Locura no es sueño. Cuatro esquemas. Oposición y mediación. El proceso primario. La entificación de la percepción-conciencia.
Anoche, tras la exposición de Lang, Lefebvre-Pontalis dirigió a todos ustedes la siguiente observación: habría que disciplinarse sobre el estadio del espejo.
Su comentario cuenta con mi asentimiento en tanto que no debe hacerse un empleo abusivo de él. El estadio del espejo no es la palabra mágica. Tiene ya algún tiempo, unos veinte años, pues lo produje en 1936. Comienza a cosquillear esa necesidad de renovación, que no siempre es lo mejor, pues para progresar hay que saber volver sobre las cosas. Resulta fastidioso no por repetirlo tanto, sino por utilizarlo mal. Y, en este sentido, podemos aprobar a Lang.
(Llega el Sr. Lefebvre-Pontalis )
¡Aquí tenemos al insurgente! Le aseguro que hay algo de lo que posiblemente usted, Lefebvre-Pontalis, no tenga la menor idea: hasta qué punto es discutido y discutible el diagnóstico de psicosis en el niño. En cierto modo no se sabe si es correcto emplear la misma palabra para las psicosis del niño y del adulto. Durante décadas se rehusó pensar que en el niño pudiera haber verdaderas psicosis, y se intentó ligar los fenómenos con ciertas condiciones orgánicas. En el niño y en el adulto la psicosis no está estructurada en absoluto de la misma forma. Si en el caso del niño hablamos legítimamente de psicosis es porque como analistas podemos dar un paso más que los otros en la concepción de la psicosis.
Como sobre este punto aún no poseemos teoría alguna, ni siquiera en nuestro grupo, Lang se hallaba en una situación difícil.
Sobre la psicosis del adulto, y a fortiori sobre la del niño, reina aún la mayor confusión. Pero si el trabajo de Lang me pareció bien situado fue porque trató de hacer algo indispensable en materia de comprensión analítica, especialmente cuando se avanza hacia las fronteras, esto es: tomar distancia.
En todo lo que concierne a la aprehensión de nuestro dominio clínico existen dos peligros.
El primero consiste en no ser bastante curiosos. Enseñamos a los niños que la curiosidad es una reprobable falta, y en conjunto esto es cierto: no somos curiosos, y no es fácil provocar este sentimiento de manera automática.
El segundo peligro es comprender. Comprendemos siempre demasiado, particularmente en el análisis. La mayoría de las veces, nos equivocamos. Pensamos que podemos realizar una buena terapéutica analítica si tenemos dotes, si somos intuitivos, si tenemos chispa, si ponemos en práctica ese talento que cada cual despliega en la relación interpersonal. A partir del momento en que uno deja de exigirse un extremado rigor conceptual siempre encuentra la manera de comprender. Pero nos quedamos sin brújula: no sabemos de dónde partimos ni a dónde queremos llegar.
¿Puede la psicosis del niño aclararnos, de rebote, lo que debemos pensar sobre la psicosis del adulto? Esto es lo que Lang trató de hacer, e hizo muy bien. Señaló con gran tacto las incoherencias, extravíos o hiancias de los sistemas de Melanie Klein y Anna Freud, a favor de Melanie Klein a fin de cuentas, pues el sistema de Anna Freud está, desde el punto de vista analítico, en un impuse.
Me gustó mucho lo que dijo Lang acerca de la regresión. Señaló que la regresión era un símbolo, y no un mecanismo que se lleva a cabo en la realidad. Saben ustedes que no me agrada valerme a diestra y siniestra del término «pensamiento mágico», pero aquí hay algo que se asemeja al pensamiento de un mago. ¿Acaso hemos visto alguna vez a alguien, un adulto, regresar verdaderamente, volver a ser un niñito, ponerse a dar vagidos? La regresión no existe. Como indica Lang, es un síntoma que debe ser interpretado como tal. Hay regresión en el plano de la significación y no en el plano de la realidad. En el caso del niño esto queda bien demostrado por la simple reflexión de que no dispone de mucho tiempo para regresar.
