El 1° de Junio es también el aniversario de la fundación de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis. Nosotros hemos dicho no en su momento.
La ultima vez había comenzado a comentar la observación de una mujer obsesiva asistida por uno de nuestros colegas y yo había comenzado a enunciar algunos de los principios que pueden deducirse de la manera de la cual tratamos de articular las cosas de acuerdo al carácter bien o mal dirigido’ correcto o no, de la conducción de un tratamiento centrado sobre algo que evidentemente se presenta como existente en el contenido de lo que aporta el análisis, a saber la tome de conciencia de la envidia del pene.
En conjunto ustedes ven el interés del empleo que nosotros hacemos de ello. Naturalmente hay siempre pequeños retrasos en las escenas en las que ustedes se han detenido, oposiciones que parecen fáciles de retener, y después que se encuentran un poco sacudidas o vueltas a poner en cuestión por la continuación de nuestro progreso, se desconciertan.
Sólo hay que preguntar, por ejemplo, si no hacia falta ver una contradicción entre lo que aporte la última vez y un principio en el cual se creyó querer detenerse. Yo decía que el desarrollo sexual para la mujer debía pasar por algo que podría llamarse: ella cree ser el falo sobre el fondo de no serlo. Para el hombre el complejo de castración se puede formular así: que tiene el talo sobre el fondo de que no lo tiene o bajo amenaza de no tenerlo.
Es evidente que son esquemas que desde un cierto ángulo, y cuando se habla o se opone el desarrollo sexual a tal o cual fase, pueden mostrar bien alguna oposición. Detenerse allí es insuficiente porque la dialéctica del ser y del tener vale para ambos. El hombre también debe percibir que no lo es. Allí también en esta dirección es que nosotros podemos ver situarse una parte de los problemas aplicados por la solución del complejo de castración y del penis neid. Lo veremos más en detalle y espero que ustedes poco a poco vuelvan a poner en su lugar estas cosas, que no son falsas en si mismas, pero que son parciales.
Por ello volveremos a partir de nuestro esquema.
Es muy importante articular de manera conveniente las diferentes líneas en las que se sitúa el análisis. Les aconsejo la lectura de un articulo de Glover que se titula «Efectos terapéuticos de las interpretaciones inexactas» .
Es uno de los artículos más destacables e inteligentes que pudo ser escrito sobre el tema. Alberga en verdad el punto de partida desde el cual puede abordarse la cuestión de la interpretación.
El fondo del articulo y el problema que el plantea es algo que poco a poco se sitúa así: Glover ha escrito en un momento en el que Freud, aún vivo, da un gran giro a la técnica analítica alrededor del análisis de l as resistencias y de la agresividad.
Glover articula que el análisis de la resistencia y de la transferencia es algo que con la experiencia y el desarrollo de las nociones adquiridas en un análisis, es algo que implica el recorrido. Ia cobertura. en el sentido que un terreno debe ser cubierto por el progreso analítico de la suma de los sistemas fantasmáticos (traducimos así los «fantases systems») que hemos aprendido a reconocer en el análisis. Es claro que en ese momento se conocía más de eso que al comienzo del análisis y la cuestión que se plantea es: ¿Que eran nuestras terapias cuando no conocíamos en toda su amplitud y su despliegue esos sistemas de fantasmas?
¿Lo que hacíamos en ese momento eran curas terapéuticas inconducidas menos valiosas que las del presente ? Es una pregunta muy interesante y a propósito de la cual el es llevado a hacer un cuadro de situación general de todas las posiciones articuladas, tomadas por aquel que se encuentra en posición de consultor en relación a un problema cualquiera. De un modo general extiende la noción de interpretación a toda posición articulada tomada por aquel que lo consulta y trace la escala de las diferentes posiciones del medico en relación al enfermo.
Hay allí una anticipación de la relación médico-enfermo, como se dice ahora, pero verdaderamente articulada de una manera que lamento que no haya sido desarrollada en ese nivel que coloca una suerte de vía general.
Es precisamente en tanto que conocemos la verdad inscripta en la neurosis que encontramos, a partir de ese hecho colateral, la certeza sintomática.
