Sobre el sentido antitético de las palabras primitivas (1910)
«Über den Gegensinn der Urworte»
En mi obra La interpretación de los sueños formulé, como un resultado todavía no entendido del
empeño analítico, tina tesis que ahora repito para encabezar esta reseña:
«En extremo llamativa es la conducta del sueño hacía la categoría de la oposición y la
contradicción. Lisa y llanamente la omite, el «no» parece no existir para el sueño. Tiene notable
predilección por componer los opuestos en una unidad o figurarlos en idéntico elemento. Y aun
se toma la libertad de figurar un elemento cualquiera mediante su opuesto en el orden del
deseo, por lo cual de un elemento que admita contrario no se sabe a primera vista si en los
pensamientos oníricos está incluido de manera positiva o negativa». (ver nota)(152)
Los intérpretes de sueños de la Antigüedad parecen haber hecho el más extenso uso de la
premisa de que una cosa en el sueño puede significar su contraria. En ocasiones han
discernido también esta posibilidad los modernos investigadores de sueños, siempre que
atribuyeran a estos un sentido y los consideraran interpretables. (ver nota)(153) y creo que
nadie me contradirá si supongo que todos aquellos que me han seguido por el camino de una
interpretación científica de los sueños han hallado corroborada la tesis que acabo de mencionar.
Sólo la accidental lectura de un trabajo del lingüista Karl Abel, publicado en 1884 como folleto
separado y al año siguiente incluido entre los Sprachwissenschaftliche Abhandlungen {Ensayos
de lingüística} de ese autor, me permitió entender esa rara inclinación del trabajo del sueño a
prescindir de la negación {Verneinung} y a expresar cosas opuestas por medio del mismo
recurso figurativo. El interés que ofrece este tema justificará que cite literalmente los pasajes
decisivos del ensayo de Abel (si bien omitiendo la mayoría de los ejemplos). Ellos nos
proporcionan, en efecto, el asombroso esclarecimiento de que la indicada práctica del trabajo
del sueño coincide con una peculiaridad de las lenguas más antiguas conocidas.
Tras destacar Abel la antigüedad de la lengua egipcia, que por fuerza hubo de desarrollarse
mucho antes que las primeras inscripciones jeroglíficas, prosigue (1884, pág. 4):
«Ahora bien, en la lengua egipcia, esta reliquia única de un mundo primitivo, hallamos un considerable número de palabras con dos significados, cada uno de los cuales designa
exactamente lo contrario del otro. Procúrese concebir el patente absurdo de que la palabra stark
{fuerte} en la lengua alemana significara tanto stark como schwach {débil}; que el sustantivo
Licht {luz} se usara en Berlín para designar tanto Licht como Dunkelheit {oscuridad}; que un
ciudadano de Munich llamara Bier {cerveza} a la cerveza, mientras que otro empleara la misma
palabra para referirse al agua: si tal se imagina, se tendrá una idea de la práctica a que
habitualmente se entregaban los antiguos egipcios en su lengua. ¿A quién se le podría
reprochar que sacudiera, incrédulo, la cabeza? … ». (Siguen ejemplos.)
«En vista de este caso y de otros muchos parecidos de significado antitético (véase el
«Apéndice» no puede caber ninguna duda de que por lo menos en una lengua existió una
multitud de palabras que designaban una cosa y lo contrario de esa cosa al mismo tiempo. Por
asombroso que parezca, estamos frente a un hecho y tenemos que dar razón de él».
El autor rechaza la explicación de ese estado de cosas mediante unas homofonías accidentales
y se guarda de reconducirlo a un supuesto atraso del desarrollo intelectual egipcio:
«Ahora bien, Egipto en modo alguno era un país del absurdo. Al contrario, fue uno de los
primeros almácigos de desarrollo de la razón humana. ( … ) Conoció una moral pura y digna, y
había formulado buena parte de los diez mandamientos cuando aquellos pueblos a que
pertenece la actual civilización seguían sacrificando víctimas humanas a unos ídolos sedientos
de sangre. Y un pueblo que en edades tan oscuras encendió la antorcha de la justicia y de la
cultura no puede haber sido directamente estúpido en sus dichos y en su pensamiento
cotidiano. (… ) Quien fabricó vidrio e izó enormes bloques por medio de máquinas tiene que
haber poseído por lo menos suficiente discernimiento para no tener a una cosa por ella misma y
al mismo tiempo por su contraria. Pero, ¿cómo conciliamos con ello el hecho de que los
egipcios se permitieran un lenguaje tan raro y contradictorio ( … ), que proporcionaran a los más
dispares pensamientos un mismo vehículo sonoro y solieran conectar en una suerte de unión
indisoluble lo que recíprocamente se opone con la máxima intensidad?».