He releído en La interpretación de los sueños una nota referida a los procesos y mecanismos de la psicología onírica, en la que Freud cita a Jackson: Encuentren la naturaleza del sueño y habrán encontrado todo lo que puede saberse sobre la demencia y la locura.
Pues bien: es falso. No tiene nada que ver, métanse esto en la cabeza. Ambos manejan sin duda los mismos elementos, los mismos símbolos, y es posible hallar analogías. Pero esta perspectiva no es la nuestra. Todo está aquí: ¿por qué un sueño no es una locura? Inversamente, lo que hay que definir en la locura es aquello por lo cual su mecanismo determinante nada tiene que ver con-lo que ocurre cada noche en el sueño.
No creamos que esto pertenece enteramente al activo de Freud. La edición francesa es incompleta, y no indica que hay aquí una especie de aprobación dada a Ernest Jones, quien estimó oportuno hacer el paralelo, que sin duda consideraba apto para incorporar el análisis a lo que ya estaba bien visto en Inglaterra. Demos a Jones lo que es de Jones y a Freud lo que es de Freud. Partan ustedes de la idea de que el problema del sueño deja enteramente abiertos todos los problemas económicos de la psicosis.
Hoy no puedo decir más sobre el tema. Es un anticipo lanzado hacia el porvenir. Quizá ya este año podamos comenzar a ocuparnos de las psicosis; de cualquier modo tendremos que hacerlo el año próximo.
Volvamos al texto de Freud.
He encomendado a Valabrega la continuación del comentario; pero antes haré en la pizarra un esquema al que podrán remitirse para aprehender el movimiento de lo que aquí se explora. En realidad, haré cuatro esquemas, que son de estructura comparable, y cuyas diferencias marcan el progreso de la elaboración de Freud.
El primero está vinculado con lo que se esboza a nivel de su primera psicología general, que quedó inédita, referencia para él mismo rica en intuiciones fecundas. El segundo da forma a la aportación de La interpretación de los sueños, la teoría del aparato psíquico que tiene por objeto explicar el sueño. Adviertan bien esto: después de haber dado todos los elementos de la interpretación del sueño todavía le faltaba situar a éste como función psíquica. El tercero se coloca en el nivel de la teoría de la libido, muy posterior. No es en absoluto contemporánea de los Tres ensayos, sino correlativa al advenimiento de la función del narcisismo. Por último, cuarto esquema: Más allá del principlo del placer.
Aunque vinculados a funciones completamente diferentes, estos esquemas presentan algo semejante en su forma. En efecto, se trata siempre de un esquema del campo analítico. Al comienzo, Freud lo llama aparato psíquico, pero ya verán los progresos que realiza, que son los de su concepción respecto a lo que podemos llamar el ser humano.
De esto se trata. En el fondo de vuestras reivindicaciones en el plano teórico, en el fondo, por ejemplo, del llamamiento que hizo ayer Lefebvre-Pontalis, está la idea de que tienen frente a ustedes algo individual, si no único, de que todo está concentrado en la forma que tienen delante, de que ahí está la unidad de objeto en psicoanálisis, si no en psicología, cuyos límites y leyes se cree poder conocer.
Todos ustedes creen seguir estando en el dominio psicológico, que la psique es una especie de doble y de propiedad, de eso que ven.
Llama la atención vuestra inadvertencia de que todo progreso científico consiste en hacer que el objeto como tal se desvanezca. En física, por ejemplo, cuanto más se avanza menos se capta el objeto. Lo que pertenece al orden de lo sensible sólo interesa al físico a nivel de los intercambios de energía, de los atamos o las moléculas, que sólo en forma contingente y transitoria realizan la apariencia sensible.
Esto no quiere decir que para nosotros el ser humano se desvanezca.
