Que es ser psicoanalista? Hacia este objetivo se encamina lo que trato de decirles este año bajo el título del acto psicoanalítico.
Es extraño que en algunos de los mensajes que me han enviado, lo que les agradezco, a los que tuvieron la amabilidad de hacerlo puesto que se los habla pedido, es extraño que a veces surja que: yo estaría haciendo acá algo parecido u cierta reflexión filosófica. Quizás sin embargo alguna reunión como la de la ultima vez, por supuesto, si no dejo de hacer mella en aquellos entre ustedes que siguen lo mejor de mi discurso, les haya advertido no obstante que se trata de otra cosa. La experiencia —una experiencia es siempre algo cuyos ecos se ha tenido recientemente— prueba que el estado de ánimo que se produce en cierto orden de estudios llamado filosófico se aviene mal a cualquier articulación precisa como la de esta ciencia que se llama lógica, yo he incluso abrochado y retenido en este eco la apreciación humorística de que semejante tentativa de hacer entrar lo que está edificado como lógica en los cursos, en lo que es impuesto para el cursus o gradus filosófico, estaría emparentada con esa ambición tecnocrática de la que es la última contraseña de todas las resistencias auriculares acusar a los que, en el conjunto, tratan de aportar ese discurso más preciso, del que el mío formaría parte, a título de estructuralismo y que en suma se distingue por esa carácterística común de tomar por objeto lo que se constituye no en calidad de lo que es habitualmente el objeto de una ciencia, es decir algo de lo cual uno está de una vez por todas a suficiente distancia para aislarlo en lo real como constituyendo una especie especial, sino ocuparse propiamente de lo que está constituido como efecto de lenguaje.
Tomar por objeto el efecto de lenguaje, es en efecto lo que puede ser considerado como el factor común del estructuralismo y que ciertamente a este respecto el pensamiento encuentra su sesgo, su inclinación, su forma de escapar, bajo la forma de un ensueño, por eso que, precisamente, alrededor de allí se esfuerza en tomar cuerpo restituyendo qué? Antiguos temas que, por diversos motivos, abundaron siempre alrededor de todo discurso en tanto que es propiamente la arista de la filosofía, es decir, mantenerse a la cabeza de lo que, en el uso del discurso, tiene algunos efectos donde se sitúa precisamente eso por lo cual ese discurso llega ineludiblemente a esa especie de mediocridad, de inoperancia que hace que la única cosa dejada afuera, eliminada, sea justamente ese efecto.
Ahora bien, es difícil no darse cuenta que el psicoanálisis ofrece un terreno privilegiado para semejante reflexión.
¿Qué es en efecto el psicoanálisis? En un artículo que se encuentra en mis escritos con el título Variantes de la cura tipo, escribí incidentalmente esto que me ocupé de volver a extraer esta mañana, que interrogándome sobre lo que es el psicoanálisis —puesto que justamente se trataba de mostrar cómo pueden definirse, instituirse estas variantes, lo que presupone que habría algo tipo, fue precisamente para corregir una cierta manera de asociar la palabra «tipo» a la de eficiencia del psicoanálisis que escribí ese artículo- decía pues incidentalmente: «Ese criterio raramente enunciado por ser tomado como tautológico, nosotros lo escribimos: un psicoanálisis, tipo o no, es la cura que se espera de un psicoanalista».
«Raramente enunciado» porque en verdad, en efecto, se retrocede ante algo que no sólo sería tautológico, como yo escribí, sino que además sería, o evocaría no se qué de desconocido, de opaco, de irreductible que consiste precisamente en la calificación del psicoanalista.
Observen sin embargo que es lo que pasa en efecto cuando ustedes quieren verificar si alguien pretende con justa razón haber atravesado un psicoanálisis: ¿a quién se dirigió? ¿Ese alguien es o no psicoanalista? He aquí lo que va a zanjar la cuestión. Si por alguna razón —y justamente las razones son lo que tenernos que colocar acá bajo un signo de interrogación— el personaje no está calificado para llamarse psicoanalista, por lo menos se engendrará un escepticismo sobre el hecho de saber si se trata o no de un psicoanálisis en la experiencia de la que el sujeto se autoriza.
En efecto, no hay otro criterio. Pero justamente es ese criterio lo que sé tratará de definir, en particular cuando se trata de distinguir un psicoanálisis de ese algo más amplio y que todavía tiene límites inciertos que se llama una psicoterapia.
