Los he dejado la última vez sobre un primer recorrido del rectángulo, aquí repetido a titulo de soporte evocador, de indicación; se trata siempre de referirse ahí en cuanto al fundamento de lo que tratamos de construir este año de una lógica del fantasma.
La elección planteada al principio del desarrollo de estas operaciones lógicas es esta alternativa especialísima que trato de articular bajo el nombre de alienación entre un no pienso y un no soy, con lo que comporta de forzado en la elección que impone que va del sí al no pienso.
Hemos recorrido bastante camino para saber cómo se sitúa la referencia analítica en el descubrimiento del inconsciente en la medida que da, este descubrimiento, la verdad de esta alienación. Algo está desde entonces suficientemente indicado del soporte de esta verdad bajo el término tantas veces repetido ante ustedes: el a.
Esto es posible porque les hablé de este objeto a desde hace mucho tiempo, así puede representar para ustedes algún soporte. ¿La articulación especial que él tiene con esta lógica, no está empujada hasta su término?. Les he indicado al final de nuestra última cita que la castración no es sin relación con este objeto como causa del deseo domina lo que es posible al sujeto cercar como campo, como captura, como aprehensión de lo que se llama en la esencia del hombre el deseo.
Inútil decir aquí que esta esencia del hombre es una referencia spinoziana y no acuerda a este término hombre más acento que el que le doy de ordinario.
Ese deseo en tanto se limita a esa causación o el objeto a, no es el mismo punto que necesita que al nivel de la sexualidad del deseo se represente por la marca de una falta; todo se ordena, se origina, en el reporte sexual tal como se produce en el ser hablante, alrededor del signo de la castración, a saber, alrededor del falo en tanto que representa la posibilidad de una falta de objeto.
La castración entonces es como despertarse a que la sexualidad, quiero decir todo lo que se realiza en el acontecimiento psíquico, sea algo que se marca del signo de una falta, por ejemplo: que el Otro de lo vivido inaugural de la vida del infante debe en un momento aparecer como castrado. Sin duda este horror está ligado a la primera aprehensión de la castración, soportada por lo que designamos en el lenguaje analítica como la madre, a saber, lo que hay simplemente que tomar como un personaje cargado de diversas funciones en una cierta relación tipificada en el registro de la vida del pequeño humano, también algo que tiene una relación con lo más profundo, con este Otro que esta cuestionado en el origen de toda operación lógica, este Otro que esta castrado. El horror correlativo regular que se produce en este descubrimiento es algo que nos lleva al corazón de la relación del sujeto al Otro en tanto que se funda ahí.
La sexualidad tal como es vivida, tal como opera, es en esta dirección algo fundamental en todo lo que subrayamos en nuestra experiencia analítica, algo que representa un defenderse de dar curso a esta verdad: que no hay Otro.
Es lo que tengo que comentar para ustedes hoy, pues si he tomado el principio de la tradición filosófica para pronunciar Otro no existe, y a este propósito evoqué la correlación ateísta que esta profesión comporta, es porque seguramente no es algo en lo que podríamos detenernos; hace falta que nos decidamos a ir más lejos: ¿Esta caída del a, esta S(A/) [A mayúscula barrada], que planteamos como siendo el término lógicamente equivalente de la elección inaugural de la alienación, qué quiere decir?. Que lo que es puede caer si a no es. Planteamos que no hay ningún lugar donde se asegura la verdad constituida por la palabra, si no son las palabras que están vacías, o si más bien hace falta decir que las palabras no tienen lugar que justifique el cuestionamiento por la conciencia común de lo que no es más que palabra. ¿Qué quiere decir, qué añade esta formulación S(A/) [A mayúscula barrada] que les doy como llave para partir de un paso justo y que podríamos recordar hace bastante tiempo concerniente a la lógica del fantasma?. Si es un algoritmo del tipo matemático del cual me sirvo para soportar S(A/) [A mayúscula barrada], es para afirmar que hay otro sentido más profundo al descubrir lo que representa la conciencia moderna; que ella sea aquella de los religiosos o de aquellos que no lo son y que son ateos, eso no sería simplemente inspirar una sombra sino afirmar esta no existencia del a, no se trata por último de otra cosa.
