«Piensa, piensa, Cefisa,
en esa noche cruel,
que fue para todo un pueblo
una noche eterna».
Los versos pertenecen a la escena octava del acto tercero de Andrómaca de Jean Racine y está a cargo de Andrómaca que rememora así la noche en que los griegos asolaron Troya.
Si yo no estuviera ante un auditorio francófono, podría inmediatamente decir: ¡He aquí lo que se llama hablar! Ocurre que debo suponer que, pese a la evidente necesidad del bilingüismo en nuestra cultura, hay algunas personas aquí que no entienden el inglés. Daré de ello la equivalencia palabra a palabra:
Sin color, verde, ideas, sueño, dormir (a condición de poner «to» delante) puede querer decir duermen en la tercera persona del plural del indicativo presente. Verán por qué éste es el sentido en el cual nos detendremos.
La naturaleza del indefinido en inglés permite traducir: incoloro, ideas, verde, duermen, furiosamente (adverbio, en razón de su terminación).
Yo digo: he ahí lo que se llama hablar y hablar bien. ¿Cómo saberlo? Es precisamente para saberlo que ha sido formada esta cadena significante, me atrevo apenas a decir la frase. Ha sido formada por un lingüista: Noam Chomsky. Este ejemplo está citado en una pequeña obra que se llama «Estructuras Sintácticas», aparecida por Mouton, en La Haya.
¿De qué se trata? De estructuralismo, crean en mi palabra, y de estructura sintáctica, de sintaxis. Ello merecería, inmediatamente, un comentario más preciso. No hago más que indicarlo.
Sintaxis, en una perspectiva estructuralista, se sitúa en un nivel preciso que llamaremos de formalización, por una parte, y por otra, en el concerniente al sintagma. El sintagma es la cadena significante considerada en lo que tiende a la unión de esos elementos.
Estructura sintáctica es lo que consiste en formalizar esas ligazones.
Todas esas ligazones entre esos elementos, ¿son equivalentes a otros términos, no importa qué elemento pueda estar inmediatamente contiguo a qué significante?
Salta a los ojos que la respuesta se inclina más bien hacia la negativa , al menos en lo que concierne a ciertos usos de esta cadena significante, digamos a su uso en el discurso.
Este ejemplo se encuentra al comienzo de la obra en cuestión. Introduce algo que se distinguirá en el final de ese trabajo, a saber: la constitución , el comienzo,, el esbozo de un razonamiento sobre la estructura sintáctica. Introduce su propósito: «Syntactic structure» especificándola como teniendo un fin: cómo establecer la formalización, los signos algebraicos, digamos que permitirían producir en la lengua inglesa todo lo que es gramatical e impedir que se produzca una cadena que no lo sea.
No me puedo anticipar aquí a juzgar lo que obtiene el autor de tal empresa, lo que puedo indicar, es que en las condiciones particulares que le ofrece esta lengua positiva que es la lengua inglesa, quiero decir la lengua tal como se habla, no se trata de despejar la lógica de la misma, se trata, de algún modo, de algo que podría ser montado en una máquina electrónica. De ella no pueden salir más que frases gramaticales correctas, y ambición más grande aún, todas las formas posibles que ofrece, al sujeto hablante inglés, su lengua, la inglesa. La naturaleza de esta obra es fuertemente seductora porque da la idea de lo que persigue un trabajo así, suerte de rigor, de imposición de un cierto real que es el uso de la lengua y la posibilidad muy ingeniosa y cautivante que no es demostrada, de arribar a amoldarse a fórmulas que son, por ejemplo, la de la más compleja conjunción de los auxiliares que son propias del inglés, como engendrar sin error la transformación del activo al pasivo y el uso conjunto de una cierta forma que es la del presente en su actualidad , que para decir leer, distingue «read» de «I am reading» que engendra de un modo enteramente mecánico «I am been reading». Hay allí algo muy seductor pero que no es de ningún modo aquello con lo cual yo me comprometo. Pues lo que me interesa es por qué ha sido formado este ejemplo. Ha sido formado para distinguir lo gramatical de otro término que el autor introduce en el orden de la significación en inglés. Eso se llama «meaning». El autor piensa , al haber construido esta frase, que ella no tiene significación, bajo el pretexto que: Colorless contradice a green, que las ideas no pueden dormir , que aparece más bien problemático que se duerma furiosamente. Lo que lo afecta es que se pueda obtener de un sujeto que él interroga, o hace interrogar, que esté sin recursos, que esta frase sin significación sea una frase gramatical. Tomo este ejemplo histórico porque está en la historia, en el trabajo, en el camino actual de la lingüística, lo cual me incomoda un poco en razón que él también puntualiza en francés esta ambigüedad que forma parte de nuestra posición.
