Reseña de S. Weir Mitchell, Die BehandIung gewisser Formen von Neurasthenie und Hysterie
El procedimiento terapéutico propuesto por Weir Mitchell -el originalísimo especialista de Filadelfia en el sistema nervioso- fue recomendado por primera vez en Alemania por Burkart, y el año pasado, en una conferencia, Leyden expuso su cabal apreciación de él. Este procedimiento, que combina el reposo en cama, el aislamiento del paciente, su sobrealimentación y la aplicación de masajes y de electricidad de una manera estrictamente regulada, permite vencer estados graves de agotamiento nervioso, establecidos desde mucho tiempo atrás. El propio Leyden ha sido el encargado de disponer la traducción del presente volumen breve. El contiene muy valiosos consejos sobre la selección de los casos en que resulta adecuado el tratamiento en cuestión, y algunas interesantes puntualizaciones sobre el modo en que operan las diferentes fuerzas terapéuticas que componen el procedimiento de Weir Mitchell. Sin duda, la obra permitirá a todos los médicos ampliar su conocimiento de este último. El orden de las oraciones e ideas, muy propio del idioma inglés, ha sido conservado quizá con demasiada exactitud en la traducción. Los términos «histeria» e «histérico», palabras de las que tanto se ha abusado, se emplean en la mayor parte de los casos en su sentido vulgar y no en el científico.
El nombre de «histeria» proviene de los primeros tiempos de la medicina y expresa el prejuicio, sólo superado en nuestra época, de que esta neurosis va unida a unas afecciones del aparato genésico femenino. En la Edad Media desempeñó un significativo papel histórico-cultural; a consecuencia de un contagio psíquico se presentó como epidemia, y constituye el fundamento real de la historia de las posesiones por el demonio y la brujería. Documentos de esa época atestiguan que su sintomatología no ha experimentado alteración alguna hasta el día de hoy. Su apreciación y su mejor inteligencia sólo se inician con los trabajos de Charcot y de la escuela de la Salpêtrièe, por él inspirada. Hasta entonces, la histeria era la bê te noire de la medicina; las pobres histéricas, que en siglos anteriores, como posesas, habían sido quemadas en la hoguera o exorcizadas, en la moderna época ilustrada ya no recibieron más que el anatema del ridículo; sus estados se consideraban mera simulación y exageraciones, y por consiguiente indignos de la observación clínica.
La histeria es una neurosis en el sentido más estricto del término; vale decir que no se han hallado para esta enfermedad alteraciones {anatómicas} perceptibles del sistema nervioso, y, además, ni siquiera cabe esperar que algún futuro refinamiento de las técnicas anatómicas pudiera comprobarlas. La histeria descansa por completo en modificaciones fisiológicas del sistema nervioso, y su esencia debería expresarse mediante una fórmula que diera razón de las relaciones de excitabilidad entre las diversas partes de dicho sistema. Pero esa fórmula físiopatológica no se ha hallado todavía; entretanto, será preciso conformarse con definir la neurosis en términos puramente nosográficos, por el conjunto de los síntomas que en ella aparecen -tal como, por ejemplo, la enfermedad de Basedow se caracteriza por un grupo de síntomas (exoftalmia, estruma. temblor, aceleración del viliso y alteración psíquica) sin mirar por los nexos más estrechos entre estos fenómenos-.