Agradezco muy vivamente a Green por esta admirable exposición que acaba de hacernos sobre su posición respecto de lo que he, como él lo recordó, pacientemente traído, construido, producido y que no terminé de producir concerniente al objeto a. Verdaderamente, mostró, muy notablemente todas las conexiones que esta noción comporta. Diré, incluso, que todavía dejé al margen algo que podía haber llevado más lejos, lo sé. Y fundamentalmente en cuanto a la organización de los diversos tipos de cura de lo que constituye, hablando con propiedad, la función del objeto a en cuanto a la cura.
Le agradezco haber hecho esto que es mucho más que un resumen, que es una verdadera animación, una evocación excelente las diferentes etapas, lo repito, en las cuales se puede precisar ahí mi investigación o mis descubrimientos.
No le voy a responder ahora porque tenemos un programa. Pienso que querrá colaborar del modo más estrecho con lo que acaba de ser recogido para que el texto de lo que dio hoy, que hace falta y que puede servirnos de referencia a lo que será desarrollado y, espero, completado o aumentado este año, pienso que es una excelente base de trabajo para aquellos que formarán parte especialmente de este seminario cerrado.
Muchas gracias Green. Usted cumplió su tiempo con una exactitud que yo no podría elogiar suficientemente. Entonces, le doy la palabra a Conté que les va a proponer cierta exposición de lo que concierne a los artículos de Stein que van a ser interrogados hoy.
No obstante aprovecho el intervalo para hacerles partícipes de esto. Es que un círculo de estudio y de trabajo que se llama el Círculo de Epistemología y que pertenece a la Escuela de la cual somos los huéspedes acá, este Círculo de Epistemología se constituyó en el curso del cartel: Teoria Del Discurso De La Escuela Freudiana y va a publicar unos Cahíers pour l’analyse. El título mismo de estos cuadernos ya no se discute. Pero, de todos modos, les doy la dirección y la apertura, la posibilidad de acogida. Estos cuadernos serán puestos, seguramente, a disposición aquí, a la entrada del Seminario. Pero, en la Ecole Normal de un modo permanente e igualmente en la Sorbona, en un lugar que se les designará ulteriormente. He dado estos cuadernos que me parecen animados del espíritu más fecundo y esto desde hace mucho tiempo. Quiero decir que el Círculo que va a editarlos me parece que merece toda nuestra atención. He dado mi primera conferencia de este año que, como ustedes lo constataron, estaba escrita para que ella sea publicada en el primer número. Habrá otras cosas, lo verán entonces.
CONTÉ: —Voy a hablar de dos artículos de Stein, dejando de lado el tercero, más reciente, su conferencia sobre El juicio del psicoanalista, que me pareció plantear problemas en un nivel diferente. Hay, pues, aquí dos artículos que se suceden y que están consagrados simultáneamente a proveer una cierta localización de la situación analítica y a elaborar una teoría del peso de la palabra del analista en sesión.
El primer artículo acentúa, sobre todo, la referencia al narcisismo primario. El segundo, que introduce la oposición del narcisismo al masoquismo, es esencial a la concepción de la transferencia.
Voy, primero, a dar cuenta rápidamente, —demasiado rápido seguramente—, de lo que me pareció constituir la contribución teórica esencial de este trabajo. Se me perdonará, espero, pasar,— quizás un poco rápido—, sobre ciertas articulaciones y, sobre todo, de privar a estos escritos de su referencia a casos clínicos precisos que le dan todo su valor de reflexión sobre una experiencia psicoanalítica.
Stein querrá, al menos, reprenderme en el caso en que yo haya traicionado o traducido mal su pensamiento. Daré, a continuación, un cierto número de observaciones, críticas que no tienen otro fin que el de intentar captar en la elaboración original que es la suya los puntos de divergencia con la enseñanza de Lacan y, de este modo, abrir un debate.
El primer artículo es, pues, La Situación Analítica: Observaciones Sobre La Regresión Hacia Al Narcisismo Primario En La Sesión Y El Peso De La Palabra En El Análisis. Apareció en la Revue française de psychanalyse 1964 Nº2.
El propósito de Stein apunta a elucidar el modo de acción de la interpretación, pero, lo cito aquí para poder abordar útilmente la cuestión. Hay que preguntarse primero en qué reside el poder de la palabra en el curso de la sesión, cualquiera sea la elección del contenido de la interpretación, lo que desemboca en el problema del poder de la palabra en general.
El problema, Stein lo va a abordar a partir de ciertos momentos privilegiados del análisis. Tal es, en efecto, la consecuencia de la regla fundamental: habiéndosele pedido ponerse en un estado de atención flotante, el paciente escucha por dentro y habla en un sólo movimiento. La percepción y la emisión de su palabra se confunden. El no habla, ello habla. El analista por su lado, él también en estado de atención flotante, escucha el ello habla. No escucha en persona. Ello escucha, pero, la palabra y la escucha no hacen dos. El paciente y el analista tienden a estar ambos en uno en el cual esta contenido todo.