Para aquellos que no saben el inglés, les pido hacer el esfuerzo de representarse el orden invertido de las palabras – eso no es gramatical – :
«¡Nuestro Padre que estás en los cielos, permanece allí!» (J. Prévert)
«¡Allí permanece cielos en los estás que Padre nuestro!»
He ahí lo que resta de la frase que se expresa.
Está claro que ella no descansa sobre lo que puede aparecer en algunas palabras de flexión, a saber las de ideas, la y de furiously.
La carácterística que permanece en la segunda frase es para un inglés de un grado enteramente diferente en cuanto a la experiencia de la palabra, de la primera. Ella no es gramatical y no ofrecerá más sentido que la plegaria irónica, hasta blasfematoria, de Prévert. Pero con el tiempo se la bautizará: ¡qué respeto en ese permanece allí!
Esto indica que subrayen al pasar lo que acabo de articular: la palabra sentido.
Veremos hoy, en qué va a servirnos; veremos aquello que, por allí, yo introduzco aquí. En efecto; la empresa de Chomsky está sometida a la discusión. Otros lingüistas han destacado, y enteramente a justo título, que existe algún abuso, o en todo caso que la discusión puede abrirse alrededor de esta connotación del : «sin significación». Seguramente, la significación está allí donde existe gramática, quiero decir constitución gramatical sentida y asumida por el sujeto. Sólo que aquí, no existe en absoluto gramática.
El sujeto interrogado que está allí, llamado a ser juez, en el lugar del otro, para reintroducir nuestros términos ya introducidos en nuestras exposiciones del año pasado, para nuestras referencias. Allí donde existe construcción gramatical, ¿podría decirse que no existe significación?
Siempre es fácil, fundándome sobre documentos, rogarles referirse a un artículo de Jakobson en la traducción de Ruvet, Para que reencuentren en él, en la parte gramática de sus artículos agrupados bajo el título de «Ensayo de Lingüística General», página 205, la discusión de este ejemplo. Les será fácil impulsar toda clase de testimonios en el uso en inglés , en Marvel. Está traducido : «Un verde pensamiento en una sombra verde». Hasta tales expresiones rusas (russes) enteramente análogas a la pretendida contradicción aquí inscripta en la frase. No hay necesidad de ir tan lejos, es suficiente destacar que decir un «round square» – ejemplo tomado del autor – no es una contradicción, dado que «square» es designado para indicar un lugar y que un lugar redondo puede ser un «square».
¿En qué iremos a comprometernos? En equivalencias, y para decir todo, si trato de mostrarles que esta frase puede tener significación, entraré, ciertamente, en vías más finas. Partiré de la gramática misma. Observaré que si esta frase es gramatical, es en razón que lo que surge como adjetivo se encuentra antes que el sustantivo y que aquí nos encontramos , en inglés como en francés, ubicados ante un cierto número de efectos que falta calificar. Provisoriamente continúo llamándolos efectos de sentido. Es que en esa relación del adjetivo al sustantivo – en griego epíteto – esta cuestión del lugar es importante para calificar el efecto de sentido de la unión del adjetivo al sustantivo .
En francés, por ejemplo, el adjetivo se ubica antes que el sustantivo, adjetivo que aquí, podría decirse, está identificado a la sustancia. Una bella mujer es otra cosa que una mujer bella. La referencia de la mujer a la belleza es algo distinto en tanto que ya en el interior de la sustancia de una bella mujer se encuentra que ella es bella. Hay un tercer tiempo a destacar: el uso epifántico, el ambiente, en que aparece bella esta mujer.