Rompamos esa palabra «psicoterapia». La veremos definirse por algo que es «psico» psicológico, es decir una materia de la que lo menos que se puede decir es que su definición está siempre sujeta a alguna polémica; quiero decir que no hay nada menos evidente que lo que se ha querido llamar la unidad de la psicología, ya que además ésta sólo encuentra su estatuto en una serie de referencias de las que algunas creen poder asegurarse serle lo más ajenas, a saber lo que se le opone por ejemplo como siendo orgánico, o por el contrario por la institución de una serie de severas limitaciones que son también las que en la práctica darán lo que habría sido obtenido por ejemplo en ciertas condiciones experimentales, en cierto marco de laboratorio, como más o menos insuficiente, incluso inaplicable cuando se trata de ese algo todavía más confuso que se llama «terapia». «Terapia»: cualquiera sabe la diversidad de modos y resonancias que esto evoca. El centro está dado por el término «sugestión»; es por lo menos el que se refiere a la acción, la acción de un ser al otro ejerciéndose por vías que ciertamente no pueden pretender haber recibido su plena definición. En el horizonte, en el límite de tales prácticas, tendremos la noción general de lo que se llama en el conjunto y que se ha ubicado bastante bien corno técnicas del cuerpo -me refiero con esto a lo que, en múltiples civilizaciones, se manifiesta como lo que acá se propaga bajo, la forma errática de lo que abrochan gustosamente en nuestra época con técnicas indias, o aún a lo que se llama las diversas formas de yoga. En el otro extremo la ayuda samaritana, la que, confusa se pierde en los campos, en las avenidas de la elevación del espíritu; incluso (es extraño verlo retomado en el anuncio de lo que se producirá al término del ejercicio del psicoanálisis) esta efusión singular que se llamaría el ejercicio de cierta bondad.
Del psicoanálisis, partamos solamente de lo que por ahora es nuestro punto firme: que se practica con un psicoanalista. Hay que entender acá «con» en el sentido instrumental, o al menos les propongo entenderlo así.
¿Cómo puede ser que exista algo que sólo pueda ubicarse con un psicoanalista?. expresamente. Como dice Aristóteles, no es que haya que decir «el alma piensa» sino «el hombre piensa con su alma», indicando expresamente cuál es el sentido que hay que dar a la palabra «con», a saber el mismo sentido instrumental. Cosa extraña, cuando yo hice alusión en alguna parte a esta referencia aristotélica más bien parecería haber llevado confusión al lector sin duda por no reconocer la referencia aristotélica.
Es con un psicoanalista que el psicoanálisis penetra en eso de lo que se trata, si el inconsciente existe y si lo definimos como parece al menos después del largo camino que venimos haciendo desde hace años en ese campo, ir al campo del inconsciente es propiamente encontrarse al nivel de lo que mejor se puede definir como efecto de lenguaje, en ese sentido en que, por primera vez se articula que ese efecto puede aislarse en alguna especie de sujeto, que hay saber encarnado (en tanto que es esto lo que constituye el efecto típico del lenguaje), sin que el sujeto que sostiene el discurso sea concierte de él en el sentido en que ser acá concierte de su saber, sería ser codimensional a lo que el saber implica, sería ser cómplice de ese saber.
Seguramente está acá la apertura a algo por lo cual se nos propone el efecto del lenguaje corno objeto de una forma que es distinta porque lo excluye de esta dialéctica tal como se ha edificado al término de la interrogación tradicionalmente filosófica y que es la que nos abriría paso a una reducción posible, exhaustiva y total de lo que hay del sujeto en tanto que es el que enuncia esta verdad que pretenderia dar la última palabra sobre el discurso, en esas fórmulas en que el en-sí estaría por naturaleza destinado a reducirse a un para-sí, que un para-sí envolvería al término de un saber absoluto todo lo que hay del en-sí.
Que sea diferente de eso mismo que el psicoanálisis nos enseña del sujeto, que en virtud de lo que es el efecto mismo del significante sólo se instituye como dividido y de una forma irreductible, es lo que nos solicita el estudio de lo que resulta del sujeto como efecto de lenguaje; saber cómo esto es accesible y el rol que allí juega el psicoanálisis, he aquí ciertamente lo que es esencial fundamentar.