Como filósofos deben ustedes saber que el ser y el objeto no son en absoluto la misma cosa. Desde el punto de vista científico, al ser, desde luego, no podemos aprehenderlo, ya que no es de orden científico. Pero el psicoanálisis constituye sin embargo, una experiencia que muestra, por así decir, su punto de fuga. Subraya que el hombre no es un objeto, sino un ser realizándose, algo metafísico. ¿Es ése nuestro objeto, nuestro objeto científico? Por cierto que no, pero nuestro objeto tampoco es el individuo que en apariencia encarna a este ser.
Hay en todo sueño, dice Freud, un punto absolutamente inasequible, que pertenece al dominio de lo desconocido: lo llama «ombligo del sueño». No hacemos hincapié en estas cosas de su texto probablemente porque creemos que son poesía. Pues no. Esto quiere decir que hay un punto que no es aprehensible en el fenómeno: el punto de surgimiento de la relación del sujeto con lo simbólico. Lo que denomino «ser» es esa última palabra, por cierto no accesible para nosotros en la posición científica, pero cuya dirección está indicada en los fenómenos de nuestra experiencia.
Lo que nos importa es saber en qué punto tenemos que situarnos en la relación con lo que llamamos nuestro partenaire. Pues bien, si algo resulta evidente es que en el fenómeno único constituido por la relación interhumana, hay dos dimensiones diferentes, aunque sin cesar se aúnen: lo imaginario y lo simbólico. En cierto modo, ambas se entrecruzan y es preciso que sepamos siempre qué función ocupamos, en qué dimensión nos situamos con respecto al sujeto, de una manera que realice ya sea una oposición ya sea una mediación. Nos engañamos si creemos que por confundirse en el fenómeno estas dos dimensiones forman sólo una. Acabamos así en una especie de comunicación mágica, en una analogía universal en base a la cual muchos teorizan su experiencia. En lo concreto y lo particular esto suele ser a menudo muy rico, pero absolutamente inelaborable y expuesto a toda clase de errores técnicos.
Todo esto es muy somero, pero lo verán precisado y representado en el cuarto esquema, que responderá a la última etapa del pensamiento de Freud, la de Más allá del principio del placer.
Intervenciones durante la exposición del Sr. Valabrega.
¿A qué denomina Freud sistema? Freud parte del esquema del arco reflejo en su forma más simple, que tantas esperanzas ofreció de comprender las relaciones entre el ser vivo y un medio circundante. Dicho esquema pone de manifiesto la propiedad esencial del sistema de relaciones de un ser vivo: éste recibe algo, una excitación, y responde algo.
No olviden que la noción de respuesta implica siempre que nos hallamos ante un ser adaptado. Este esquema del arco reflejo surgió, por ejemplo, de las primeras experiencias con la rana, en la época en que la electricidad-que como modelo, ya verán, nos enseñará tantas cosas-comenzaba a hacer su aparición en el mundo. Si se estimula eléctricamente a una rana, o se le echa una gota de ácido en la pata, se rascará esa pata con la otra: a esto se le llama respuesta. No sólo existe el par aferente -eferente; es preciso suponer que la respuesta sirve para algo, es decir, el ser vivo es un ser adaptado.
Freud retama todo esto al comienzo de su construcción. Parece ya introducir ahí la noción de un equilibrio o, dicho de otro modo, de un principio de inercia. Pero esto no es legítimo. El estímulo que Valabrega denomina, de modo prematuro, una información, no es nada más que un in-put, un puesto-dentro. Este enfoque del problema es precientífico, anterior a la introducción de la noción energética como tal, e incluso muy anterior a la estatua de Condillac. No hay ninguna consideración de energía en este esquema de base. Sólo cuando Freud tome en cuenta que lo que sucede en el sistema j debe ser eficaz en el sistema Ü, intervendrá la noción de un aporte de energía. Sólo entonces puntualizará Freud que el sistema tiene que ver con las incitaciones internas, es decir, con las necesidades.