El ha tomado esto a partir de lo que el medico de medicine general dice al paciente: «cuídese usted, vaya a la campiña, cambie de ocupación», en conclusión, se pone en posición de desconocimiento. De inmediato ocupa un lugar que no es ineficiente porque se sitúa muy bien en el lugar mismo donde algunos síntomas se forman. A continuación ocupa una función en relación al paciente que es situable en los mismos términos de la tópica analítica. No insisto más sobre ello.
Remarca en un punto que toda la tendencia de la «Terapéutica analítica moderna» de su época, es la dirección del interprete y de lo que llama los sistemas sadicos y las reacciónes de culpabilidad. El resalta que hasta una época reciente esto no había sido puesto en evidencia. Sin dudes se alivíaba la ansiedad del enfermo pero se dejaba irresuelto, irreprimido, rechazado al mismo tiempo, el famoso sistema sádico.
He aquí un ejemplo de la dirección en la que no concluye sus observaciones sino que las incentive y que en nuestros días se trace interesante retomar.
A propósito anotaremos esto: se trataría de situar ese advenimiento del análisis de la agresividad. Tomando un cierto tiempo los analistas han quedado a tal punto impresionados con el descubrimiento que han hecho, que llegó a ser una suerte de tarta a la crema. Se ha analizado también nuestra agresividad como los términos en los cuales los analistas en formación se reconocían al decirlo.
Se trataría de saber lo que en efecto ha representado este descubrimiento y pienso que podemos situarlo, en alguna parte sobre nuestro esquema fundamental. Es lo que he tratado de hacer recién pues allí también podemos ubicar nuestras preguntas. He remarcado a menudo cómo quedaba esta ambigüedad, cuando yo les enseñaba, proclamaba, en el sistema narcisístico en tanto que tal, como fundamental en la formación de reacciónes agresivas y que la agresividad que es provocada en la relación imaginaria al pequeño otro, no es algo que pueda confundirse con la suma de la potencia agresiva, como una función vital, una relación imaginaria.
Por otro lado es claro, para recordar las primeras evidencias, que la violencia es lo esencial en la agresión, al menos si nos ubicamos sobre el piano humano. No esta allí la palabra, por el contrario es la violencia donde la palabra que vale se produce en relaciones interhumanas,………, la violencia es algo en su esencia que se distancia de la palabra, la pregunta puede plantearse para saber en que medida la violencia como tal digo la violencia para distinguirla de…… que nosotros hacemos de la agresividad, pueda ser rechazada si seguimos lo que nosotros hemos planteado aquí como principio, eso no sabría en principio ser rechazado, lo que se revela señalado en la estructura de la palabra, es decir, en una articulación significante, es una pregunta que debe ser bien planteada.
En efecto por el sesgo de lo imaginario, de ese asesinato del semejante, esta latente en la relación imaginaria que lo que es del orden de la agresividad llega a ser simbolizado, tomado en el mecanismo de lo que es represión, de lo que es inconsciente, analizable, de lo que es en general interpretable.
En este entrecruzamiento de la tendencia, de la pulsión en tanto que representa una necesidad individualizada con algo que es la cadena significante donde debe venir a articularse.
Esto sólo ya nos da algunos elementos y nos permite poner algunos acentos. Supongamos que para el ser humano sólo hay una realidad, esta famosa realidad de la cual hacemos un uso a tontas y a locas. Aunque haya sólo eso no es impensable que algo de significante lo articule. Para fijar las ideas supongamos que, como se lo quiere decir a veces en algunas escuelas, el significante sea sólo un condicionamiento, no de los reflejos, sino de algo reductible a los reflejos. Como si el lenguaje no fuese algo de otro orden que lo que creamos artificialmente en el laboratorio, en el animal que aprende a segregar jugos gástricos al sonar la campanilla. Su sonido es un significante y se puede suponer un mundo humano organizado alrededor de una coalescencia de cada una de las necesidades que tiene para hacerse oír con un cierto número de signos predeterminados. Si esos signos tuviesen valor para todos tendríamos una sociedad que funcione de un modo perfectamente ideal. Cada emisión pulsional a la medida de las necesidades estaría asociada al sonido variable de la campanilla que funciona a conveniencia del que lo escuche para satisfacer su necesidad. Esto es la sociedad ideal.
Lo que les he dibujado es lo que han soñado siempre los utopistas, una sociedad funcionando perfectamente donde cada uno obtenga su satisfacción según sus necesidades y participando según sus méritos. Allí comienza el problema.