En efecto, si lo que hay del saber deja siempre un residuo, un residuo de algún modo constituyente de su estatuto, la primera cuestión que se plantea es a propósito del partenaire, del que allí es, no digo ayuda sino instrumento para que se opere algo que es la tarea psicoanalizarte al término de la cual el sujeto, digamos, está advertido de esta división constitutiva, después de lo cual, para él, algo se abre que no puede llamarse de otro modo distinto que pasaje al acto, pasaje al acto, digamos, esclarecido, es justamente por saber que en todo acto hay algo que, como sujeto, se le escapa, que vendrá a hacer incidencia y que al término de este acto, la realización es, por el momento, por lo menos, velada por lo que hay del acto a cumplir como su propia realización.
Esto, que es el término de la tarea psicoanalítica deja completamente aparte lo que pasa con el psicoanalista habiendo sido cumplida esta tarea. En una especie de interrogación ingenua parecería que podríamos decir que descartando la plena y simple realización del para-sí en esta tarea tomada como ascesis, su término podría ser concebido como un saber que al menos sería realizado por el otro, a saber por el que resulta ser el partenaire de la operación por haber instituido el marco y autorizado la marcha.
¿Es así? Es cierto que presidiendo, si puedo decir, esta tarea, el psicoanalista aprende mucho. Es decir que de algún modo, ¿sería él en la operación quien de algún modo podría jactarse de ser el auténtico sujeto de un conocimiento logrado? A esto objeta precisamente el que el psicoanálisis se inscriba en falso contra cualquier agotamiento del conocimiento y esto a nivel del sujeto mismo en tanto que está puesto en juego en la tarea psicoanalítica.
En el psicoanálisis no se trata de un gcwui dzauxou sino precisamente de la captación del limite de ese (guwni dxanzon) porque ese límite es propiamente de la naturaleza de la lógica misma y está inscripto en el efecto de lenguaje que deja siempre fuera de sí, por consiguiente en tanto que permite al sujeto constituirse como tal, esta parte excluida hace que el sujeto por su naturaleza o bien sólo se reconozca olvidando lo que primeramente lo ha determinado a esta operación de reconocimiento, o bien aún captándose en esta determinación la deniegue, quiero decir que no la vea surgir en una esencial Verneinung más que desconociéndola.
Dicho de otro modo, nos encontramos con el esquema basal de dos formas: la histérica y la obsesiva, de donde parte la experiencia analítica, que no son más que ejemplo, ilustración, expansión, y esto en la medida en que la neurosis está hecha esencialmente de la referencia del deseo a la demanda. Nos encontramos frente al mismo esquema lógico que les presenté la última vez mostrándoles la arista de la cuantificación, el del abordaje elaborado que podemos dar del sujeto y del predicado, el que se inscribiría bajo la forma del significante reprimido $ en tanto que es representante del sujeto ante otro significante SA teniendo este significante el coeficiente A en tanto que es aquél donde el sujeto puede tanto reconocerse como desconocerse donde se inscribe como fijando al sujeto en alguna parte en el campo del Otro.
La fórmula es la siguiente: $ (SA), para todo sujeto en tanto que está dividido por naturaleza. Exactamente según la misma forma en que podemos formular que todo hombre es prudente (hÚ p) donde tenemos la opción disyuntiva entre el «no hombre» y el «ser prudente».
Fundamentalmente tenemos que, como la primera experiencia analítica nos lo enseña, la histérica, en su última articulación, en su naturaleza esencial, se sostiene auténticamente, si auténtico quiere decir «no encontrar más que en sí mismo su propia ley», en una afirmación significante que, para nosotros, hace teatro, hace comedia, y en verdad es para nosotros que ella se presenta así; nadie podría captar que hay de la verdadera estructura de la histérica si por el contrario no toma como el estatuto más firme y más autónomo del sujeto al que se expresa en ese significante, a condición de que el primero, el que lo determina, quede no solamente en el olvido, sino en la ignorancia de que es olvidado, mientras que es muy sinceramente que, a nivel de la estructura llamada obsesiva, el sujeto saca el significante de que se trata en tanto que es su verdad, pero lo provee de su Verneinung fundamental por la que se anuncia como no siendo eso que justamente él articula, que confiesa, que formula, por consiguiente no se instituye al nivel del predicado mantenido por su pretensión de ser otra cosa, no se formula más que como un desconocimiento de algún modo indicado por la misma denegación en que se apoya, por la forma denegatoria de que se acompaña este desconocimiento.
