SEMINARIO 19:
CLASE 3: 12 de Enero de 1972
En el pizarrón:
(escritura en griego)
0
nade 0 1 monade
monade 0 1 2 1 0 dyade
dyade 0 1 3 3 1 0 triade
0 1 tétrade
Si encontráramos en la lógica un medio de articular lo que el inconsciente demuestra de
valores sexuales, no estaríamos sorprendidos, quiero decir aquí mismo en mi seminario, es
decir en la superficie de esta experiencia, el análisis, instituído por Freud, y de la cual se
instaura una estructura de discurso que he definido.
Retomo lo que dije. En la densidad de mi primera frase he hablado de «valores» sexuales.
Quiero hacer observar que esos valores son valores recibidos, recibidos en todo lenguaje:
el hombre, la mujer, eso son lo que se denominan valores sexuales. Al comienzo, que
haya el hombre y la mujer, es la tesis de donde parto hoy, es antes que nada asunto de
lenguaje. El lenguaje es tal que para todo sujeto hablando, o es «él» o es «ella». Lo que
existe en todas las lenguas del mundo. Es el principio del funcionamiento del género,
femenino o masculino. Que haya el hermafrodita, será sólo una ocasión de jugar con
mayor o menor ingenio a hacer pasar en la misma frase el él y el ella. No se lo denominará
«eso» en ningún caso, salvo para manifestar así algún horror de tipo sagrado; no se lo
pondrá en neutro.
Dicho esto, el hombre y la mujer, no sabemos lo que son. Durante un tiempo, esta
bipolaridad de valores ha sido considerada soportar suficientemente, suturar lo que hay del
sexo. Es de allí mismo que proviene esta sorda metáfora que durante siglos ha sustentado
la teoría del conocimiento. Como lo hice observar en otra parte, el mundo era lo que era
percibido o incluso vislumbrado, como en el lugar del otro valor sexual, lo que había del
(escritura en griego), del poder de conocer, quedando ubicado del lado positivo, del lado
activo de lo que interrogaré hoy preguntando cuál es su relación con el Uno.
Digo que, si el paso que nos ha hecho dar el análisis nos muestra, revela, en todo
abordaje estrecho de la aproximación sexual, el desvío, la barrera, la marcha, el enredo, el
desfiladero de la castración, está allí y con propiedad, lo que no puede realizarse más que
a partir de la articulación tal como la he dado del discurso analítico, está allí lo que nos
conduce a pensar que la castración no podría en ningún caso ser reducida a la anécdota,
el accidente, la torpe intervención de un designio de amenaza, ni siquiera de censura.
La estructura es lógica. ¿Cuál es el objeto de la lógica?. Ustedes saben, lo saben por la
experiencia solamente de haber abierto un libro que se titula «Tratado de lógica», cuán frágil, incierto, aludido, puede estar el primer tiempo de todo tratado que se titule de ese
orden: el arte de conducir adecuadamente su pensamiento, ¿conducirlo a dónde, y
teniéndolo por qué punta?. O bien aún tal recurso a una normalidad de la que se definiría
lo racional independientemente de lo real.
Es claro que lo que después de tal tentativa de definir como objeto de la lógica se
presenta, es de otro orden y de otro modo consistente. Propondría, si fuera necesario, si
no pudiera dejarlo simplemente en blanco, pero no lo dejo, propongo «lo que se produce
por la necesidad de un discurso». Es ambigüo sin duda, pero no es tonto, ya que tolera la
implicación de que la lógica puede cambiar completamente de sentido según de dónde
tome su sentido cada discurso…
Entonces, ya que está allí aquello de lo que toma sentido todo discurso, a saber a partir de
un otro, propongo bastante claramente desde hace suficiente tiempo para que baste
recordarlo aquí: lo Real, la categoría que en la tríada de la que partió mi enseñanza, lo
Simbólico, lo Imaginario y lo Real, lo Real se afirma por un efecto del que no es el mínimo
el afirmarse en los impasses de la lógica. Me explico: lo que al comienzo, en su ambición
conquistadora, la lógica se proponía, no era nada menos que la malla del discurso en tanto
se articula y al articularse, esta malla debía cerrarse en un universo supuesto encerrar y
recubrir, como por una red, lo que podía haber de lo que era ofrecido al conocimiento.