Es allí que está permitido poner el adjetivo después del nombre. El epíteto está más cerca del sustantivo «De bella apariencia provisto de una bella barba, viejo hombre».
Henos aquí por las vías gramaticales, en medida de distinguir los planos.
Por ejemplo, Lady Teals protesta contra la tortura a propósito de sus gastos de dinero. El uso del adjetivo, el uso hablado, no puede quizá ser tomado en inglés como en francés. «Elegancias costosas».
«Al salir de su sueño resplandor extraño y no extrañeza luminosa».
Aquí es esta idea de verdor ideal de lo que se trata en relación al cual colourless es más caduca. Algo como sombras de ideas perdiendo su color que están allí para aromatizarse, exanghes, no paseándose ya, en tanto ellas duermen.
No tendría ninguna pena, háganme el favor, en el fin del ejercicio de estilo. He querido mostrarles que si se quiere dar al sueño (sleep) algo de metafórico, un sueño acompañado de algún furor, ¿no es eso lo que nos ocurre todos los días ?
¿Es que se podría interrogar a las cosas en el sentido del lazo de la gramática a la significación? No puedo encontrar en esta frase la evocación, hablando con precisión, del inconsciente mismo.
¿Qué es el inconsciente si no son justamente las ideas, los pensamientos de verdor extenuado? ¿No dice Freud , en alguna parte, como las sombras de la evocación en los infiernos, volvían a la luz demandando beber sangre para reencontrar un color? Si no son los pensamientos del inconsciente los que aquí duermen furiosamente , todo esto habría sido un ejercicio divertido. No lo he resumido más que para soplar encima, pues es, muy simplemente, por completo idiota.
El inconsciente no tiene nada que hacer con esas significaciónes metafóricas, por más lejos que las impulsemos. Busquen en una cadena significante gramatical. La significación es una empresa de una futilidad extraordinaria pues, si en razón del hecho de que estoy ante este auditorio, pudiera dar esta significación, podría muy bien haber dado una totalmente distinta, por una simple razón: es que una cadena significante engendra siempre, habiendo previsto que ella sea gramatical, una significación. Diría más: no importa cuál.
Me hago fuerte haciendo variar al infinito las concepciones de interrogación de las situaciones, hasta aún más, las situaciones de diálogos. Se puede hacer decir a esta frase todo lo que se quiera. Comprendido allí que, en tal ocasión, yo me burle de ustedes. ¡Atención! En este extremo, ¿no interviene otra cosa más que una significación? Que yo pueda en tal contexto hacer de ello surgir toda significación, es una cosa, pero, ¿es de significación de lo que se trata? Pues la significación en su momento permitirá – he dicho, nada lo aseguraba, o sea, en la medida misma en que acababa de darle una significación, en relación a qué, ¿a un objeto? ,¿a un referente? – algo que yo había hecho surgir por las necesidades de la causa, a saber: el inconsciente.
Hablando de contexto, de diálogo, dejo desvanecerse, vacilar, aquello de lo cual se trata, a saber, la función del sentido. De lo que se trata aquí es de estrechar de más cerca la distinción de los dos. Que es lo que hace, en último análisis, que esta frase haya sido elegida por su mismo autor, tan fácilmente confortado de algo dudoso, a saber, que ella no tiene sentido. Como un lingüista, que no tiene necesidad de ir a ejemplos extremos, al cuadrado redondo, del cual hablé hace un momento, para darse cuenta que las cosas que hacen el sentido más fácilmente recibido, deje pasar completamente, en el as, (passer à l’ as) la distinción de una contradicción. No se dice con el asentimiento general: una joven muerta. Lo que podría ser correcto es decir que ella ha muerto joven. Pero calificarla de joven muerta, con lo que quiere decir el adjetivo puesto antes que el sustantivo en francés, debe dejarnos perplejos. ¿Es como muerta que ella es joven?