Hay muchas maneras de percatarse que se trata de hecho de otra cosa. ¿Qué quiere decir? Acabo de decirlo, que esta marcado. El sentido de lo que Pascal llamaba el Dios de la filosofía, de esta referencia al Otro tan esencial para Descartes, quien nos ha permitido partir de ahí para asegurar nuestro primer paso, es que no es justamente más que el Otro que Pascal llama el Dios de los filósofos, el Otro en tanto que es, en efecto, necesario a la edificación de toda filosofía, eso que no lo carácteriza más y mejor en los místicos contemporáneos de la misma etapa de la reflexión sobre el Otro. ¿Es que lo que no lo carácteriza es esencialmente no ser marcado?. Teología negativa. Y qué quiere decir esta perfección invocada en el argumento ontológico, si no es que ninguna marca lo corta.
En este sentido el símbolo S(A/) [A mayúscula barrada] quiere decir que podemos razonar nuestra experiencia a partir de esto: Que el Otro está marcado. De esto se trata desde el principio en esta castración primitiva atinente al ser maternal.
El Otro está marcado, nos damos cuenta rápido por pequeños signos; si hacia falta avanzar deberé hacer antes, de manera magistral, eso que es siempre abusar un poco de la creencia que se tiene del rol que aquel que enseña, tratar de ver en pequeños signos como aquellos que se ven cuando se traduce; si yo hablara alemán ustedes podrían plantear la pregunta de saber como traduciría ese Otro que ustedes me dejan pasar hace tantos años y con el cual les he rebatido las orejas: das andere o der andere.
Ven la dificultad que se manifiesta del hecho, no como se dice que haya lenguas donde el neutro constituiría lo más marcado en cuanto al género, es totalmente absurdo, la noción de género no se confunde con la bipolaridad masculino-femenino el neutro es un género marcado. Lo propio de las lenguas donde no está marcado es tenerlo debidamente marcado, puede cobijarse bajo lo masculino regularmente. Es lo que me permite hablarles del Otro sin que ustedes se hayan interrogado, si es necesario traducir: das andere o der andere, lo que entraña si se tiene que elegir (haría falta que hable con algún anglófono, no falta en mi auditorio) alguna dificultad en inglés.
He observado en mi discurso en Baltimore que lo he traducido por the Other, parece que eso no va solo, imagino que es en razón del valor enteramente diferente del artículo definido en inglés que hizo falta que hable de este Otro, de mi Otro, por the otherness; se trataba siempre de ir en el sentido de lo no marcado, nos hará falta en inglés pasar por una cualidad incierta, el otherness es algo que se escabulle completamente. No quiero decir que me sea fácil encontrarle un representante en el sentido que quiero dar al Otro y, a aquellos quienes me han planteado la traducción tampoco.
Pero esto en sí mismo es bastante significativo, más precisamente de la repugnancia que hay que introducir en la categoría del Otro, la función de la marca. Cuando tienen que vérselas con el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, ustedes no están privados de marca, es por lo que eso no va sólo sino también con aquellos que tienen que vérselas indirectamente todavía con esta especie de Otro, ellos también tienen un destino bien marcado.
He soñado, para algunos pequeños de esta tribu que me rodea, con elucidar un poco la cuestión concerniente a su relación a Dios, al nombre impronunciable, a aquel que se expresa en el registro del Je, no del Soy aquel que soy, no de transposición de un pensamiento plotiniano, sino del Soy lo que soy simplemente. He pensado: volveré siempre ahí para rendirles este servicio, y quedaremos siempre allí, en tanto que no hayamos retomado la cuestión del Nombre del Padre. Hablo de los pequeños, están también los grandes. Los grandes judíos no tienen necesidad de mí para enfrentar a su Dios.
Pero tenemos aquí que ocuparnos del Otro en tanto campo de la verdad, y de que este Otro esté marcado, lo queramos o no como filósofo, que esté marcado desde el principio por la castración, He aquí hoy de qué nos vamos a ocupar. Es contra lo cual, desde que el análisis existe, nada podría prevalecer.
