La génesis de la compulsión histérica
Ahora surgen varias preguntas plenas de contenido. ¿Bajo qué condiciones se llega a una de estas formaciones patológicas de símbolo o (por otro lado) represión? ¿Cuál es la fuerza que mueve todo esto? ¿En qué estado se encuentran las neuronas de la representación hiperintensa y las de la representación reprimida?
Aquí no habría nada que colegir ni que seguir edificando si la experiencia clínica no enseñara dos hechos. En primer lugar, la represión atañe por entero a unas representaciones que al yo le despiertan un afecto penoso (displacer); en segundo lugar, son unas representaciones provenientes de la vida sexual.
Desde ahora se puede conjeturar que ese afecto displacentero es el que impone la represión.
Es que ya hemos supuesto una defensa primaria que consiste en que la corriente de pensamiento da la vuelta tumkehren} tan pronto como choca con una neurona cuya investidura desprende {desliga} displacer.
La justificación para ello surgía de dos experiencias: 1) que esa investidura neuronal no es ciertamente la buscada, toda vez que el proceso de pensamiento originariamente tenía por fin establecer la situación de satisfacción y , y 2) .que cuando se puso término, por vía reflectoria, a una vivencia de dolor, la percepción hostil fue sustituida por otra.
Sin embargo, es posible convencerse más directamente del papel del afecto defensivo. Si se investiga el estado en que se encuentra la [representación] B reprimida, se descubre que es fácil hallarla y traerla a la conciencia. Esto es una sorpresa: se habría podido pensar que B está efectivamente olvidada, que no ha quedado en y ninguna huella mnémica de B. Pues no; B es una imagen-recuerdo como cualquier otra, no está extinguida; pero si, como de ordinario sucede, B es un complejo de investidura, se eleva una resistencia enormemente grande, difícil de vencer, al trabajo de pensar con B. Es lícito ver sin más en esta resistencia a B la medida de la compulsión que A ejerce, y creer que uno ve aquí trabajando de nuevo la fuerza que en su momento reprimió a B. Al mismo tiempo se averigua otra cosa. Sólo llegamos a saber que B no puede devenir conciente, pero nada nos era notorio {bekennen} sobre la conducta de B respecto de la investidura-pensar. Ahora uno aprende que la resistencia se vuelve contra todo quehacer de pensar con B aunque [a B ] ya se la haya hecho en parte conciente. Es lícito entonces decir, en lugar de excluido de la conciencia, excluido del proceso de pensar.
Por consiguiente, es un proceso defensivo que parte del yo investido el que tiene por consecuencia la represión histérica y, con ella, la compulsión histérica. En esa medida, el proceso parece separarse de los procesos primarios y .