La situación analítica idealmente realizada se parecería absolutamente al dormir y el discurso que se haría oír ahí sería un sueño. Lo que está en juego en la situación analítica es, pues, una regresión tópica que comporta la abolición de los límites entre el mundo exterior y el mundo interior, tanto del lado del paciente como del lado del analista. Esta regresión tópica es una regresión hacia el narcisismo primario que se expresa en una cierta manera de bienestar que marcaría, —nos dice Stein—, ser llamada sentimiento de expansión narcisista, o incluso, en la ilusión de tener el objeto del deseo. Es lo que dice, a propósito, un ejemplo clínico o en el síndrome de beatitud que acompaña el comienzo de ciertos análisis.
Ahora bien, tales momentos del análisis raramente dejan de suscitar en sesión la evocación del pasado. La regresión tópica en la situación analítica es, hablando con propiedad, la condición de la regresión temporal. Y es en la regresión tópica que se actualiza un conflicto que aparece como repetitivo del pasado.
Sigo citando: lo que sucede en el caso de esta actualización es análogo a lo que se produce durante el momento de despertar; el soñador formula el texto de su sueño.
Aquí el paciente sabe de su estado de libre asociación para dirigir la palabra del analista. Ello ya no habla, él habla. Él reflexiona sobre sí mismo. Y, correlativamente, se dirige al analista como el objeto de su discurso. Es en este punto preciso, nos dice todavía Stein, que emerge la agresividad, porque la agresividad, como nos dice Freud, nace con el objeto.
La continuación del artículo enriquece esta articulación con un cierto número de precisiones. En particular puede haber en el curso de la cura la defensa contra la agresión narcisista, en tanto que ella puede favorecer la reaparición de conflictos inconscientes y de angustia.
Al hablar fácil, carácterístico del estado de atención flotante o al silencio de estilo fusional, se opone así el hablar sin discontinuar o el silencio vigil, que expresa siempre la defensa contra la regresión narcisista, siendo la palabra del analista, en tal caso, anhelada como protección contra la regresión, pero al mismo tiempo, temida en tanto que ella priva al paciente de una satisfacción sustitutiva de la expansión narcisista, a saber, el ejercicio de la omnipotencia. La doble incidencia de la palabra del analista se encuentra así situada. Pronunciada en persona rompe la expansión narcisista, mientras que haciéndose oír como participando del ello habla favorece esta regresión. La entonación o la elección del momento de hablar pueden dar cuenta de uno u otro de estos efectos que están, de hecho, habitualmente presentes, simultáneamente, pero en proporción variable.
Señalé que el primer artículo introducía, pues, una posición del analizado que, en relación al narcisismo, tiene valor de una situación de compromiso. Temiendo la regresión el paciente intenta reducir al analista al silencio, escapar a la fluctuación haciéndose ordenador, conservar el dominio y de ese modo, un goce sustitutivo de la regresión narcisista.
El segundo artículo elabora esta posición oponiendo esta vez el narcisismo al masoquismo del paciente en la cura. Se trata de una conferencia titulada: Transferencia y contratransferencia o El masoquismo en la economía de la situación analítica. Pronunciada en Octubre de 1964 y que agradezco a Stein haber querido poner a nuestra disposición.
La expansión narcisista en el curso de la sesión esta siempre amenazada por la eventualidad de la intervención del analista, en tanto que esta implica a dos personas separadas. Por lo tanto, un corte entre el paciente y lo que no es él, una falta por donde se introduce un poder heterogéneo, es decir, algo que debe ponerse en relación con el principio de realidad.
Ahora bien, en este nivel se realiza una falsa ligazón constitutiva de la transferencia. En la situación analítica se produce un fenómeno de confusión, de coalescencia entre la representación de la intervención del analista y el reconocimiento de la realidad del hecho de que puede hablar. El analista aparece como el origen de la realidad de la existencia, como el origen del poder desfalleciente. El psicoanalista aparece como frustrando al paciente de su placer por su propia voluntad mientras que no es, en absoluto, amo de la frustración, que el paciente experimenta en su corte con lo que no es, en absoluto, él.
Este fenómeno, nos dice Stein, nos es conocido bajo el nombre de transferencia. La intervención del analista pasa desde ese momento por un abuso de poder. La transferencia tiene por correlato el masoquismo. Pero, al conferir al analista tal poder absoluto, el sujeto apunta, de hecho, a volverse amo de ese mismo poder que falta a su realización narcisista; presentándose como bufón hace del psicoanalista su rey. Va a sufrir por el placer, es decir, intentar negar la realidad de la existencia reconociéndola, ya que la realización narcisista es diferida. Más fundamentalmente aún, apunta a mentir al psicoanalista, a mantener indefinidamente su deseo no satisfaciéndolo en absoluto. Se trata, para él, de ser el objeto faltante, objeto cuya completud figura en suma, la realización del narcisismo que no podría ser. Mediante esta realización sustitutiva simula la posibilidad de que la frustración pueda ya no ser.
Esto nos hace, entonces, acceder al paso siguiente que es el reconocimiento del objetivo sádico implicado en el masoquismo del sujeto, a saber, al llamado a la contratransferencia, porque el psicoanalista que sufre el destino común de no poder escapar a la frustración puede en el límite dejarse engañar y creerse, en efecto, amo de la frustración. Permaneciendo frustrado en la realidad de su existencia estaría, desde entonces, tentado de atribuir la no realización de su propio narcisismo al sólo incumplimiento de su paciente, devenido así el objeto que le falta.