Es por lo tanto por una homología, por un paralelismo con lo que acaba de inscribirse en la escritura que se instituye cada vez más lo que se impone por el mismo progreso que fuerza en el discurso el enriquecimiento que le da el tener que igualarse a lo que nos llega de las variedades, de las variaciones conceptuales que nos impone el progreso de la matemática, es la homología de las formas de inscripción; hago alusión por ejemplo al Begriffschrift de un Frege en tanto que escritura del concepto y en la medida en que nosotros intentamos, con Frege comenzar a inscribir las formas predicativas de esa escritura que, no sólo históricamente sino por el hecho de que a través de la historia se mantienen, se han inscripto en lo que se llama lógica y predicado, y lógica de primer grado, es decir que no aporta ninguna cuantificación a nivel del predicado.
Digamos, para retomar nuestro ejemplo, que el uso humorístico que hice la última vez del universal afirmativo «todo hombre es prudente» Frege en su Begriffschrift lo inscribiría bajo una forma que establece en las rayas horizontales el contenido simplemente proposicional, es decir, la forma en que los significantes se han enlazado juntos, sin que por ello nada haya que exigir a la corrección sintáctica por la barra que él pone a la izquierda, marca lo que se llama la implicación, la presencia del juicio, es a partir de la inscripción de esta barra que el contenido de la proposición es afirmado o pasa al estadio que se llama asertórico. Es lo que se traduce como «es cierto» «es verdad» Es cierto que para nosotros, al nivel en que se trata de una lógica, que de ninguna manera merece ser llamada técnicamente lógica primaria porque el termino ya es empleado a nivel de las construcciónes lógicas, designa precisamente lo que jugará al combinar los valores de verdad, es por esto que podría llamarse lógica primaria, si el término no hubiese sido ya utilizado la llamaríamos sublógica, lo que no quiere decir lógica inferior sino lógica en tanto constituyente del sujeto; ese «es verdad», al nivel en que vamos a colocar otra cosa que esta proposición asertórica, es precisamente acá, en efecto, que para nosotros la verdad hace cuestión; en ese pequeño hueco, esta concavidad, ese tiempo hueco de algún modo que Frege reserva acá para indicar, como vamos a ver, lo que le parece indispensable para asegurar a su Begriffschrift un estatuto correcto, es aquí que va a venir algo que, en la proposición inscripta acá, juega a titulo de contenido «todo hombre es prudente» que vamos a inscribir as; por ejemplo poniendo el «prudente» como función y hombre como lo que él llama el argumento en la función.
Para todo su manejo ulterior de esta Begriffschrift, escritura del concepto, no hay para él otro medio correcto de proceder que inscribir acá, en el hueco y bajo una forma expresamente indicativa de la función en cuestión esa misma ‘h’ del hombre en cuestión, indicando por allí que para todo hombre la fórmula «el hombre es prudente», es verdadera
No voy a desarrollar acá la necesidad de semejante procedimiento porque tendría que dar toda la secuencia, es decir su riqueza y su complicación . Les basta con saber que el nexo que haríamos entre una proposición semejante con otra que sería, de algún modo su condición, en el Begriffschrift se inscribe así
a saber que una proposición ‘F’ tiene una cierta relación con una proposición ‘P’ y que esa relación es definida (lo digo para aquellos para los que estas palabras tienen un sentido) según el módulo de lo que se llama la implicación filoniana, a saber que si eso es verdadero no podría ser falso, dicho de otro modo que, para dar un orden, una coherencia a un discurso, hay que excluir solamente y nada más que lo falso pueda ser condicionado por lo verdadero Todas las otras combinaciones, incluso que lo falso determine lo verdadero, son admitidas.
Les indico, simplemente al margen, que inscribiendo las cosas de esta forma tenemos la ventaja de poder distinguir dos formas de implicación diferentes, de acuerdo al nivel de esta parte de la Begriffschrift, es decir al nivel en que la proposición se plantea como asertórica en que vendrá a unirse la incidencia condicional:
o por el contrario acá:
a nivel de la proposición misma; es decir que no es lo mismo decir que si alguna cosa es verdadera nosotros enunciamos que el hombre es prudente, o que si otra cosa es verdadera es verdadero que todo hombre es prudente. Hay un mundo de diferencia entre las dos cosas.
