PODER Y RESISTENCIA EN MICHEL FOUCAULT: Vida, resistencia, creación

PODER Y RESISTENCIA EN MICHEL FOUCAULT

(The Power and Resistance in Michel Foucault)

REINALDO GIRALDO DÍAZ

UCEVA -Unidad Central del Valle del Cauca (Colombia)

Artículo de reflexión Recibido: Abril 26 de 2006 Aceptado: Mayo 30 de 2006

Vida, resistencia, creación

Existe una relación entre vida, resistencia y creación, pues, es en el interior de las relaciones estratégicas que se encuentran las fuerzas que resisten y que crean. Lo que resiste al poder, a la fijación de las relaciones estratégicas en relaciones de dominación, a la reducción de los espacios de libertad en el deseo de dirigir las conductas de los otros, hay que buscarlo en el interior de esta dinámica estratégica. Es en este sentido que la vida y lo viviente devienen «materia ética» que resiste y crea a la vez nuevas formas de vida.

La resistencia no es, pues, una sustancia y no es anterior al poder que se opone. En una entrevista realizada por Bernard Henry-Levy denominada No al sexo rey Michel Foucault sostiene que la resistencia es coextensiva al poder y que es rigurosamente contemporánea (Foucault, 1994b:161). La resistencia no es la imagen invertida del poder, pero es, como el poder, «tan inventiva, tan móvil, tan productiva como él. Es preciso que como el poder se organice, se coagule y se cimiente. Que vaya de abajo arriba, como él, y se distribuya estratégicamente» (Foucault, 1994b:162).

En el momento mismo en el que se da una relación de poder existe la posibilidad de la resistencia. No estamos atrapados por el poder; siempre es posible modificar su dominio en condiciones determinadas y según una estrategia precisa. Tanto la resistencia como el poder no existen más que en acto, como despliegue de relación de fuerzas, es decir, como lucha, como enfrentamiento, como guerra, no es solo en términos de negación como se debe conceptuar la resistencia, sino como proceso de creación y de transformación.

En el curso del 7 de enero de 1976 Michel Foucault plantea que el poder es la guerra continuada por otros medios (invirtiendo así la afirmación clásica de Clausewitz) y sugiere que las relaciones de poder tal y como funcionan en la sociedad contemporánea se establecieron en un momento históricamente localizable de la guerra (Foucault, 1978:144-145). Si el poder político procura el cese de una guerra es sólo para perpetuar la relación de fuerza instaurada inscribiéndola en las instituciones, en las desigualdades económicas, en el discurso, en el cuerpo. El ejercicio del poder, es decir, la lucha política, las modificaciones de las relaciones de fuerza, los refuerzos, los enfrentamientos por el poder se dan indefinidamente como guerra continua. Estas relaciones de poder múltiples atraviesan, caracterizan y constituyen el campo social. Por ello, la resistencia, como respuesta al ejercicio del poder sobre el cuerpo, las afecciones, los afectos, las acciones, es constitutiva de las relaciones de poder, aparece en distintos puntos del entramado social como fuerza que puede resistir al poder que intenta dominarla, pues, la finalidad de este poder es infiltrar cada vez con mayor profundidad la existencia humana, tanto a nivel individual como a nivel de la especie; su objetivo primordial es administrar la vida humana.

Afectar es ejercer el poder, afectarse es la capacidad de resistencia, la cual aparece en todos los actos de ejercicio del poder. Así, pues, ejercicio del poder y resistencia son indisolubles. Así lo sustenta Michel Foucault en la lección del Collége de France de 1976, titulada Hacer vivir y dejar morir: la guerra como racismo, donde plantea el problema de la guerra enfocada como trama de inteligibilidad de los procesos históricos. Esta guerra se concibió como guerra de razas durante todo el siglo XVIII. Foucault muestra que la cuestión de la guerra de razas no desaparece y se recupera como racismo de Estado (Foucault, 1991:19). En contra de las teorías del poder que identifican a éste esencialmente con la represión (de instintos, de una clase, de individuos, etc.), hay otro planteamiento que concibe el poder en términos de lucha, de enfrentamiento.

Desde este punto de vista, el poder es básicamente guerra, de manera que queda invertida la afirmación de Clausewitz según la cual la guerra es la continuación de la política por otros medios. A partir de aquí encontramos una desvalorización del concepto de represión, ya que para Foucault los mecanismos de las formaciones de poder van mucho más allá de esta simple noción; en su lugar, elige la guerra como principio de análisis de las relaciones de poder, poniéndolo en relación con el Derecho y con la verdad (entendida como efecto producido por el poder).