Es así que la transferencia se establece en la meta ilusoria de la restauración de una realización narcisista supuesta, perdida bajo el signo de la incertidumbre. La terminación del análisis, a la inversa, implica el acceso a un cierto orden de certidumbre en la existencia o de saber en la frustración.
A partir de este muy breve resumen de dos trabajos de Stein, voy a proponer un cierto número de observaciones críticas que se van a ordenar en tres grupos.
El primer grupo concerniente al primer artículo sobre todo donde la oposición o la alternancia introducida por Stein está destinada a dar cuenta, en este nivel, del dinamismo de la cura. Recuerdo que él sitúa, por una parte, la regla de libre asociación que tiende a inducir en el paciente un movimiento de regresión hacia el narcisismo primario, carácterizado como fusión con el analista, y, por otra parte, la regresión tópica hacia el narcisismo condiciona una regresión temporal, a saber, la reemergencia de los conflictos antiguos en la repetición de los conflictos en que consiste, hablando con propiedad, la transferencia. La compulsión de repetición aparece como la negación de la compulsión a la regresión tópica, donde cito aún otra fórmula todo el análisis está en esta oposición.
Están en estas palabras todas las cuestiones que quisiera plantear concernientes a la situación fusional. Recuerdo dos fórmulas, hay un único ello hablando y escuchando, o, incluso, el paciente y el analista tienden a estar en una mano en la cual está contenido todo.
Y bien, los momentos en que parecen confundirse la percepción la emisión de la palabra en una inmediatez de donde se aboliría toda pantalla y todo intermediario, si evocan, efectivamente, ciertas situaciones clínicas parecen bastante excepcionales en el conjunto y plantean, pues, de entrada el problema de su significación en la cura y, particularmente, en relación a la transferencia. Ciertamente está a lo que Stein elabora en su trabajo, pero al nivel, por así decirlo, una experiencia clínica global. Estaríamos tentados de preguntarle que lo condujo a elegir, a privilegiar situaciones relativamente escasas, hacer de esta uno de los hitos fundamentales de la cura. O incluso para mantenernos en este nivel clínico, quisiéramos, tal vez, saber tender a relaciónar tales hechos a una estructura neurótica determinada, por ejemplo, o bien como lo situaría en relación al conjunto de la cura y en relación a sus diferentes tiempos. En un registro ahora más teórico se plantearía el problema de saber cómo concibe Stein la regresión tópica en la cura y en qué medida le parece implicar una situación de estilo fusional, mientras que parecería tener, a primera vista relación con algo que sería, por el contrario, del orden de un develamiento del Gran Otro —para referirnos aquí a la enseñanza de Lacan—, o aún, ¿hay lugar de hacer converger el acto de libre asociación y la actividad del sueño, por una parte, la reemergencia del conflicto y el relato del sueño concebido como reflexión sobra el sueño, por la otra?.
Sabemos, por ejemplo, que una duda que apunta a uno de los elementos del sueño en el momento de su relato, enunciado en el relato, debe ser considerada como formando parte del texto del sueño y que el sujeto aparece implicado en el texto del sueño precisamente. Paralelamente, a propósito del único ello hablante y escuchante, le preguntamos lo que respecta al analista en los momentos narcisistas de la cura. Su modo de ser, ¿debe compararse a la actividad del sueño?. Dicho de otro modo, ¿esta él también sometido a la regresión tópica o se trata, más bien, de un fantasma de fusión del analizado?. A propósito ahora del narcisismo primario, está presentado como una situación límite referida a una identificación primaria fusional o a un estado de satisfacción alucinatoria del deseo, que supone una situación regida por el principio del placer.
Una nota que hace referencia a … pone la fusión en relación con la puesta en suspenso de la palabra separador y parece implicar referencia a un estado anteverbal o preverbal. Ciertamente se nos subraya que la regresión en sesión no ataca jamás completamente al narcisismo primario. Por supuesto, hay solamente movimiento hacia. No obstante, en cierto número de pasajes del texto parecen proponer el narcisismo como algo que sería uno de los pases primordiales o un primer tiempo del desarrollo.
El segundo artículo, por el contrario, introduce otro aspecto. El paciente para figurar la realización del narcisismo imposible es conducido a intentar plantearse como el objeto faltante, en el límite, el objeto colmante de su analista. Parece así apuntar a la restauración del narcicismo del Otro y este narcisismo se presentaría, entonces, como el mito o el fantasma de la completud del deseo del Otro.
Nos habíamos preguntado cual de estos dos aspectos parecía a Stein el más decisivo, el más esencial o, incluso, cómo los articulaba entre ellos.
Luego de esto, Stein, en su conferencia sobre El juicio del psicoanalista, aportó sobre este tema un cierto número de articulaciones precisas y pienso que es en esta dirección que sería conducido a responderle. Mantengo, no obstante, la interrogación, en la medida en que el problema quedaba planteado al nivel de estos dos primeros artículos.
A propósito ahora del segundo artículo, más especialmente, quisiera interrogar el texto de Stein sobre los hitos teóricos en ciertas categorías lacanianas, fundamentalmente el Gran Otro, el pequeño otro y el objeto a. Debo decir, a propósito de esto, que es la categoría del otro imaginario la que parecía más frecuentemente sobresalir en el punto en el que su trabajo me pareció tender, en diferentes momentos, a presentar la situación analítica como una situación dual, por ejemplo, cuando pone el acento sobre la dialéctica de la frustración en el análisis.