Me he preguntado lo que hace al carácter distintivo de esta frase, no pudiendo creer en una ingenuidad de parte de aquél que lo dice. ¿Por qué ha tomado tal parodia, manifiestamente forjada? Sin embargo, yo me preguntaba lo que hacía el valor paradigmático de esta frase. Me he propuesto aprender a pronunciarla bien. No tengo una fonética inglesa especialmente ejemplar. Este ejercicio tenía para mí un uso.
En ese ejercicio, me he dado cuenta que entre cada palabra, era necesario que yo retomara aliento ¿ Por qué?
Ideas sleep…
Entonces he comenzado a interesarme en las consonantes, en lo que podría decirse que ese texto alcanza de divertido (d’amussie), de oculto (d’ à musie).
….»Uno se divierte, se oculta, con los lagartos», dice Queneau.
Con esas consonantes, las dos «l» de colourless, me han venido al espíritu esos versos que espero adoren tanto como yo, que han sido escritos allí arriba, que emplean la batería consonántica de la frase forjada. No es menos extraño hablar de una noche cruel que de un cuadrado redondo y de una noche externa. Pero el valor emotivo de esos dos versos está esencialmente en la repercusión, en primer lugar , en la repetición de esas «s» – cuatro «s» sibilantes; la repetición de Céphise, la repetición de la «t» cuatro veces, de la «n» de nuit dos veces, la labial primitiva promovida por su forma atenuada del fut y de Céphise, en ese: para todo un pueblo , que Hermione hace vibrar de un cierto modo algo que seguramente en los dos versos está todo el sentido, sentido poético.
La naturaleza de esto nos fuerza a acercarnos más íntimamente a la función de significante. Seguramente los dos versos de que se trata nos fuerzan a interrogarnos si no estamos allí mucho más cerca de lo que hace su sentido, de lo que para su autor era, sobre todo, el punto verdadero donde él se aseguraba de su no sentido, pues en un cierto nivel, las exigencias del sentido son, quizá, diferentes de lo que nos parece en primer lugar, a saber, que en ese nivel del sentido, el divertimento es una objeción radical. He ahí porqué me he decidido a introducir esta idea – historia de darles su tono – lo que yo llamo: problemas cruciales para el psicoanálisis.
He hablado el año pasado de los fundamentos del psicoanálisis. He hablado de los conceptos que me parecían esenciales para estructurar su experiencia. Han podido ver que a ningún nivel han sido verdaderos conceptos; que no he podido hacerlos sostenerse en la medida en que los hago rigurosos, en el lugar de ningún referente.
Que siempre , de algún modo, el sujeto que ese concepto aborda está implicado en mi discurso mismo por esta abertura y este cierre. No puedo hablar del reencuentro como constituyendo, por su misma falta, el principio de la repetición, sin tornar inaprehensible el punto mismo donde se califica esta repetición.
Kant, después de otros, antes de otros, introduciendo la razón – vamos a hablar de cuestiones más profundas que la lingüística – va a poder declarar lo que es necesario traducir: su objeto.
Su objeto puede tener su valor. En el latín, del cual Dante se sirve, se llama subjectum. Es precisamente en el análisis del sujeto que él opera. Aquí, ningún desplazamiento es posible que permita hacer de él un objeto que sea el mismo de la lingüística. Esto no se escapa a ningún lingüista, tampoco escapa a Dante ni a su lector. Pero el lingüista puede esforzarse en resolver ese problema de forma diferente a nosotros, analistas. Es precisamente por ello que la lingüística se compromete siempre más adelante en la vía que puntuaba el trabajo de nuestro autor, en la vía de la formalización, porque en la vía de la formalización lo que buscamos excluir es el sujeto. Sólo que, para nosotros, analistas, nuestro punto de mira debe ser exactamente contrario, en tanto allí está el pivote de nuestra praxis. Sólo ustedes saben que allí yo no retrocedo ante la dificultad en tanto que , en suma, planteo – lo que hecho el año pasado de modo suficientemente articulado – que el sujeto no puede ser, último análisis, otra cosa que eso que piensa, «luego yo soy», lo que quiere decir que el punto de apoyo, el ombligo, como diría Freud, de este término del sujeto no es precisamente más que el momento en que él se desvanece bajo el sentido, o el sentido es lo que lo hace desaparecer como ser. Pues ese «yo soy» no es más que un sentido.
