Sí, es preciso decirlo, morir de vergüenza, es en efecto difícil de conseguir. Es sin embargo , el único signo -ya les he hablado de cómo un significante deviene un signo- el único signo de cuya genealogía se pueda asegurar que desciende de un significante. Un signo cualquiera después de todo puede siempre caer bajo sospecha de ser un puro signo, es decir obsceno: veinte escenas en Vincennes si oso decir, hacen ejemplo y no montadas para reír. Morir de vergüenza, acá la degeneración del significante es segura, segura por ser producida por un fracaso del significante, o sea el ser para la muerte en tanto que concierne al sujeto -¿y a que otra cosa podría concernir?- este ser para la muerte es la carta de visita por la cual un significante representa un sujeto para otro significante – ustedes están empezando a saber eso de memoria, espero -esta carta de visita no llega nunca a buen puerto, por la razón que, por llevar la dirección de la muerte, es preciso que esta carta sea desgarrada. Es una vergüenza como dice la gente, y debería producir una «hontología» ortografiada por fin correctamente, mientras tanto, morir de vergüenza es el único afecto de la muerte que merece, ¿que merece qué?
Que la merece. Hemos estado mucho tiempo callados. Hablar de ello, en efecto, es abrir ese reducto, no el último, el único en el que sostiene lo que puede decirse honestamente, de lo honesto. Honesto, que remite a horror -todo eso es vergüenza compañeros- hasta el punto de no hacer mención de la vergüenza justamente, justamente porque morir de vergüenza es para el honesto lo imposible. Ustedes ya lo saben por mí, eso quiere decir lo real. «Eso no merece la muerte» , se dice a propósito de no importa que para llevar todo a lo fútil. Dicho así con ese fin, elide que la muerte, pueda merecerse. No se debiera tratar de elidir lo imposible en ese caso, sino de ser el agente: sostener que la muerte se merece al menos al momento de morir de vergüenza que eso se merezca no es pavada. Si eso sucede ahora, y bien, sería la única forma de merecerlo. Sería vuestra chance. Si eso no sucede es que, con respecto a la sorpresa precedente, hace mala suerte, entonces, si, les queda de vida como vergüenza a beber, porque ella no merece que se muera. Vale la pena que lo diga, cuando a partir de que se habla «veinte escenas que decía sólo piden que se las retome como payasadas». Justamente, parece que en Vincennes, quedaron contentos con lo que dije, contentos conmigo. No es recíproco. Yo no quedé muy contento con Vincennes. Es agradable. Lindo tener así una persona gentil que intentó amueblar al máximo, hacer Vincennes, manifiestamente no había nadie de Vincennes, en fin muy pocos, justo las orejas más dignas de otorgarme una buena nota. No es obviamente, lo que esperaba, sobre todo después que, según parece, se hubo propagado mi enseñanza en Vincennes. Hay momentos así, en los que puedo ser sensible a un cierto vacío.
