paso de entrada, mediante lo cual el analizante del
que se trata, este Uno, el primer modo de su manifestación es
evidentemente reprocharles no ser más que Uno entre otros, mediante aquello que él
manifiesta, pero por supuesto sin apercibirse, que precisamente con esos «otros», él no
tiene nada que hacer y es por eso que con Ud., el analista, el quisiera ser el único para
que sean dos, y él no sabe que lo que sucede es que él se da cuenta que «dos» es ese
Uno que él se cree y donde se trata de que el se divida.
Entonces hay el Uno. Habría que escribir esto; hoy no estoy muy llevado a escribir, pero en
fin, ¿por qué no?
HAY EL Uno
Y A D’ L’ UN
¿Por qué no escribirlo así?
Van a ver, que escribirlo así, tiene un cierto interés, que justifica la elección de ese uniano
(Unien) de antes, y es que «y a d’ lún», escrito así valoriza una cosa propicia de la lengua
francesa, y de la cual no sé si se puede sacar el mismo provecho del «There is» o del «Es
gibt». Aquellos que tengan manejo de ello me podrán indicar. «Es gibt» pide el acusativo,
¿no es cierto?. Se dice: «es gibt einen…» algo, cuando es masculino. «There is», se puede
decir «There is one», «There is a …» algo, yo sé que hay el «There» que es un poco el cebo
de este lado. Pero no es simple. En francés se puede decir «il y en a». Cosa muy extraña,
yo no he logrado, lo que no quiere decir que no sea encontrable, pero en fín de esta
manera prematura yo actúo, a pesar de la función de la prisa en la lógica, ¡de la cual yo sé
algo!, es necesario que me apure el tiempo me apremia, no he logrado ver, encontrar algo,
ni a simplemente; les voy a decir lo que he consultado: el Littré, el Robert, el Damourette,
Pichon e incluso algunas otras —la emergencia histórica— es, que un dicciónario como el
Bloch et Von Wartburg está hecho para darles la emergencia de una fórmula tan capital
como «il y a» que quiere decir esto:»y en a». Es sobre el fondo de lo indeterminado que
surge de los que se designa, hablando propiamente el «il y a» del cual curiosamente hay
—quiero decir no hay— no hay equivalente, es cierto, no hay equivalente corriente en lo
que nosotros llamaremos las lenguas antiguas. En nombre de lo cual justamente se
designa que el discurso, y como dice y demuestra el Parménides, el discurso, cambia. Es
de esto de lo que el discurso analítico puede representar una emergencia y es
probablemente de esto de lo que Uds. deberían hacer algo, en tanto que, desde mi
desaparición —a los ojos de muchos espíritus seguramente siempre presente como
posible, sino inminente— desde mi desaparición en fin se espera, en el mismo campo la
verdadera lluvia de basura que se anuncia desde ahora, porque se cree que no puede
tardar más, en la huella de mi discurso. Valdría más, probablemente, que se confronten
aquellos que podrían dar a esta traza una continuación, de la cual felizmente también en
algún lugar, un lugar bien preciso, yo tengo algunas premisas. Porque pasan el tiempo
hinchando con el hecho de saber la relación del discurso analítico con la revolución. Es
probablemente el discurso analítico el que lleva el germen de ninguna revolución posible,
porque no hay que confundir la revolución con la ola en el alma que podemos sentir bajo
esta etiqueta. No es lo mismo.