Esto por otra parte es sólo para indicarles marginalmente y mostrarles a qué responde la necesidad de ese hueco, porque en alguna parte merece ser aislado el término que lógicamente, en el punto de adelanto suficiente de la lógica en que estamos, da cuerpo al término todo como siendo el principio, la base a partir de la cual, sólo por la operación de negación diversificada, se podrán formular todas las posiciones primeras que son definidas, aportadas por Aristóteles, a saber que por ejemplo poniendo acá la negación, bajo la forma de una raya vertical, será verdadero.
para todo hombre que el hombre no es prudente, es decir que encarnaremos al universal negativo.
Al contrario, diciendo así:
decimos que no es cierto que para todo hombre podamos enunciar que el hombre no es prudente; obtendremos por esas dos negaciones la manifestación del universal particular, porque si no es verdadero que para todo hombre sea verdadero decir que el hombre no es prudente, es decir que hay alguno perdido por ahí que lo es.
Inversamente, si quitamos esa negación y dejamos ésta:
decimos que no es verdadero que para todo hombre el hombre sea prudente, es decir que hay quienes no lo son.
Articulando así las cosas tienen la sensación de cierto artificio, a saber que el hecho de que a ese nivel ustedes sientan como artificio por ejemplo la aparición de la última particular negativa pone en relieve qué, en la lógica original, la de Aristóteles, algo nos es enmascarado, precisamente por implicar a esos sujetos como colección, sean los que fueren, lo que es de la naturaleza del sujeto, ya se trate de captarla en extensión o en comprensión, no hay que buscarlo en algo que sería ontológico, funcionando de algún modo el sujeto mismo como una especie de predicado principal, lo que no es. Lo que es la esencia del sujeto tal como aparece en el funcionamiento lógico parte totalmente de la primera escritura, la que plantea al sujeto como afirmándose por su naturaleza como: para todo hombre, la fórmula «el hombre es prudente» es verdadera.
Es a partir de esto, según una deducción de algún modo inversa a la que puse en relieve ante ustedes la última vez, que sale a la luz la existencia, especialmente la única que nos importa, la que soporta la afirmativa particular: hay hombre que es prudente; suspendiéndose por intermedio de una doble negación u la afirmación de lo universal; así como la última vez, presentándoles lo mismo (porque se trata siempre de los cuantificadores) les mostraba que era por la doble negación aplicada a la existencia que podía traducirse la función en tanto que la función «(Fx) podía traducirse $- (Fx): no existe x que vuelva falsa la función F(x), es decir un doble menos (- -).
Esta presencia de la doble negación es lo que, para nosotros presenta problema puesto que en verdad la unión con lo que resulta de la función del todo sólo se produce de una forma enigmática, porque ese todo por más que el matiz lingüístico de la función opuesta del pa del p aniez en griego se oponga a la función del a-q como el omnis se opone al totus; no es en vano sin embargo que el mismo Aristóteles haya planteado a la afirmativa universal kat-xh «en cuanto al total» y que la ambigüedad se mantenga en francés en razón de la confusión de los dos significantes entre lo que básicamente tiene cierta relación, a saber esta función del todo.
Está claro que el sujeto que, con el perfecciónamiento lógico, llegamos a reducir a ese «no que no» (pas qui ne) del que me valía la última vez, que ese sujeto sin embargo, en su pretensión nativa si se puede decir, se plantea como siendo capaz por su naturaleza de aprehender algo como todo y lo que hace su estatuto y también su imagen, es que él pueda pensarse como sujeto del conocimiento, a saber como eventual soporte de algo que es «todo»
Ahora bien, a esta indicación quiero llevarlos, por este discurso que hago hoy lo más breve que puedo como siempre, después de haber preparado muy seriamente para ustedes los grados, siguiendo la atención de la asamblea —o mi propio estado— me veo forzado, corno en todo discurso articulado y especialmente cuando se trata del discurso sobre el discurso de la operación lógica, a tomar un atajo en el momento en que se impone; a saber que en la forma en que ya les he indicado que se instituye la primera división del sujeto en la función repetitiva, se trata esencialmente de lo siguiente: que el sujeto sólo se instituye representado por un significante para otro significante (S y S1 ) y que es entre los dos, a nivel de la repetición primitiva que se opera esa pérdida, esa función del objeto perdido alrededor de la que gira precisamente la primera tentativa operatoria del significante, la que se instituye en la repetición fundamental:
que viene acá a ocupar el lugar dado en la institución de la universal afirmativa a ese factor «argumento» en el enunciado de Frege, por lo que la función predicativa es siempre válida y en todo caso la función del todo encuentra su base, su hito crucial original y, si puedo decir, el principio mismo del que se instituye su ilusión en la localización del objeto perdido en la función intermediaria del objeto (a), entre el significante original en tanto que es significante reprimido y el significante que lo representa en la substitución que instaura la misma repetición primera.
