LACAN: Este seminario me parece lanzado en condiciones muy favorables. La reducción del número de ustedes es ciertamente propicia para lo que yo quería, es decir, poder intercambiar algunas preguntas y quizás respuestas o una puesta a punto. Este pequeño número obedece probablemente a distintas circunstancias, incluso que se aproximan las vacaciones y también el período de exámenes, y mil factores distintos. No podemos dejar de lamentar que algunos de los seniors de mi escuela que asisten a mis seminarios no se encuentren acá; espero que estén por llegar porque me gustaría que entren en acción. Pero si no vienen nos arreglaremos sin ellos.
¿Cómo procederé ? Recibí un cierto número de cartas respondiendo a mi pedido de preguntas. Podría leer algunas. Es necesario que elija porque he recibido un buen número. ¿El señor Soury está acá? Empiezo por la suya.
«Usted atribuyó a los efectos del significante la posibilidad de una consecuencia…». Es en efecto una cita de una de mis frases, no sé si todos la retuvieron al pasar. No tuve tiempo de verificar cuándo, en qué momento, bajo qué incidencia la dije, pero no tiene demasiada importancia; al comienzo de una conferencia debo haber puesto el acento, probablemente en respuesta a alguna contradicción entrevista, sobre ese termino «consecuencia» y sobre el hecho que, para connotarlo con una figura biográfica, la esencia de lo que presentamos como testimonio de nuestra experiencia es que los acontecimientos tienen consecuencias.
Seguramente debo haber utilizado el término «consecuencia» en ese momento, con esta connotación que toma de todo lo que nos es aportado de reflexión y de lo que se presentifica para nosotros, es que la misma noción de consecuencia tal como podemos aprehenderla, en tanto que nos enseña a reflexionar, está ligada a funciones de secuencia lógica. Lo que ante todo tiene consecuencia, es la articulación de un discurso con lo que implica de continuación, de implicación. Se puede decir que el primer campo en el que tenemos aprehensión de una necesidad, es el de necesidad lógica. Cuando decimos algo, eso trae consecuencia, a saber que se puede atraparnos en algún giro de la frase, punto de caída, conclusión, forma de cerrar y de concluir; está implícito en el discurso mismo.
Usted me dice: «No, consecuencia es utilizable para la sucesión temporal, para objetos deterministas» (No tengo muy claro a qué llama objetos deterministas) «… para la vida animal…». Y a continuación, cita para articular lo que dice: «La consecuencia del choque es que la partícula tiene por impulso…». Si, no sé si es la mejor utilización de la palabra «consecuencia». En la medida de lo posible nosotros tratamos de traducir el efecto de choque, a saber la transmisión de impulsos, en fórmulas que pondrían el mínimo de consecuencias posibles, y «consecuencia» viene a tomar su lugar, ya hablaremos de ello; diremos más bien en lo que concierne a la ley de transmisión de choque, a saber efecto de acción y reacción, que esto producirá consecuencias a partir del momento en que se hablará de ello.
En otros términos, lo que tiene consecuencias en la experiencia analizada, analizable, no se presenta a nivel de efectos que se conciben únicamente por una función dinámica, sino a nivel de una dimensión de efectos que implica que la cuestión está planteada a un nivel localizable como el de las consecuencias lingüísticas (langagières).
En otros términos, es porque un sujeto no ha podido, de ningún modo, articular algo de entrada que su esfuerzo ulterior para darle, no diría ni siquiera significación, sentido, sino articulación, no está en otra cosa que en una secuencia significante, secuencia que toma forma más precisa, acento de consecuencia, a partir del momento en que se establecen las escansiones, es en esta dimensión que se desplaza toda esta experiencia que es la experiencia analítica en tanto que lo que ella contempla es ciertamente toda clase de cosas que producen efecto en todos los otros registros que los del puro y simple discurso. Pero es porque se trata de la movilidad de lo que tiene efecto tomado en esta articulación lingüística (langagière), que nos interesa, que cuestiona, que podemos captarla en el campo analizable.
Por su duración, su persistencia, su efecto adhesivo a lo que dura, por lo que se mantiene en ese esfuerzo de articulación, podremos medir indirectamente lo que ha desplazado, en el otro campo que es precisamente el campo de las fuerzas reales. Pero es siempre por algún nudo de consecuencias, y de consecuencias significantes, de articulaciones significantes, que hacemos mella en eso en cuestión.
Por supuesto, esto no puede pretender bastarse a sí mismo en ningún grado. Pero porque usted no parece estar impactado por eso de lo que simplemente yo quisiera dar un flash en este nivel, es que el término «consecuencia» alcanza su verdadero alcance, su resonancia, su uso habitual a nivel de la lógica y es precisamente porque se trata de una repetición, de un trabajo, de una elaboración lógica con lo que tenemos que vérnosla en cualquier cosa analizable.
Esto a primera vista. Por supuesto todo esto es sostenible en la medida en que hemos podido llevar las cosas mucho más lejos, dar una formulación de esos efectos que llamo efectos de sujeto hasta estar verdaderamente muy cerca de darles un estatuto.
Pero no era más que una llamada. Se los digo para reanimar la atención, acomodar la oreja al fuego de un discurso.
Usted articula inmediatamente como si fuera convincente «Un niño es la consecuencia de un apareamiento».
Lógicamente el uso de ese término «consecuencia» es sospechoso. Sobre ese tema usted hará esa apelación ante alguien de que sin embargo hay que tener una pequeña previsión de la consecuencia de sus actos. Dirá que justamente porque ha pasado al plano ético. A nivel del partero no van a ir a hablar del embarazo como una consecuencia, parecería superfluo.
Al respecto, usted agrega algunas observaciones que nada tienen que ver con mi curso sino que le son personales; las leo porque, después de todo, no veo porqué no valerme de ellas.
Las matemáticas se han desviado como oscurantismo porque probablemente el rigor en el manejo del significante deviene la coartada de la ausencia de rigor en el uso del significante (clasificación social, índice de salario, notas de examen, estadísticas). El encadenamiento interno de demostración de definiciones es convertido en conferencias, un desencadenamiento de conferencias; las matemáticas modernas con su estructura, permiten formular las ausencias de rigor en cuestión, pero esta posibilidad no es utilizada.