La experiencia, la experiencia lógica ha mostrado que era diferente y sin tener aquí, hoy o
por accidente tengo que desgañitarme, que entrar en el detalle, este público está de todos
modos suficientemente advertido de dónde en nuestra época ha podido retomar el
esfuerzo lógico para saber que al abordar algo en principio tan simplificado como real,
como la aritmética, algo puede enunciarse siempre, ha podido ser demostrado que en la
aritmética, algo puede enunciarse siempre, ofrecido o no ofrecido a la deducción lógica,
que se articula como adelantado a aquello de lo que las premisas, los axiomas, los
términos fundadores, de lo que puede apoyarse dicha aritmética, permite presumir como
demostrable o refutable. Allí palpamos en un dominio en apariencia el más seguro, lo que
se opone al completo àpresamiento del discurso, a la exhausión lógica, lo que introduce
allí una abertura irreductible. Es allí que designamos lo Real.
Por supuesto, antes de llegar a este terreno de prueba que puede parecerles en el
horizonte, o incluso incierto a aquellos que no han ceñido de cerca estas últimas pruebas,
bastará recordar lo que es el «discurso ingenuo». El «discurso ingenuo» propone de
entrada, se inscribe como tal verdad. Desde siempre ha parecido fácil demostrarle a este
discurso, el «discurso ingenuo», que no sabe lo que dice, no hablo del sujeto, hablo del
discurso. Es la orilla, ¿por qué no decirlo?, de la crítica del sofista, a cualquiera que
enuncie lo que es siempre planteado como verdad, el sofista le demuestra que no sabe lo
que dice. Está allí inclusive el origen de toda dialéctica. Y además está siempre listo a
renacer: que alguien venga a atestiguar al estrado de un tribunal, es la infancia del arte del
abogado mostrarle que no sabe lo que dice. Pero caemos allí al nivel del sujeto, del testigo
que se trata de enredar.
Lo que dije al nivel de la acción sofística, es con el discurso mismo que el sofista se las
toma. Tal vez este año tendremos, ya que anuncié que tendría que dar cuenta del
Parménides, que mostrar lo que hay de la acción sofística. Lo remarcable, en el desarrollo
al que me refería hace un rato de la enunciación lógica, en donde tal vez algunos
advirtieron que no se trata de otra cosa que del Teorema de Gödel concerniente a la
aritmética, es que no es a partir de los valores de verdad que Gödel procede en su
demostración de que habrá siempre en el campo de la aritmética algo enunciable en los
términos propios que ella comporta, que no estará al alcance de lo que ella se plantea a sí
misma como modo a considerar como recibido de la demostración. No es a partir de la
verdad, es a partir de la noción de derivación, es dejando en suspenso el valor «verdadero
o falso» como tal que el teorema es demostrable.
Lo que acentúa lo que digo de la abertura lógica en ese punto, punto vivo, punto vigoroso
en lo que ilustra lo que creo avanzar, es que si lo Real seguramente en un acceso fácil
puede definirse como lo imposible, este imposible en tanto se comprueba de la toma
misma del discurso, del discurso lógico, ese imposible, ese Real debe ser privilegiado por
nosotros. ¿Por nosotros quiénes?. Los analistas. Pues da de una manera ejemplar, es el
paradigma de lo que pone en cuestión lo que puede salir del lenguaje.
Resulta un cierto tipo, que yo he definido, ese discurso como siendo lo que instaura un tipo
de lazo social definido. Pero el lenguaje se interroga sobre lo que él funda como discurso.