«Y en a» entonces, es sobre un fondo, el fondo de algo que no tiene forma. Cuando se dice «y en a», habitualmente quiere decir «y en a du …» o «y en a des…» se puede incluso
agregar de tanto en tanto a ese «des» (de los, de las, unos, unas) «unos que», «unos que
piensan», «unos que se expresan», «unos que cuentan», y cosas así, que da un fondo de
indeterminación. La cuestión empieza en lo que quiere decir «de l’Un» «de el Uno». Porque
desde que se enuncia al Uno el «de» no está más aquí sino como un mínimo pedículo
sobre lo que es el fondo. ¿De donde surge ese Uno?. Es precisamente lo que, Platón trata
de comenzar a decir en una primera hipótesis, como puede, a falta de otras palabras:
(escritura en griego) «Si es Uno», porque (escritura en griego) tiene manifiestamente la
función de suplencia de lo que no se acentúa, como en francés, de lo «il y a» (hay), y de lo
que seguramente habría que traducir —comprendo el escrúpulo que detiene en esto a los
traductores— habría que traducir «si hay Uno o el Uno»- elijan Uds.-. Pero lo que es cierto
es que, Platón eligió y que su Uno no tiene nada que ver con lo que engloba. Hay inclusive
algo llamativo, y es que lo que el demuestra inmediatamente, es que esto no tendría
ninguna relación con aquello de lo que él hizo el recuento o censo metafísico bajo mil
formas, y que se llama la díada, en tanto que en la experiencia del pensamiento está en
todas partes: lo más grande —lo más pequeño, el más joven, el más viejo, etc…, lo
incluyente— lo incluído y todo lo que Uds. quieran de esta especie. Lo que él comienza
por demostrar es precisamente aquello que a tomar el Uno por medio de una interrogación
discursiva, ¿quien es aquí el interrogado?. Evidentemente no es el pobre pequeño, el
querido gracioso, el llamado Aristóteles, si mi recuerdo es bueno, del cual parece difícil
creer que pueda ser aquel que nos ha dejado su memoria. Está bien claro que, como en
todo diálogo, en todo diálogo platónico, no hay huella de interlocutor. Parece no llamarse
diálogo más que para ilustrar, lo que hace mucho tiempo yo vengo enunciando, que
dialogo, no hay. Lo que no quiere decir que en el fondo del diálogo platónico no haya
presente otra presencia bien distinta —digamos presencia humana— más que en muchas
otras cosas que se escribieron después. No nos haría falta como testimonio más que aquel
de los primeros acercamientos, el modo en que se prepara lo que constituye el hueso del
diálogo, lo que yo llamaría la plática, charla(13) preliminar, lo que nos explica, como en
todos los diálogos, cómo se llegó a esta cosa loca que no se parece en nada a lo que sea
que se pueda llamar diálogo- es aquí dónde verdaderamente se puede sentir, si uno no lo
sabía ya, por el común de la vida, que no se ha visto nunca un diálogo llegar a algo- se
trata en aquello que se llama diálogo, en esta literatura que tiene su tiempo, justamente de
àpresar que puede hacer creer, que da la ilusión de que se puede llegar a algo dialogando
con alguien. Entonces vale que se prepare el truco, que se diga de que cosa se trataba. El
viejo Parménides y su pandilla, ¿hacía falta nada menos que esto para que pudiera
enunciarse algo que haga hablar a quién?. Y bien, el Uno, y a partir de momento en que
se lo hace hablar, el Uno, vale la pena fijarse para que sirve aquel que escucha sin poder
meter palabra (que tiene la vela). No puede más que decir cosas como ésta (escritura en
griego); «oh là là», ¡aún tres veces más cierto que como lo dices»!…esto es el diálogo!.
Naturalmente cuando es el Uno el que habla. Lo que es curioso es el modo en que
Parménides lo introduce: el Uno, él le pasa la mano por la espalda, le explica: «Querido
amable, ven aquí a hablar, querido pequeño Uno, todo esto no es más que charla», por
que no se traduce (escritura en griego), ¿no es cierto?; por la idea de que se trata de
adolescente. Digo esto para aquellos que no están al tanto. Sobre todo porque frente al
escrito se les dice que deben conducirse cono inocentes, como jovencitos, podrían
confundirse. No están nombrados así los jovencitos en el texto griego (escritura en griego),
esto quiere decir charla. Y se puede considerar que aquí está algo que es como el esbozo,
la prefiguración, la prefiguración de lo que nosotros llamamos así en nuestro rudo lenguaje, trenzado por lo que se ha podido, La Fenomenología que en ese momento se
podría tener al alcance de la mano, lo que se ha traducido como «asociación libre».
Naturalmente la asociación no es libre. Si fuera libre, no tendría ningún interés, pero es lo
mismo que la charla: está hecha para domesticar al gorrión. La asociación, está claro que
está ligada. No se ve cual sería su interés si fuese libre. La charla en cuestión, es cierto
que no hay ninguna duda que como no es alguien el que habla, sino que es el Uno, se
puede ver aquí hasta que punto está ligada, porque es muy demostrativo.