No es más que allí donde puede apoyarse la discusión sobre el ser.
La relación del sentido al significante es lo que yo creo, desde siempre, esencial a mantener en el corazón de nuestra experiencia para que todo nuestro discurso no se degrade. En el centro de este esfuerzo, que es el mío, orientado para una praxis, yo he puesto la noción de significante.
¿Cómo puede ser que , todavía, muy recientemente, en una reunión de mis alumnos, haya podido escuchar a uno que pudo decir – y después de todo lo sé bien, ése no era el único en decirlo – que la noción de significante para Lacan dejaba cierta incertidumbre en su espíritu? Si es así, después de todo un artículo como «La instancia de la letra en el inconsciente», que les ruego releer, entonces es un hecho que mis textos devienen más claros con los años. Rumor. (sic).
Uno se pregunta, ¿por qué?
Ese texto es admirablemente claro y el ejemplo Hombre-Dama, que doy como evocando, por su conexión significante, el sentido de un urinario y no de la oposición de los sexos, pero como insertándose por el hecho del enmascaramiento de ese sentido. Dos niñitos pasando entre el mencionado urinario en una estación. Una división irremediable: el uno sorprendiéndose que haya pasado por hombre, el otro por dama.
Esta es una historia que debería abrir las orejas. Por otra parte las formulaciones convienen menos a la apología que el signo que, de cualquier modo que esté compuesto, incluye en sí mismo la división significante-significado. El signo; esto es, lo que representa algo para alguien. Es decir que al nivel del signo estamos al nivel de todo lo que ustedes quieran, del psicologismo, del conocimiento. Pueden buscar que existe el signo verdadero, el humo que indica el fuego, que existe el índice, la traza dejada por la gacela sobre la arena o el peñasco. Pero el significante es otra cosa y el hecho que el significante represente al sujeto para otro significante es una formulación suficientemente firme para que, sola, pueda forzarlos a reencontrar alguna consecuencia.
¿Por qué es que, desde ahí, ese discurso sobre el significante puede conservar alguna oscuridad? ¿Es que durante cierto tiempo yo lo he querido? ¿Quién es entonces ese yo (je)? Es, quizá, interno a ese nudo de lenguaje que se produce cuando él da cuenta de su propia esencia. Quizá esté obligado a que en esta conjetura se produzca obligatoriamente alguna pérdida.
Es exactamente unida, conjunta a esta cuestión de la pérdida que se produce cada vez que el lenguaje trata, en un discurso , de dar razón de sí mismo, que se sitúa el punto de donde quiero partir para marcar el sentido de lo que yo llamo relación del significante al sujeto.
Llamo filosofía a todo lo que tiende a enmascarar el carácter radical y la función originante de esta pérdida. Toda dialéctica, y especialmente la hegeliana, va a enmascararla, y en todo caso, es una filosofía, porque apunta a recuperar los efectos de esta pérdida. Hay otros modos más que la pretensión de tratar con esta pérdida. Hay que mirar en otra parte, y especialmente girar la mirada hacia la significación y hacer del sujeto esa entidad que se llama el espíritu humano, al ponerlo antes que el discurso. Es un viejo error cuya última encarnación se llama psicología del desarrollo, o si ustedes quieren, para ilustrarlo, Piagetismo. Se trata de saber si podemos abordar su crítica sobre su propio terreno. Ejemplo: La contribución que espero aportar este año para el psicoanálisis muestra que el discurso que proseguimos para ello, necesita las elecciónes, y especialmente de la exclusión de un cierto número de posiciones que son posiciones que conciernen a lo real; que esas posiciones son falsas y que no lo son sin razón. Que la posición que tomamos es quizá la única que permite fundar, en su fundamento más radical, la noción ideológica.