Es sorprendente que no lo pueda hacer más que fomentando la sombra de un lenguaje
que se superaría, que sería metalenguaje. A menudo hice observar que no lo puede hacer
más que reduciéndose en su función, es decir engendrando ya un discurso particularizado.
Propongo, al interesarnos en ese Real, en tanto se afirma por la interrogación lógica del
lenguaje, propongo encontrar allí el modelo de lo que nos interesa, a saber de lo que
entrega la exploración del inconsciente, el que, lejos de ser, como ha pensado poder
retomarlo Jung, regresando a los vestigios más viejos, lejos de ser un simbolismo sexual
universal, es muy precisamente lo que he recordado hace un momento de la castración,
subrayando solamente que es exigible que ésta no se reduzca a la anécdota de una
palabra oída. Sin lo cual, por qué aislarla, darle ese privilegio de no sé qué traumatismo,
incluso eficacia de abertura, cuando es absolutamente claro que no tiene nada de
anecdótico, que es rigurosamente fundamental en que, no instaura sino que vuelve
imposible el enunciado de la bipolaridad sexual como tal, a saber como, cosa curiosa,
continuamos de imaginarla a nivel animal como si cada ilustración de lo que, en cada
especie, constituye el tropismo de un sexo por el otro, no fuera tan variable para cada
especie como lo es su constitución corporal, como si además no hubiéramos aprendido ya
desde hace un montón de tiempo que el sexo, en el nivel no de lo que acabo de definir
como lo Real, sino en el nivel de lo que se articula en el interior de cada ciencia, estando
su objeto una vez definido, que el sexo, hay al menos dos o tres escalones de lo que lo
constituye del genotipo al fenotipo y que después de todo, después de los últimos pasos
de la biología, ¿tengo necesidad de evocar cuáles?, es seguro que el sexo no hace más
que tomar lugar como un modo particular en lo que permite la reproducción de lo que se
denomina un cuerpo vivo.
Lejos de que el sexo sea de esto el instrumento tipo, no es más que una de sus formas. Y
lo que se confunde demasiado, aún cuando Freud dio al respecto la indicación, aunque
aproximativa, lo que se confunde demasiado, es muy precisamente la función del sexo y la
de la reproducción.
Lejos de que las cosas sean tales que haya la serie de la gónada por un lado, lo que Weisman llamaba el «gérmen», y el empalme del cuerpo, es claro que el cuerpo, por su
genotipo, vehiculiza algo que determina el sexo y que esto no basta: de su producción de
cuerpo, de su estática corporal, suelta hormonas que pueden interferir en esta
determinación. No hay entonces por un lado el sexo irresistiblemente asociado, porque
está en el cuerpo, en la vida, el sexo imaginado como la imagen de lo que en la
reproducción de la vida sería el amor, no hay eso por un lado y por el otro lado el cuerpo,
el cuerpo en tanto tiene que defenderse contra la muerte.
La reproducción de la vida, tal como llegamos a interrogarla en el nivel de la aparición de
sus primeras formas, emerge de algo que no es ni vida ni muerte, que reside en esto de
que muy independientemente del sexo e incluso en ocasión de algo ya viviente, algo
interviene que denominaremos el programa o aún el codom, como se dice a propósito de
tal o cual punto localizado en los cromosomas. Y además el diálogo vida y muerte se
produce en el nivel de lo que es reproducido, y no toma a nuestro conocimiento carácter
de drama sino a partir del momento en el que, en el equilibrio vida y muerte, el goce
interviene.
El punto fundamental, el punto de emergencia de algo que es aquello de lo que todos aquí
creemos formar más o menos parte, del ser hablante, para decirlo, es esa relación
perturbada a su propio cuerpo que se denomina goce, y esto tiene por sentido, por punto
de partida, es lo que nos demuestra el discurso analítico, tiene por punto de partida una
relación privilegiada con el goce sexual.