Es porque considero que hay todo un lugar de ruptura sobre cierto terreno, que hay especulaciones sobre las cuales no hace falta dejarse llevar a esta pendiente, tampoco juzgar como se me lo ha imputado, sino simplemente ir a buscar eso que testimonia involuntariamente: de la verdad que falta.
Remarcar en el pensamiento de tal filósofo contemporáneo, que en tal punto hay algo que toma el lugar de una falta y que expresa de manera más o menos embarazosa con la conciencia notética de sí, de la cual no hay nada para decir, si no es más que eso no es unsinn, es hablando con propiedad unsinnlos. Es aún demasiado decir; este punto podría ser la marca del lugar mismo que haría ese algo indicado como faltante.
No es nada parecido, no es en esta impensable anterioridad de lo que se instaura como punto de Verliebtheit que debemos buscar ese punto nodal si es necesario definirlo, y es necesario definirlo porque es encontrable; van a ver en este punto nodal que estaría para nosotros en la posición donde estamos puestos, el punto giratorio donde reencontrar el lazo del cogito. No es nada, no obstante, que el Otro aparezca, por ejemplo, en tal especulación, por más que aquí lo invoque. Si hablo de eso es para mostrar que hasta en los detalles más perseguidos, sólo la ruptura puede responder a la búsqueda trazada.
Cómo no darse cuenta que este pensamiento que invoco aquí, sin querer etiquetarlo, precisamente para marcar que tenemos que escalonarlo, no sabría de ninguna manera autorizarse en una etiqueta y menos la mía.
Este pensamiento nos guía cuando se trata de la derrota del voyeurista, por ejemplo, puesto este acento, esta mirada, este pensamiento que les dirige para justificar su sorpresa, aquella del voyeurista por la mirada del Otro, justamente del que llega de imprevisto mientras que el tiene el ojo en la puerta, de manera que esta mirada es suficientemente evocada por el ruidito anunciador de esta llegada. Se trata en cuanto al estatuto del acto del voyeurista, de algo que nos hace falta también nombrar: la mirada, pero hay que buscarla por otro lado, a saber, justamente en lo que el voyeurista quiere ver pero dónde él desconoce que se trata de lo que lo mira más íntimamente, de eso que lo fija en su fascinación de voyeur hasta el punto de hacerlo inerte como un cuadro.
No volveré a tomar el trazado de lo que ya he desarrollado ampliamente, sino la errancia radical que es la misma que se expresa en esta fórmula: que el infierno es nuestra imagen por siempre fijada en el Otro. ¡Falso!. Si el infierno está en alguna parte está en el Je, es esta errancia no hay ninguna mala fe a invocar, tan excusable como la astucia cretina apologética de la buena fe hecha para domesticar el narcisismo del pecador. Hay vía justa, hay vía falsa, no hay transición; los tropiezos de la vía falsa no tienen ningún valor, en tanto que no son analizados y no pueden serlo más que a partir de una salida radicalmente diferente. En la ocasión, la admisión en la base y en los principios del inconsciente es la búsqueda de lo que constituye como tal su estatuto.
Lo que reemplaza al defecto de la Verliebtheit, no podría de ninguna manera situarnos como su propia imposibilidad. Es en otra parte que no hace falta encontrar su función, que no será la misma función. Acerca de eso en ese trazo sobre el cual ha hecho falta, viniendo de alguna confusión parece que es necesario casi encontrarse implicado; puesto que he podido escuchar de la boca de analistas que había ahí a pesar de todo, algo para retener en la aproximación que desde afuera se trataba de instaurar, la sobrevenida de cierto pensamiento sobre el fondo supuesto de una filosofía supuestamente atacada, subvertida. Es sorprendente que la posibilidad de tal referencia pueda ser admitida como efecto posible de lo que se llama alienación. He escuchado esto en boca de alguno que no comete siempre errores en una fecha en donde no había hecho sonar bastante a sus orejas eso que hace falta pensar: el término alienación.