Al poner las cosas bajo este enfoque, esto nos permite situar, muchas cosas y en
particular el paso que se franquea de Parménides a Platón, porque ya Parménides había
atravesado un paso en este medio donde se trataba en suma de saber que ello es lo
Real. Seguimos siempre ahí. Después de decir que era el agua, la tierra, el fuego y ya que
después de esto no había más que recomenzar, hubo alguien que divisó que el único
factor común de toda sustancia de la cual se trataba, era ser decible. Es este el paso de
Parménides. El paso de Platón es diferente. Es diferente: es mostrar que, desde que se
intenta decir de manera articulada, lo que se dibuja, la estructura, como se diría en lo que
yo he llamado antes nuestro rudo lenguaje, la palabra «estructura» no vale más que la
palabra asociación libre, pero lo que dibuja como dificultad es lo Real, es en esta vía que
hay que buscarlo:(escritura en griego), que se traduce impropiamente como la forma, es
algo que ya nos promete el encierro, el cerco de lo que hace apertura en el decir. En otros
términos ¡Platón era lacaniano!.
Naturalmente, el no podía saberlo. Además era un poco débil, lo que no facilita las cosas,
pero que seguramente lo ayudó. Llamo debilidad mental, al hecho de que un ser, un ser
parlante, no esté sólidamente instalado en un discurso, Es lo que hace el precio (lo
valioso) del débil. No hay ninguna otra definición que se le puede dar, sino de ser lo que se
llama un poco descarriado. Es decir que entre dos discursos, él flota. Para estar
sólidamente instalado como sujeto, es necesario atenerse a uno o bien saber lo que se
hace. Pero no es por que se está al margen que se sabe lo que se dice. De modo que
para lo que es su caso, le permitió sólidamente, porque después de esto había cuadros,
no hay que creer que en su tiempo las cosas no fuesen tomadas en un discurso muy
sólido y él muestra sus verdaderas intenciones en alguna parte de las conversaciones
preliminares de este Parménides. Es él el que lo ha escrito. No se sabe si se burla o no,
pero en fin, no esperó a Hegel para hacernos la dialéctica del amo y del esclavo. Y debo
decir que lo que él enuncia es de otro plato que lo avanza a toda la Fenomenología del
espíritu. No es que él concluya, sino que da los elementos materiales. El avanza, él
avanza y puede porque en su tiempo esto no es simulación. Uno se pregunta si era mejor
o peor pensar que los amos y los esclavos se afirmaron allí. Esto permitió imaginarse que
eso podía cambiar en cada instante y en efecto cambiaba a cada instante. Cuando los
amos eran hechos prisioneros, se convertían en esclavos y cuando los esclavos eran
liberados, se convertían en amos. Gracias a lo cual, Platón se imagina —y lo dice en los
preliminares de este diálogo— que la esencia amo, el (escritura en griego) y la del esclavo
se puede considerar que no tienen nada que ver con lo que es realmente. El amo y el
esclavo son entre ellos en relaciones que no tienen nada que ver con la relación de la
esencia-amo y la esencia-esclavo. Es aquí donde él es un poco débil, nosotros hemos
visto hacer la gran mezcla, que se opera en una cierta vía en donde no se ve hasta que
punto promete la continuación, ¿es que somos todos hermanos?. Hay una región así de la
historia, del mito histórico, quiero decir del mito en tanto es historia, no se ha visto más que una vez: en los judíos, ¡donde se sabe para qué sirve la fraternidad!. Esto dio el gran
modelo: está hecha para vender a su hermano, lo que no ha dejado de producirse en la
continuación de todas las subversiones lo que dice girar alrededor del discurso del amo.
Está completamente claro que el esfuerzo en el que Hegel se extenúa al nivel de la
«Fenomenología», el temor a la muerte, la lucha o muerte de pura prestancia y yo te cuento
(te marco) yo te reubico. Mediante lo cual- esto es lo esencial a obtener- hay un esclavo.
Pero yo les pregunto a todos aquellos que tienen esos deseos de cambiar los roles, yo les
pregunto: qué es lo que puede hacer ya que el esclavo sobrevive, que no se vuelva
inmediatamente después de la lucha a muerte de pura prestancia viviendo de él y del
temor de la muerte que cambia de campo, todo esto no subsiste, no tiene posibilidad de
subsistir sino a condición que se vea muy precisamente aquello que Platón descarta,
descarta pero no se sabrá nunca en nombre de qué porque no se puede, ¡Dios mío!,
sondear su corazón, es probablemente debilidad mental simplemente, está claro que por el
contrario aquí está la más bella ocasión de marcar lo que hay aquí de lo que él llama el
(escritura en griego), la participación.