Es en lo que el valor del otro partenaire, el que he comenzado a designar efectivamente
por el hombre y la mujer, es aproximable al lenguaje, muy precisamente en esto de que el
lenguaje funciona originalmente como supliendo al goce sexual, y es por allí que se ordena
esta intrusión, en la repetición corporal, del goce. Es en lo que voy a comenzar a
mostrarles cómo, empleando función lógica, es posible dar, en lo que respecta a la
castración, otra articulación que anecdótica.
En la línea de la exploración lógica de lo Real, el lógico comenzó por las proposiciones. La
lógica comenzó a saber aislar en el lenguaje la función de lo que se llaman los
prosdiorismos, que no son otros que el «un», «algún», «todo» y la negación de esas
proposiciones. Ustedes saben que Aristóteles define, para oponerlas, las universales y las
particulares, en el interior de ellas, afirmativas y negativas.
Lo que quiero marcar es la diferencia que hay en el uso de los prosdiorismos, a lo que por
necesidad lógicas, a saber por un abordaje que no era otro que el de ese real que se llama
el número, lo que ocurrió de completamente diferente.
El análisis lógico de lo que se denomina función proposicional se articula del aislamiento
en la proposición, o más exactamente de la falta, del vacío, del agujero, el hueco, que está
hecho por lo que debe funcionar como argumento. Particularmente se dirá que todo
argumento de un dominio que llamaremos como quieran X ó A, todo argumento de ese
dominio puesto en el lugar dejado vacío de una proposición satisfactoria allí, es decir, le
dará valor de verdad. Es lo que se inscribe de lo que está allí abajo a la izquierda: ? x. ? x
poco importa cuál sea la proposición, la función toma valor verdadero para todo x del
dominio.
¿Qué es esa x?. Dije que se define por un dominio. ¿Es decir que por eso se sabe lo que
es?. ¿Sabemos lo que es un hombre por decir que todo hombre es mortal?. Aprendemos
algo por el hecho de decir que es mortal y justamente por saber que es verdad para todo
hombre. Pero antes de introducir el «todo hombre», no conocemos más que los rasgos más
aproximados y que pueden definirse de la manera más variable, esto, supongo que
ustedes lo saben desde hace mucho tiempo, es la historia que Platón refiere, del pollo
desplumado.
Entonces es decir que es necesario interrogarse sobre los tiempos de la articulación lógica,
a saber que esto que detenta el prosdiorismo no tiene, antes de funcionar como
argumento, ningún sentido, no toma uno más que por su entrada en función: toma el
sentido verdadero o falso. Me parece que esto es realizado para hacernos palpar la
abertura que hay entre el significante y su denotación, ya que el sentido si está en algún
lado, está en la función, pero la denotación no comienza más que a partir del momento en
que el argumento se inscribe allí. Es al mismo tiempo poner en cuestión esto que es
diferente, que es el uso de la letra E, igualmente invertida, ??»existe», existe algo que
puede servir en la función como argumento y tomar o no tomar valor de verdad.
Querría hacerles sentir la diferencia que hay entre esta introducción del «existe» como
problemática, a saber, al poner en cuestión la función misma de la existencia, en relación a
lo que implicaba el uso de las particulares en Aristóteles, a saber que el uso de «algún»
parecía llevar consigo la existencia. De suerte tal que como el «todos» se suponía
comprendía ese «alguno», el «todos» mismo tomaba valor de lo que no es, a saber, de una
afirmación de existencia.