Esto nos es ilustrado en el mismo psicoanálisis y por algo capital, porque encarna de algún modo de la forma más intensa lo que pasa con la función del todo en la economía —no diría del inconsciente— en la economía del saber analítico, precisamente en tanto que ese saber intenta totalizar su propia experiencia; es el mismo sesgo, la pendiente, la trampa en que cae el pensamiento analítico mismo cuando, a falta de poder captarse en su operación esencialmente divisora a su término con respecto al sujeto, instaura como primera la idea de una fusión ideal que proyecta como original y que juega alrededor de esta universal afirmativa que es justamente la que estaría hecha para problematizar y que se expresa más o menos así: no inconsciente sin la madre; no economía, no dinámica afectiva sin esto que estarla de algún modo en el origen, que el hombre conoce el todo porque ha estado en una fusión original con la madre.
Ese mito de algún modo parásito, porque no es freudiano, ha sido introducido por un sesgo enigmático, el del trauma de nacimiento como saben, por Otto Rank-, hacer entrar el nacimiento por el sesgo del trauma es darle función significante, la cosa en sí misma no estaba hecha para aportar un viciamiento fundamental al ejercicio de un pensamiento que, en tanto que pensamiento analítico, sólo puede dejar intacto eso de lo que se trata, a saber que, en el último plano donde viene a tropezar la articulación identificadora, la hiancia entre el hombre y la mujer sigue abierta y que, en consecuencia, en la misma constitución del sujeto no podemos introducir de ningún modo la existencia en el mundo de la complementación macho y hembra.
Ahora bien, para qué sirvió la introducción hecha por Otto Rank de esta referencia al nacimiento por ese sesgo del trauma? Para que la cosa quede profundamente viciada en la consecución del pensamiento analítico, al decir que por lo menos ese todo, esta fusión hace que, para el sujeto, haya habido una posibilidad primitiva y por lo tanto posible de reconquistar de una unión con lo que hace el todo, es la relación de la madre al niño, del niño a la madre en el estadio uterino, en el estadio anterior al nacimiento, y acá palpamos dónde está el sesgo y el error; pero este error será ejemplar porque es el que nos revela donde toma su origen esta función del todo en el sujeto en tanto que él cae por ese sesgo de la fatalidad inconsciente, es decir o que él no se reconoce auténticamente más que olvidándose, o que él no se reconoce sinceramente más que desconociéndose.
Vemos acá muy simplemente donde está el resorte: a partir del momento en que tomamos las cosas a nivel de la función del lenguaje, no hay demanda que no se dirija a la madre.
Esto podemos verlo manifestarse en el desarrollo del niño en tanto que primero es infans y que es en el campo de la madre que tendrá que articular primero su demanda.