¿Qué son las necesidades? Las necesidades son algo efectivamente vinculado al organismo y que se distingue muy bien del deseo. Deploraba anoche Lang el que se siga confundiendo deseo con necesidad y, en efecto, no son en absoluto lo mismo. El need expresa de qué modo el sistema, que es un sistema particular del organismo, entra en juego en la homeostasis total de éste. Por lo tanto, aquí interviene necesariamente la noción de constancia energética,que emerge ya aquí en la obra de Freud, transversalmente.
Entre y que experimenta algo del interior del organismo y j que produce algo que tiene relación con sus necesidades, Freud considera que hay equivalencia energética. Esto se vuelve completamente enigmático: ignoramos totalmente qué puede significar la equivalencia energética entre la presión interna, ligada al equilibrio del organismo, y su salida. Entonces, ¿para qué sirve? Es una x que, tras haber servido de punto de partida, es lisa y llanamente abandonada.
Freud no puede contentarse con el in-put, lo traído del mundo exterior, y tiene que improvisar. Introduce entonces un aparato suplementario, w Ya lo dije la vez pasada: todo esto es un juego de escritura.
Se trata de construirlo todo a partir de nociones energéticas, vale decir, de la idea de que para que podamos sacar un conejo del sombrero primero hace falta meterlo. Para que algo salga es preciso que algo entre. A partir de aquí vamos a construirlo todo. Se trata, muy probablemente, del sistema de la percepción. No lo llamemos, prematuramente, conciencia. Más adelante Freud lo confundirá con el sistema de la conciencia, pero necesita introducir este sistema como hipótesis suplementaria. ¿Por qué? Porque le hacen falta no sólo estímulos procedentes del mundo exterior sino el mundo exterior mismo. Le hace falta un aparato interior que refleje no sólo las incitaciones del mundo exterior, sino, si les parece bien, la estructura.
Freud no es guestaltista-no es posible atribuirle todos los méritos-, pero sí experimenta las exigencias teóricas que engendraron la construcción guestaltista. En efecto, para que el ser vivo no perezca cada vez es menester que posea cierto reflejo adecuado del mundo exterior. Lo cual equivale a decir que este esquema se basa, en realidad, en lo que más tarde será aislado con el término homeostasis. Ya está presente aquí en la noción de un equilibrio a conservar y de una zona-moderadora, que mantiene las excitaciones en el mismo nivel y que, por consiguiente, sirve tanto para no registrar como para registrar mal. Registra, pero de manera filtrada. Ya aparece aquí, por tanto, la noción de homeostasis, implicando a la entrada y a la salida algo llamado energía.
Pero este esquema muestra ser insuficiente. Si el sistema nervioso realiza, en efecto, un filtrado, se trata de un filtrado organizado, progresivo, que supone facilitaciones. Ahora bien, nada permite pensar que esas facilitaciones seguirán alguna vez una dirección funcionalmente utilizable. La suma de todas esas facilitaciones, los acontecimientos, los incidentes sobrevenidos en el desarrollo del individuo, constituyen un modelo que proporciona la medida de lo real. ¿Está ahí lo imaginario? En efecto, lo imaginario debe estar ahí. Pero, como tal, supone una intervención de las Gestalten, que predisponen al sujeto vivo a cierta relación con una forma típica que le responde especialmente: supone un acoplamiento biológico del individuo a una imagen de su propia especie, a las imagenes de lo que le es útil biológicamente en un medio determinado. De esto no hay aquí rastros. Solamente hay zona de experiencia y zona de facilitación.