Del mismo modo, en el primer artículo se nos dice que en el momento de la reactualización del conflicto, al nacer la agresividad con el objeto, el paciente sale de la fusión para dirigirse en persona al analista, también responsabilizado como objeto de su discurso. ¿No es situar ahí al analista, esencialmente, como el otro imaginario de la rivalidad agresiva?. Ciertamente Stein introduce también el Gran Otro que se encuentra, igualmente, ciertamente implicado por lo que acabo de decir, e igualmente cuando el analista se encuentra designado como amo de la frustración o fuente del poder heterogéneo. Pero, me parece sin embargo, difícil diferenciar en su texto el Otro del otro de la relación imaginaria.
En fin, Stein introduce algo que parecería cercano a la categoría del objeto a, —en particular en el segundo artículo—, el analizado que intenta situarse como el objeto faltante del analista.
Sin querer retomar aquí el aporte de Lacan concerniente al objeto a y la articulación del deseo edípico y el deseo masoquista, hago la observación de que Stein parece, en este momento, comprometerse en una descripción de la situación analítica en términos de deseo.
Reencontramos, entonces, la cuestión. ¿Cómo articula este nivel con el del narcisismo?. En particular, debemos situar el objeto a como aquello cuya posesión en el límite sería restauración de la completud perdida?; o, incluso, si el narcisismo es sinónimo de la desaparición de los límites entre el yo y el no-yo, ¿debe verdaderamente compararse lo que puede conducirse en el curso de la cura del orden de una evocación fantasmática del objeto, que me parecía simplificar una estructura articulada más bien que una indicación fusional?
Finalmente, tercer grupo de observaciones. Quisiera, para terminar, retomar las cosas en el nivel de lo que hace acto del trabajo de Stein y le da todo su valor para nosotros, a saber, la ubicación de la referencia, de la elección de la palabra del analista como tal, aún, del poder de la palabra. Lo que debe parecer, primero, ser señalado es que Stein parece llevado a deber orientar su búsqueda en relación a una serie de oposiciones de dos términos. Por ejemplo, la alternancia regresión narcisista\reemergencia de los conflictos. O bien la oposición narcisismo\masoquismo, recubriendo esto las dualidades freudianas: principio del placer\principio de realidad, proceso primario\proceso secundario. ¿Se trata ahí de un modelo conceptual que deberíamos considerar como necesariamente implicado como encuadre de la situación analítica?. Stein ve, seguramente, el término de estas frases. Es, en suma, una interrogación sobre la impresión que da su texto, que está centrado, finalmente, esencialmente, sobre la oposición real-imaginario, haciendo pasar a segundo plano la dimensión propia de lo simbólico.
Ciertamente, mi impresión depende, probablemente, del hecho de que Stein, en este texto, no expone más que uno de los niveles de su articulación. Pero, en este nivel mismo la cuestión merecía, quizás, no obstante, ser planteada.
Por ejemplo, en el primer artículo, la palabra del analista toma su peso de que ella va en el sentido de la regresión e introduce, por el contrario, una ruptura, restituyendo, entonces, la dualidad de las personas. La palabra está ahí para reforzar la unidad o subrayar la dualidad.
Esta última eventualidad parece más esencial, ya que Stein sostiene su punto de vista situando a la palabra como lo que interviene para romper el narcisismo separando el yo de sus objetos. La palabra es corte. Ella es este corte que introduce la doble polaridad sujeto-objeto.
Declaro acá no saber muy bien si hay lugar de introducir, esencialmente, la palabra como corte que engendra una dualidad y no captar tampoco exactamente cómo se acuerda esta presentación con lo que está dicho de los momentos narcisistas de la cura, donde el sujeto escucha dentro y habla en un sólo y mismo movimiento donde ello habla, pareciendo la palabra amoldarse al flujo psíquico sin falla ni corte.
En el segundo artículo la palabra se opone al narcisismo como el principio de realidad al principio del placer. Ella es lo que obliga al paciente a constatar que hay realidad de su imposibilidad de su relación narcisista. Hay ahí, también, uno dualidad donde la palabra soporta e impone al sujeto. La palabra está situada del lado de lo real, representado por …., como amo de la frustración. ¿Debería ponerse esto a cuenta del error transferencial?. Me parece, no obstante, que la articulación de la palabra y de lo real como tales ganaría de ser precisada.
Es la misma cuestión que se plantearía, en fin, a propósito del fin de la cura como saber sobre la frustración. No es el analista —nos dice Stein— el que frustra al sujeto de su omnipotencia, sino que, la frustración es la realidad misma de la existencia. ¿Debería el psicoanalista, entonces, jugar los representantes de la realidad con el fin de volver a llevar ahí a su paciente?.
Fuerzo aquí el texto y es solamente con el fin de interrogar a Stein sobre el papel decisivo que otorga a la frustración. Me parece que la categoría más radical de la falta puede revelarse más manejable en los diferentes niveles de la estructura, permitiendo, por ejemplo, situar la castración en relación a lo frustración y articular, más precisamente, lo simbólico en relación a lo real y a lo imaginario. Cierro aquí estas observaciones que apuntaban solamente a introducir una discusión.