A pesar de todo era justo lo que hacía falta para recordarnos -es un recuerdo del que yo mismo no sé como tuve conciencia – el punto de coincidencia que puede haber entre Minuto y los Tiempos Modernos. Sólo lo menciono porque, como verán, atañe a nuestro tema de hoy; ¿cómo conducirse con la cultura ? Basta algunas veces una pequeña cosa, como esa, para hacer un rayo de luz. Una vez que ustedes se acuerdan luego de la publicación de un cierto registro del magnetófono en los Tiempos Modernos, esa relación con Minuto es notoria. En ése momento, traten, es fascinante, yo lo hice: recorten los párrafos de los dos diarios, los mezclan bien y empiecen a sacar de allí: ¡les aseguro que frente al papel, ustedes no se la van a arreglar tan fácilmente! Es lo que debe permitirnos tomar la cuestión de otro modo con respecto a la objeción que hice hace un momento sobre tocar las cosas con un cierto tono, con una cierta palabra, por temor a caer en la payasada. Partamos más bien de que la payasada ya está ahí y que quizás poniendo un poco de vergüenza en la salsa -¿quién sabe?- eso podrá aguantarla. Abreviando, yo juego al juego por lo que ustedes me escuchan, por lo que me dirijo a ustedes. Sino habría más bien una objeción a que ustedes me escuchen. Pues es claro que en muchos casos, eso les impide escuchar lo que yo digo. Y es una lástima, porque, al menos los jóvenes entre ustedes, hacen mucho tiempo que son, para lo que yo digo, muy capaces de decirlo sin mí. Sólo les falta para eso, precisamente un poco de vergüenza. Eso podría llegarles. Evidentemente no se encuentra bajo las patas de un caballo y todavía menos de un ico-ico (dada). Por las estelas de la aletósfera como dije, por ejemplo, que se ocupa de ustedes, e incluso ya los «hacen sedosos», Quizás serían suficientes como presa de vergüenza. Reconozcan por qué Pascal y Kant se convulsionan como dos criados en trance de hacer vatel en nuestro lugar. ¡Allí arriba ha faltado verdad durante tres siglos!. Y bien, el servicio llegó, sin embargo. reconfortante a partir de boca y hasta músico de tiempo en tiempo. Ustedes lo saben, no rezonguen, ¡están servidos! Pueden decir que no hay ya vergüenza. Ustedes saben que esos potes sobre los cuales, llamándolos vacíos de mostaza, ustedes me preguntaban lo que me preocupaba, y bien, empiecen rápido a hacer bastante provisión de vergüenza para que cuando llegue la fiesta, no falte demasiado condimento. Ustedes me dirán, cuál es la ventaja de la vergüenza, si eso es el revés del psicoanálisis, es poco para nosotros. Les contesto: tienen de sobra, si todavía no lo saben, saquen una tajada como se dice. Este aspecto imantado que es el vuestro, lo verán tropezar a cada paso sobre una vergüenza de vivir fenomenal. Es eso lo que descubre el psicoanálisis. Con un poco de seriedad, ustedes se darán cuenta que esta vergüenza se justifica para no morir de vergüenza, es decir manteniendo con todas vuestras fuerzas, un discurso de Amo pervertido: es el discurso universitario. «Rhegelense» diría yo, ya retomo. Volví el domingo, a ese sagrado líbelo de la «Fenomenología del espíritu» preguntándome si no los había atiborrado un poco, la última vez arrastrándolos en reminiscencias con la que me deleitaba a mí mismo.
Y bien, nada de eso es impresionante. Verán allí que la conciencia vil es la verdad de la conciencia noble. Y es largado de tal forma que marea. Cuando más innobles sean, yo no digo obsceno por supuesto, esto no está en cuestión desde hace largo tiempo, cuanto más innoble sean mejor irá eso. Eso aclara finalmente, la reforma reciente de la universidad: todos «unidad de valor», teniendo en vuestra cartuchera el bastón de una cultura endiabladamente mariscal les colgarán medallas, como en los concursos de animales, de lo que se atreven a llamar habilidad (maîtrice). Formidable ustedes lo tendrán en profusión. Tener vergüenza de no morir por eso daría quizás otro tono