En resumidas cuentas, la memoria se concibe aquí como serie de engramas, suma de series de facilitaciones, y esta concepción revela ser enteramente insuficiente si no introducimos en ella la noción de imagen. Si se postula que una serie de facilitaciones, una secuencia de experiencias hace surgir una imagen en un aparato psíquico concebido como una simple placa sensible, es obvio que cuando la misma serie es reactivada por una nueva excitación, por una presión, por una necesidad, se reproducirá la misma imagen. Dicho de otro modo, todo estímulo tiende a producir una alucinación. El principio del funcionamiento del aparato j es la alucinación. Esto es lo que quiere decir proceso primario.
El problema está entonces en la relación de la alucinación con la realidad. Freud se ve llevado a restaurar el sistema de la conciencia y su autonomía paradójica desde el punto de vista energético. Si la concatenación de las experiencias produce efectos alucinatorios, es preciso un aparato corrector, un test de realidad. Dicho test de realidad supone una comparación de la alucinación con algo recibido en la experiencia y conservado en la memoria del aparato psíquico. Y desde ese momento, por haber querido eliminar completamente el sistema de la conciencia, Freud se ve obligado a restablecerlo con reforzada autonomía.
No digo que esto sea ilegítimo, pero ya verán a dónde lo conduce. ¿Qué rodeos deberá efectuar Freud para imaginar esa comparación de referencia entre lo que es dado por la experiencia en el sistema y sistema-moderador, sistema homeostático, que modera las incitaciones y el registro de estas últimas? ¿A qué hipótesis suplementarias se ve conducido? Las dificultades que debe enfrentar pueden medirse por las hipótesis complementarias..
Dichas hipótesis se agrupan bajo las dos rúbricas distinguidas por Valabrega: inhibición e información.
El sistema co está formado por órganos diferenciados que no registran las energías masivas procedentes del mundo exterior. Es posible concebir energías tan masivas-cambios de temperatura, presiones considerables, etc.-que pongan en tela de juicio la subsistencia del ser vivo. Si éste ya no puede moderar los choques, sólo le queda huir. Pero esto es por completo ajeno a lo que importa. Aquí se trata de las relaciones entre la psique y las determinaciones sutiles del mundo exterior. Tomemos la energía solar: el aparato especializado no retiene más que una parte del fenómeno. Elige determinado nivel de frecuencia, se pone en concordancia no con la energía en cuanto tal-¿nosotros transformadores, células fotoeléctricas?-sino con el período. Un ojo, cuando recibe la luz, retiene mucha menos energía que una hoja verde, la cual, con esa misma luz, hace toda clase de cosas. Freud se ve conducido, pues, a identificar la cualidad en un aparato especializado, lo que implica el eclipsamiento casi completo de todo aporte de energía.
Pueden advertir ustedes que la noción de una descarga solamente perceptiva responde, a nivel de este aparato, a una simple necesidad de simetría. Freud tiene que admitir que también aquí hay cierta constancia de energía, y que lo que es incorporado debe reaparecer en algún lado.
Pero el acento recae en que entre la excitación y la descarga hay un mínimo de energía desplazada. ¿Por qué? Porque este sistema debe ser lo más independiente posible de los desplazamientos de energía. Es preciso que de ellos Freud desprenda, distinga la cualidad pura, a saber, el mundo exterior tomado como simple reflejo.
Para que pueda haber comparación, escala común entre lo interior, donde la imagen sólo posee dependencias memoriales, donde es alucinatoria por naturaleza, y lo exterior, es menester que el yo, acentuando al segundo grado la función de regulación del moderador, inhiba al máximo los pasajes de energía en este sistema. Lo que llega como incitación, ya considerablemente filtrado, debe serlo nuevamente para poder ser comparado con las imagenes especiales que surgen en función de una necesidad. La cuestión es saber cuál es el nivel de presión de la necesidad, si ésta se impondrá contra toda evidencia, o si la cantidad de energía desplazada podrá ser suficientemente amortiguada, tamizado por el yo para se advierta que la imagen no es realizada.