LACAN: —Sin demorarme en todo lo que hice decir a Conté, creo que dirigiéndome a Stein, él no puede más que reconocer que ahí está la exposición más estricta, más exacta, más articulada, más honesta y —agregaría— más simpática, que se pueda dar de lo que conocemos actualmente de su pensamiento, en un esfuerzo que no ha dejado de sorprenderlo, en la medida que, indiscutiblemente, son avenidas, si puedo decir, que ya nos han servido, en gran parte, y que era, incluso, vuestro fin integrarlas, poner el acento en lo que, Dios mío, ellas les sirven… auténtica experiencia.
No es ahora que yo voy a valorizar todo lo que me parece en la posición que es la suya, guardar la marca de una especie de modestia o tensión, de frenado, ligada a otras categorías, que son aquellas, debo decirlo, más corrientes en las teorías comunes que se dan actualmente de la experiencia analítica y cuyos dos términos está muy bien marcado en los dos polos, en los que usted expuso, por una parte, la noción discutible y de la que no es por nada que yo no lo haya discutido hasta el presente, a saber, la del narcisismo primario. Considera que el punto de mi elaboración no era, hasta el presente, para ninguno de aquellos que me siguen, al menos, abordable. Verán que con las últimas notaciones topológicas que les di va a aparecer totalmente claro que la diferencia de lo que traje como articulación con lo que fue recibido hasta aquí en este orden, y mostré —al mismo tiempo—, lo que es siempre necesario, cómo la confusión pudo producirse, que hay ahí un nudo que antes de abordarlo uno se aproxima a él. No es ahora que voy a marcarlo. Quizás, incluso, no hoy del todo, aunque quizás fuera al final de la sesión, a dar una indicación de esto. Por otra parte, el centramiento totalmente articulado y preciso que usted da del esquema del psicoanálisis como descansando sobre la frustración, ya que dice usted que es alrededor de la frustración que se sitúa, incluso como usted dice, que ahí está lo que se llama, hablando con propiedad, la transferencia, a saber, que el analista es en el comienzo el representante para el sujeto del poder de la omnipotencia que se ejerce sobre él bajo la forma de la frustración y que, al final, la terminación culminará en este saber sobre el hecho de que la frustración es la esencia divina de la existencia.
Pienso que ahí también lo que hice y traje consiste, propiamente, en decir que no hay más que este eje y que, en todo caso, la definición que usted da en la página tres o cuatro del artículo sobre transferencia y contratransferencia, que lo que ahí de esto cuando usted dice que esto es, hablando con propiedad, la transferencia, es muy precisamente para decir lo contrario, que introduje la transferencia mediante la fórmula clave para obtener este punto de fijación mental en la dirección que indico, es, a saber, que la transferencia está esencialmente fundada en esto que para aquel que entra en el análisis, el analista es el sujeto supuesto saber, lo que es estrictamente de otro orden, como usted lo ve, de lo que desarrollo actualmente. Es esta distinción de la demanda y la transferencia que descansa, al principio en el análisis, alrededor de esta Entzweinung de la situación analítica misma, para que todo pueda ordenarse de una manera correcta. Es decir, de una manera que haga, de un modo, concluir el análisis en un término, una terminación, hablando con propiedad, que es de una naturaleza esencialmente diferente de este saber sobre la frustración. Esto no es el fin del análisis.
Digo esto para centrar de algún modo, no digo que con esto cierre el debate, porque, al contrario, lo abro. Muestro que las líneas de fuga son completamente diferentes de lo que llamaría en resumen, su sistemática, lo que, después de todo, no tengo razón de considerar como corrido. Quizás usted lo reabra. Es su sistemática concebida, cerrada, con lo que tenemos actualmente, lo que presenta ya un cierto cuerpo.
Lamento, seguramente, que Conté en un esbozo, que puede decirse riguroso, viera que no llegaba completamente a ver el viraje, la transformación que se produce en su tercer artículo que contiene igualmente, cosas, a mis ojos, extremadamente discutible, fundamentalmente el acento que usted pone sobre la comunicación. Se trata, evidentemente, siempre del sentido que tiene la palabra del analista.
Subrayo, por otra parte, en el punto en que estamos del avance de las cosas, que no considero que vayamos a liquidar todo este debate hoy. El cuarto miércoles de Enero nos permitirá dar …
En el punto en el que estamos del tiempo, ¿vería usted cosas que le parezcan buenas para decir?, o quiere usted, por ejemplo, dejar a Melman que también tiene algo para decir, a Melman adelantar lo que aportó?
STEIN: —Creo que vale más, primero, que deje hablar a los otros.
LACAN: —Bien, porque, después de todo, incluso, si hoy no tiene todo su tiempo de respuesta, estamos reducidos a un número limitado, justamente, por eso, para que consideremos… para que el registro de lo que recibimos pueda de aquí a entonces madurar. Otros, quizás, querrán intervenir. Doy la palabra a Melman.
STEIN: —Quisiera, de todos modos, antes de que Melman hable, decir cuánto aprecié la exposición de Conté.