¿Qué es lo que quiere decir con esto?
SOURY: Que las matemáticas recientes permiten formular los abusos del uso de las cifras. Si hay que hacer comprender el uso del oscurantismo un ejemplo es el cero en clase que ha reemplazado al bonete de burro.
La escuela moderna no pone bonete, sino ceros. El cero es descendiente de las cifras y se beneficia del prestigio de rigor de las cifras.
¿Cómo es que el cero, proveniente de esta tradición se ha convertido en un insulto a disposición del profesor, una etiqueta infamante utilizada contra los escolares?
El pasaje asombroso es cómo una creación de rigor como las cifras, y el cero en particular se ha convertido en un insulto contra los escolares, un bonete de burro pero que es más respetado que si se tratara de un verdadero bonete.
LACAN: Usted cree que hay que hacer intervenir las matemáticas modernas para levantarnos en contra o plantearnos algunas preguntas a propósito del uso del cero?
Lo que me parece interesante en lo que dice, lo que a mí me sugiere, son pequeños puntos de historia en los que ya ni se sueña más: ¿desde cuándo se usa el cero en clase? Necesitaríamos testimonios históricos al respecto. Es evidente que sólo se pudo introducir el cero en clase después de la época en que el cero funciona en matemáticas, lo que, como todos saben, sólo pudo producirse con la adopción de las cifras árabes, es decir que no se ponía ceros en la época de los pedantes romanos, porque el cero no existía.
Sería interesante saber desde cuándo se empieza a calificar de cero a veinte. Sin embargo, extender la reprobación que le inspira el cero concebido como un arma a algo que sería inherente al uso de las matemáticas me parece problemático.
SOURY: No inherente.
LACAN: Pero en definitiva usted hace alusión a la dimensión de las matemáticas modernas. Pensaba en realidad que su observación estaba más cerca de algo que yo he sugerido, no que las estructuras permitan formular las ausencias de rigor, sino que, en la lógica de esta matemática, vemos aparecer la necesidad en que se encontró, llevada por su mismo desarrollo, de elaborar una lógica. Nos encontramos ubicados frente a nudos que son inherentes a la lógica misma y que, para nosotros, pueden tener como una especie de resonancia con algo que constituye en nuestro campo, el campo del análisis, lo que tenemos que elaborar de una lógica de un registro forzosamente diferente porque se aplica a un orden distinto… En fin, no nos eternicemos al respecto.
Tomaré otras preguntas. Rudroff, ¿quisiera elegir algo de lo que me escribió?
RUDROFF: De hecho, yo había retomado una de sus fórmulas. Me parece que usted había estigmatizado una cierta inversión de su fórmula «el inconsciente está estructurado como un lenguaje» Alguien había dicho «¿por qué no: el lenguaje está estructurado como el inconsciente?», a lo que usted había respondido claramente que la lógica quería que se vaya de lo conocido a lo desconocido y no de lo desconocido a lo conocido.
Esta inversión de su fórmula me pareció plantear un problema de comprensión de la fórmula misma, en el sentido que decir: «El inconsciente está estructurado corno un lenguaje», ¿era suponer al lenguaje conocido y al inconsciente desconocido, puesto que después de todo ese lenguaje -¿cuál lenguaje?- a la imagen del que vemos estructurarse el inconsciente es tan perfectamente conocido? Y ese inconsciente al que nos referimos, ¿es tan perfectamente desconocido?
Durante otro seminario usted dijo: «Si yo (je) digo que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, eso no quiere decir que yo (je) lo sepa».
Evidentemente es plantear la cuestión del conocimiento del analista o del conocimiento a través o por el sesgo, por el medio de la articulación lógica. Pero todos los que se ven confrontados con problema más analíticos se ven confrontados con el problema de saber lo que pasa, lo que el enfermo sabe, lo que el enfermo y nosotros mismos aprendemos sobre ese X que es el inconsciente. Después de todo, por qué decir ese X, por que yo estructuro el inconsciente a través de X es decir el lenguaje matemático o a través de una representación matemática.
LACAN: X no es por sí mismo una formulación equivalente a «desconocido» Es en el lenguaje novelesco que se designa a un desconocido como Sr. X o Sr. Y. El uso matemático de X, no es para nada «desconocido», X designa lo que se llama una variable. No es lo mismo.
RUDROFF: En un problema planteado, en el lenguaje de un alumnito, X = desconocido.
LACAN: Bueno. Dejemos X de lado. No creo haber designado nunca al inconsciente, en tanto que lo considero —como bien dice usted— sino desconocido, al menos en principio mucho menos conocido para nosotros, y con razón, que el lenguaje, sin embargo no lo he identificado a la función del uso matemático habitual de la letra X.
Por el contrario, usted compara dos cosas que son legítimamente comparables, que es que yo primero dije que no es para nada lo mismo decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje o decir que el lenguaje está estructurado como el inconsciente, primero porque lo segundo no tiene ninguna consecuencia; se ha querido formular cosas bastante más cercanas a mi, de una forma mucho más puntuada, que tiene más consecuencias, que el orden del inconsciente sería sobre lo que puede estar fundada la posibilidad de lenguaje. Eso tiene mayores pretensiones que lo otro y es más peligroso, no es menos débil pero es más insinuante.
Por el contrario cuando digo que puedo implicar en esta dimensión, en este camino que es el de mi enseñanza, toda esta parte de mi posición que no es saber, es un correctivo, es más que un correctivo, es tratar de hacer entrar lo que pudiera haber, cuando se trata de un analista, de una enseñanza que se soporta sin implicar ese principio de que en alguna parte hay algo que zanja completamente la cuestión. Un sujeto supuesto saber.
Yo digo que, en efecto, podemos avanzar en esta enseñanza precisamente porque tiene por principio esta fórmula, sin que implique que, nosotros también, nos pongamos en esa posición que llame propiamente profesoral y que es la que elide siempre que el sujeto supuesto saber está en alguna parte; que la verdad ya está en alguna parte.
¿Hacia donde apunta su observación una vez hecha esa comparación que ya le dije que acepto?
