Parte teórica. (Breuer) (B)
Nuestro lenguaje, resultado de la experiencia de muchas generaciones, distingue con una sutileza asombrosa entre aquellos grados y formas del acrecentamiento de excitación que son todavía útiles a la actividad mental porque elevan de manera pareja la energía libre de todas las funciones cerebrales, y aquellos que la perjudican, en parte por elevar de manera despareja las funciones psíquicas y, en parte, por inhibirlas.
Llama a los primeros incitación (Anregung}, y a los segundos desequilibrio emocional {Aufregung}. Una charla interesante, el té, el café, incitan; una pelea, una gran dosis de alcohol, desequilibran emocionalmente. Mientras que la incitación sólo acicatea la pulsión de valorizar funcionalmente la excitación acrecentada, el desequilibrio emocional busca aligerarse en procesos más o menos violentos, que rozan lo patológico o lo son en efecto. Constituye la base psicofísica de los afectos; de estos hablaremos luego. Antes tocaremos de pasada unas causas fisiológicas, endógenas, del acrecentamiento de excitación.
Son tales, en primer lugar, las grandes necesidades fisiológicas y pulsiones del organismo: la necesidad de oxígeno, el hambre y la sed. Puesto que el desequilibrio emocional que promueven se enlaza con determinadas sensaciones y representaciones-meta, no ofrece a nuestra observación un ejemplo tan puro de acrecentamiento de la excitación como aquel de que antes hablábamos, sólo nacido de la quiescencia de los elementos cerebrales. Tiene siempre su coloración particular. Pero es inequívoco en la agitación {Aufregung} angustiada de la disnea, así como en la inquietud del hambriento.
El aumento de excitación que fluye de estas fuentes está condicionado por la alteración química de los elementos cerebrales mismos, que se empobrecen de oxígeno, de fuerzas de tensión o de agua; se drena por vías motrices preformadas que conducen a la satisfacción de la necesidad desencadenante: la disnea, en los esfuerzos por respirar; el hambre y la sed, en la búsqueda y obtención de alimento y agua. El principio de la constancia de la excitación apenas tendrá eficacia frente a este desequilibrio; es que los intereses a los cuales sirve en este caso el aumento de excitación son mucho más importantes para el organismo que el restablecimiento de proporciones funcionales normales en el encéfalo. Es cierto que a los animales domesticados se los ve correr de un lado a otro antes de la hora de la ración; pero esto muy bien puede considerarse un resto de la operación motriz preformada de buscar alimento, carente de finalidad ahora, en el cautiverio, y no un medio de librar de desequilibrio al sistema nervioso.
Si la estructura química del sistema nervioso es alterada de modo duradero por el continuo aporte de sustancias extrañas, esos estados de desequilibrio son condicionados también por su carencia, como la carencia de las sustancias nutritivas en la persona sana; es el desequilibrio por la abstinencia de narcóticos.
La excitación sexual y el afecto sexual constituyen la transición desde esos acrecentamientos endógenos de excitación hasta los afectos psíquicos en el sentido estricto. Como primer acrecentamiento de excitación, vago, sin destinación, sin meta, aparece la sexualidad durante la pubertad. En el ulterior desarrollo se constituye (en el caso normal) una conexión fija de aquel acrecentamiento endógeno, condicionado por la función de las glándulas genésicas, con la percepción o representación del otro sexo, y aun, en el extraordinario fenómeno del enamoramiento de una persona individual, con la representación singular de esta. Esa representación entra en posesión de la cantidad íntegra de excitación que es liberada por la pulsión sexual; pasa a ser una «representación afectiva». Esto es: a raíz de su devenir- actual dentro de la conciencia se desencadena el aumento de excitación que en verdad proviene de otra fuente, las glándulas genésicas.
La pulsión sexual es por cierto la fuente más poderosa de aumentos de excitación persistentes (Y, como tal, de neurosis); este acrecentamiento de excitación se distribuye de manera en extremo despareja por el sistema nervioso. En sus grados máximos de intensidad, el decurso de la representación es perturbado, y cambiado el valor relativo de las representaciones; en el orgasmo del acto sexual, el pensar se borra casi por completo.
También sufre la percepción, el procesamiento psíquico de las sensaciones; el animal de ordinario medroso y precavido se vuelve ciego y sordo ante el peligro. En cambio, se acrecienta (al menos en el macho) la intensidad del instinto {Instinkt} agresivo; e l animal pacífico se vuelve peligroso hasta que la excitación se aligera en las operaciones motrices del acto sexual.