MELMAN: —Retomaré las cosas en el punto mismo en que Conté las hizo partir. Del hecho de estos trabajos de Stein se puede pensar que merecen una atención tanto más simpática y cuidadosa, cuanto que parecen constituir una especie de reflexión sobre una teoría general de la cura psicoanalítica y que Stein hace partir rotundamente, reflexión que él hace partir del poder de la palabra del analista. Lo que dice Stein desemboca en el problema del poder de la palabra en general y que culminará al final de este primer artículo aparecido en la Revue française de psychanalise, Marzo-Abril 1964, con esta fórmula: considerar el contenido de las palabras pronunciadas no basta jamás para dar cuenta del cambio producido por la palabra en aquel que la oye. Encarar, como lo hice aquí contrariamente a la costumbre, el discurso analítico de otro modo que desde el estricto punto de vista del contenido de las palabras pronunciadas, me parecen ser un paso a continuación del cual la inteligencia del susodicho contenido se encontrará fundada sobre la del poder de la palabra porque es sólo en apariencia que se funda en la inteligencia del contenido para lo esencial, la acción consciente del psicoanalista para el progreso de la clínica.
El pequeño punto que se podría señalar es que pasar del poder de la palabra en el analista al poder de palabra en general constituye un franqueamiento, constituye un paso, por supuesto, a mis ojos totalmente deseable, pero que implica, no obstante, qué tenemos que ver en el análisis con el lenguaje. Y esta segunda proposición que se trata de considerar el contenido de las palabras pronunciados parece una ilustración conmovedora de lo que quiere decir, que se podría ir a buscar su valor, su peso, no solamente a nivel de su contenido, sino, igualmente, de su continente, para señalar ahí, por ejemplo, que a nivel de su continente faltan ciertos términos que son aquellos, muy simplemente, que me permite reintroducir aquí para la claridad de lo que quiero decir, que son los términos, por supuesto, de significante y significado, y cuya introducción, pienso, pone mejor sobre los rieles lo que Stein quiere decir.
En efecto, ¿qué dice el autor?. Retomo, aquí un puntito desarrollado por Conté. Es que la palabra en la cura tendría dos caras. Una es la del paciente que está ordenada, por la asociación libre y que orienta irresistiblemente al paciente en la regresión hacia una expansión narcisista, narcisismo primario, y de la que el bienestar extremo último, hipotético está ligado con el sentimiento de fusión con el analista, pudiendo la susodicha fusión figurar el reencuentro con el objeto perdido, mítico, primario del deseo. La otra cara de la palabra es la del analista, de la que este dispone y de la que puede servirse, sea para favorecer la regresión hacia esta expansión narcisista del tipo primario, sea introducir un inevitable corte, el de la realidad, del que inevitablemente el paciente lo haría agente.
No se puede sino señalar ya aquí la posición bastante particular acordada por Stein a la palabra del analista y que parece se aclara aún mejor en este último trabajo hecho muy recientemente, en los lunes, de Pierre Aulagnier, en último trabajo que lleva por título El juicio del psicoanalista, y donde el autor dice esto: la palabra excepcional del psicoanalista que viene a colmar la espera del paciente es, efectivamente, recibida con placer. Ella neutraliza una tensión un sentimiento de adecuación y de alivio, incluso si inmediatamente después debe suscitar la cólera, la oposición o la denegación. De ahí su comparación frecuente a una sustancia, alimento, esperma o niño, que vendría a llenar el vientre del paciente, hasta, quizás, que tenga nauseas, habiendo recibido una interpretación hacia el fin de la sesión. Una paciente responde: usted me ha dado placer, quisiera partir ahí . Y a la sesión siguiente ella evoca: el placer que tengo cuando usted me habla, el aspecto inesperado de sus palabras, y, sin embargo, como un milagro, pero esta comparación no me gusta, porque en el milagro —agrega la paciente— hay algo pasivo , y que la paciente tiene dificultad para explicitar y, sin embargo, se refiere al temor de que el placer no dure y que no pueda captar todo lo que su psicoanalista le dice. Y esto termina así: y no nos sorprenderemos de ver a continuación que ella habría recibido la interpretación como un niño, que su psicoanalista le habría dado, satisfacción culpable. Y me parece que es en el nivel aquí de una formulación devenida totalmente clara que se precisa, sin duda, lo que quería decir Stein cuando dice que el contenido no agotaba la palabra del analista. Y, en efecto, este contenido tal como es llamado aquí parece evocar ningún significado que llamaría por sí mismo alguna articulación significante. Pero, parece, esencialmente, evocar el lugar de donde la palabra del analista tomaría esta brillantez tan singular.
No creo forzar aquí el pensamiento de Stein citando, por ejemplo, esta frase, siempre en este último trabajo, cuando dice: la palabra del psicoanalista es siempre esperada como la repetición de una palabra ya pronunciada. Tendría tendencia, por supuesto, de decir: como la evocación de un lugar ya desde ahí, desde siempre.
Continúo con Stein, palabra mítica, palabra fundadora, que lo establece a la vez —que establece al paciente a la vez— porque estos dos efectos son inseparables, en tanto que objeto del deseo del otro y en tanto que sujeto de una falta original.