como el de lo que me concierne a lo real. Dije lo real, y no es la verdad. Pues como ya se los expliqué la última vez, es tentador mamar la leche de la verdad, pero es tóxica: eso duerme, y es todo lo que se espera de ustedes. Hay alguien encantador que sobre mi recomendación de «El hombre desengañado» de Baltazar Gracian, como saben, era un jesuita que vivía en la unión de los siglos XVI y del XVII -escribió ese gran fragmento a principios del siglo XVII. En suma aquí que nació la visión del mundo que nos conviene, antes aún que la ciencia hubiera subido a nuestro cenit. Se la había sentido venir. Es curioso, pero es así, habría incluso que registrar para toda apreciación verdaderamente experimental de la historia, el barroco que nos conviene -es asimilable al arte moderno, figurativo o no, es lo mismo, a comenzado antes o es justo al mismo tiempo que los pasos iniciales de la ciencia. En ese Criticón que en una suerte de analogía donde se encuentra ya incluida, por ejemplo, la intriga de Robinson Crusoe, la mayor parte de las obras maestras son migas de otras obras nuestras conocidas, en ese Criticón, en la tercera parte, sobre la pendiente de la vejez, porque toma ese gráfico de las edades en el segundo capítulo, hay algo que se llama «la verdad del parto». Ella está de parto en alguna parte, en una ciudad que sólo habitan los seres de la mayor pureza; eso no les impide aprender la fuga bajo el impacto de un sagrado cagaso, cuando se les dice que la verdad está en trabajo de parto. Me pregunto porque, cuando hicieron este hallazgo para mí pues en verdad, no fui yo quien lo descubrió, me pidieron que explicase eso, salvo que no haya venido a mi último seminario. Es justamente lo que yo he dicho. Es allí que es preciso resistir,. Porque si quieren que sus palabras sean subversivas, tengan cuidado de que no se pegoteen demasiado sobre el camino de la verdad. Lo que quise propiamente articular la última vez poniendo acá esas cosas que no puedo ponerme a rediseñar todo el tiempo, es evidentemente el Significante-Amo, que hace el secreto de saber en su situación universitaria, es muy tentador pegarse a él y uno queda atrapado. Entonces lo que indico, es quizás solamente eso lo que alguno de entre ustedes podrían conservar de este año, es vocalizar mucho a nivel de la producción, de la producción del sistema universitario, en tanto que una cierta producción desesperada, mientras que se trata quizás, para obtener un efecto, de sustituir allí otro. Al respecto, simplemente como etapa, como posta y porque después de todo los he elegido como una marca de lo que la última vez enuncié delante de ustedes, voy a leerles sin embargo, tres páginas -me disculpo con aquellas personas ante las cuales ya hice la prueba-, tres páginas que responden a una pregunta de ese extraño belga, que en suma me ha planteado preguntas que me agarran mucho- ustedes lo ven- como para que en suma me pregunte si no se las dicté yo mismo sin saberlo. En todo caso le queda ciertamente, el mérito de haberse preparado para escucharlas si es así. He aquí pues la sexta así, de una ingenuidad encantadora: «En qué saber y verdad?» -todos saben que trata de mostrar cómo congenian juntas esas dos virtudes. «¿En qué son incompatibles saber y verdad?» «Lo digo para expresarme como me viene: nada es incompatible con la verdad. Se mea, se tose, se escupe adentro: es un lugar de paso o para decir mejor de evacuación del saber como resto. Uno puede internarse por ella permanentemente e incluso enloquecerse: hay viciosos. Es notorio que puse en guardia al psicoanalista para que no connotara de amor ese lugar con el que está de novio por un saber. Se lo digo enseguida: nadie se casa con la verdad. Con ella nada de contrato y todavía menos amor libre. Ella no soporta nada de eso. La verdad es seducción ante todo y para trampearlos. Para no dejarse agarrar es preciso ser fuerte. No es vuestro caso.