La alienación no tiene nada que hacer con lo que resulta de deformación de la comunicación, así mismo diré de la manera más tradicional: está suficientemente establecida en un pensamiento que se llama marxista, está claro que la alienación en ese marxismo no tiene nada que ver con la confusión. La alienación marxista por otra parte no supone absolutamente en sí la existencia del Otro; consiste simplemente en que yo no reconocería, por ejemplo, mi trabajo en esta cosa, que no tiene nada que hacer con la opinión y que ninguna persuasión sociológica modificará de ningún caso, a saber, que mi trabajo me vuelve y que hace falta que lo pague con cierto precio. Es algo que no se resuelve por cierta dialéctica directa, que supone el juego de toda suerte de eslabones bien reales si se lo quiere modificar, no a la cadena ni al mecanismo que es imposible romper, sino a las consecuencias más nocivas, es lo mismo en lo atinente a la alienación, y es porque lo importante que enuncio aquí de la alienación toma su relieve. No de tal o cual que queda más o menos sordo en el sentido de lo que articulo, sino precisamente de sus efectos sobre aquellos que lo comprenden perfectamente, con la condición de que primero estén concernidos.
Es porque es al nivel de los analistas que algunas veces, sobre lo que enuncio de más avanzado, recojo los signos de una angustia que puede llegar hasta la impaciencia; así la última vez he podido enunciar de una manera lateral, hecha para dar su verdadero esclarecimiento a lo que definía como la posición del no soy en tanto que es correlativa a la función del inconsciente, y que articulaba sobre ese punto la fórmula como la verdad que el amor me permite formular, a saber: —Si tú no eres, muero— dice el amor se conoce ese grito y lo traduzco como: Tú no eres nada, más que eso que soy.
No es extraño que tal fórmula vaya más allá mientras traza la abertura hacia el amor, por esto simplemente: que indica que la Verwerfung que constituye, releva que el amor no piensa pero no articula, como Freud lo hace, pura y simplemente, que el fundamento del amor sea el Lust ich y que no hay otra cosa, Freud afirmaba esto, que el efecto del narcisismo.
Como entonces en una fórmula que parece infinitamente más abierta (para no ir menos lejos en estos señalamientos implicado en cierto mandamiento que pienso no le es desconocido: Es en lo más secreto de ti mismo que debe ser buscado el resorte del amor al prójimo), cómo puede una tal fórmula en una oreja analítica, evocar no sé que alarma, como si lo que yo hubiera pronunciado allí fuese despreciativo. Y si como lo he entendido cometía alguna imprudencia de auditor de veinticinco años, me permito adelantar una frase que reduciría el amor a nada.
Cosa singular, al nivel de los veinticinco años no tengo mi conocimiento seguro, y hay algunos de esos que vienen a hacerme en la semana siguiente confidencias, reacciónes singularmente tónicas. Por más austera que sea la fórmula, ha parecido saludable en demasía.
Que es lo que condiciona entonces la inquietud de un analista si no es esto que he marcado bajo esta fórmula con el tejido que desplaza la nada de una nada: Tú no eres más que esa nada que soy. No es menos cierto que la fórmula precedente, en tanto que nos relacióna a la función clave, vuelvo al estatuto del soy en esa y está de hecho toda la cuestión. Es donde quiero hoy retardarme todavía un poco, donde se concibe, en efecto, que interesa al analista en tanto que sólo en la operación del análisis nos permite ir lo bastante lejos en esta relación de pensamiento al Ser al nivel de Je. Para que introduzca la noción de castración, el a en esta operación ha sido acabado por una cola significante, el a en el camino que traza el análisis es el analista. Es porque el analista tiene que ocupar esta posición de a que, en efecto, para él es la fórmula que más legítimamente eleva la angustia que conviene, si se recuerda lo que he formulado de la angustia: que ella no es sin objeto.
Esto indica que sea, por tanto, fundada, que en con este objeto llamado por la operación significante del análisis, se encuentre en este lugar suscitado a interesarse, a menos a saber como lo asume, son cosas que están todavía bastante distantes de la consideración que podríamos traer aquí. Como no reconocer que no hay ahí nada que deba más desconcertarnos que eso que desde hace bastante tiempo había sido formulado por las vías del cortocircuito aforístico de una sabiduría perdida, pero no totalmente sin eco bajo la forma: Reconócete, tú eres esto. Lo que bien entendido no podría más que quedar opaco a partir de cierto sesgo de la tradición filosófica.
