La desfiguración onírica
Pues bien, sí yo ahora afirmo la tesis de que el cumplimiento de deseos es el sentido de todo sueño, y por tanto no puede haber sueños que no sean de deseo, de antemano estoy seguro de provocar el más decidido desacuerdo. Se me objetar: Que hay sueños que han de comprenderse como cumplimiento de deseos no es nuevo, sino algo en que los autores repararon desde hace mucho. (Cf. Radestock, 1879, pgs. 137-8; Volkelt, 1875, pgs. 110-1; Purkinje, 1846, pg. 456; Tssi, 1898, pg. 70; Simon, 1888, pg. 42, acerca de los sueños de hambre del barn Trenck en el presidio; y pasajes en Griesinger, 1845, pg. 89.). Pero que no existan otros sueños que los de deseo, he ahí otra generalización injustificada, que por suerte es fácil refutar. Es que con harta frecuencia se presentan sueños en los que puede reconocerse el contenido más penoso, pero ninguna huella del cumplimiento de un deseo cualquiera. El filósofo pesimista Eduard von Hartmann está sin duda a sideral distancia de la teoría del cumplimiento de deseo. En. Su Philosophie des Unbewussten (1890, 2, pg. 344), escribe: Por lo que toca al sueño, con l todas las plagas de la vida de vigilia. Hacen su entrada también en el estado del dormir; sólo una cosa queda fuera, la nica que de algún modo puede reconciliar a las personas cultas con la vida: el goce científico y artístico… . Pero incluso observadores menos insatisfechos han destacado que en el sueño el dolor y el displacer son más frecuentes que el placer; as Scholz (1887, pg. 33), Volkelt (1875, pg. 80) y otros. Y aun las señoras Sarali Weed y Florence Hallam, después de estudiar un grupo de sueños, hallaron expresión numérica al predominio del displacer en los sueños [1896, pg. 499]: computan el 57,2 % de los sueños como penosos, y sólo el 28,6 % como positivamente agradables. Y aparte de estos sueños, que prosiguen en el dormir los más diversos sentimientos penosos de la vida, existen los sueños de angustia, en los cuales nos sobrecoge el más horripilante de los sentimientos de displacer hasta que despertamos; y a esos sueños de angustia son muy propensos justamente los niños en quienes hemos hallado los sueños de deseo sin tapujos. En realidad, los sueños de angustia parecen imposibilitar la generalización del enunciado basado en los ejemplos del capítulo anterior, según el cual el sueño es un cumplimiento de deseo, y aun le pondrían el marbete de absurdo. No obstante, no es difícil rebatir esas objeciones en apariencia tan concluyentes. Represe tan sólo en que nuestra doctrina no se apoya en la consideración del contenido manifiesto del sueño, sino que se refiere al contenido de pensamiento que se discierne tras el sueño mediante el trabajo de interpretación. Al contenido manifiesto del sueño le contraponemos el contenido latente. Es verdad que existen sueños cuyo contenido manifiesto es de índole más penosa. Pero, alguna vez intentó alguien interpretar esos sueños para descubrir su contenido de pensamiento latente? Si no es así, ninguna de esas dos objeciones nos alcanzan; sigue siendo posible que también los sueños penosos y los de angustia se revelen, después de la interpretación, como cumplimientos de deseo. En el trabajo científico es a menudo ventajoso, cuando la solución de un problema depara dificultades, sumarle un segundo problema, tal como es más fácil cascar dos nueces una contra otra que por separado. As, no nos plantearemos sólo la pregunta Cómo pueden los sueños penosos y de angustia ser cumplimiento de deseos?, sino, autorizados por las elucidaciones sobre el sueño que ya llevamos hechas, también esta otra: Por qué los sueños de contenido indiferente, que resultan ser de cumplimiento de deseos , no muestran sin disfraz este sentido suyo?. Considérese el sueño de la inyección de Irma, ya tratado por extenso; en modo alguno es de naturaleza penosa, y por la interpretación lo reconocimos como flagrante cumplimiento de deseo. Pero, por qué requerí de interpretación? Por qué el sueño no dice directamente su significado? De hecho, tampoco el sueño de la inyección de Irma daba a primera vista la impresión de que figurase un deseo del soñante como cumplido. Sin duda, el lector no habrá recibido esa impresión, pero ni aun yo lo sabía antes de emprender el análisis. Si a esta conducta del sueño necesitada de explicación la llamamos el hecho de la desfiguración onírica, la segunda pregunta se nos plantea as: A qué se debe esa desfiguración onírica? Si se trata de decir lo primero que se nos ocurre, diversas soluciones posibles se nos ofrecen. Por ejemplo, que durante el dormir existe una incapacidad para procurar expresión adecuada a los pensamientos oníricos. Pero es el caso que el análisis de ciertos sueños nos fuerza a admitir una diversa explicación de la desfiguración onírica. Quiero mostrarlo con otro de mis propios sueños, que nuevamente requerir muchas indiscreciones, pero este sacrificio personal se ver compensado por una radical iluminación del problema. Informe preliminar A comienzos de 1897 supe que dos profesores de nuestra universidad me habían propuesto para el cargo de professor extraordinarius. Esta noticia me sorprendí y me causó viva alegra, como una expresión de reconocimiento de dos hombres destacados, y no explicable por lazos personales. Pero enseguida me dije que no deba poner esperanzas en ese suceso. En los últimos años el ministerio haba dejado sin considerar propuestas de ese tipo, y muchos colegas que me precedan en años, y que en méritos por lo menos me igualaban, esperaban en vano desde entonces su nombramiento. No tena razón alguna para suponer que habría de irme mejor. Entre mí resolví entonces consolarme. Me dije que no soy, al menos que yo sepa, ambicioso, y que aun sin recibir título honorífico alguno ejerzo m actividad médica con satisfactorio éxito. Por lo demás, no era cuestión de que diese las uvas por maduras o por verdes, puesto que estaban, sin esperanza, demasiado altas para m. Una tarde me visitó un colega amigo [R.], uno de aquellos cuyo destino me haba servido de advertencia: Él era candidato desde hacía más tiempo a ser promovido al cargo de profesor, que en nuestra sociedad exalta al médico como semidios para sus enfermos, y, menos resignado que yo, de tanto en tanto sola presentarse en la oficina del alto ministerio para hacer adelantar su expediente. Vena a verme después de una de esas visitas. Me contó que esta vez haba puesto al encumbrado señor en un aprieto preguntándole lisa y llanamente si la demora de su nombramiento no se deba en realidad a reparos confesionales. La respuesta fue que en todo caso, y dada la corriente de opinión que prevalecía, Su Excelencia provisionalmente no estaba en condiciones, etc. Ahora por lo menos s donde estoy; as concluyó mi amigo su relato, que no me aportó nada nuevo, pero hubo de refirmarme en mi resignación. Es que esos mismos reparos confesionales son aplicables a mi caso. La mañana que siguió a esa visita tuve el siguiente sueño, también notable por su forma. Constaba de dos pensamientos y de dos imágenes, de tal suerte que se alternaban un pensamiento y una imagen. Sólo reproducir la primera mitad del sueño, pues la otra nada tiene que ver con el propósito a que debe servir su comunicación.