El pasaje de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control trata básicamente con la paradoja de la pluralidad y la multiplicidad, abarca no sólo la dimensión económica o sólo cultural de la sociedad, sino, el bios social, y cuando es aplicado a las modalidades del disciplinamiento y/o el control, rompe la figura lineal y totalitaria del desarrollo capitalista. Y, entonces, la vida deviene resistencia al poder y materia ética que resiste y crea a la vez nuevas formas de vida.

Las resistencias, por tanto, ya no son marginales sino activas en el centro de una sociedad que se abre en redes; no existen más que los militantes capaces de vivir la miseria del mundo hasta el final, de identificar las nuevas formas de explotación, dominación y sujeción. Así se puede ver en el texto El sujeto y el poder, donde Foucault sostiene que aunque se ha visto bastante enredado con el tema del poder no ha sido este el tema de sus investigaciones sino el sujeto (Foucault, 1991:57). Este enredo de Foucault con el poder se dio porque no existían instrumentos de estudio suficientes para las relaciones de poder, pues, para estudiar la cuestión del poder sólo se podía recurrir a dos modelos, el jurídico y el institucional.

Foucault realiza entonces una conceptualización crítica del poder, pues, lo que se necesita es una nueva economía de las relaciones de poder, un camino que implique más relaciones entre teoría y práctica. Este camino consiste en tomar como punto de partida las formas de resistencia contra diferentes formas de poder; es decir, que antes que analizar el poder a partir del punto de vista de su racionalidad interna, se trata de analizar las relaciones de poder a través del antagonismo de las estrategias. El análisis de las resistencias al panóptico en términos de táctica y de estrategia no tiene como finalidad mostrar que el poder es anónimo y victorioso siempre. Se trata, por el contrario «de señalar las posiciones y los modos de acción de cada uno, las posibilidades de resistencia y de contra-ataque de unos y otros» (Foucault, 1980).

Como punto de partida Foucault toma una serie de oposiciones que se han desarrollado en los últimos años: «oposición al poder de los hombres sobre las mujeres, de los padres sobre los hijos, de la psiquiatría sobre el enfermo mental, de la medicina sobre la población, de la administración sobre las formas de vida de la gente» (Foucault, 1991:57). Estas luchas son «transversales»; es decir, no se limitan a un país, no son privativas de una política particular o forma económica de gobierno. Los objetivos de estas luchas son los efectos de poder como tales.

Estas luchas son inmediatas; no buscan el «enemigo principal», sino el enemigo inmediato y son luchas anarquistas. En sus puntos más originales, son luchas que cuestionan el estatuto del individuo, no son exactamente por o contra el «individuo» sino contra el «gobierno de la individualización»; son luchas contra los privilegios del conocimiento, contra la forma en que el conocimiento circula y funciona, sus relaciones de poder. Todas estas preguntas giran alrededor de la pregunta ¿Quiénes somos? Y su objetivo principal es atacar, ante todo, una técnica, una forma de poder, que se aplica a la inmediata vida cotidiana que al categorizar al individuo, le marca su propia individudalidad, lo adhiere a su propia identidad, le impone una ley de verdad que él debe reconocer y que los otros tienen que reconocer en él. Es una forma de poder que hace a los individuos sujetos. Foucault construyó la paradoja de un poder que, mientras unifica y envuelve dentro de sí a cada elemento de la vida social, en ese mismo momento revela un nuevo contexto, un nuevo medio de máxima pluralidad e incontenible singularización –un ambiente del evento.

La resistencia es construida sobre la base de la experiencia límite vivida por aquellos que hacen de la resistencia una auténtica práctica de libertad. El comando está en todas partes, viene de todas partes, y no está donde se lo busca. Y sin embargo, la resistencia es primera, en esa medida está necesariamente en una relación directa con el afuera del que procede el dominio. Desde este punto de vista, el poder ya no busca disciplinar la sociedad sino que busca controlar la capacidad de creación y transformación de la subjetividad.

Aunque los ejercicios de poder contemporáneos se ejercen sobre la subjetividad, sobre el cuerpo individual y colectivo, son, pese a ello, amorfos, en cuanto pareciera que no queda lugar a donde ir más allá de las relaciones de poder («heme aquí del lado de las relaciones de poder, con la misma incapacidad para franquearlas»). La resistencia se ejerce en cada lugar, de ahí que el sujeto de la resistencia sea un sujeto en fuga. Las resistencias contemporáneas no tienen un lugar privilegiado; pertenecen a una dimensión que escapa a las relaciones de poder, y esa dimensión es la subjetivación. La pregunta por la resistencia es al mismo tiempo una pregunta por el poder. El poder es una relación de fuerzas, o si se quiere una relación de fuerzas ya es una relación de poder.

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