En otros términos, pensando, conforme a la tradición, que a partir del reflejo poco a poco se acabaría deduciendo toda la escala-percepción, memoria, pensamiento, ideas-, Freud se ve inducido a construir una conciencia-percepción entificada en un sistema. Lo cual no es del todo absurdo. Es cierto que este sistema diferenciado existe, tenemos noción de él y hasta podemos situarlo con alguna aproximación. Este sistema distingue en el aparato psíquico dos zonas: una zona de imaginación, memoria o, mejor aún, alucinación memorial, en relación con un sistema perceptual especializado como tal. La conciencia es aquí reflejo de la realidad.
Sr. VALABREGA:-Sí,pero esto aparece mucho después. Freud no tiene todavía una idea muy clara de la noción de aparato psíquico, que más tarde ofrecerá con el sistema percepción-conciencia. Aquí sólo hay elementos.
Los elementos son ω.
Sr. VALABREGA: – No lo concibe como lo que más tarde llama aparatos psíquicos.
Por el contrario, creo que los aparatos como tales ya están ahí. ¿Si no los distinguiera como aparatos, por qué los llamaría , , y ?
VALABREGA:-Más adelante va a distinguir dos elementos fundamentales en el propio sistema , y de allí surgirá el aparato psíquico.
Pero lo que precisamente quiero mostrarles la próxima vez es que la denominación aparato psíquico resulta por completo insuficiente para designar lo que presenta la Traumdeutung, donde la dimensión temporal comienza a emerger.
Sr. VALABREGA:-Con respecto al ego y a las indicaciones de realidad, hay que distinguir tres casos. En primer lugar, si el yo se encuentra en un estado de deseo en el momento en que aparece la indicación de realidad, hay descarga de energía en la acción específica. Este primer caso corresponde simplemente a la satisfacción del deseo. En segundo lugar, con la indicación de realidad coincide un aumento del displacer. El sistema reaccióna produciendo una defensa por medio de una investidura lateral.
Esto quiere decir que la cantidad de energía al pasar por varios filtros neuronales llega con menor intensidad al nivel de las sinapsis: es el esquema eléctrico. Si se hace pasar una corriente por tres o cuatro hilos en lugar de uno sólo se necesitaría en cada uno de ellos una resistencia menor, proporcional a su número. Por último, y en tercer término, si no se produce ni uno ni otro de los casos precedentes, la investidura puede desarrollarse según la tendencia dominante sin ser obstruida.
Juicio, pensamiento, etc., son descargas energéticas en tanto que inhibidas. Esta seguirá siendo la construcción de Freud cuando diga que el pensamiento es un acto mantenido a nivel de una investidura mínima. En cierto modo, es un acto simulado. Debe admitirse que hay un reflejo del mundo, en la medida en que la experiencia nos obliga a postular una percepción neutra; digo desde el punto de vista de las investiduras, vale decir, una percepción que tiene investiduras mínimas.
Si la psicología animal ha hecho progresos, fue por haber puesto de relieve en el mundo, en el Umwelt del animal, líneas de fuerza, configuraciones que para él son puntos de llamada preformadas que corresponden a sus necesidades, esto es, a lo que también se denomina su Innenwelt, la estructura ligada a la conservación de su forma.
En efecto, no basta con hablar de homeostasis energética. Las necesidades de un cangrejo no son las de un conejo, y el uno no se interesa por las mismas cosas que el otro.
