MUJERES HISTÉRICAS PSICOANALIZADAS POR FREUD
Rosa Sos Peña
Departamento de Psicología Básica, Clínica y Psicobiología,
Universitat Jaume I, Castellón
El mecanismo psíquico de la histeria
La idea central es el sentido simbólico del síntoma histérico, provocado por el recuerdo
de un suceso traumático, que actúa como núcleo patógeno a la manera de un cuerpo extraño,
permaneciendo ausente en la memoria del sujeto. El histérico sufre así, por sus reminiscencias
por recuerdos alejados de su conciencia. De modo que el trauma psíquico actúa como una
clase de cuerpo ajeno, constituyendo un agente afectivo en el presente después de que
ocurriera por primera vez (Freud, 1972). El trauma puede ser cualquier afecto que provoque
miedo, angustia, vergüenza, dolor, aunque depende de la sensibilidad del sujeto que tenga
importancia traumática (Paula Ramos, 2003). En el caso de la paciente de Freud, Emmy de
N. comentó que el tic del tartamudeo lo padecía, desde una situación, hacía cinco años, en la
que estaba asistiendo a su hija menor, que estaba enferma de gravedad y debía mantenerse
en silencio. Desde entonces, el tic se le reproducía cuando se atemorizaba. No obstante,
durante la sesión de hipnosis desaparecía el dolor de estómago. Un día comentó que cuando
tenía 15 años presenció como trasladaban al manicomio a una tía suya, después relataba
que su madre también había estado internada en un manicomio. Asimismo, narraba otros
recuerdos que le impactaron, como cuando a los 15 años encontró a su madre desvanecida
en el suelo, conmocionada por los efectos de un rayo y cuatro años más tarde la encontró
muerta. Otro suceso que le impresionó fue cuando cumplidos los 19 años, levantó una piedra
y encontró debajo un sapo, después perdió el habla durante algunas horas.
El trauma psíquico o su recuerdo actúan como un cuerpo extraño que ejerce sobre el
organismo una acción intensa por mucho tiempo. En cuanto el terapeuta consigue despertar con
claridad el recuerdo del proceso provocador, con el afecto implicado, dándole expresión verbal con
toda su intensidad, desaparece definitivamente. Las parálisis y las anestesias dejan de manifestarse
también (Freud, 1974). Otra paciente, Isabel R., era una joven que no podía reconocer el afecto
que sentía por el cuñado y para evitarse la dolorosa evidencia de amar al marido de su hermana,
lo substituyó por un dolor físico, surgiendo sus molestias como consecuencia de la conversión, de lo
psíquico en somático. En los momentos en los que se hacía evidente (en el paseo con el cuñado, la
ensoñación en la colina y en el funeral de la hermana) era cuando el dolor se hacía más intenso. El
amor hacia su cuñado se hallaba enquistado en su conciencia a manera de un cuerpo extraño, sin
haber entrado en relación alguna con el resto de su vida mental.
Sin embargo, durante el tratamiento de Emma Eckstein, Freud se reprimió al conocer
los sentimientos eróticos de la paciente hacia él, pues no había considerado todavía su
represión. Las emociones hostiles y eróticas que podría dirigir hacia la paciente y sus orígenes
en su primera relación con su madre, la cual nunca trabajo y permaneció reprimida a través
de su vida (Piers, 1996).
Aunque a su otra paciente, Dora, le ocurrió que después del acontecimiento
traumático, la proposición del señor K., ella detestaba pasear con algún hombre que pudiera
estar excitado, ya que pretendía impedir el impulso somático que le seguía; experimentaba
malestar, sensación de opresión sobre el pecho, lo cual le condujo a evitar la conversación
con hombres. Desde entonces, la excitación le causaba una molesta opresión en el tórax que
era permanente. Su evitación de los hombres (fobia), parecía ser una percepción reprimida.
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