No les dejaré partir hoy, todavía – que sea esto talismán superfluo – sin una fórmula inscribible en el pizarrón. Si es verdad que la relación del significante es esencialmente al significante, que el significante como tal, en tanto que se distingue del signo, no significa más que para otro significante, y nunca otra cosa que el sujeto, debe haber de ello pruebas sobreabundantes. Pienso dárselas en el plano de la crítica de Piaget y, especialmente, en el del lenguaje egocéntrico.
A título de grafo , diré la fórmula de un modo no ambigüo y a interpretar desde siempre como esto: hay un orden del significante que es otro significante, esto es lo que lo define esencialmente.
¿Qué es entonces el significado? El significado no sólo se concibe en relación al sujeto. La relación del significante al sujeto, en tanto que interesa la función de la significación, pasa por un referente. El referente quiere decir lo real. Y lo real no es simplemente una masa bruta y opaca. Lo real está aparentemente estructurado. No sabemos por otra parte en qué , en tanto no tenemos el significante. Eso no quiere decir que de no saberlo no tengamos relaciones con esa estructura. En los diferentes escalones de la animalidad esta estructura se llama la tendencia, la necesidad. Es lo mismo que se llama con o sin razón, aún en psicología animal, la inteligencia. Es necesario pasar por esta estructura de la inteligencia. No sé por qué se ha hecho un error: pensar la inteligencia – para mí como para todo el mundo – no verbal. Es indispensable para no cometer el error de creer que la evolución del niño consiste en seguir una voluntad predeterminada por el Eterno y hacerlo cada vez más capaz de dialogar con el señor Piaget. Esto es plantear la cuestión, sino resolverla , de en qué la inteligencia como preverbal viene a anudarse con el prelenguaje como preintelectual. Por el momento veo que, para concebir lo que sea de la significación, es necesario aprehender, en primer lugar, lo que nos va a destacar que hay dos usos del significante en relación al referente: el uso de denotación, comparable a una correspondencia que se querría biunívoca, digamos una marca, una marca de hierro sobre el referente , y una connotación, a saber, en qué – es allí que va a dar nuestro ejemplo de la crítica de Piaget – un significante puede servir para introducir en la relación al referente algo que tiene un nombre, que es el concepto. Esta es una relación de connotación.
Es pues, por intermedio de la relación del significante al referente que vemos surgir el significado. No hay distancia válida de la significación que no haga circuito, rodeo, por algún referente.
La barra, entonces, no es como se la dice – comentándome – la simple existencia, de algún modo, del obstáculo aquí entificado. Es, en primer lugar, punto de interrogación sobre el circuito de retorno. Pero ella no es simplemente más que representar al sujeto. Y al sujeto, se lo ha encarnado, en su momento , en lo que he llamado el sentido, donde él se desvanece como sujeto. A nivel de esa barra se produce el efecto de sentido. Es desde donde he partido en mi ejemplo para mostrarles cómo el efecto de significado, si no tenemos el referente en la partida, es flexible en todo sentido, pero, también, que el efecto de sentido es otra cosa. Tanto es otra cosa, que la cara que ofrece al lado del significado es, precisamente, lo que no es menos no significación, que es, precisamente, lo que se traduce por la expresión «no sentido» y que es posible escindir eso de lo cual se trata en nuestra experiencia analítica, de ver que lo que es explorado no es el océano, el mar infinito de significaciónes. Es lo que ocurre en toda la medida en que ella nos revela esta barrera del «no – sentido», lo que no quiere decir sin significación, lo que es la faz de rehusado que ofrece el sentido del lado del significado. Es por eso que, después de haber pasado por ese sondeo de la experimentación psicológica, trataremos de mostrar cuánto les falta a los hechos por desconocer la verdadera relación del lenguaje a la inteligencia. Tomaremos otro esclarecimiento y, para partir de una experiencia que es enteramente diferente de la psicología, tomaremos la experiencia literaria, e interrogaremos a «Alicia en el país de las maravillas». Veremos el esclarecimiento a dar al estatuto del significante.