RUDROFF: Si retorno el texto tal como lo formulé, apunta a que decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, es marcar que la primera escota, el inconsciente está representado como un campo existente, según otra de sus fórmulas, es decir existente antes que quien lo sepa. Reenviándonos así a otras fórmulas reversibles, para preguntar: ¿Cómo qué está estructurado el inconsciente?
Se podría decir: el inconsciente está estructurado como los síntomas, porque buscamos la significación psicoanalítica del síntoma; que el inconsciente está estructurado como el sueño (por supuesto sé puede decir que el sueño está estructurado como un lenguaje); que el inconsciente está estructurado corno un deseo infantil…
LACAN: Si se cuestiona que el inconsciente este estructurado como un lenguaje no se llega lejos. Le aseguro que hay muchas más razones para cuestionar que el sueno esté estructurado corno un lenguaje. Si el sueño está estructurado como un lenguaje, es precisamente porque el sueño es la vía regia del inconsciente pero no es el inconsciente por sí mismo. Es un fenómeno que tiene muchas otras dimensiones además de ser la vía regia del inconsciente, y se puede hablar del sueño de otro modo que hablando del inconsciente. Es incluso lamentable que no se ocupen más del fenómeno del sueño habiendo ya despejado, extraído sus relaciones con el inconsciente.
Hay toda clase de dimensiones del sueño que merecerían ser explicadas. Cuando veo a tal o cual personaje que, felizmente, escribe en una oscura revista de modo que me evita tener que pelear demasiado contra un modo de objeción que es verdaderamente lamentable, cuando un personaje nos saca algunos rasgos a los que cree poder dar consistencia bajo esta forma de que uno de los efectos de lo que llama el trabajo del sueño es la violencia que ejerce sobre algo de lo que, al fin de cuentas, sólo cuestiona que la materia dada sea lingüística, es la deformación, implicada de forma sumaria, en lo que concierne a la incidencia del deseo que carácteriza al sueño. Puede encontrar por allí, sin ninguna dificultad, en los textos de Freud, apoyo a sus observación en razón de la Rucksichst Nachstellbarkeit, de las consideraciones debidas a la necesidad de representación y muchas otras cosas mas, sufre deformaciones extremadamente importantes, contracciónes, distorsiones, que a nadie se les ocurriría negar. El sueño me interesa en primer lugar porque allí aparece ese mecanismo que he identificado a la metáfora y a la metonimia, es justamente porque eso se impone que el sueño es la vía regia del inconsciente. No es otra cosa. No es para agotar la substancia del sueño, de modo que no es ninguna objeción el ver intervenir allí otra cosa.
Entonces no insistamos demasiado sobre ese articulo, más que para marcar la confusión de la nociones de violencia sufrida con la del trabajo, es por lo menos extraño desde el punto de vista filosófico. La confusión del trabajo del sueño con la violencia es algo que seria una especie de representacion de los que no niego que al fin de cuentas no sea algo emparentado al lenguaje, pero cuyo interés sería presentarnos de forma retorcida algo muy singular y que, evidentemente, no puede tener otra fuente que el de salir de un lugar de trabajo, sino de violencia, cuyo objetivo principal es distorsionar lo que yo digo. Por otra parte me pregunto como podría en ese mismo lugar ocuparse de distorsionar lo que fuera si no tuvieran como materia lo que yo digo. (Se trata del curso de Ricoeur exactamente).
RUDROFF: Creo que esta cuestión del sueño como vía regia del inconsciente está efectivamente ligada a ese descubrimiento de Freud de que el sueño habla, que el sueño está estructurado como un lenguaje y que, para comprender el sueño, para interpretar el sueño, se trata de traducir el lenguaje, de transformar lo que, parecía como una serie de imagenes en una serie lingüísticamente ordenada de significantes.
La cuestión que yo quería plantear (me cuesta retomar la síntesis de esta pregunta), es: ese lenguaje que al mismo tiempo es la vía por la que buscamos llegar al subconsciente y el objeto que investigamos, ¿que es ese lenguaje y de quien es? Eso nos lleva a la cuestión del sujeto en tanto que es un hecho de lenguaje, y del lenguaje en tanto que no es lenguaje para nosotros más que como revelador del sujeto, acto del sujeto. Es más o menos a ese nivel que se plantea la pregunta.
LACAN: El lenguaje no es acto del sujeto. El discurso puede, llegado el caso, ser acto del sujeto. Pero el lenguaje precisamente nos pone algo que me parece un salto abusivo resolver sobre ese punto del que tampoco digo que podamos decir lo contrario, hago alusión a las dimensiones, en particular una de ellas que se llama lo indecible. ¿Porque no utilizarla en este caso? No digo que podamos demostrar que no es acto del sujeto. El hecho de no poder demostrarlo evidentemente no resuelve nada. Pero en definitiva tampoco nos permite afirmar de ninguna manera que el lenguaje sea acto del sujeto, lo que esta evidentemente implicado en toda posición llamada de investigación, sea cual fuere, del origen del lenguaje, que consiste en imaginar lo que hasta el presente nadie ha llegado a imaginar de forma satisfactoria, a saber, como pudo suceder que un buen día hubiera quienes hablaron.
