Comentario sobre el antisemitismo (1980)
«Ein Wort zum Antisemitismus»
Examinando los comentarios de la prensa y de la literatura provocados por las recientes
persecuciones a los judíos, encontré un ensayo que me pareció tan inusual que tomé algunas
notas para mi propio uso.
Lo que el autor de ese ensayo escribía era aproximadamente lo siguiente:
«A modo de prólogo, debo explicar que no soy judío y, por ende, no me impulsa a hacer estas
observaciones ningún propósito egoísta. Pero he sentido vivo interés por los excesos
antisemitas actuales y he dirigido particular atención a las protestas contra ellos. Estas
protestas vienen de dos direcciones: la eclesiástica y la laica; las primeras, en nombre de la
religión; las segundas, apelando a la humanidad. Las primeras fueron escasas y llegaron tarde,
pero lo cierto es que llegaron, y aun Su Santidad el Papa elevó su voz. Confieso que eché en
falta algo en las manifestaciones provenientes de ambos lados: alguna cosa al principio y otra al
final. Intentaré proporcionarlo ahora.
»Pienso que todas esas protestas podrían ir precedidas por una introducción especial que
dijera: «Es verdad: tampoco a mí me gustan los judíos. Me parecen en cierto modo extraños y
antipáticos. Tienen muchas cualidades desagradables y grandes defectos. Pienso, también,
que la influencia que han ejercido en nosotros y en nuestros asuntos ha sido sobre todo negativa.
Su raza, comparada con la nuestra, es evidentemente inferior; todas sus actividades
hablan en favor de ello». Y después de esto, lo que en realidad contienen estas protestas podría
continuar sin que hubiera discrepancia alguna: «Pero nosotros profesamos una religión de amor.
Debemos amar como a nosotros mismos incluso a nuestros enemigos. Sabemos que el Hijo
de Dios dio su vida en la Tierra para redimir a todos los hombres de la carga del pecado. El es
nuestro modelo y, por consiguiente, consentir que los judíos sean insultados, maltratados,
robados y sumidos en la miseria es pecar contra su intención y contra los mandamientos de la
religión cristiana. Debemos protestar contra esto, sin tener en cuenta si los judíos merecen
poco o mucho este trato». Los escritores laicos que creen en el evangelio de la Humanidad
protestan en términos similares.
»Confieso que no me ha satisfecho ninguna de estas manifestaciones. Aparte de la religión de
amor y humanidad hay también una religión de verdad, que ha salido mal parada de estas
protestas. Pero lo cierto es que durante muchos siglos hemos tratado injustamente a los judíos
y que continuamos haciéndolo al juzgarlos injustamente. Cualquiera de nosotros que no
empiece por admitir nuestra culpa no ha cumplido con su deber en esto. Los judíos no son
peores que nosotros; tienen otras características y otros defectos, pero en conjunto no tenemos
derecho a despreciarlos. Incluso en algunos aspectos son superiores a nosotros. Ellos no
necesitan tanto alcohol para hacer la vida tolerable; son muy raros entre ellos los crímenes
brutales, los asesinatos, los robos a mano armada y las violencias sexuales; siempre han
concedido gran valor a las realizaciones e intereses intelectuales; su vida familiar es más
íntima; cuidan mejor de los pobres; consideran la caridad un deber sagrado. Tampoco podemos
llamarlos inferiores en ningún sentido. Desde que les hemos permitido cooperar en nuestros
quehaceres culturales, se han hecho meritorios por sus valiosas contribuciones en todas las
esferas de la ciencia, el arte y la tecnología, y nos han pagado abundantemente por nuestra
tolerancia. Así pues, cesemos por fin de hacerles concesiones como si fueran favores, cuando
ellos tienen derecho a que se les haga justicia».
Era natural que tan decidida adhesión de parte de alguien que no era judío causara en mí una
profunda impresión. Pero tengo que hacer una extraña confesión. Soy un hombre muy viejo y mi
memoria no es ya la que era. No puedo recordar dónde leí el ensayo del que tomé las notas ni
quién era su autor. ¿Tal vez uno de los lectores de esta revista podrá venir en mi ayuda?
Acaba de llegar a mis oídos el rumor de que probablemente tenía presente el libro del conde
Heinrich Coudenhove-Kalergi titulado Das Wesen des Antisemitismus {La esencia del
antisemitismo}, que contiene precisamente lo que el autor que ahora no puedo recordar echaba
en falta en las recientes protestas, y algunas cosas más. Conozco el libro. Apareció por vez
primera en 1901 y fue reimpreso por su hijo [el conde Richard Coudenhove-Kalergi] en 1929 con
una admirable introducción. Pero no puede ser. Yo me refiero a un pronunciamiento más breve
y reciente. ¿O estoy equivocado, no existe tal cosa, y el trabajo de los dos Coudenhoves no ha
tenido influencia alguna en nuestros contemporáneos?
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