Así lo decía el psicoanalista, ese fantasma que convoco, que incluso jalo para diversión de todos ustedes, que precipitan al instante desde las épocas en que mantengo para ustedes la puesta de que el psicoanalista me escuche. No es pues a ustedes a quienes yo prevengo. Ustedes no corren el riesgo de ser mordidos por la verdad. Pero quién sabe si lo que yo forjo se animará, el psicoanalista, tomaría el relevo -en los límites de la esperanza no se coincide- es a él a quien yo advierto. Que de la verdad uno tenga todo para aprender, ese lugar común condena a cualquiera a perderse. Que cada uno sepa un poco de eso sería suficiente y él hará bien en atenerse a ello. Mejor todavía sería que él no haga nada: si no hay nada más traicionero como instrumento. Se sabe como un psicoanalista -no él- sale airoso habitualmente: deja la hilacha de esa verdad, aquél que ya tenía la molestia y que, a ese título, deviene verdaderamente su paciente, mediante lo cual él se cuida como de la yeta. A pesar de todo es un hecho que algunos desde hace un tiempo, hacen cuestión de sentirse más concernidos. Quizás sea mi influencia. Quizás tuve algo que ver en esta corrección y es justamente lo que me obliga a advertirles que no vayan demasiado lejos, porque si lo he obtenido es porque no parecía estar metido en eso y es justamente lo que tiene de grave. Por otra parte, obviamente, se finge sentir cierto terror. Es una negativa, pero de la negativa no está excluída la colaboración. La negativa misma puede ser uno. Bueno, con aquellos que me escuchan por la radio, y que no tienen, como decía recién, el obstáculo para escuchar lo que yo digo que es para escucharme, voy a ir más lejos y es por eso después de todo, que se los leo. Porque si puedo decirlo a un cierto nivel de ……por qué no puedo hacer la prueba acá; y además es posible que al principio que tomé desde esas cuatro primeras respuestas que los han aturdido tanto aquí, y que según parece, salieron mucho mejor de lo que se cree por esta radio. Han confirmado el principio que adopté y que está también en la línea de lo que quisiera legarles hoy, es después de todo uno de los métodos con que se podría actuar sobre la cultura; es que cuando por azar, uno es aceptado a un nivel de lo que se llama un amplio público, una de esas masas que el tino del medio nos entrega, y bien, ¿por qué no elevar precisamente de algún modo proporcionalmente a la presunta inaptitud de ese campo, que es de pura presunción, elevar el nivel profesionalmente a la inaptitud en cuestión? ¿Por qué, por qué bajar el tono? ¿A quién tienen que conglomerar? Es precisamente el juego de la cultura comprometerlos a ustedes. En ese sistema, gracias a lo cual se logra el objetivo: una gata no reconocería a sus hijitos. Pues bien aquí y aún cuando sea todavía totalmente decible en esta sala, digo lo que tiene de notable por no haber sido remarcada mi fórmula del ajuste supuesto saber puesto al principio de la transferencia. El saber supuesto del cual según mi decir es psicoanalizante hace transferencia, yo no he dicho que el psicoanalista sea supuesto saber la verdad. Con sólo pensarlo se comprende que agregar ese complemento sería mortal para la transferencia. Pero más vale que ni se lo piense, si el comprender justamente impediría que quedara verdadero el efecto. Saboreo la indignación con que una persona reviste lo que yo denuncio del poco saber del que la transferencia hace señuelo. Sólo es asunto de ella amueblar eso con otra cosa que el sillón que ella se dice presta a vender, en el caso de que yo tuviera razón. Ella vuelve el problema sin salida, sólo por no atenerse a sus medios. El psicoanalista sólo se preocupa de no estar en disputa en su ser. Del famoso no saber con el que se nos hace burla sólo le preocupa que no tenga nada que ver con él. Le repugna el modo de desenterrar una sombra para simular carroña haciéndose valorar como un perro… de caza. Su disciplina lo penetra por lo real no es, ante todo, para ser sabido -entre paréntesis es el único dicho para contener al idealista. El saber se agrega a lo real; es precisamente por eso que puede portar lo falso de ser y hasta de ser un poco ahí. Yo «daseine» con toda la fuerza en este caso. Para eso no necesito ayuda. A decir verdad, sólo es desde lo falso que el saber se preocupa de la verdad. Todo saber que no sea falso no calienta. Para verificarse sólo tiene su aspecto de sorpresa, sorpresa de un gusto dudoso de lo demás, cuando por la gracia de Freud es de lenguaje que nos habla puesto que sólo es el producto. Es acá que tiene lugar la incidencia política. Se trata en acto de esta pregunta: ¿con qué saber obra la ley? Cuando se lo descubra, puede ser que eso cambie. El saber cae en el rango del síntoma visto desde otra perspectiva. Y allí importa la verdad, por la verdad se combate lo que de todas formas sólo se produce por su relación a lo real. Porque eso se produzca importa mucho menos que lo que eso produce. El efecto de verdad no es más que una caída de saber. Es esa caída que hace producción, pronto a censurar. Lo real no se entrega ni menos ni peor. En general, resopla hasta la próxima crisis. Su beneficio del momento, es que ha recobrado lustre. Sería incluso el beneficio que se podría esperar de cualquier revolución, ese lustre que brillaría mucho tiempo, en el lugar siempre turbio de la verdad. Sólo que: de ese lustre, no se ve nunca más que el fuego.
