La conciencia
Sólo mediante tales supuestos complicados y poco intuibles he conseguido hasta ahora incluir los fenómenos de la conciencia en el edificio de la psicología cuantitativa.
Desde luego, no cabe intentar una explicación sobre el modo en que procesos excitatorios dentro de las neuronas co conllevan conciencia. Sólo se trata de coordinar las propiedades de la conciencia, que nos son consabidas, con unos procesos susceptibles de alteración paralela dentro de las neuronas ω . Y esto, además, no anda mal en el detalle.
Unas palabras sobre la relación de esta teoría de la conciencia con otras. Según una avanzada teoría mecanicista, la conciencia es un mero añadido a los procesos fisiológico-psíquicos, cuya ausencia no cambiaría nada en el decurso psíquico. Según otra doctrina, conciencia es el lado subjetivo de todo acontecer psíquico, y es por tanto inseparable del proceso anímico fisiológico.
Entre ambas se sitúa la doctrina aquí desarrollada. Conciencia es aquí el lado subjetivo de una parte de los procesos físicos del sistema de neuronas, a saber, de los procesos ω , y la ausencia de la conciencia no deja inalterado al acontecer psíquico, sino que incluye la ausencia de la contribución del sistema ω. (Unos años antes, en La concepción de las afasias (1891b, págs. 56-8), Freud había estudiado este problema y, bajo la influencia de Hughlings Jackson, había adoptado una posición mucho más cercana a la teoría de la conciencia como «añadido» que aquí se describe. Reproducimos el correspondiente pasaje como «Apéndice B» a «Lo inconciente» (1915e), AE, 14, págs. 204 y sigs. La falta de claridad del presente examen indica, sin duda, que Freud ya estaba avanzando hacia su. concepción posterior, la de que los sucesos anímicos pueden ser tanto concientes cuanto inconcientes.)
Si uno figura la conciencia mediante neuronas ω , esto acarrea varias consecuencias. Es preciso que estas neuronas tengan una descarga, por pequeña que ella sea, y que exista un camino para llenar las neuronas ω con Qη en el escaso monto requerido. La descarga, como todas, va hacia el lado de la motilidad, a raíz de lo cual cabe puntualizar que en la circulación motora evidentemente se pierde todo carácter de cualidad, toda particularidad del período. El llenado de las neuronas ω con Qη tal vez sólo pueda acontecer desde ψ , puesto que no atribuiríamos a este tercer sistema ningún enlace directo con Φ . No se atina a indicar cuál fue el valor biológico originario de las neuronas ω .
Pero hasta aquí hemos descrito de manera incompleta el contenido de la conciencia; además de las series de las cualidades sensibles, muestra otra serie, muy diferente de aquellas: la de las sensaciones de placer y displacer, que ahora demanda interpretación. En efecto, siendo consabida para nosotros una tendencia de la vida psíquica, la de evitar displacer, estamos tentados a identificarla con la tendencia primaria a la inercia. Entonces, displacer se coordinaría con una elevación del nivel de Qη o un acrecentamiento cuantitativo de presión; sería la sensación ω frente a un acrecentamiento de Qη en ψ . Placer sería la sensación de descarga.
Puesto que el sistema ω debe ser llenado por ψ , resultaría el supuesto de que con un nivel ψ más elevado aumentaría la investidura en ω , y en cambio un nivel decreciente la disminuiría.
Placer y displacer serían las sensaciones de la investidura propia, del nivel propio en ω , respecto de lo cual ω y ψ constituyen en cierto modo unos vasos comunicantes. De tal manera, también los procesos cuantitativos en ψ llegarían a la conciencia, de nuevo como cualidades.
Con la sensación de placer y displacer desaparece la aptitud para percibir cualidades sensibles, que se sitúan, por así decir, en la zona de indiferencia entre placer y displacer. Cabría traducir esto diciendo que las neuronas ω con una cierta investidura muestran un óptimo para recibir el período del movimiento neuronal, y con una investidura más intensa dan por resultado displacer, con una más débil, placer, hasta que la capacidad de recepción desaparece con la falta de investidura. [Esta argumentación se reencuentra en Más allá del principio de placer (1920g), AE, 18, págs. 7-9, donde le es atribuida a Fechner – En esta sección, Freud identifica lo que luego llamaría el «principio de placer» con el «principio de constancia». Mucho más adelante establecería un distingo entre ambos. Detallo sus cambiantes puntos de vista acerca de este tema en una nota de «Pulsiones y destinos de pulsión» (1915c), AE, 14, pág. 116.] Sobre tales datos sería preciso construir la forma de movimiento correspondiente.