Al estudiar el caso «Dora», vimos que la transferencia estaba ligada a anticipaciones subjetivas en el analista, y que la contratransferencia podía ser considerada como la suma de los prejuicios del analista.
Es necesario intentar ver lo que aporta y lo que significa este texto del Hombre de los Lobos.
El «Hombre de los Lobos» es un personaje en que una parte de su drama es su inserción, podríamos decir, «desinsertada» en la sociedad. Presenta cierto trastorno neurótico, que ha sido calificado, antes de que lo viera Freud, de estado maníaco-depresivo. Para Freud, no se trata de tal clasificación nosográfica; lo que presenta el «Hombre de los Lobos» debe ser considerado como el estado que sigue a una curación espontánea de una neurosis obsesiva.
Después del análisis con Freud, este personaje presentó un comportamiento psicótico.
Es necesario hacer notar que muy precozmente este hombre fue separado de todo lo que podía, en el plano social, constituir para él un modelo…..Toda la continuación de su historia debe verse y situarse en ese contexto.
Freud, pues, publicó el «Hombre de los Lobos» como la historia de una neurosis infantil. Esta neurosis de la infancia tuvo manifestaciones variadas y diversas en su estructura. Si se lo mira de cerca, se ve que aquello sobre lo cual la observación de Freud está centrada es sobre la búsqueda apasionada, detallada, se podría decir: contra los hechos, de la existencia o de la no existencia de acontecimientos traumáticos en la primera infancia.
En sus escritos Freud insistió a menudo sobre la dificultad que tuvo para mantener sus ideas a este respecto, ideas extraídas a su campo de experiencia. Incluso en su propio grupo hubo tentativas para disminuir y volver más aceptables al común estas ideas. Y de ahí nacieron las escisiones inauguradas por Jung y Adler.
Mucho antes de la desviación junguiana, desde el comienzo de las investigaciones sobre la histeria, fue sorprendido por la regularidad de aparición de historias de seducción o de violación que se comprobaban como puramente fantásticas. Esta no es una objeción absolutamente valedera contra la realidad de acontecimientos traumáticos de la primera infancia.
Una objeción más grave es el carácter estereotipado de la escena primitiva: se trata siempre de un coitus a tergo. Y hay ahí algo muy problemático: ese es un esquema, una imagen filogenética que resurge en la reviviscencia imaginaria.
En un análisis es esencial no desviar al sujeto de la realización de lo que es buscado. Es importante que el sujeto haga la realización plena y entera de lo que ha sido su «historia».
¿Qué es un análisis? Es algo que debe permitir al sujeto asumir plenamente lo que ha sido su propia historia.
En el análisis del «Hombre de los Lobos», Freud no pudo jamás obtener la reminiscencia propiamente dicha de la realidad en el pasado de la escena alrededor de la cual gira sin embargo todo el análisis del sujeto.
La realidad del acontecimiento es una cosa, pero hay otra cosa además: es la historicidad del acontecimiento, es decir, algo flexible (souple) y decisivo que fue una impresión en el sujeto y que dominó y que es necesaria para explicar la continuación de su comportamiento. Es esto lo que da la importancia esencial de la discusión de Freud alrededor del acontecimiento traumático inicial. Este fue reconstituido muy indirectamente, gracias al sueño de los lobos. Es Freud quien enseña al sujeto a leer su sueño. Este sueño se traduce como un delirio. No hay más que invertirlo para traducirlo: Los lobos me miran inmóviles, muy calmos: Yo miro una escena particularmente agitada. Se puede añadir a ello: «Estos lobos tienen bellas colas, ¡cuidado con la mía!».
Es este sueño el que lleva a la escena reconstruida y que en seguida es asumida por el sujeto.
Es de subrayar, a propósito de la interpretación de este sueño, la atención que Freud le presta al trabajo del sueño: para él la significación de un sueño se lee en su trabajo de elaboración, de transformación.
Este acontecimiento traumático permite comprender todo lo que ha sucedido a continuación y todo lo que es asumido por el sujeto: su historia.
A este respecto, no es inútil preguntarse qué es la historia. Los animales, ¿tienen una historia? ¿Es la historia una dimensión propiamente humana?
La historia es una verdad que tiene como propiedad que el sujeto que la asume depende de ella en su constitución misma de sujeto, y esta historia depende también del sujeto mismo, pues él la piensa y la repiensa a su manera.
¿Un psicoanálisis está acabado solamente cuando el analizado es capaz de tener plena conciencia de sí mismo? La experiencia de Freud exige que el suejto que habla realice sobre cierto campo —el de las relaciones simbólicas— una difícil integración: la de su sexualidad, que es una realidad que le escapa en parte, en la medida en que ha fracasado en simbolizar de una manera humana ciertas relaciones simbólicas.
La experiencia psicoanalítica se sitúa para el sujeto sobre el plano de «su verdad». El psicoanálisis es una experiencia «en primera persona».
En el caso del «Hombre de los Lobos», durante meses y años las sesiones no aportan nada. Es un sujeto aislado por su posición de rico; su Yo (moi) es un yo fuerte (como todo yo de neurótico). El «Hombre de los Lobos» no llega solamente a asumir su propia vida. Su vida instintual está «incluída», «enquistada»: todo lo que es de orden instintual sobreviene como un maremoto si él encuentra una mujer con un trapo de piso, o una escoba, y que muestra su espalda y sus nalgas.
Durante años, pues, este hombre habla y no pasa nada, solamente se mira en el espejo: el espejo es el oyente, es decir Freud, en esta ocasión.
El lenguaje no es solamente un medio de comunicación, cuando un sujeto habla, una parte de lo que dice tiene parte de revelación para otro.
El progreso de un análisis se juzga cuando se sabe en qué momento el «usted» equilibra al «yo» (je) del que se trata.
En el análisis del «Hombre de los Lobos», el acento permanece mucho tiempo sobre el Yo (moi) y sobre un Yo (moi) irrefutable. Es entonces que Freud hace intervenir un elemento de presión temporal. Y a partir de ese momento, el análisis se desencadena; el Hombre de los Lobos toma su análisis en primera persona: Es yo (je) quien habla y ya no yo (moi).
A recordar:
l. La embargable evidencia en el instante de una mirada.
2. Etapa: La del problema: trabajo de cogitación del «working-through».
3. Etapa: el momento de concluir: elemento de prisa y de urgencia propio de toda especie de elección y de compromiso.
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