Relevancia de Foucault para la Psicología
Juan Pastor
Universidad de Oviedo
El ejercicio del poder
En Historia de la locura, Foucault nos habla de un «poder normalizante
» propio del hospital psiquiátrico que, con ayuda de determinados
saberes psicológicos, lograría naturalizar la normalidad.
El examen psicológico, que individualiza, clasifica y
jerarquiza, sería la tecnología propia de una forma de ejercer el poder
cuyo objetivo es la construcción de sujetos «normales».
En Vigilar y castigar (Foucault, 1998a, original de 1975) nos
presenta el «poder disciplinario», poder encargado de abastecer al
mercado laboral de trabajadores disciplinados. Se trata de una nueva
forma de ejercer el poder propia del capitalismo industrial que
sustituye el castigo corporal y la venganza («derecho de vida y
muerte» del soberano), por la vigilancia, el control y la disciplina
moderna. He aquí una nueva manera de tratar el cuerpo: ya no podemos
castigar el cuerpo pues es fuerza de trabajo, lo que hay que
hacer es disciplinarlo a través de prácticas disciplinarias directamente
ejercidas sobre este cuerpo (control exhaustivo del espacio,
el tiempo y la actividad de los sujetos, pero también vigilancia,
medición y clasificación). El objetivo de esta forma de ejercer el
poder es la construcción de individuos dóciles y sumisos y su culminación
será el «estudio de tiempos y movimientos» del Taylorismo.
En La voluntad de saber (Foucault, 1998b, original de 1976)
nos habla del «biopoder» (poder sobre la vida), que incluye la
«biopolítica»: no se puede matar la vida pues es fuerza de trabajo,
lo que hay que hacer es gobernarla, pasando de la gestión de territorios
al gobierno de poblaciones a través de la higiene, salud pública,
alimentación, vivienda, estadística, control de la natalidad,
control de la inmigración, eugenesia… El objetivo de la biopolítica
foucaultiana, planteado aquí y parcialmente desarrollado en el
curso del Colegio de Francia 1976-1977, era hacer una genealogía
del racismo, entendido como «guerra de razas» y «racismo de Estado
» (el nazismo es, sin duda alguna, el más claro ejemplo de biopolítica).
Un año después, en su curso del Colegio de Francia 1977-1978,
Foucault redefine la biopolítica como «gubernamentalidad»: el poder
es ahora «gobierno» (acción sobre acciones, acción sobre la
acción de otros), yendo más allá de la mera imposición, coacción
o coerción y situándose, de lleno, en una perspectiva psicológica:
poder como gobierno, conducción y gestión del comportamiento
humano; poder como capacidad de conducir conductas, como capacidad
para condicionar posibles acciones. El sujeto sujetado y
disciplinado de Vigilar y castigar, incapaz de resistencia, es ahora
un sujeto libre, con capacidad de reacción y de contestación. En
una relación de gobierno un sujeto libre trata de condicionar la
conducta de otro sujeto que también es libre; si el otro sujeto no es
libre, ya no hablaríamos de relación de gobierno sino de relación
amo/esclavo. Foucault no critica las relaciones de poder entre sujetos
libres, sino aquellas relaciones de donde no es posible ejercer
una relación de resistencia; de lo que se trata es de jugar al juego
del poder y la resistencia (juego estratégico entre sujetos
libres), eliminando, o reduciendo a la mínima expresión, toda forma
de esclavitud, toda imposibilidad de resistencia.
Para Foucault, siguiendo a Nietzsche, el poder no es una sustancia
sino una actividad que se ejerce estratégica y relacionalmente.
Las relaciones de poder (objeto de estudio de la Psicología
política) forman, para el pensador francés, una «red de relaciones
», lo que emparenta a Foucault con el paradigma de la complejidad
(Pastor y García-Izquierdo, 2007); no olvidemos que complejidad
procede de complexi, entrelazar, y complexus, red. Pero
más allá de esta perspectiva reticular y compleja lo que quisiera
destacar de Foucault es su perspectiva positiva del poder. En efecto,
el poder también es una tecnología negativa que reprime y castiga
(perspectivas hobbesiana, jurídico liberal y freudomarxista);
pero lo que hace al poder poderoso es que creemos que el poder es
sólo eso. Foucault nos dice que el poder es, sobre todo, una tecnología
positiva que produce cosas: arquitecturas, instituciones, discursos, saberes, verdad, enunciados científicos, proposiciones filosóficas,
leyes, reglamentos, hábitos, almas, conciencias, individuos,
identidad, subjetividad, formas de socializarse, formas de relacionarse,
formas de ser, pensar y vivir. El poder también produce
locos, enfermos, soldados, delincuentes, presos, normales, escolares,
recursos humanos… El poder es una tecnología positiva que
construye realidades. El poder construye saber, placer… y nos
construye a nosotros mismos. El poder también es la grosera represión
de la anormalidad; pero el poder es, sobre todo, la sutil
construcción de la normalidad. El poder no sólo reprime formas de
vida inadecuadas, sino que también está construyendo formas de
vida adecuadas. El poder también es lo que nos impide ser o hacer
lo que queremos; pero el poder es, sobre todo, esa tecnología que
nos hace ser como somos y, lo que es más importante aún, desear
ser de esa manera y no de otra. El poder, en definitiva, es lo que
nos hace ser, pensar y vivir como somos, pensamos y vivimos. No
es extraño que la siguiente etapa de nuestro viaje sea la subjetividad.
Foucault, en definitiva, se sitúa dentro de una perspectiva
nietzscheana del poder (poder como relación estratégica, poder
constructivo y no meramente represivo, poder productor de individuos
y subjetividades) que no había sido justamente valorada ni
por el liberalismo ni por el marxismo ni por la escuela crítica de
Francfort, inaugurando una forma inédita de análisis del poder
(Deleuze, 1987), hasta entonces visto como un soberano (perspectiva
hobbesiana), como una ley (perspectiva jurídicoliberal) o como
un aparato del Estado (marxismo).
Continúa en «Una genealogía del sujeto psicológico«