Constato simplemente que, en la historia de la lingüística, fue precisamente a partir del día en que cierto numero de gente se reunió haciendo entre ello un compromiso de honor de no levantar esa cuestión que pudo comenzar la lingüística. Es simplemente un hecho histórico, pero no tubo más consecuencias que el hecho de que un día, alguien (Lavoisier) se dijo que en todas estas pequeñas manipulaciones de los químicos había que pesar lo que había entrado en la esfera al principio y al final del asunto. Esto no quiere decir que en química todo sea una cuestión de balance, lejos de esto como lo ha probado la continuación. Pero es del mismo orden. Es un acto decisivo al comienzo: justamente van a abstenerse de pensar todo lo que podría hacer surgir al lenguaje como acto del sujeto, a partir de ese momento lo extraordinario es que se verifica que a pesar de todo se hacen algunos hallazgos validos en materia de lingüística, y hay que reconocer que antes no había ni trazas, por más que se señale no hace falta esforzarse mucho para saber que el Cratilo no está tan mal. Había ya gente que era capaz de decir cosas bastante bien, pero sin embargo eso no constituye el esbozo de una ciencia del lenguaje, la lingüística nació a partir de ese momento que, como todos los momentos de nacimiento de una ciencia, es un momento de orden practico, alguien comenzó a toquetear la materia imponiéndose ciertas leyes exclusivas y limitándose a cierto numero de operaciones. A partir de ese momento, algo es posible, no es más demostrativo, eso empieza a hacerse demostrativo justamente a partir del momento que nos planteamos preguntas sobre lo que se puede llamar el efecto de sujeto, a saber como se produce la interdicción de cierto numero de registros. Su descarte permite determinar mejor lo que se opera como efecto de sujeto que no es forzosamente un sujeto homogéneo a aquel con tenemos que vérnosla en un uso corriente, habitual del lenguaje, pero nos prohibimos justamente algo que, cuando se mira de cerca, vuelve para limitar el lenguaje, de ningún modo a dominarlo, a superarlo, a inscribirse en lo que fuera lo que se llama metalenguaje, o una metalengua, sino al contrario, aislando ciertos campos, y entonces se producen efectos del sujeto, que por otra parte no son forzosamente sujetos humanos, sujetos parlantes.
Creo que el término «sujeto» no esta forzosamente mal elegido para indicar el campo de una ciencia. Me refiero a la química y a la lingüística, como hay también un sujeto de la lógica moderna. Está más o menos establecido, llega más o menos lejos, es más o menos flotante, para nosotros es absolutamente capital tomar este tipo de referencia para saber lo que decimos cuando hablamos del estatuto del sujeto.
Es evidente que el estatuto del sujeto con el que tenemos que ver en el análisis no es ninguno de esos sujetos, ni tampoco ninguno de los otros sujetos que puedan ser ubicados en el campo de una ciencia actualmente constituida.
RUDROFF: Me hubiera gustado precisar que cuando dije «el lenguaje es un acto del sujeto» quería decir lo siguiente: que el lenguaje que Ud. nos da, su acto de un discurso, es su acto, pero en la medida en que el lenguaje no es un acto del sujeto, creo que debe ser definido como siendo el lugar del acto del Otro.
LACAN: Si, es escabroso, le mandaría la pregunta al querido Nassif, pero Nassif hizo al respecto un trabajo abreviando todo lo que yo he hecho el año pasado, agregándole una nota de la que todavía podemos sacar mucho partido. No quisiera abusar de el ni de Uds. pidiéndole que responda sobre ese tema. Es muy riesgoso en todo caso lo que Ud. acaba de decir, más que riesgoso es criticable. Lamentablemente el tiempo nos limita y no puedo darle a esto todo su desarrollo.
Quisiera, porque siempre tengo un poco de escrúpulos de hacerlos molestarse sin que se vayan con algo en las alforjas, aprovechar que hoy estamos en pequeño grupo. Insisto, es sobre todo para mi más que para cualquier otro que esto puede ser desvalorizante, en la ausencia de algunas personas que en otros momentos concurren asiduamente a mis seminarios. ¿Porqué no están acá? ¿Será porque quizás yo hubiera podido llamarlas a responder en mi lugar a lo que enuncia acá? ¿Quien sabe? No sabemos, quizás es por eso. Puede ser también porque tienen un sentido de la economía de su tiempo tal que si creen que yo enuncia acá son fruslerías a partir del momento en que eso les significaría un esfuerzo de trabajo piensan que no van a obtener suficiente beneficio, ¿quien sabe? También es posible, abreviando, lo deploro. Por el contrario me felicito por todos los que tuvieron la amabilidad de venir a escuchar algo, y es en su honor, y porque estamos en pequeña comisión, que quisiera después de todo hacerles sentir, porque hay acá también gente que he admitido con placer aunque no sean analistas, hacer sentir la amplitud de lo que esta en juego y también lo que hace que yo no pueda decir cualquier cosa ante cualquier asistencia, quiero decir una asistencia que localizo menos de lo que puedo hacerlo, viendo todas sus caras, ante esta que tengo hoy aquí.
Escribimos en el pizarrón:
Todos los hombres aman a la mujer.
Todos los psicoanalistas desean saber.
Yo no pienso.
yo no soy.
Justamente, puesto que se trata de sujetos, ha aquí sujetos que son mucho menos manejables, y sobre los cuales, felizmente, la lingüística nos da orientaciones.
Es evidente que ya estamos algo orientados, gracias a nuestros discursos, no gracias a mi lenguaje, gracias a mi discurso, son sujetos que a primera vista nos encontramos designados grosso modo como lo que habitualmente se llama sujeto gramatical, el sujeto de la frase, en algunos casos es el sujeto que se puede introducir en una lógica proporcional y recuperar las fórmulas aristotélicas de la lógica predicativa con ínfimas modificaciones: todos los hombres son amantes de la mujer, todos los psicoanalistas son deseantes de saber, por ejemplo.
El interés de esto radica en que son proposiciones que, a causa del la presencia del «todos» caen bajo lo que introduje este año, y no sin razón, como implicación de lo que se llama lógica cuantificadora.
Es evidente que «escribir todos los hombres» o «todos los psicoanalistas» es una forma distinta que la que va a marcarse en las otras dos articulaciones que están debajo ¿por implicar que?. Lo que yo siempre he puesto en cuestión para distinguirlo seriamente: por implicar en el enunciado al sujeto de la enunciación.