Vean lo que, al respecto, al día siguiente del último seminario, había tirado en un rincón manifiestamente para ustedes. Porque ya no es cuestión de añadirlo a mi pequeña balsa radiológica Es preciso comprender que lo que hay de horroroso en la verdad, es lo que ella pone en su lugar. Si ustedes observan este esquemita de cuatro letras, desde luego el lugar del Otro-como lo dije desde siempre. está hecho para que se inscriba la verdad
Pero eso, es en el juego limpio de la palabra y del lenguaje. Es ahí desde luego que se inscribe la verdad, es decir todo lo que es de este orden, es decir lo falso, incluso la mentira que no existe sino sobre el fundamento de la verdad. Pero en ese esquema cuadrúpedo que supone el lenguaje y tiene por estructura lo que se llama un discurso, es decir lo que condiciona toda palabra que pueda producirse, lo que la verdad en cuestión pone en su lugar, la verdad de este discurso, a saber lo que condiciones como es que eso sostiene el discurso del Amo, es la obra cara de esta función de la verdad y no la cara patente, pero la dimensión en la que ella se necesita como deuda de algo escondido. Nuestros surcos de la aletósfera, se trazan sobre la superficie del cielo largo tiempo abandonada. Pero de lo que se trata, es de lo que un día llamé con esa palabra la «latousa» que ha cosquilleado a muchos de ustedes como para preguntarse qué me pasaba. No soy el que ha inventado esta dimensión de la verdad, que está oculta, que la Verborgenheit la constituye. Abreviando, las cosas son de tal modo que ella hace suponer que tiene algo en el vientre. Y justamente no es inútil ver muy pronto. Hay algunos picarones que se han dado cuenta de que si eso salía sería abominable y encima probablemente alado, para que pegue mejor con el paisaje. Ahora, es igualmente posible que ese sea todo el fato, que eso debe ser horroroso si sale. Si ustedes se pasan el tiempo esperando, están fritos. Es preciso no jorobar demasiado a la latousa.
Pues, meterse allí dentro es asegurar siempre… ¿qué? Lo que yo me canso de explicarles: asegurar lo imposible de lo que es efectivamente gracias a ustedes: real. Si es por el lado de la verdad que se interesa vuestra búsqueda, más sostienen ustedes el poder de los imposibles que son respectivamente aquellos que les he enumerado la última vez: gobernar, educar, analizar llegado el caso. En todo caso para el análisis es evidente. El sujeto supuesto saber, escandaliza cuando simplemente me aproximo a la verdad. En fin, mis esquemitas, cuadrípodos -les digo- digo esto hoy para que tengan cuidado -no son la bola de cristal (table tournantes) de la historia. No es forzoso que eso pase siempre por allí y que gire en el mismo sentido. Es sólo un recurso para orientarlos en relación a lo que bien puede llamarse funciones radicales en el sentido matemático de término, donde el paso decisivo fue dado en alguna parte, del lado de esa época que ya designé hace poco, alrededor de lo que hay de común entre los primeros pasos de Galileo, el surgimiento de los integrales y diferenciales del lado de Leibnz y además el estreno de los logaritmos. Lo que es función, en ese algo que entra en lo real, que nunca había entrado antes y que no corresponde a descubrir, experimentar, delimitar, destacar, despejar, escribir dos órdenes de relaciones ejemplificantes, no es de eso que surge el logaritmo. En un caso, la primera relación, es la adición. La adición a pesar de todo es intuitiva.
Hay cosas acá y cosas allá, ustedes las ponen juntas, eso hace un nuevo conjunto. La multiplicación sin embargo, no es la misma cosas. La multiplicación de los panes, no es la misma cosa que la recolección de panes. Se trata de hacer que una de esas relaciones se aplique sobre la otra y ustedes inventa el logaritmo que comienza a correr violentamente en el mundo. Son pequeñas reglas que parecen no ser nada, pero no crean que el hecho de que existan los deja a ninguno de los aquí presentes, en el mismo estado que antes de que ella surgieran. Su presencia en lo que importa.