Dada la hora no podremos verlo más que la vez siguiente: no hay estatuto del «todos», a
saber de la Universal, que en el nivel de lo posible. Es posible decir, entre otras cosas, que
«todos los humanos son mortales», y lejos de decidir la cuestión del ser humano, es
primero necesario, cosa curiosa, que se asegure que existe. Lo que quiero indicar es la vía
en la que vamos a entrar la próxima vez, y me disculpo de no haber avanzado más en
razón sin duda del esfuerzo vocal que se me ha exigido, espero que excepcionalmente,
querría agregar que de la articulación de esas cuatro conjunciones, argumentos,
funciones, bajo la línea de los cuantores, es de allí, y sólo de allí, que puede definirse el
dominio del que cada x toma valor. Es posible proponer la función de verdad, que es la
siguiente, a saber que todo hombre se define por la función fálica, y la función fálica es
precisamente lo que obtura la relación sexual.
Es de otro modo que va a definirse esta letra A llamada cuantor universal, provista como lo
hago de la barra que la niega (escritura en griego) He avanzado el rasgo esencial del
«no-todos», como aquello de lo que se puede articular un enunciado fundamental en
cuanto a la posibilidad de denotación que toma una variable en función de argumento: la
mujer se sitúa de esto de que es como «no-toda» que pueden ser dichas con verdad en
función de argumento en lo que se enuncia de la función fálica. ¿Qué es ese «no-todas»?.
Es muy precisamente lo que merece ser interrogado como estructura. Pues
contrariamente, está ahí el punto importante, a la función de la particular negativa, a saber
de que «hay algunas que no son», es imposible extraer del «no-todas» esta afirmación. Es
al «no-todas» al que está reservado indicar que en alguna parte, y nada más, tiene relación a la función fálica.
Sin embargo, es a partir de allí que parten los valores a dar a mis otros símbolos, es decir
que nada puede apropiar ese «todos» a ese «no-todas», que permanece entre lo que funda
simbólicamente la función argumentativa de los términos, el hombre y la mujer, permanece
esta abertura de una indeterminación de su relación común al goce. No es del mismo
orden que se definen en relación a él. Es necesario, como lo dije ya acerca de un término
que jugará un importante papel en lo que hemos de decir a continuación, es necesario que
a pesar de ese «todos» de la función fálica del que se sostiene la denotación del hombre, a
pesar de ese «todos», «existe», y «existe» quiere decir «existe» exactamente como la solución
de una ecuación matemática: existe al menos uno, existe «al menos uno» para quien la
verdad de su denotación no se sostiene en la función fálica.
Es necesario ponerle los puntos sobre las íes y decir que el mito de Edipo es lo se ha
podido hacer para dar la idea de esta condición lógica que es aquella de la aproximación
indirecta que la mujer puede hacer del hombre. Si el mito fuera necesario, ese m ito del que
se puede decir que es ya por sí mismo extraordinario que el enunciado no parezca
payasesco, a saber el hombre original que gozaría precisamente de lo que no existe, a
saber todas las mujeres, lo que no es posible, a saber no simplemente porque es claro que
uno tiene sus límites, sino porque no hay «todo» de las mujeres.
Entonces de lo que se trata es, por supuesto, de otra cosa, a saber que en el nivel de
«al-menos-uno», es posible que sea subvertida, que no sea más verdadera la prevalencia
de la función fálica. Y no es porque dije que el goce sexual es el pivote de todo goce que
he definido por lo tanto suficientemente la función fálica.
Provisoriamente admitamos que sea la misma cosa. Lo que se introduce en el nivel del
«al-menos-uno» del padre, es este «al-menos-uno» que quiere decir que eso puede andar
sin, eso quiere decir como el mito lo demuestra —pues está hecho únicamente para
asegurarlo, a saber que el goce sexual será posible, pero que será limitado, lo que supone
para cada hombre en su relación con la mujer, algún dominio, por lo menos de ese goce.
Es necesario a la mujer «al menos eso», que eso sea posible, la castración. Es su abordaje
del hombre. Para hacerla pasar al acto, dicha castración, ella se encarga.