Si esto no puede ser identificado al correlato de la representación, donde se instaura en esta traición el sujeto, nada es más vacío que esta fórmula, cualquiera sea su representación. Es algo que es demasiado fácil decir, que corrompe el desarrollo moderno de un pensamiento bajo el nombre de idealismo, y el estatuto de la representación como tal es para nosotros a retomar.
Si el análisis tal como a nosotros nos es presentado tiene un sentido, es que desequilibra completamente la función de la representación. Seguramente tenemos que hacer materia muerta, alrededor de la cual no tenemos ninguna relación al Je.
Este análisis es un juego fascinante, podrán encontrar el testimonio de esto en el último volumen, desde las primeras páginas de De la miel a las cenizas de Lévi-Strauss, donde vemos articularse en un cierto número de mitos, las relaciones de la miel concebida como sustancia nutritiva preparada por otros que el hombre, ante la distinción de la naturaleza y la cultura, con eso que opera más allá de lo crudo y lo cocido de la cocina, a saber lo que se reduce a humo: el tabaco.
Encontramos bajo la pluma de su autor algo singular relativo a esta formulación que abrocha en ciertos textos medievales sobre esto que nos llegará antes del tabaco; ese lugar estaba de alguna manera presto para esta oposición de las cenizas ya indicada por la relación a la miel, la cosa miel desde siempre esperaba la cosa tabaco. Sigan o no la vía del análisis de Lévi-Strauss: ¿No está hecho para sugerirnos lo que conocemos en la práctica del inconsciente y empujar más lejos la crítica de lo que Freud articula bajo el término de Sachvorstellung?.
En la perspectiva idealista se piensa, después de todo porque Freud no lo habría escrito representación de cosa en tanto que son las cosas las representadas; pero porque repudiaríamos pensar las relaciones de las cosas sosteniendo algunas representaciones que pertenecen a las cosas mismas, puesto que las cosas se hacen signos con toda la ambigüedad que puedan poner en este término. Se hacen signos entre ellas que pueden llamarse, oírse y ordenarse como orden de las cosas. Sin ninguna duda es aquí que jugamos cada vez que interpretamos como analistas, hacemos funcionar alguna cosa como Bedeutung.
Seguramente es la trampa, eso no es tampoco trabajo analítico, por entretenido que sea el juego de reencontrar en el inconsciente la red, la trama del viejo mito, allí estaremos siempre servidos. Desde entonces se trata de la Bedeutung, reencontraremos todo esto que queremos como estructura de la era mítica; es por eso que al fin de cierto tiempo el juego ha fastidiado a los analistas, se han percatado que era demasiado fácil, el juego no es fácil cuando se trata de textos recogidos, atestados de mitos existentes. No están no importa cuales, sino al nivel de lo inconsciente, en el análisis el juego del sujeto es mucho más volátil… ¿por qué?. Precisamente porque está ahí desanudado viene a conjugarse a un no soy, que se manifiesta bastante lo dije la última vez en sus formas que hacen en el sueño omnipresente y nunca completamente identificable la función del Je.
Otra cosa debe retenernos, precisamente los agujeros de este juego de la Bedeutung. Cómo no hemos remarcado esto que es sin embargo de una presencia enceguecedora, a saber, el costado de Bedeutung obturado, si puedo decir, bajo el cual se manifiesta todo lo que ataña al objeto a.
Seguramente los analistas hacen todo para ligarlo a alguna función primordial que imaginan haber fundado en el organismo, como por ejemplo cuando se trata de un objeto de la pulsión oral; es porque también ellos irán incorrectamente a hablar de buenas o malas leches, mientras que no se trata de nada de eso sino del seno. Es imposible hacer la ligazón de la leche a un objeto erótico esencial al estatuto del objeto a mientras que en cuanto al seno la objeción no es la misma. ¡Pero no ve que un seno, habían pensado ustedes, no es representable!.
No, hay aquí una gran minoría para quien un seno puede representar un objeto erótico, son ustedes capaces en términos de representación de definir en nombre de qué. ¿Qué es lo que es un bello seno?. Aunque el término sea pronunciado puedo definir cualquier cosa para dar un soporte a este término bello seno.