En suma, ese esquema, ¿se queda en ese nivel del cruce del significante con el empuje o la tendencia de la necesidad, en que culmina? En la identificación del sujeto al otro. Este otro articula la distribución, pudiendo responder a la necesidad de distribución y de recursos. Esto ya les muestra que no es así, a saber que ese piano posterior de la demanda, es absolutamente necesario hacerlo entrar simplemente para dar cuenta de lo que sucede en esta articulación del sujeto. en esta tome de posición del sujeto, en un orden existente más allá de lo real, el orden simbólico, que lo -complica, que se superpone a el, sin adherírsele.
En este momento simple del esquema ya sucede algo del orden orgánico, natural, en el hombre que complica el esquema en este estadio, trazado en el pizarrón y que consiste en esto: el sujeto, ese que nos sirve, en un piano posterior, para nuestras especulaciones psicoanalíticas, el niño mítico, en presencia de su madre, al comenzar a manifestar sus necesidades reencuentra a la madre como sujeto parlante. Donde la madre lo satisface termina su mensaje. Les he acentuado que los problemas no comienzan cuando la madre lo frustra al no satisfacerlo. Eso seria demasiado sencillo por eso uno siempre cae en lo mismo.
Lo interesante del problema no ha escapado a Winnicott, que con su espíritu y su práctica cubre el amplio desarrollo actual del psicoanálisis y sus técnicas, comprendiendo una consideración precise de los sistemas fantasmáticos que hacen limite con la psicosis.
Winnicott, en su articulo acerca de los objetos transicionales, muestra con gran precisión que el problema es saber como el niño sale de la satisfacción y no de la frustración para construirse un mundo.
Es en tanto que, para el sujeto humano un mundo se articula más allá de la demanda satisfecha, no de la demanda frustrada. Esos menudos objetos, que el llama transicionales, muy temprano toman una gran importancia en su relación con la madre.
Una punta de la colcha que el niño tira con celo, un mendrugo cualquiera, un sonajero, son objetos transicionales que tienen un carácter esencial, para ver, situar y comprender en su precocidad, en el sistema de desarrollo del niño.
Si nos detenemos en la frustración vemos que el mensaje no viene a partir de esa fecha que hemos tratado de fijar, hace tres anos, cuando nos interesábamos en el estadio del espejo. Eso no se evaporo desde entonces. Me da gusto cuando alguno de ustedes me dice que todos los anos es diferente, que el sistema cambia. No hay cambio, sólo trato de hacerlos recorrer el campo.
Lo que encontramos en esa relación a la madre, que impone más que su ley su omnipotencia y su capricho, es que el niño humano, por más chico que sea, la experiencia demuestra que esta abierto a cierta relación imaginaria, a la imagen de su propio cuerpo y la imagen del otro. Esto lo vemos en el esquema, en el más allá de lo que sucede, sobre la línea de retorno de la necesidad, satisfecha o no. El prueba las reacciónes de decepción, de malestar, de vértigo, en su propio cuerpo en relación a una imagen ideal que tiene para el un valor prevalente a partir de un trazo de su organización, que hemos ligado bajo el titulo de prematuración del nacimiento.
Desde el origen vemos interferir, jugar dos circuitos, el primero es simbólico, para que ustedes fijen las ideas, y servirá para colgar las cosas en la percha que ustedes conocen, el Superyó femenino infantil, y por otra parte la relación imaginaria a esta imagen ideal de s; que en la ocasión de sus frustraciones o decepciones se encuentra un tanto afectada, incluso herida.
En consecuencia, desde el origen el circuito se juega en dos pianos, el imaginario y el simbólico, en relación a la madre como imagen del objeto primordial, el otro en tanto que ella es el lugar donde se sitúa la posibilidad de articular la necesidad en el significante. Y por otra parte la imagen del otro, pequeño a, como punto donde el sujeto tiene esa suerte de lazo a sí mismo, a una imagen que representa su, bien entendido, completamiento imaginario.
¿En que consistieron estas cosas que comenzamos a desarrollar a principios del ano en el nivel del chiste?