Evidentemente la lógica de la cuantificación nos interesa a nivel de lo que se llama el universal, y desde que Uds. hacen intervenir el universal, está claro que lo interesante, lo que da el relieve son cosas que les expongo aquí en forma familiar, quiero decir que no es estrictamente riguroso desde el punto de vista de la demostración, quiero decir que lo que voy a decirles antes de dejarlos son más bien cosas en las que me permito una cierta laxitud con respecto a ciertas exigencias de rigor que no son vanas a las cuales estoy absolutamente obligado a someterme a un discurso muy público, acá en el terreno del compañerismo, puedo decir cosas como las que digo ahora, a saber que es evidente que Uds. tienen que sentir que por lo que nos interesa una formula como ésta que todos los hombres por ejemplo son mortales, es para mostrar que hay algo que esta siempre profundamente elidido, y que produce de algún modo el encanto secreto, la parte pegajosa, la parte que hace que adhiramos tanto sin embargo, que estemos tan interesados por estas cosas prodigiosamente necias, como son los silogismos ejemplares que nos han dado, si verdaderamente sólo se tratara de saber que todos los hombres son mortales y que Socrates siendo un hombre es mortal, lo que sólo entienden eso así nomás dicen lo que han dicho desde siempre: ¿a que se parece? Es una petición de principios, si acaban de decir que Sócrates es un hombre no podría negarse que Socrates es mortal sin poner en cuestión lo que habían puesto al comienzo.» Fue Locke el que descubrió que se trataba de una petición de principios.
Es una idiotez, no hay ninguna petición de principios, hay algo cuyo interés esta en otra parte, el interés está evidentemente en lo siguiente —está en las mangas del prestidigitador— que no es vano para nada hablar de Sócrates en esta oportunidad, puesto que Sócrates no es mortal del mismo modo que todos los demás hombres y es precisamente lo que al final de cuentas nos retiene y nos excita, no es simplemente por una incidencia lateral debida a la particularidad de la ilustración sino porque es precisamente de eso de lo que se trata en el fondo de la lógica, de saber siempre como se podría estar en paz con ese sagrado sujeto de la enunciación, lo que no se consigue fácilmente, especialmente a nivel de la lógica de la cuantificación que es particularmente resistente.
No es lo mismo pues, que ese sujeto cuantificado, que ese sujeto mucho más inquietante que entonces se califica, se designa especialmente y de una forma que se puede decir develada como el sujeto de la enunciación, lo que los lingüistas se vieron forzados a reconocer dando al «yo» (je) esa definición de shifter que es el «chief rate», dicho de otro modo, el índice del que habla, dicho de otro modo «yo» es variable a nivel de cada uno de los discursos, por allí es designado el que sostiene de lo que resulta todo tipo de consecuencias, en particular que toda una serie de enunciados que tienen «yo» por sujeto, son muy inquietantes, a través de los tiempos se han tenido mucho en «yo miento» y «yo no soy», ciertamente tiene su interés , un interés que Uds. pueden ver en todos sus desarrollos, ciertamente es mucho más interesante detenerse en lo que tiene de imposible el «yo no soy» en que «yo miento» que cae de su peso que uno no puede decirlo verdaderamente. Ese «yo no soy» vale la pena que uno se detenga un poco, sobre todo si se puede darle un soporte que sea absolutamente preciso en cuanto a lo que está en cuestión, a saber concerniente al sujeto del inconsciente.
Es que, desde que se dieron cuenta de la imposibilidad de decir no que eso sea, puesto que eso es justamente, eso es que yo no soy, es tan cierto para Uds. como para mi, y a partir del momento en que Uds. se dan cuenta el yo soy parece volverse impronunciable —siempre es pronunciable— sino simplemente grotesco.
Estas cosas tienen un gran interés en ser realizadas si parecen coherentes, y estrictamente coherentes por la introducción en un cierto dominio que es el de las preguntas que plantea la existencia o no del inconsciente.
Sea como fuere se trata naturalmente de saber por qué me ocupo este año del acto psicoanalítico por una parte y del psicoanálisis por otra; estando todo centrado alrededor de este acto (seguimos hoy en el lenguaje familiar, lo repito, «centrado alrededor» no quiere decir gran cosa) que todos los hombres amen a la mujer; evidentemente es falso; tenemos actualmente bastante experiencia, siempre se supo, justamente; digamos que, para una parte de la sociedad (seamos tolerantes) es falso, pero que sea falso no resuelve nada. Lo importante no es saber si es falso a grosso modo; lo importante es darse cuenta que si podemos admitir simplemente que no es cierto es en virtud de que están los que se equivocan; no sé si se dan bien cuenta de esto, esto tiene el aspecto de ser la hipótesis del psicoanálisis; digamos incluso, seamos bien precisos, no quiero decir que el psicoanálisis dice que, en todos los casos, es porque están los que se equivocan, que prefieren otra cosa. El psicoanálisis bien puede (acá juega sobre seguro) permitirse toda la prudencia; bien puede decir que hay homosexuales masculinos debido a cosas orgánicas o glandulares o cualquier cosa de ese tipo, no le cuesta nada; por otra parte lo que tiene de notable es la cantidad de cosas que no le cuestan nada.
Pero en lo que respecta a lo que le cuesta es mucho menos preciso, parece que jamás se hubiera planeado la cuestión de lo que implica a aquellos al menos en los que hace intervenir la hipótesis de que si no es cierto es en virtud de que hay los que -resumo- se equivocan, tiene su equivalente en la teoría analítica, pero de eso se trata.
Es acá que yo quisiera señalar que se trata de saber si, sí o no, eso a lo que podríamos dar cuerpo más sutil «todos los hombres aman la mujer». (Se dan cuenta que puse «la mujer» es decir la entidad del sexo opuesto, si es algo que un psicoanalista tiene o no por verdadero; es absolutamente seguro que no puedo darlo por cierto puesto que lo que el psicoanálisis sabe es que todos los hombres aman no a la mujer sino a la madre.
Esto, por supuesto, tiene toda suerte de consecuencias, incluido que puede suceder, al extremo, que los hombres no puedan hacer el amor con la mujer que aman porque es su madre, mientras que, por otra parte, pueden hacer el amor con una mujer a condición de que sea una mujer envilecida, es decir, la prostituída.
Quedémonos en el sistema. Quisiera plantear la siguiente pregunta: en el caso de que un hombre pueda hacer el amor con la mujer que ama —lo que también sucede, ¡uno no siempre es impotente con las mujeres que ama, caramba!— quisiera saber qué implica la siguiente pregunta, que es una ligera modificación del enunciado universal que escribí «todos los hombres aman a la mujer»; es cierto que todos los hombres desean a una mujer (ya no es más la mujer) cuando ella se les propone como tal, ¿es decir en tanto que objeto a su alcance?