Si hay algo que se constituye ahí haría falta para esto, como un día un aprendiz de poeta que no está lejos ha articulado al fin de un cuarteto que el oficia, estas palabras: la nube deslumbrante de los senos. No hay ninguna otra manera de jugar este registro de nubosidad adjuntándole algo del orden del reflejo, a saber, de lo menos aprehensible por lo cual puede ser posible soportar la Vorstellung, este objeto que no tiene otro estatuto más que eso que podemos llamar con toda la opacidad de este término: un punto de goce. ¿Qué quiere decir?.
Diría que voy a tratar de utilizar un poco (no sé como llego a hacerlo pasar, que importa) lo que he escrito en otros términos, mientras me esforzaba por centrar, para hacerles sentir, ese síncope de la Bedeutung. Está ahí el punto que viene a colmar el signo de donde de repente me pareció lo que había de más propio para soportar ese rol del objeto seno en el fantasma, en tanto que es verdaderamente soporte específico del Je, de la pulsión oral, no es ninguna otra cosa más que la fórmula que les he dado aquí cien veces para imaginar el carácter puramente estructural del Sinn: colorless ideas green, estas ideas sin color y verdes, sleep furiously. Nada me parece poder expresar de una manera más adecuada el privilegio de este objeto, nada lo expresa de manera más adecuada, es decir, poética: que ellos duermen furiosamente. No es de despertarlos, hay un pequeño affaire cuando se trata de los senos.
Esto está hecho para ponernos sobre una huella, la que va a aproximarnos a la cuestión dejada en suspenso de lo que puede permitirnos suplir a este bewußtheit. Pues bien entendido esto es el objeto a, solamente hace falta saber encontrarlo.
No es porque se sepa su nombre desde el comienzo que se lo reencuentra, por otra parte reencontrarlo no significa nada sino alguna ocasión de divertimiento.
Que viene Freud a articular para nosotros al nivel del sueño, nos asombraremos por lo que suelta, si puedo decir, para indicar cierto perfil de vigilia del sujeto en el dormir. Si hubiese algo que carácteriza esta falta del Otro que designo como fundamental de la alienación, si el Je no es nada más que la opacidad de la estructura lógica, si la intransparencia de la verdad da el estilo del descubrimiento freudiano, no es extraño verlo decir que tal sueño que contradice su teoría del deseo no significa más que el deseo de contrariarlo.
No es suficiente a la vez para mostrar la justeza de esta fórmula que articulo que el deseo es el deseo del Otro, mostrar en qué suspenso el estatuto del deseo es dejado si el Otro no existe.
No es acaso más notable ver en Freud al fin de una las secciónes del capítulo VI, sobre el cual he insistido la última vez, precisar que es de una manera segura que el soñador se arma y se defiende con esto: que lo que sueña no es más que un sueño. A propósito de lo cual va a insistir sobre esto: que hay una instancia que sabe siempre que el sujeto duerme, y que esa instancia, aunque eso puede sorprendernos, no el inconsciente, es precisamente el preconsciente que representa, el deseo de dormir.
Esto nos llevará a reflexionar sobre lo que pasa al despertar, porque si el deseo de dormir se encuentra por la intermediación del dormir tan cómplice con la función del deseo en tanto tal, en tanto ella se opone a la realidad, qué es lo que nos garantiza que partiendo del dormir el sujeto esté más defendido contra el deseo en tanto que encuadra eso que se llama realidad. El momento de despertar no puede ser jamás más que un corto instante, aquel donde se cambia el telón. Pero dejemos ahí esta primera puesta en suspenso sobre la que volveré y, sin embargo, hoy quise tocar.
Sigamos a Freud; soñar que se sueña debe ser el objeto de una función, seguramente para que podamos decir que siempre esto designa el acercamiento inminente de la realidad. Que se pueda percibir algo que se rearma de una función de error para no retomar la realidad, no es acaso ver una vía exactamente contraria al aserto de que una idea es transparente a sí misma, es la huella de algo que merece ser seguido.