Que es lo que vemos aparecer a nivel de esta demanda? Se trata únicamente y el análisis nos lo designa de la función del seno. Todo lo que el análisis hace girar, como si se tratara de un proceso de conocimiento, a saber que el hecho de que la realidad de la madre no sea al principio aportada, designada más que por la función de lo que llaman objeto parcial —me gusta en efecto que se lo llame así a ese objeto parcial, sólo que tenemos que darnos cuenta que es el que está al principio de la imaginación del todo—, que si algo es concebido como totalidad del niño a la madre, es en la medida en que, en el seno de la demanda, es decir en la hiancia entre lo que no se articula y lo que finalmente se articula como demanda, el único objeto que aporta al pequeño ser recién nacido ese complemento, esa pérdida irreductible que constituye el único soporte es el objeto alrededor del cual surge la primera demanda, a saber ese seno tan singularmente colocado para esta utilización que es lógica por su naturaleza, el objeto a, es lo que Frege llamaría la variable. Me refiero en la instauración de una función cualquiera Fx, si una variable está cuantificada pasa a otro estatuto precisamente por cuantificarse como universal; esto no quiere decir simplemente que no importa cuál sino que fundamentalmente es una constante en su consistencia. Es por ello que para el niño que comienza por articular con su demanda lo que hará el estatuto de su deseo, si hay un objeto que tiene esta ventaja de poder llenar un momento esta función constante, es el seno; y además es extraño que no haya aparecido inmediatamente, especulando con los términos biológicos hacia los que aspira a referirse el psicoanálisis, que no se hayan dado cuenta que eso que parece ser dicho como cayendo de su peso: todo niño tiene una madre, y hasta se subraya como para ponernos en el camino de que ciertamente para el padre, estamos en el orden de la fe, pero sería tan seguro el que tenga una madre si, en lugar de ser un humano es decir un mamífero, fuese un insecto? Cuáles son las relaciones de un insecto con su madre? Si nos permitimos jugar perpetuamente —y esto se presentifica en el psicoanálisis— entre los términos la referencia de la concepción y la del nacimiento, vemos la distancia que hay entre los dos y que el hecho de que la madre sea la madre no pesa si no es por una necesidad puramente orgánica quiero decir que hasta el momento no hay otra cosa que ella para aovar en su propio útero sus propios huevos, pero después de todo ya que ahora se hace inseminación artificial, se hará quizás también inserción ovular la madre no es al nivel en que lo tomamos en la experiencia analítica algo qué se refiera a los términos sexuales- hablamos siempre de la relación llamada sexual: hablemos también de lo sexual llamado relación, lo sexual llamado relación está completamente enmascarado por el hecho de que podemos decir que si los seres humanos no tuvieran el lenguaje, cómo podrían saber ni siquiera que son mortales? Diremos también que si no fueran mamíferos ni se imaginarían que han nacido, porque el surgimiento del ser en tanto que operamos en ese saber construido y que además deviene pervertidor para toda la dialéctica operatoria del análisis que hacemos girar alrededor del nacimiento, es acaso otra cosa que lo que, a nivel de Platón, se presentaba con un cariz que a mí me parece más sensato —vean el mito de Er, que es este errar de las almas una vez que han partido del cuerpo, que están en un hiperespacio antes de volver a alojarse en alguna parte, según su gusto o el azar, no nos importa, que es esto sino algo que tiene mucho sentido para nosotros analistas; qué son estas almas errantes si no es precisamente eso de lo que yo hablo: el residuo de la división del sujeto; esta metempsicosis me parece lógicamente menos falible que la que está a la vanguardia de lo que se piensa en la dinámica psicoanalizarte de la estadía en el vientre de la madre. Si imaginamos esta estadía como después de todo es al comienzo de la raza mamaria, a saber la estadía en la bolsa marsupial, nos impactará menos. Lo que nos produce ilusión es la función de la placenta. La función de la placenta no existe a nivel de los primeros mamíferos. La placenta parecería tener que situarse justamente a nivel de ese objeto enchapado, de ese algo que, en un nivel de evolución biológica (que no tenemos que considerar si es o no un perfecciónamiento) se presenta como esa pertenencia a nivel del otro que es el seno enchapado sobre el pecho, y es alrededor de ese seno que gira eso en cuestión al nivel de una aparición ejemplar del objeto a.
Que el objeto a sea el indicativo alrededor del cual se forja la función del todo en tanto mítica, en tanto que es precisamente eso a lo que se opone lo que contradice toda la búsqueda del estatuto del sujeto tal como se instituye en la experiencia del psicoanálisis, esto es lo que hay que señalar y que sólo puede dar su función de pivote, de punto crucial a ese objeto a cuyas otras formas se deducen, pero siempre desde esta referencia que es el objeto a que está al principio del espejismo del todo y que trato de hacer vivir alrededor de eso otros soportes que son desechos, que son mirada, que son voz. Es en el interior de esta interrogación tomando la relación de ese a en tanto que es el que nos permite destituir de su función la relación al término todo que podría retomar que pasa con un acto. Hasta el momento no he dicho nada de acto, pero por supuesto ese acto implica función, estatuto y calificación si el psicoanalista no es el que sitúa su estatuto alrededor de ese algo que podemos interrogar, a saber si un sujeto es de algún modo abrochable, calificable del término a ¿Puede el a ser un predicado? Los dejo con esta pregunta cuya respuesta les indico desde ya: no puede de ningún modo instituirse por una forma predicativa, precisamente por que la negación no puede dirigirse de ningún modo sobre el mismo a.