Antes de cualquier intento de explicación es preciso considerar todavía un caso extremo de ese
incomprensible procedimiento de la lengua egipcia. «De todas las excentricidades del léxico
egipcio quizá la más extraordinaria fue la de poseer, además de las palabras que reunían en sí
los significados contrapuestos, otras palabras compuestas en que dos vocablos de significado
contrapuesto eran reunidos en uno que tenía el significado de uno de sus miembros
constitutivos solamente. Así, en esta lengua extraordinaria no sólo hay palabras que significan
tanto «fuerte» como «débil» o tanto «ordenar» como «obedecer»; también había compuestos como
«viejo-joven», «lejos-cerca», «unir-separar», «fuera-dentro» ( … ), que, a pesar de incluir en su
composición lo más diverso entre sí, sólo querían decir: la primera, «joven»; la segunda, «cerca»;
la tercera, «ligar»; la cuarta, «dentro». (… ) En estas palabras compuestas tenemos entonces
unas contradicciones conceptuales reunidas con toda deliberación, y no para crear un tercer
concepto, como a veces sucedió en la lengua china, sino sólo para expresar mediante la
composición el significado de uno de sus miembros contradictorios, que solo habría significado
lo mismo… ».
No obstante, el enigma se resuelve con mayor facilidad de lo que se creería. Nuestros
conceptos nacen por vía de comparación. «Sí estuviera siempre claro, no distinguiríamos entre
claridad y oscuridad y, por tanto, no podríamos tener de la primera ni el concepto ni la palabra…
». «Es evidente que todo sobre este planeta es relativo y tiene una existencia independiente sólo
en la medida en que se distingue en sus nexos con otras cosas… ». «Puesto que entonces todo
concepto es el gemelo de su opuesto, ¿cómo se lo podría haber pensado la primera vez, cómo
pudo comunicárselo a otros que intentaban pensarlo si no midiéndolo con su opuesto? … ».
«Puesto que no se podía concebir el concepto de lo fuerte si no era en oposición a lo débil, la
palabra que significaba «fuerte» contenía un simultáneo recuerdo de «débil» en tanto aquello a
través de lo cual llegó por primera vez a existir. Esta palabra no designaba en verdad ni «fuerte»
ni «débil», sino el vínculo y la diferencia entre ambas, que las creaba en igual medida … ». «El
ser humano, precisamente, no pudo obtener sus conceptos más antiguos y simples sino por
oposición a sus opuestos, y sólo poco a poco separó los dos lados de la antítesis y aprendió a
pensar uno de ellos sin medirlo concientemente con el otro».
Como el lenguaje no sirve sólo para expresar los pensamientos que uno tiene, sino,
esencialmente, para comunicarlos a otros, cabe preguntar por el modo en que el «egipcio
primordial» daba a entender a su prójimo «el lado del concepto dual al que se refería en cada
caso». En la escritura, ello se producía con ayuda de las imágenes llamadas «determinativas»,
que, colocadas detrás de los caracteres, indicaban su sentido sin estar destinadas a la
elocución ellas mismas. «Cuando la palabra egipcia ken debía significar «fuerte», tras su sonido
escrito alfabéticamente se colocaba la imagen de un hombrecillo erguido y armado; cuando la
misma palabra debía significar «débil», a los caracteres que figuraban el sonido seguía la imagen
de un hombrecillo acuclillado en actitud de abandono. De manera similar iban acompañadas de
imágenes explicativas la mayoría de las otras palabras ambiguas». En opinión de Abel, lo que
servía en la lengua hablada para indicar el signo positivo o negativo de la palabra pronunciada
era el gesto.
Según Abel, el fenómeno del doble sentido antitético se observa en las «raíces más antiguas».
En el ulterior desarrollo de la lengua, esa bivocidad desapareció, y al menos en la del antiguo
Egipto se pueden perseguir todas las transiciones que llevan a la univocidad del léxico moderno.
«Las palabras originariamente de doble sentido se descomponen, en el lenguaje posterior, en
dos de un solo sentido, en un proceso por el cual cada uno de los sentidos contrapuestos toma
para sí solo una «reducción» (modificación) verbal de la misma raíz». Así, ya en la lengua
jeroglífica, ken («fuerte-débil») se dividió en ken («fuerte») y kan («débil»). «En otras palabras:
en el curso del tiempo los conceptos, que sólo podían hallarse como antitéticos, ocuparon al
espíritu humano en medida suficiente para posibilitar a cada una de sus dos partes una
existencia autónoma y así procurarles su subrogado verbal separado».
La demostración de la existencia de estos significados primordiales contradictorios, fácil para la
lengua egipcia, puede extenderse según Abel a las semitas e indoeuropeas. «Está por verse la
medida en que ello pudo acontecer en otras familias lingüísticas, pues aunque el sentido
contrario tuvo que haber estado presente originariamente para el pensador de cada raza, no
necesariamente se volvió discernible o se conservó dondequiera en los significados».