Para hacerles sentir como lo entiende, me parece que no puedo hacer mejor que ir gracias al camino que me abre una fábula muy conocida, sacada de un viejo texto chino, la de Chuang Tzu. Dios sabe lo que hace decir a propósito de ese sueño bien conocido, de ese que habría dicho después de haber soñado ser una mariposa. Habría interrogado a sus discípulos sobre el tema de saber cómo puede distinguirse Chuang Tzu soñándose mariposa de una mariposa que por más despierta que se crea no haría más que soñar ser otra cosa. Inútil decir que esto no tiene absolutamente el sentido que se da habitualmente al texto de Chuang Tzu. Las frases que siguen muestran de qué se trata esto nos lleva sobre el tema de la formación de los seres y de vías que nos escapan desde hace mucho tiempo en gran medida, en cuanto a lo que era exactamente pensado por aquellos que han dejado huellas escritas.
Este sueño quiero permitirme suponer que ha sido inexactamente relaciónado.
Cuando Chuang Tzu se sueña mariposa se dice: —esto no es más que un sueño—, lo que es completamente conforme a su mentalidad, no duda un instante de sobrellevar este pequeño problema de su identidad de ser Chuang Tzu. El se dice: —esto no es más que un sueño—, y es precisamente en lo que falta a la realidad pues alguna cosa es el Je de Chuang Tzu, reposa en esto tan esencial a toda condición del sujeto, a saber, que el objeto es visto. El no es nada que nos permita dominar mejor lo que tiene de traicionero ese mundo de ficción, en tanto que soportaría esa especie de congregación que llamaríamos mundo o extensión, del cual el sujeto seria el único soporte y modo de existencia. Que hace a la consistencia de este sujeto en tanto que ve, es decir, en tanto que no tiene más que la geometría de la visión, en tanto puede decir al Otro: esto está a la derecha, esto a la izquierda, esto está adentro o afuera; qué le permite situarse como Je sino lo que ya he subrayado en el pizarrón en ese mundo visible: que la mariposa no es ninguna otra cosa más que eso que lo designa a él como mancha, y como eso que tiene de original la mancha en el surgimiento a nivel del organismo de algo que hará visión. En tanto que el Je es mancha sobre fondo, eso que va a interrogar, que ve, que no puede encontrar y se esconde, es ese origen de mirada; manifiesta al ser articulado, para nosotros, la luz del sol para inaugurar lo que es del orden del je en la relación escoptofílica. Acaso no está allí, el sólo sueño y lo que enmascara la realidad de la mirada en tanto hay que descubrirla.
Es a este punto que quería conducirlos hoy respecto del recuerdo de la función del objeto a y su correlación estrecha al Je. ¿Sin embargo, no es verdad que cualquiera sea el lazo que soporta indica el encuadre, el juego de todos los fantasmas?. No podemos todavía asir en una multiplicidad al resto de estos objetos a, lo que le da ese privilegio en el estatuto de Je en tanto que se plantea como deseo.
Es eso lo que nos permitirá, inscribir de una maneras más precisa, la invocación de la repetición. Si el sujeto puede inscribirse en una cierta relación de pérdida por relación a este campo donde se dibuja el trazo en el cual se asegura en la repetición, es que este campo tiene una estructura. Decimos eso que hemos ya adelantado bajo el término de topología, asegurar de una manera rigurosa que quiere decir el objeto a por relación a una superficie nos hemos ya aproximado en esta imagen de algo que se recorta en ciertas superficies privilegiadas, de manera de dejar caer algo de este objeto de caída que hemos retenido y que creímos que debíamos representar en un fragmento de superficie, es actual una representación grosera e inadecuada.
Ni la noción de superficie es para expulsar, ni la noción del efecto del trazo y del corte; no es seguramente de la forma de tal fragmento, aquel que propicia que nos aparezca esta imagen, que va a engancharnos de eso que es usado en el discurso analítico bajo el término de objeto parcial, que nos hace contentar con relación a las superficies que hemos definido como algo a considerar desde el ángulo espacial, donde cada punto testimonia una estructura que puede estar excluida en cada punto. Es en tanto que tendremos que articular ahí algunos efectos de corte, que conoceremos algo en esos puntos evanescentes que podemos describir como objeto a.