Y para no dejarlos antes de haber articulado el cuarto término diremos lo que saben todos
los analistas y lo que quiere decir el ? x. Será necesario por supuesto que lo retome, ya
que hoy nos hemos retrasado, pensaba cubrir como cada vez, por otra parte, un campo
mucho más vasto; pero como ustedes son pacientes, volverán la próxima vez. ¿Qué quiere
decir?. Lo hemos dicho, el «existe» es problemático. Esto dará ocasión este año, de
interrogarnos acerca de la existencia. ¿Qué es lo que existe después de todo?,¿Acaso no
se ha nunca advertido que al lado de lo frágil, lo fútil, lo inesencial que constituye el
«existe», el «no-existe» quiere decir algo? .
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? x ? x . ¿Qué quiere decir afirmar que no existe x que sea tal que pueda satisfacer la
función ? ? provista de la barra que la instituye como no verdadera?. Pues es
precisamente lo que puse en cuestión hace un momento: si «no todas las mujeres» tienen
relación con la función fálica, ¿implica esto que haya las que tienen que ver con la
castración?. Es precisamente al punto por donde el hombre tiene acceso a la mujer, quiero
decir, lo digo para todos los analistas, los que languidecen, los que giran, trabados en las
relaciones edípicas del lado del padre: cuando no salen de lo que ocurre del lado del
padre, eso tiene una causa muy precisa, es que sería necesario que el sujeto admita que
la esencia de la mujer no es la castración y para decirlo todo, que es a partir de lo Real, a
saber que, exceptuado una nadita insignificante, no digo esto por casualidad, ellas no son
castrables, porque el falo, del que remarco que no he dicho aún lo que es, y bien, ellas no
lo tienen.
Es a partir del momento en el que es de lo imposible como causa que la mujer no está
ligada esencialmente a la castración que el acceso a la mujer es posible en su
indeterminación. No les sugiere esto, lo siembro para que pueda tener de aquí a la
próxima vez su resonancia, que lo que está arriba y a la izquierda, el ? x ? x «el
al-menos-uno» en cuestión resulta de una necesidad, y es por lo que es un asunto de
discurso: no hay necesidad sino dicha, y esta necesidad es lo que vuelve posible la
existencia del hombre como valor sexual.
Lo posible, contrariamente a lo que avanza Aristóteles es lo contrario de lo necesario. Es
en lo que ? x se opone a ? x que es el resorte de lo posible. Se los he dicho, el «no existe»
afirma por un decir, por un decir del hombre, lo imposible, es decir que es de lo Real que la
mujer toma su vínculo a la castración. Y es eso lo que nos entrega el sentido de ? x es
decir del «no-todas». El «no-todas» quiere decir, como estaba hace un rato en la columna de
la izquierda, quiere decir el «no imposible», ¿qué es?. Eso tiene un nombre que nos sugiere
la tétrada aristotélica, pero dispuesta aquí de otro modo: así como a lo necesario se
oponía lo posible, al imposible es lo contingente. Es en tanto la mujer a la función fálica se
presenta a manera de argumento en la contingencia que puede articularse lo que respecta
al valor sexual «mujer».
Son las 14 y 16, no avanzaré más por hoy. El corte se realiza en un lugar que no
encuentro especialmente deseable. Pienso haber esbozado suficientemente con esta
introducción el funcionamiento de mis términos para haberles echo sentir que el uso de la
lógica no es sin relación con el contenido del inconsciente ya que no porque Freud haya
dicho que el inconsciente no conocía la contradicción, éste no es tierra prometida a la
conquista de la lógica.
¿Acaso hemos llegado a nuestro siglo sin saber que una lógica puede prescindir
perfectamente del principio de contradicción?. En cuanto a decir que en todo lo que Freud
escribió sobre el inconsciente, la lógica no existe, habría que no haber leído jamás el uso
que realiza de tal o cual término: «Yo la amo a ella, no lo amo a él», todos los modos que
hay de negar el «lo amo, a él», por ejemplo, es decir, por vías gramaticales, como para
decir que el inconsciente no es explorable por las vías de una lógica.