Abel destaca, además, que el filósofo Bain expuso como una necesidad lógica este doble
sentido de las palabras, sin conocimiento de los hechos considerados y sobre bases
puramente lógicas. El pasaje correspondiente(154) comienza con estas proposiciones «The essential relativity ol all knowledge, thought or consciousness cannot but show itsell in
language. If everything that we can know is viewed as a transition from something else, every
experience must have two sides; and either every name must have a double meaning, or else
for every meaning there must be two names». (ver nota)(155)
Del «Apéndice con ejemplos de sentido contrario en las lenguas egipcia, indogermánicas y
árabe» destaco algunos casos que pueden resultarnos significativos aun a los profanos. En
latín, altus significa «alto» y «profundo», sacer, «sagrado» y «maldito»; por tanto, aquí subsiste
el pleno sentido contrario sin modificación fonemática. Esta última, tendiente a la separación de
los opuestos, se prueba mediante ejemplos como clamare, «gritar», y clam, «quedo, callado»;
siccus, «seco», y succus, «jugo». En alemán, Boden significa todavía hoy tanto lo más alto
como lo más bajo de la casa {«desván» y «piso»}. Al alemán bós («malo») corresponde un
bass («bueno»); en el sajón antiguo tenemos bat («bueno») frente al inglés bad («malo»); en
inglés, to lock («cerrar, tapar») frente al alemán Lücke («laguna»}, Loch {«agujero»}. En alemán
kleben {«unir»} y en inglés to deave («escindir(156)»); en alemán stumm {«callado»} y Stimme
{«voz»}, etc. Así, hasta la derivación lucus a non lucendo(157), que ha provocado tantas burlas,
puede tener su buen sentido.
En su ensayo sobre el origen del lenguaje, Abel (en 1885, pág. 305) registra aún otras huellas de
antiguas fatigas del pensamiento. El inglés dice todavía hoy, para expresar «sin», without, o sea
«consin», y lo mismo hace el prusiano oriental. Además, with, que hoy corresponde al alemán
mit {«con»}, quería decir en su origen tanto «con» como «sin», como todavía se discierne en
withdraw («retirar») y en withhold(«sustraer»). Discernimos el mismo cambio en el alemán wider
{«contra»} y w ieder {«junto con»}.
Para la comparación con el trabajo del sueño tiene importancia todavía otra peculiaridad,
sumamente rara, de la lengua del antiguo Egipto. «En egipcio, las palabras pueden -en
apariencia, diríamos al comienzo- invertir su secuencia fónica tanto como su sentido.
Supongamos que la palabra alemana gut fuera egipcia; entonces podría significar, además de
«bueno», «malo», y sonar tug además de gut. De tales inversiones de la secuencia fónica,
demasiado numerosas para que se pueda explicarlas como fruto del azar, es posible aportar
también numerosos ejemplos tomados de las lenguas arias y semitas. Para limitarnos al
comienzo a las lenguas germánicas, anotamos: Topfpot {«pote-pote»}; boat-tub
{«bote-bar-quichuelo»}; wait-tüuwen {«aguardar-tardar»}; hurry-Rube {«prisa-quietud»}; care-reck
{«cuidado-cuidado, preocupación»}; Balken-Klobe, club {«viga-leño, garrote»}. Si pasamos a las
otras lenguas indogermánicas, el número de casos significativos aumenta en consonancia; por
ejemplo: capere {«coger» en latín} -packen {«coger» en alemán}; ren {«riñón» en latín} -Niere
{«riñón» en alemán}; leaf {«hoja» en inglés} -folium {«hoja» en latín}; duma {«pensamiento» en ruso)
-Ovitó; C’espíritu, coraje» en griego} -medh, mudha {«mente» en sánscrito} -Mut {«coraje» en
alemán}; rauchen {«fumar» en alemán} -kurít Cfumar» en ruso}; kreischen {«chillar» en alemán}
-sbríek {«chillar» en inglés}, etc.».
Abel procura explicar mediante una duplicación o reduplicación de la raíz el fenómeno de la
inversión de la secuencia Jónica. A nosotros nos resultaría difícil seguir al lingüista en esto.
Recordamos cuán de buena gana juegan los niños con la inversión fonética de la palabra y cuán
a menudo el trabajo del sueño se sirve, para diversos fines, de la inversión de su material
figurativo. (Aquí ya no son letras, sino imágenes cuya secuencia se trastorna.) Por eso, nos
inclinaríamos a reconducir la inversión de la secuencia fónica a un factor que hincase en un
nivel más profundo. (ver nota)(158)
En la concordancia entre esa peculiaridad del trabajo del sueño destacada al comienzo por
nosotros y la práctica descubierta por el lingüista en las lenguas más antiguas tendríamos
derecho a ver una confirmación de nuestra concepción acerca del carácter regresivo, arcaico,
de la expresión de los pensamientos en el sueño. Y a nosotros, los psiquiatras, se nos impone
como una conjetura insoslayable que comprenderíamos mejor el lenguaje del sueño, y lo
traduciríamos con mayor facilidad, si supiéramos más acerca del desarrollo del lenguaje.
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