Me parece que siempre acordándoles a estos elementos su lugar, que a mis ojos parece muy importante en el trabajo de Stein y en los efectos que provee, y diría que suponer que la palabra del analista se ejerce en este lugar, cuya brillantez tan particular apuntaba evocar hace un rato, supone, por supuesto, que el analista acepta o ratifica, plantea muy simplemente que su palabra viene de este lugar, y me parece que todo un cierto número de articulaciones presentes en el texto podrían eventualmente ordenarse alrededor de esta posición supuesta de la palabra del analista en la cura. Por ejemplo, cuando se dice que mediante estas libres asociaciones el analizado en la perfecta realización de su don —es una cita— busca realizar su palabra hacia este último lugar, que es aquel apuntado del analista. Se puede pensar, pues, que si mediante este don al analizado busca reunir aquí lo que lo puede parecer el lugar de la palabra del analista, es susceptible, eventualmente, de inscribir, digamos, un vivido, para simplificar en términos de fusión mítica, incluso en algo que puede, en este momento, tomar el término de esta extensión narcisista tan particular, susceptible de concluir en estos efectos extremos, es decir, el de una fusión con el analista. Hay un poco más en esto. Tengo la impresión que no dije esto del todo claramente. Vean, lo que quiero decir es que a partir de la localización de este lugar, que podemos preguntarnos si, efectivamente, a partir de este momento el movimiento del analista en la cura o es una tentativa de reunirse con un lugar a partir del cual, efectivamente, una fusión mítica puede desde siempre, quizás, ser supuesta, y, quizás, evidentemente, en este movimiento, situar algo que es este bienestar inefable, inscripto bajo el término de expansión narcisista primaria. Podríamos, igualmente, preguntarnos si situar las cosas así, quiero decir, la palabra del analista en este lugar, no viene esta palabra, que puede, ya sea, colmar esta represión narcisista ya sea, introducir el corte, si ver las cosas así no viene a recordar esta bivalencia corriente y frecuente que evoca una especulación frecuente que tiene, sin duda, su valor sobre el objeto bueno y el malo. Podríamos preguntarnos si, igualmente, situar las cosas así no es algo que permite comprender por qué a mis ojos debo decir, eso apareció como bastante sorprendente, el hecho de que si el sujeto viene a faltar a la regla fundamental en la cura, pueda, inmediatamente, sentirse culpable de masturbación. Se puede decir, pues, que ahí también situando las cosas así, o culpable de alguna satisfacción autoerótica original. Podríamos, pues, preguntarnos si la negativa del paciente cuando viene a faltar a la regla fundamental de perder algo obedeciendo a esta regla impuesta por el análisis, si esta negativa del paciente no es algo que toma este carácter eventualmente autoerótico o masturbador, porque podría significar el temor o la negativa de perderse el paciente en algún objeto a precisar, que estaría preso, precisamente, en el poder y en las manos del analista, que, por ejemplo, en el diálogo de la cura pueden intervenir elementos que hagan intervenir el cuerpo, lo somático, al nivel de un malestar que la palabra del analista sería susceptible de levantar.
Debo citar ahí, aún, algunas frases que me parecen totalmente claras y totalmente interesantes en la declaración, en el texto de Stein. Dice, por ejemplo, esta: levantando la incertidumbre, esta palabra del analista suprime, al mismo tiempo, el malestar. Pero, esta incertidumbre, al paciente ya la habla levantado radicalmente al traducir su malestar en una afección más o menos determinada de su cuerpo, fenómeno muy próximo a aquel de la complacencia somática que Freud estudió a propósito de la historia de Dora. A un cierto malestar en la espera de la palabra del psicoanalista, el paciente habría sustituído un sufrimiento que invitaba a la representación bastante precisa de la sustancia o del acento físico necesario para su supresión. Esto le permitía, al menos, saber qué le faltaba. Le había bastado tomar modelo de un sufrimiento experimentado en otro tiempo en razón de la acción, factor natural. Y así se explica el hecho de que la palabra del analista pueda actuar como si fuera una sustancia o un agente físico.
Tendría tendencia, por otra parte Stein dice en otro lugar, no es perfectamente que esta palabra del analista es igualmente la misma que, en fin, está todavía mucho mejor graficado cuando, por ejemplo, Stein la compare al alimento. Esta palabra que tiene por efecto entrañar una modificación corporal tal como el alimento calma el hambre o como los rayos del sol suprimen la sensación de frío. Ya he subrayado — dice Stein— que la palabra podía, dado el caso, hacer desaparecer un dolor de muelas a un dolor de cabeza. No es raro tampoco que calme una sensación de hambre o que caliente. Tal identidad de los hechos podría dar a pensar que es el sustituto de una sustancia o el agente de una acción física o que es de la misma naturaleza.
En fin, tendría tendencia a ver, igualmente, en esta posición, en este lugar particular acordado a la palabra del analista, algo que haría quizás el encaminamiento lógico del autor, se encuentre comprometido en un sistema perfectamente binario. Conté dijo, dual, hace un rato: un sistema binario sostenido por un modelo fundamental y que tendría tendencia a ver como esto, no algo que sería así, por ejemplo, bajo la fórmula ser o no ser, sino algo que sería, quizás, más bien, ser o no ser aquello.
En fin, le preguntaría también si no es a partir de este lugar, de este lugar acordado a la palabra del analista, que se encuentra forzosamente planteado el problema del fin de la cura, en esta situación cerrada o efectivamente, como lo hace Stein, no pueden ser inscriptos, no pueden ser traducidos más que en términos, de artificio, técnicos. De decir que, por supuesto, Stein no lo hizo. En sus palabras, en los textos que estudiamos no va más allá de esta introducción. Pero, en todo caso, sin embargo, es así. Quiero decir, en términos de artificios técnicos, que este fin de cura es evocado. Y efectivamente, con seguridad podemos preguntarnos cómo en esta situación dual, relativamente inmóvil, y situando en este lugar la palabra del analista, las cosas podrían ser tan diferentes.