Supongamos que no hay impotentes, supongamos que no hay envilecimiento de la vida amorosa; les planteo una pregunta que muestra bien la distinción entre lo que llamaría el fundamento naturalista con lo que llaman la reserva organicista, porque no es lo mismo decir que, en los casos con los que tenemos que ver en psicoanálisis, hay casos que dan cuenta de lo orgánico, no es para nada en nombre de esto que queremos plantear la cuestión de saber: es que cae de su peso, y acá van a ver que estamos forzados a introducir cosas que muestran bastante lo artificial de lo que planteo, porque va a hacer falta primero que yo salga de todo el contexto de sus compromisos, de sus lazos, de los lazos que tiene anteriormente la mujer, de esto o aquello, es que hay lo que es al principio natural digamos que, en esas situaciones donde es muy notable que los novelistas se vean forzados a romperse la cabeza para inventarlos, a saber las situaciones que llamaría, no sé cómo llamarla, es impensable, es la situación del chalet de montaña: un hombre, una mujer, normalmente constituidos, están aislados, como dicen, en la naturaleza — ¿es natural que se besen? He aquí la cuestión. Se trata del naturalismo de lo deseable.
Esta es la pregunta que hago. ¿Por qué? No para decirles cosas que enseguida van a dar la vuelta por todo París, a saber lo que Lacan enseña quiere decir que el hombre y la mujer juntos no tienen nada que ver. Yo no lo enseño; es verdad. Textualmente no tienen nada que ver juntos. Es molesto que no pueda enseñarlo sin que se produzca un escándalo, entonces no lo enseño, lo retiro.
Es justamente porque no tienen nada que ver que el psicoanalista tiene algo que ver en este asunto (cette affaire la) (escribámoslo en el pizarron): staferla. (También hay que saber utilizar una cierta forma de escritura).
Por supuesto yo no lo enseño. ¿Por qué? Porque aún si es lo que surge de una forma que se impone estrictamente de todo lo que nos enseña el psicoanálisis, a saber que nunca es «qua tenus femina» (digo «femina», ni siquiera «mulier») que «la mujer» es deseada, que es necesario que el deseo se construya sobre todo un orden de recursos donde el inconsciente es absolutamente dominante y donde en consecuencia interviene toda una dialéctica del sujeto.
Enunciarlo de esta forma extraña, que el hombre y la mujer finalmente no tienen nada que ver juntos, es simplemente marcar una paradoja, una paradoja que ya no tiene alcance pero que es del mismo orden que esa paradoja de la lógica de la que me valía ante ustedes, es del mismo orden del «yo miento» o la paradoja de Russell del catálogo de todos los catálogos, que no se contienen a sí mismos. Es de la misma dependencia.
No tiene interés producirlas como si se tratara justamente del único punto donde eso constituiría en ese caso no sólo una paradoja sino un escándalo, a saber si allí hubiera una referencia naturalista.
Cuando alguien escribe en una notita o en otra parte que, en la forma en que Lacan reinterpreta a Freud, según parece (es un Freud-Lacan) hay elisión de lo que sin embargo tendría interés en conservar, la referencia naturalista, yo pregunto por el contrario qué puede subsistir actualmente de la referencia naturalista concerniente al acto sexual después del enunciado de todo lo que está articulado en la experiencia y la doctrina freudiana.
Es justamente por dar a estos términos «el hombre y la mujer» un substrato naturalista que llego a poder enunciar cosas que aparecerían en efecto como locuras. Es por eso que no las pronuncio. Pero lo que yo pronuncio hoy (hay una cantidad notablemente insuficiente de psicoanalistas acá) es la siguiente cuestión: ¿qué es lo que piensa «por instinto» (se imaginan que una palabra como ésta no puede venir a mi boca por azar) el clínico, en nombre de su instinto de clínico (¡quedará por definir lo que es el instinto de clínico!) con respecto a la historia del chalet de montaña?.
No tienen más que referirse no sólo a su experiencia, sino a su intuición íntima. El tipo que viene a contarles que estaba con una linda chica en el chalet de montaña; que no tenía ninguna razón para «no ir al frente», simplemente no tenía ganas, ustedes dicen: «Oh; hay algo que no va…». Ustedes primero buscan saber si le sucede a menudo tener frenos así; en síntesis ustedes se lanzan en toda una especulación que implica que eso debiera andar.
Esto para mostrarles simplemente que de lo que se trata es de la coherencia, de la consistencia de las cosas a nivel del espíritu del analista. Porque si el analista reaccióna así por instinto, instinto de clínico, ni siquiera hay necesidad de hacer intervenir detrás la resonancia naturalista, a saber que, el hombre y la mujer están hechos para andar juntos, yo no les he dicho lo contrario; yo les he dicho: pueden andar juntos sin tener nada que ver juntos; yo les he dicho que ellos no tenían nada que ver juntos.
Si el clínico, la esencia clínica interviene para «poner mala cara» de cierta manera, se trata de saber si es algo simplemente del orden del buen sentido (¿por qué no?, eso existe); yo no estoy en contra del buen sentido. O si se trata de otra cosa, a saber si el analista se lo permite, él que tiene todas las razones para eso, o si esta mujer que, les repito, para el psicoanalista no es automáticamente deseada por el animal macho cuando ese animal macho es un ser parlante, esta mujer se cree deseable porque es lo mejor que puede hacer en un cierto aprieto. Y además eso lleva todavía un poco más lejos.
Nosotros sabemos que, en cuanto al partenaire, ella cree amarlo; incluso es lo que domina; se trata de saber por qué se llama a eso su naturaleza; sabemos muy bien también que lo que realmente domina es que ella lo desea; es incluso por eso que ella cree amarlo.
En cuanto al hombre, conocemos la música, para nosotros está muy machacado; cuando ocurre que la desea, cree desearla pero en este caso tiene que ver con su madre, sin que la ame. ¿Qué le ofrece?. El fruto de la castración ligado a ese drama. Le da lo que ya no tiene. Sabemos todo eso. Va en contra del buen sentido.
Es simplemente el buen sentido lo que hace que el analista, con ese instinto de clínico piense sin embargo que una vez que no haya nada de todo esto, porque el novelista hizo todo para que ya no esté en el horizonte (el chalet de montaña) si eso no anda. ¿es que pasa algo?.