Entonces les digo que esos pequeños términos más o menos cuidados: S1, S2, la pequeña a subrayada y la S pueden servir para un gran número de relaciones. Es necesario simplemente familiarizarse con eso. Es a saber, por ejemplo, que el rasgo unario en tanto que uno puede conformarse con él para tratar de interrogarse sobre el funcionamiento del significante-Amo es totalmente utilizable, si solamente con sondear bien estructuralmente, ustedes se dan cuenta que no hay necesidad de reponer toda la gran comedia de la lucha a muerte de puro prestigio y su desenlace. No hay más contingencia, contrariamente a lo que se concluye interrogando las cosas a nivel de lo verdadero por naturaleza, no hay contingencia en la posición del esclavo. Hay la necesidad de que en el saber se produzca algo que haga función de significante-Amo. Por supuesto, uno no puede evitar fantasear con saber quién lo hizo primero. Y entonces finalmente, se encuentra así la maravilla de la pelota que se desenvuelve del amo al esclavo. Pero quizás sea simplemente alguien en que tenían vergüenza que se lanzó así al frente. Lo que les he aportado hoy, esta dimensión con nudo, no es cómoda para avanzar, porque no es de lo que se habla más fácilmente. Quizás sea precisamente eso, el agujero de donde brota el significante-Amo. Si fuera eso, quizás no sería sin embargo inútil para medir hasta qué punto hay que acercarse si se quiere tener algo que ver con la subversión, aún solamente en la rotación del discurso del amo. Pero en todo caso hay una cosa cierta; es que esta introducción del S1 del significante-Amo, ustedes la tienen a su alcance en el más mínimo discurso. Es lo que define su legibilidad. Porque ahí está el lenguaje, las palabras y el saber, y todo eso parece haber funcionado desde el neolítico y no tenemos ninguna huella de que existiera una dimensión que se llame lectura. No hay aún necesidad de que haya escrito ni impresiones, no es que no estén ahí desde hace tiempo, pero de algún modo por efecto retroactivo. El punto delicado en lo que concierne a lo que hace que podamos siempre preguntarnos, leyendo no importa qué texto,. lo que lo distingue como legible, lo debemos encontrar del lado de lo que hace al significante-Amo. Porque les haré remarcar que como obra literaria, nunca hemos leído más que cuentos chinos. ¿Por qué se mantiene eso? Porque es que…no se, me sucedió en uno de mis pasos en falso -yo los adoro, leer «El revés de la vida contemporánea» de Balzac. Es realmente un bolazo! Pero si ustedes no lo han leído, ya pueden haber leído todo lo que quieran de la historia del comienzo del siglo diecinueve del fin del dieciocho, en fin, de la revolución francesa para llamarlo por su nombre, ustedes. Podrán incluso haber leído Marx, no comprenderán nada. Se les escapará siempre que algo lo está más que esta historia para joderlos; (El revés de la vida contemporánea), remítase a ella, se lo ruego. Estoy seguro que no hay mucho entre ustedes que lo hayan leído, es uno de los menos leídos de Balzac. ¿Usted lo ha leído Philippe? ¿No lo leyó?. Usted, ¡tampoco ya ven!. Es una locura. Lean eso. Lean eso y hagan un deber. Exactamente el mismo que hace exactamente cien años, había tratado de dar a los tipos a los que hablaba en Santa Ana a propósito de la primera escena del primer acto Athalie. Todo lo que entendieron fue el punto de Canitón. No les digo que fuera una excelente metáfora, pero en fin era S1, el significante-Amo. Dios sabe lo que ellos hicieron con ese punto de Canitón; ellos lo llevaron hasta los tiempos modernos. S1 es en los tiempos modernos, no es minuto. S1 era del significante-Amo. Era una manera de pedirle que se dieran cuenta como algo que se propaga así en el lenguaje como un reguero de pólvora, es legible, es decir, que eso se engancha, que eso hace discurso. Sostengo siempre que no hay metalenguaje. allí está lo importante justamente: es que todo lo que se puede creer ser del orden de una búsqueda de meta en el lenguaje, sigue siendo simplemente una pregunta sobre la lectura. Sólo que, si alguna vez, en fin -y es pura suposición- se me preguntara mi opinión sobre algo con lo que no estoy mezclado más que desde mi lugar, hay sin embargo que decirlo bastante particular en ese sitio me extrañaría que la ponga así al libero abierto hoy, mi lugar en el sitio de la Universidad, pero en definitiva si otros están allí por razones que no son del todo despreciables, pero que parecen mucho más claras remitiéndose a mis letristas, lo que se encuentran en posición de querer subvertir algo en su Universidad obviamente, puede buscar del lado donde todo se ensarta sobre un pequeño palote donde se puede poner el pequeño a que son y además otros, otros que están en la naturaleza de la progresión de saber-dominar desde la época en que como por un mito nos dejan entrever que podría allí haber un saber-vivir!. No estoy acá para predicar eso, les dije, «la venganza de vivir».