En fin, para terminar el autor plantea, por supuesto, el problema de la verdad. ¿Cómo —dice Stein— podría, el analista hacer de su palabra la garantía de verdad, mientras que el paciente en la transferencia le atribuye un poder que no tiene?. Lo que desemboca, por supuesto, en fórmulas que hacen del analista un engañador, muy simplemente, él mismo engañado. Y diría que es, por mi parte, efectivamente, lo que sería llevado eventualmente a situar, quiero decir, en tal articulación, aunque, después de todo, veo mal, efectivamente, cómo podría ser ahí de otro modo si el analista no fuera llevado, quizás, no fuera conducido a llevar otra cosa al lugar del señuelo.
Stein agrega todavía no habría psicoanálisis si el psicoanalista, pretendiera plantearse en todo momento como fiel servidor de la verdad.
Releo esta frase no habría psicoanálisis si el psicoanalista pretendiera plantearse en todo momento como fiel servidor de la verdad.
Debo decir que, por mi parte, no estoy, en absoluto, de acuerdo, por supuesto, con esta conclusión, que pienso, muy por el contrario —termino de un modo abrupto y un poquitito rápido— que el análisis tiene, por al contrario, esta relación fundamental a la verdad y que si el psicoanalista no pudiera, efectivamente, ser constantemente su garante, correríamos el riesgo de volver a encontrarnos en estas posiciones de señuelos, en estas posiciones de engañador engañado con las consecuencias que esto puede tener sobre el desarrollo de la cura, que intenté, quizás, de manera un poquitito difícil o no siempre muy clara, de escribir en mi informe.
LACAN: —Son las 2.02, les pido aún dos minutos. No pienso que Stein responda hoy. El tiempo falta totalmente y pienso que las cosas deben ser retomadas. Una parte solamente de la dificultad del texto de Melman viene, ciertamente, de que este artículo sobre el juicio psicoanalítico de Stein no ha sido suficientemente presentado. Pienso que no escapa al mismo Stein esto que voy a aclarar enseguida, de que, en suma, Melman se dedicó a la lectura de un artículo esencialmente fundado sobre la función de predicación del analista. Es de alguna manera, en la medida en que esta predicación, dice usted, es esperada, que usted nota a nivel de cuatro resortes cuales son sus efectos. Para explicar estos efectos, incluso Melman supone de su parte una aprehensión más central de esta función de la palabra del análisis. En suma, la leyó, se atreve a leerlo más allá de todo que usted mismo osa ver. De todos modos, todos pueden seguir este lugar que él designa y es una interrogación. No es una toma de posición. Es por eso que él lo designó fundamentalmente, precisamente, a fin de cuentas, el lugar del objeto a. Usted lo sintió a lo largo de la exposición de Melman, y esto aún plantea problemas, ya que también sería de la naturaleza de esto reformar toda la cadena de su concepción, sino la nuestra. En fin, la nuestra desde hace diez años de la relación del paciente a la palabra del analista que no guía casi a nada menos que a hacer una posición constituida, no ahí, en absoluto, no se trata del masoquismo, —hemos dejado completamente de lado hoy nuestra concepción del masoquismo, porque ella plantea demasiados problemas— sino una concepción de algún modo hipocondríaca de la función de la palabra del analista.
Naturalmente todo concluye, él lo hizo concluir, admirablemente en esa dificultad que usted planteó. ¿Debe el analista ser el fiel servidor de la verdad?.
Es lo que aporté recientemente al decir que no hay lo verdadero de lo verdadero. ¿Es que no está ahí lo que le permitiría corregir lo que tiene de algún modo de simple aproximación, esta noción, desde luego, de que el psicoanalista no puede ser el fiel servidor de la verdad, por la razón de que no se trata de servirla?. En otros términos, no se puede servirla. Ella no sirve nada. Si el analista tiene una posición a definir es en muy otra parte que en la de una Behajung, que nunca es, en efecto la repetición de una Behajung primitiva. Es más bien, justamente, lo que fue introducido durante el debate interno en nuestra Escuela, al que Green, que había tenido algún eco de esto, hacía alusión hace un rato. Si, justamente, el analista está en una cierta posición es en aquella que no está en absoluto. Diría que hemos hablado, no todavía dilucidado, es la Verneinung precisamente.
Les doy esto como última sugerencia. Si quieren, es a partir de ahí que podremos retomar el cuarto miércoles de Enero este debate, por lo tanto, lo dejo simplemente abierto.
Pienso que, de todos modos, si se trata de Stein, hoy tuvieron para su hambre. Es inútil agregar que lo que fue esbozado y que planteo como última cuestión, ¿no hay una profunda confusión en esta especie de valor prevalente, de valor siempre de punto de aspiración que tiene la pulsión oral en todas nuestras teorizaciones del análisis?, ¿no viene eso de un desconocimiento fundamental de lo que puede tener de orientador, de director, en tal punto de fuga, el hecho de que se olvide que la demanda se pronuncia, cualquiera sea ella, con la boca?.