Yo pretendo que no es simplemente buen sentido. Pretendo que hay algo que hace justamente que el psicoanalista esté, de algún modo, instalado, instaurado en la coherencia. Lo está por la precisa razón que hace que «todos los psicoanalistas deseen saber», es tan falso como lo que se enuncia arriba y de que hay que saber es por qué es falso. No es falso por supuesto por el hecho de que sea falso, porque siempre se puede escribirlo, aún si todo el mundo sabe que es falso; en los dos casos hay una especie de maldón.
Después de haber definido el acto psicoanalítico que definí de una forma muy audaz, puse incluso en el centro de esa aceptación el ser arrojado a la manera del objeto (a), es tremendo, es nuevo nunca nadie lo dijo; naturalmente, a partir del momento en que lo dijese vuelve tangible, es tangible, se podría sin embargo tratar de contradecirlo, de decir lo contrario, de traer otra cosa, de poner una objección; es curioso que despue de que lo dije (no hace tanto tiempo que lo puse en primer plano) nadie chistó si quiera para decir algo en contra, mientras que en el fondo es tremendo se podría aullar, decir: «¿que es esta historia! ¿Nunca se nos explicó el análisis así, qué es esto de que el analista es arrojado como una mierda?» La mierda turba muchísimo a la gente: no hay más que mierda en el objeto a , pero a menudo es a título de mierda que el analista es arrojado; depende únicamente del psicoanalizante; hay que saber si para él es verdaderamente de mierda que se trataba. Pero es sorprendente que todas estas
Cosas que digo, yo pueda desarrollar este discurso, articularlo, puedo empezar a hacer girar montones de cosas alrededor antes de que a nadie se le ocurra levantar la menor protesta y dar otra indicación, otra teoría sobre el tema del fin del analista. Curioso, curioso. Esta abstención es extraña; porque en el conjunto implica todo tipo de consecuencias perturbadoras. Podría sugerir una especie de inventividad en la contradicción. No, creo.
Por lo tanto si nadie levanta la menor contradicción es porque sin embargo, se siente muy bien, se sabe muy bien que el maldón, ya se trae de la primera proposición o de la segunda, gira alrededor de que el psiconalista, no tiene su granito de arena para poner allí adentro (es una metáfora quiere decir que no tiene una palabra que decir al respecto) a menos que entre en el baile. Quiero decir el psicoanalista. Es absolutamente claro que no nos perdemos si partimos de la idea de que el psicoanalista es él quien puede conocerlo mejor que nadie, en el sentido en que, sobre todo este asunto del acto sexual y de estatuto que de ello resulta, tendría la perspectiva que le daría el conocimiento de la cosa.
No se trata para nada de esto. Es también por esto que no tiene que tomar partido sobre si es o no natural, en cual caso lo es y en cual no. Simplemente él instaura una experiencia en la cual tiene que poner su granito de arena en nombre de esa función tercera que es ese objeto (a), que tiene la función clave en la determinación del deseo, que hace que sea en efecto el recurso de la mujer en lo que respecta a la turbación en que la deja el ejercicio de su goce en su relación con lo que hay del acto; ella se presta a ser, puedo llegar muy lejos, puedo decir «lo que impone» de afuera; parece que estoy haciendo una reivindicación feminista pero no vayan a creer, es más amplio que eso, lo que se impone está en la estructura, lo que la designa en la dramatización subjetiva de lo que pasa con el acto sexual, que le impone la función de objeto (a), en tanto que ella enmascara de qué se trata, a saber un hueco, un vacío, eso que falta en el centro y de lo que se puede decir (que es lo que trate de simbolizar) que parece que el hombre y la mujer no tienen nada que ver juntos (y presten atención a los términos que utilicé). En otros términos, como ella por su lado no tiene ningún motivo para aceptar esta función del objeto (a), se encuentra simplemente en esta ocasión, en ocasión de su goce y del suspenso de éste en su relación al acto, dándose cuenta de la potencia del engaño, pero de un engaño que no es el suyo, que es algo distinto que es precisamente impuesto por la institución en la ocasión del deseo del macho.
Ese hombre por su lado no descubre otra cosa que lo que hay en él de impotencia para apuntar a otra cosa que: ¿qué? Por supuesto, un saber. Sin duda hay en alguna parte y desde el origen, para entregarnos a elucubraciones desarrollistas, un cierto saber del sexo: pero no es de eso que se trata. No es que todos los niñitos machos o hembras tengan sensaciones sobre las cuales no tengan influencia y puedan canalizar más o menos. A lo que se trata de llegar es al saber de un sexo, precisamente de eso se trata, no se tiene nunca el saber del otro sexo.
En lo que respecta al saber del sexo, del lado macho, va mucho peor que del lado hembra.
No crean que cuando digo que no hay acto sexual, hago doctrina sobre algo que significa el fracaso radical de todo lo que pasa bajo ese título. Digamos que tomando las cosas a nivel de la experiencia psicoanalítica, ésta nos demuestra, quedándonos en ese nivel ( ven que pongo acá una reserva) que ese saber del sexo para el macho, cuando se trata del suyo, desemboca en la experiencia de la castración, es decir a cierta verdad que es la de su impotencia, su impotencia para hacer algo pleno del acto sexual.
Ven que todo esto puede llegar bastante lejos, es decir en este lindo balanceo literario de la potencia de la mentira, por un lado y de la verdad de la impotencia por el otro hay un entrecruzamiento. Pueden ver que fácilmente se inclinaría esto hacia una especie de sabiduría, incluso de enseñanza de sexología como se diría cualquier cosa que pudiera resolverse por una encuesta de opinión. Lo que quería remarcarles es que justamente de lo que se trata, para precisar lo que pasa con el psicoanalista, es de darse cuenta que no hay ningún derecho a articular en un nivel cualquiera esta dialéctica entre saber y verdad para hacer en suma un balance, una totalización para el registro de un fracaso cualquiera, no es de eso de que se trata. Nadie está postura de dominar eso de lo que se trata, que no es otra cosa que la interferencia de la función del sujeto con respecto a lo que resulta de ese acto del que ni siquiera podemos decir dónde es tangible, en nuestra experiencia —quiero decir analítica—- su referencia —no digamos natural puesto que es acá donde se desvanece— sino su referencia biológica.