Jamás el esclavo es esclavo sino desde la esencia del amo; al igual que el amo sin …, yo
llamo a esto la esencia, llámenlo como quieran, yo prefiero escribirlo S1: el significante
Amo, y en cuanto al amo, si no hubiera S2, el saber del esclavo, ¿que es lo que él haría?.
Me detengo. Me detengo para decirles la importancia de esta cosa inverosímil que es el
Uno. He aquí el punto relevante, porque desde que se interroga a ese Uno, lo que él
deviene, en fin, como una cosa que se deshace, es que es imposible relaciónarlo con lo
que sea excepto la serie de números enteros, que no es otra cosa más que ese Uno.
Por supuesto esto no sobreviene, no surge, no llega sino al final de una larga elaboración
del discurso. En la lógica de Fregue, que se inscribe en los «Grundlagen der Aritmetik»,
verán ustedes, a la vez la insuficiencia de toda deducción lógica de Uno, ya que es
necesario que pase por el cero del cual no se puede decir que sea Uno y sin embargo de
donde se desarrolla que es de ese Uno que al nivel del cero que procede toda la
secuencia, aritmética, entonces porque ya de 0 a 1 hace 2; desde ahí esto hará 3, porque
habrá 0, 1 y 2 antes y así continúa. Y esto precisamente hasta el primero de los aleph que
curiosamente- y no por nada- no puede designarse más que Aleph 0.
Seguramente, esto puede parecerles una distancia sabia. Es por esto que es necesario
encarnarlo y yo he puesto primeramente: «y a d’lun» «y a d’lun» y ustedes no sabrán
exclamar suficientemente su asombro de este anuncio sino con tantos signos de
exclamación a continuación de que precisamente el Aleph o será suficiente para sondear
lo que puede ser, si se lo acerca suficientemente, del asombro que merece que haya «d’l’
Un».
Si, esto no merece menos que ser saludado de este «ouille» ya que: ¡nosotros hablamos en
la «lengua de ouille»!. Quiero decir «hoc est ille». Aquí es él de quien se trata el Uno, el
responsable. Es al tomarlo por las orejas que «y en a» (hay) muestra bien el fondo del cual
existe. El fondo de que él existe se basa en aquello que no es evidente: que para tomar el
primer mueble que tengo al alcance de la mano, el Uno débil mental, se le puede agregar
una gripe a los cajones, pito catalán, un gesto burlón, un hurno, un «buen día de tu Caterina», una civilización, ver una liga despareja, y bien, ¡esto hace ocho!. Tan disperso
como esto pueda parecerles hay así en gran cantidad, pero vienen todos al llamado:
¡Pequeños! ¡pequeños! ¡pequeños!. Y lo importante- porque evidentemente debo hacer
sensibles las cosas de modo que por un 0, 1 y por (5)(14) —lo importante, es que esto
supone siempre el mismo Uno, el Uno que no se deduce, contrariamente al polvo en los
ojos que puede arrojarles John Stuart Mill, simplemente al tomar cosas distintas y tenerlas
por idénticas, porque esto, es simplemente algo que ilustrar, o sea que da el modelo, el
ábaco, pero el ábaco fue hecho expresamente para contar, y en este caso se cuenten los
ocho dispersos que yo les he hecho surgir recién. Lo que el ábaco no les dará, es aquello
que se deduce directamente y sin ningún ábaco de Uno, a saber entre estos ocho muebles
de los cuales les hablé recién, y bien, hay porque son ocho, 28 combinaciones de 8
tomadas de a dos: ni una más y esto es así, por el hecho del Uno. Naturalmente espero
que esto los sorprenda, y como tomé ocho, esto los impide, los asombra. Uds. no sabrán
de antemano que daría 28 combinaciones, aunque es fácil: es, no sé qué:
n (n+1)
2
corresponde a la suma de los primeros números naturales en su orden y no a las
combinaciones de 8 tomadas de a dos. 7 veces 8=56, no da 28, da 21. Bueno
¿entonces?. ¡Esto no cambia nada! La cifra, la podemos conocer es de lo que se trata. Si
yo hubiera puesto menos, los hubiera hecho trabajar, me hubieran dicho incluso que sería
necesario que cuente las relaciones de cada uno con el conjunto. Por qué no lo hago,
tengo que esperar a la próxima vez para explicarles. Por qué las relaciones de cada uno
con el conjunto, no eliminan justamente que hay Un conjunto y que, por este hecho, quiere
decir que se restablece Uno, lo que llevaría en efecto a aumentar considerablemente el
número de combinaciones dos a dos. Al nivel del triángulo, si yo les hubiera puesto
solamente tres Uno, esto hubiera dado tres combinaciones solamente. En seguida tienen
seis si toman el conjunto por Uno. Pero es justamente de lo que se trata, es de percibir
aquí otra dimensión del Uno, que yo trataré de ilustrarles la próxima vez del triángulo
aritmético.