Bueno, en fin, pueden encontrar y justificar con mis esquemitas que el estudiante no es desplazado por sentirse hermano, como se dice, no con el proletariado, sino con el sub-proletariado, porque el proletariado es como ala plebe, la plebe romana. Era gente muy distinguida,. La lucha de clases, quizás contiene esta pequeña dialéctica del discurso del amo. La lucha de clases se ubica en el plano de la identificación: «senatus populusque Romani» Ellos están del mismo lado. Y todo el Imperio, son los otros aparte (en plus). Se trata de saber por qué los estudiantes se sienten con los otros «aparte» en plus, no parecen ver claramente cómo salir. Quisiera hacerles remarcar el punto esencial del sistema es la producción. La producción de la vergüenza. Eso se traduce como: la desvergüenza. Es por eso que quizás no sería un mal medio no ir en ese sentido, puesto que para designar bien algo que se inscribe así muy fácilmente en esas letritas, ¿qué es lo que se produce? Se produce algo cultural, pero cuando se lo pone en el sentido del tejido de la Universidad, lo que se produce en definitiva, es una tesis. Eso sigue teniendo relación con el significante-Amo, no simplemente porque eso se les otorga, porque forma parte de los presupuestos de que cualquiera sea de este orden de producción. Tiene relación con un nombre de autor. Es muy refinado a nivel universitario. Hay una especie de trámite preliminar que está en el umbral; se tendrá el derecho de hablar salvo esta convención, que es totalmente estricto que ustedes quedaran para siempre abrochados por vuestra tesis -es lo que da el valor de vuestro nombre- no obstante a lo que hay en la tesis, ustedes no están de ningún modo ligados por la continuación. Habitualmente por otra parte, ustedes se conforman. Pero después de eso, ustedes pueden decir todo lo que quieran. a condiciones de hacerse un nombre. Porque ya ustedes han advenido al nombre. Es eso que juega el rol de significante-amo. ¿Cómo puedo decir? No quisiera darle demasiada importancia a lo que hice pero se me ocurrió la idea de un truco que me hace hablar mucho desde algún tiempo. Silicet, por lo menos ha importado algunos. Dije que era un lugar donde debían inscribirse cosas sin firmar. No hay que creer que las mías lo fueran, si ustedes ven lo que he escrito. He escrito lo que canta por sí sólo de una experiencia penosa que es la que tenido precisamente con lo cual se llama una escuela. Aporté propuestas que son, en fin… para que algo se inscriba, que no ha dejado de inscribirse por otra parte, algunos efectos de catalepsia. El hecho de que esto esté firmado por mí, sólo tendría interés si yo fuera un autor. Pero yo no soy para nada un autor. Nadie lo sueñe cuando lee mis escritos. Quedó por largo tiempo cuidadosamente confinado en un órgano que, en principio, al fin de cuentas no tenía otro interés que estar lo más cerca posible,. lo que trato de definir como algo que se aplica a una apuesta en cuestión del saber: ¿qué es lo que produce el saber analítico como desastres? Precisamente esa era la cuestión, ha sido cuestión durante mucho tiempo que no les haya picado a todos volverse autores. Es muy curioso que eso del nombre firmado parezca paradójico mientras que, sin embargo, durante siglos todo lo que hubo de gente honesta siempre hizo al menos, como si se le hubiera arrancado su cosa, su manuscrito, en fin se le hubiera hecho una jugada sucia. No se esperaba que a la salida les mandaron tarjetas de felicitación. Abreviando, si hay algo que podía salir de una seria apuesta en cuestión de lo que es el saber que se prodiga y se propaga en el marco establecido por la Universidad, sólo podría ser en un pequeño abrigo, especie de lugar que se daría esta ley de que algo se presente, no para hacer valor a un señor sino para decir algo estructuralmente riguroso, pase lo que pase.