El punto en que yo estoy cuando les digo que el control para que el analista escape a esta vacilación que lo hace inclinar fácilmente en una especie de enseñanza ética, es que eI se de cuenta de lo que hay en cuestión en el mismo lugar de lo que condiciona la vacilación esencial, a saber el objeto (a), y que más que el que al cabo de sus años de experiencia, se considere como el clínico, a saber el que, en cada caso, sabe hacer la ubicación del asunto, se da más bien —se los indicaba la última vez, en mi último discurso, al final de lo que he dicho la última vez, ante lo que llamo un público más amplio— esta referencia, que tomé del discurso de un año anterior, a saber yo no diría la apología porque nunca hago apologías, les muestro la realidad de lo que pasa en cuanto al analista, figurada en otros ejemplos y de lo que no es asombroso que sean ejemplos tomados del arte por ejemplo, algo para orientarse a saber, por tener otro tipo de conocimiento que esta especie de conocimiento de ficción que es el suyo y que lo paraliza, cuando se interroga sobre un caso, cuando hace la anamnesis, cuando lo prepara, cuando empieza a acercársele, pero una vez que entre en el análisis, que busque en el caso, en la historia del sujeto, de la misma forma que Velázquez está en el cuadro de las Meninas, donde estaba él, el analista, en tal momento y tal punto de la historia del sujeto; en ese drama lamentable, él sabrá lo que pasa con la transferencia. A saber, que como todos saben el pivote de la transferencia no pasa forzosamente por su persona. Hay alguien que ya está allí. Eso le daría otra manera de abordar la diversidad de los casos, y a partir de ese momento quizás se llegará a encontrar una nueva clasificación clínica que la de la psiquiatría clásica que no ha sido tocada ni enhebrada nunca por una buena razón, que hasta el momento sobre ese tema nadie pudo hacer otra cosa que seguirla. Quisiera poder darles una imagen mejor de lo que se trata.
Se habla de vida privada. Siempre me sorprende esa palabra, sobre todo en los analistas que pueden estar particularmente interesados en eso. ¿Vida privada de qué? ¿Qué es la vida privada? ¿Por qué está tan privada esta vida privada? Tendría que interesarnos A partir del momento en que uno hace un análisis hay que decir que no hay más vida privada. Cuando las mujeres están furiosas porque su marido se hace analizar, tienen razón; hay que reconocer que tienen razón, porque no hay más vida privada.
Eso no quiere decir que se vuelva pública. Hay un cierre de esclusa intermediario: es una vida psicoanalizada o psicoanalizarte. No es una vida privada.
Esto sirve para hacernos reflexionar. Después de todo, ¿por qué es tan respetable esta vida privada ? Se los voy a decir. Porque la vida privada es lo que permite mantener intactas esas famosas normas que a propósito del chalet de montaña yo estaba mandando a la mierda. «Privada» quiere decir todo lo que preserva sobre ese delicado punto de lo que pasa con el acto sexual y todo lo que se deriva de eso, en el apareamiento de los seres, en el «tú eres mi mujer, yo soy tu hombre» y otras cosas esenciales sobre otro registro que conocemos bien, el de la ficción, es lo que permite mantenerse en un campo, donde nosotros, analistas, introducimos un orden de relatividad que, como ven, no es fácil de dominar y que podría ser dominado con una sola condición, si pudiéramos reconocer el lugar que allí tenemos, en tanto que analistas, no en tanto que analistas sujetos del conocimiento sino en tanto que analistas instrumentos de esta revelación.
Al respecto se plantea la cuestión de la vida privada del analista. Sólo lo digo al pasar puesto que, naturalmente, hay obras ampliamente difundidas y una de ellas que tiene el mayor éxito (el mayor éxito a la boludez) donde se habla de la calificación, del abrochamiento de lo que debe ser el buen analista, lo menos que se le puede exigir es que tenga una vida privada feliz. ¡Es adorable! Y además todos conocen al autor; no quiero ponerme a especular… en fin…
Pero que un analista por ejemplo pueda mantener lo que acabo de definir como el estatuto de la vida privada es algo… Es justamente porque el analista no tiene vida privada que más vale, en efecto que mantenga muchas cosas al abrigo, es decir que si él tiene que saber en qué lugar estaba ya en la vida de los pacientes, la recíproca no siempre es forzosamente necesaria.
Pero hay otro plano sobre el que se juega este asunto de la vida privada; es justamente el que acabo de destacar, a saber el de la consistencia del discurso. Es justamente porque el analista no sabe, hasta ahora sostener en ningún grado el discurso de su posición que se hace esa especie de enseñanza que es como todas las enseñanzas, mientras que la suya no debiera parecerse en nada a las otras, a saber, ¿qué es enseñante de qué’? De lo que le hace falta a los enseñados que ya lo están; es decir enseñarles sobre los temas que se trate todo lo que ya saben, es decir justamente lo que está más a mano; todas las referencias le son buenas; enseñará todo, no importa qué, excepto psicoanálisis.
En otros términos eso por lo que yo me preocupé de comenzar, tomando las cosas al nivel más a ras de tierra, a saber lo que puede parecer lo menos cuestionable y mostrarnos que el psicoanálisis justamente las cuestiona, es imposible escribir sino es en forma de desafío las dos primeras líneas que están acá, lo que hace el estatuto del analista es en efecto una vida que merece ser llamada vida privada, es decir el estatuto que se da es propiamente en el que mantendrá (está construido para eso) la autorización, la investidura del analista, su jerarquía, el ascenso de su gradus, de forma tal que al nivel en que, para él eso puede tener consecuencias, esta función la suya, la más escabrosa de todas que es la de ocupar el lugar de ese objeto (a), le permite conservar sin embargo estables y permanente todas las ficciones más incompatibles con lo que resulta de su experiencia y del discurso fundamental que lo instituye como hacer.
He aquí lo que termino hoy para ustedes, y que comprenderán que reservé a una asistencia más limitada, que no está forzada a acarrear una cosecha de escándalos, de chismes o de bla-bla-bla.