En otros términos entonces, el Uno no tiene siempre el mismo sentido. Hay por ejemplo el
sentido de ese Uno del conjunto vacío que, cosa curiosa a nuestra enumeración de
elementos agregará dos. Les mostraré por qué y a partir de dónde.
Sin embargo nos acercamos ya a algo que, sin partir del Uno como todo, nos muestra que
el Uno en su surgimiento no es un equívoco. En otros términos, renovamos la dialéctica
platónica. Es de este modo que yo pretendo llevarlos a alguna parte a proseguir por esta ,
bifidad del Uno. Todavía hay que ver si resiste. Este Uno que Platón distingue tan bien del
ser, es seguramente el ser, él es Uno siempre en todos los casos, pero que el Uno no
sepa ser como ser, he aquí lo que se encuentra perfectamente demostrado en el
Parménides. De dónde ha surgido históricamente la cuestión de la existencia. No es
porque Uno no es, que no se plantea la cuestión y la plantea más aún en tanto que sea
dónde sea, siempre, que se trate de existencia, será siempre alrededor del Uno que girará
esta cuestión. La cosa de Aristóteles no se aproxima sino tímidamente al nivel de las
proposiciones particulares. Aristóteles se imagina que es suficiente decir «algunos»-
algunos solamente, no todos- son así o asá para que estos los distingan, que no es sino
distinguiéndoles de aquello que es así, si ello, esos algunos, por ejemplo no son así, esto
alcanza para asegurar su existencia. He aquí aquello en que la existencia desde su
primera emergencia se prefigura enseguida, se enuncia de su inexistencia correlativa. No
hay existencia sino sobre el fondo de la inexistencia e inversamente. «ex-sistere» no tener
su sostén, sino de un afuera que no es, he aquí aquello de lo cual se trata en el Uno.
Porque, ¿de dónde surge él, en verdad?… En un punto dónde Platón consigue encerrarlo.
No se debe creer que sea como parece, solamente a propósito del tiempo. El lo llama:
(escritura en griego) Tradúzcanlo como quieran = es el instante, es lo súbito, es el único
punto donde puede hacer subsistir, es en efecto siempre donde toda elucidación del
número y Dios sabe que ha sido llevada suficientemete lejos como para darnos la idea de
que hay otros aleph además de los números.
Pero éste aquí, este instante, este punto- porque ésta sería la verdadera traducción —es
aquel que no resulta decisivo sino en el nivel de un aleph superior, el nivel del continuo.
El Uno, el cual aquí precisamente parece perderse y llevar al colmo lo que es de la
existencia hasta confirmar la existencia como tal en tanto surgiendo de lo más difícil de
alcanzar, de lo más huidizo dentro de lo enunciable. Y es esto lo que me ha hecho
encontrar, reportarme a ese (escritura en griego), en el mismo Aristóteles, a apercibirme
que al fin de cuentas, ha habido una emergencia de ese término «existir» en alguna parte
de La Física donde ustedes la puede encontrar, donde ustedes pueden encontrarlo sobre
todo si yo se los doy, es en algún lugar del libro IV de la Física de Aristóteles.(15)
Aristóteles lo define como ese algo que (escritura en griego) en un tiempo que no puede
ser sentido (escritura en griego) en razón de su extrema pequeñez es (escritura en griego)
(nota del traductor(16)). No se si en alguna otra parte que en ese lugar del libro IV de la
Física, el término (escritura en griego) es proferido en la literatura antigua. Pero está claro
que viene, es un participio pasado, el participio pasado, del aorismo segundo (escritura en
griego), de éste aorismo que se dice (escritura en griego), es (escritura en griego) y yo no
sé que haya el verbo (escritura en griego) habrá que controlar.
Sea lo que sea el «sistere» es ya, aquí el ser estable. Ser estable a partir de un afuera:
(escritura en griego), lo que no existe sino no siendo. Y es de esto de lo que se trata. Es
esto lo que he querido abrir hoy bajo el capítulo general de lo Uniano yles pido disculpas:
si he elegido lo Uniano es que es el anagrama de aburrimiento (d’ennui) [Unien – ennui].
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