Pero pónganse a explorar el campo de percepción de un conejo, un cangrejo o un pájaro. Propongan a una rata, a una galina, algo que le es eminentemente deseable, el alimento, el objeto que satisface una de sus necesidades, y pongan sistemáticamente en correlación ese objeto con una forma o un color. Es increíble la cantidad de cosas que una galina y hasta un cangrejo son capaces de percibir, ya sea por medio de sentidos homólogos a los nuestros-la vista, el oído-, o de aparatos que tienen todo el aspecto de aparatos sensoriales sin que podamos atribuirles un correspondiente antropomórfico: el caso del saltamonte, por ejemplo. De cualquier modo, pueden ustedes advertir que el campo sensorial que se encuentra a disposición de un determinado animal se halla marcadamente extendido en comparación con lo que interviene de manera electiva como estructurante de su Umwelt. Dicho de otro modo, no hay simplemente coaptación del Innenwelt con el Umwelt, estructuración preformada del mundo exterior en función de las necesidades. Cada animal tiene una zona de conciencia-decimos conciencia en cuanto que hay recepción del mundo exterior en un sistema sensorial-mucho más amplia que lo que podemos estructurar como respuestas preformadas a sus necesidades-pivotes.
En cierto sentido, esto corresponde precisamente a lo que este esquema nos presenta como capa sensible generalizada. El hombre tiene, en efecto, muchas más informaciones sobre la realidad que las que adquiere por la simple pulsación de su experiencia. Pero le falta lo que denomino vías preformadas. El hombre parte absolutamente de nada. Es preciso que aprenda que la madera arde y que no hay que arrojarse al vacío.
No es cierto que el hombre tenga que aprender todo eso, pero, ¿qué sabe de nacimiento? Es ambigüo. Probablemente lo aprende, pero por otras vías que el animal. Tiene ya cierta orientación, cierto conocimiento [connaissance], en el sentido de Claudel, co-nacimiento [co-naissance] de la realidad, que no es otra cosa que las Gestalten, las imagenes preformadas. Admitirlo no sólo es un requisito de la teoría freudiana, sino una exigencia de la psicología animal; hay un aparato de registro neutro que constituye un reflejo del mundo, sea que, como Freud, lo llamemos consciente o no.
En el hombre, empero, esto se presenta con el relieve particular que denominamos conciencia, en la medida en que entra en juego la función imaginaria del yo. El hombre adquiere la visión de ese reflejo desde el punto de vista del otro. Es otro para él mismo. Esto es lo que produce la ilusión de que la conciencia es transparente a sí misma. En el reflejo no estamos; para percibir el reflejo estamos en la conciencia del otro.
Como pueden comprobar, el esquema racional del aparato psíquico propuesto por Freud no está elaborado, y esto es lo ingrato que presenta nuestro discurso de hoy. Se trata del primer aleteo de Freud. Todo es al mismo tiempo grosero, ambigüo y, en ciertos aspectos, redundante; sin embargo, llegará a ser fecundo.
La noción de equivalencia, por ejemplo, es aquí bastarda. Hay necesidades, dice Freud, y estas necesidades impulsan al ser humano a reacciónes destinadas a satisfacerlas. Pues bien, lejos de ser vitalista, lejos de introducírsela por la fuerza en un esquema seudomecanicista, esta noción es, en realidad, energética. Al comienzo hay una cantidad de energía neuronal. La conjunción de esta concepción con la experiencia del sueño producirá, como verán, una sorprendente evolución del esquema.
Sin duda, todo esto les parece estéril y arcaico. Pero para nosotros se trata de aprehender lo que en este esquema anuncia el futuro, y obliga a la concepción de Freud a evolucionar. No es cierto, como pretende hacernos creer Kris, que Freud haya pasado del pensamiento mecanicista al pensamiento psicológico, grosera oposición que nada significa. Freud no abandonó su esquema después: lo elaboró en su teoría del sueño, sin marcar, sin siquiera sentir las diferencias, y dio entonces un paso decisivo que nos introduce en el campo psicoanalítico como tal. No hay conversión de Freud a un pensamiento organopsicológico. Es siempre el mismo pensamiento que continúa. Podría decirse que su metafísica no cambia, sino que Freud completa su esquema haciendo entrar en él una cosa muy diferente: la noción de información.
Sepan dejar en suspenso el pensamiento sobre momentos ingratos, y no olviden que son estos los primeros momentos de un pensamiento creador, cuyo desarrollo conduce mucho más allá.