Eso podría tener más alcance de lo que se podía esperar de antemano. Estuve buscando, de este modo, en mi biblioteca, es inaudito por otra parte, porque no entiendo por qué habría estado buscándolo,. no tengo ninguna necesidad en hacerlo, pero en definitiva, fue sin embargo para reasegurarme bien de los datos. Un tipo como Diderot sin embargo sacaba «el Sobrino de Rameau», lo dejaba caer de su bolsillo. Algún otro se lo llevaba Schiller que sabía exactamente lo que era Diderot. Diderot no se volvió a ocupar nunca de eso. En 1804, Schiller se lo pasó a Goethe que lo tradujo inmediatamente y nosotros no lo tuvimos hasta 1891 -puedo decírselos porque tengo el ejemplar- recién en 1891 por una traducción francesa de la traducción alemana de Goethe, él que por otra parte había olvidado completamente que había aparecido un año después, que quizás no lo haya sabido jamás, se estaba en pleno quilombo franco-alemán, en fin la Revolución etc…. -y que sin embargo soportaba bastante mal esta intrusión revolucionaria: abreviando completamente desapercibida esta traducción de Goethe les digo que: el mismo Goethe no sabía cómo se había publicado. A pesar de todo eso no impidió a Hegel hacer uno de los ejes de ese librito lleno de humor al que me referí recientemente, a saber «La fenomenología del Espíritu». Se dan cuenta que no hay que preocuparse tanto para que lo que sale de ustedes, tenga la etiqueta de que les concierne, porque, les aseguro, eso a obstáculo violentamente parta que salga algo decente, aunque más no sea porque en el interior de lo que a ustedes puede interesarles, ustedes se creen naturalmente obligados en nombre de las leyes de las tesis a remitirlo al editor. Si tiene talento, sobre todo si no ha dicho grandes boludeces y si ha aportado algo importante que puede no concernirle a él mismo nada, ustedes están absolutamente obligados a pensar que ha sido una cabeza pensante. Con eso ustedes están cagados para rato, por todo lo que es psicología. Es bien notorio que, en el orden de las cosas que aclaran, no se, «el revés de la vida contemporánea» de la que les hablaba hace un momento, no hay ni sombra de psicología. Es enteramente un pequeño montaje que vale por su significante-Amo, en fin que vale por ser legible. Ninguna necesidad de la menor psicología. En fin, para decirles todo, para enmendarme yo mismo, les diré que lo que salva sin embargo mis Escritos del accidente que tuvieron, a saber que se los ha leído inmediatamente, es que a pesar de todo es un «worst-seller». Bueno, en fin, abreviando,. no voy a prolongar con este calor, por más tiempo este discurso que es el último de este año. Está claro que faltan muchas cosas, pero que seguramente no es vano precisar, que hay en vuestra presencia acá, tan numerosa, que a menudo me perturba, razones en definitiva un poco menos innobles, para expresarse como Hegel «takt» -evidentemente es una cuestión de tacto como dirían otros- de hecho, parece no demasiado, pero lo suficiente, espero, en fin si lo que traigo no es incomprensible, en verdad, dado que lo expongo ante la mayor parte de ustedes, es que no demasiado, pero lo suficiente logro darles vergüenza.
Final del Seminario 17.