Es para tener la ocasión de darles este esquema, demostrarles su pertinencia, el carácter inevitable en el estado de animo, les he dicho que nada podría organizarse en una vía mental correspondiendo a lo que la experiencia nos da y articula en el análisis, si no hubiera un más allá de este otro primordialmente puesto en posición de omnipotencia. Su poder no se reduce a la frustración, puesto que es insuficiente, sino a la Versagung en su ambigüedad de promesa y rechazo. Que haya el otro del otro permite, por este otro lugar de la palabra, al sujeto percibirse como el mismo simbolizado. Si consideramos este otro del otro en el familiar triángulo edípico, observaran en este sistema algo más radical y fundamental que lo que nos da la experiencia social: la familia. La permanencia de la familia trace a la constancia del triángulo edípico y al descubrimiento freudiano.
Les he dicho que el Padre (con P mayúscula) jamas es un padre. si no muerto, portador de un significante como tal, significante en segundo grado, que autoriza y funda todo el sistema significante, que trace de alguna manera que el primer otro, es decir el primer sujeto al cual el individuo parlante se dirige es el mismo simbolizado.
Sólo al nivel de este otro, el otro de la ley, insisto encarnada, que el mundo humano puede tomar su dimensión tal como lo vemos ejercerse en la experiencia. Esta experiencia articulada en el piano posterior, de un otro en relación al otro, es indispensable para la eficacia del universo del lenguaje. Y no sólo para la estructuración y articulación de las necesidades sino de lo nuevo que, trato de demostrarles este ano, comporta el deseo en su dimensión original.
Se percibe en el nivel del otro, lugar de la palabra, que podría ser sólo el lugar de la campanilla, de la cual recién hablaba, que no sería propiamente un otro sino simplemente el lugar organizado de ese sistema de significantes que introduce su orden y su regularidad en los intercambios vitales en el interior de cierta especie.
Se ve mal quien habría podido organizarlo y después de todo se puede considerar que en una sociedad determinada los hombres plenos de benevolencia se esfuerzan en organizarlo y hacerlo funcionar. También podemos decir que esto es uno de los ideales de la política moderna.
Sólo que el otro no es eso. El no es pura y simplemente el lugar organizado, fijado y congelado sino un otro el mismo simbolizado. Esto le da su apariencia de libertad. Es un hecho que esta simbolizado y que lo que sucede en el nivel del otro, del padre en la ocasión, lugar donde se articula la ley, desde el punto de vista donde el depende de un otro, este otro esta el mismo sometido a la articulación significante, más aún, marcado por el efecto desnaturalizante —subrayemos— a partir de nuestro pensamiento, por esta presencia del significante que esta lejos aún de haber advenido a ese estado de articulación perfecta, que tomamos aquí como una especie de hipótesis de partida, únicamente para ilustrar nuestro pensamiento, a partir de este efecto del significante sobre el otro como tal, a partir de esta marca que el soportaba en ese nivel. Es esta marca que representa la castración como tel.
Si escribimos en otro tiempo en la triada castración, frustración, privación, que en la castración la acción es simbólica, que el agente es real, que es un padre real del que se tiene necesidad y que la castración existe, que es una acción simbólica que lleva sobre algo imaginario, reencontramos allí la necesidad. En tanto que algo pasa de lo real al nivel de la ley, un padre medio desfalleciente comporta algo que lo reemplaza sosteniendo su lugar, que es reflejado en el sistema de la demanda. Allí se instaura en el sujeto ese algo que esta en su piano posterior, bien lejos de estar articulado, bien lejos de ser perfecto. bien lejos de estar en pleno rendimiento o en pleno empleo, el efecto de significante sobre el sujeto, marca del sujeto por el significante, dimensión de la falta introducida en el sujeto por ese significante.
Esta falta esta simbolizada como tal en el sistema significante como siendo el efecto del significante sobre el sujeto. El significado, que no viene como un simple aroma, como si la vida floreciera en significaciónes, sino que viene de otra parte, del lenguaje y del significante como tal para imprimir allí esta suerte de efecto que se llama significado.
Esto es primitivamente simbolizado como lo indica lo que hemos aportado sobre la castración. El hecho que lo que sirve de soporte a la acción simbólica propia, que se llama castración es una imagen elegida en el sistema imaginario sobre la que la acción simbólica de la castración elige su signo. En el dominio imaginario esta impreso algo en la imagen del otro que es elegido para llevar la marca de una falta por la que el viviente se percibe, porque es humano, porque esta en relación con el lenguaje, como excluido del conjunto (omnitude?) de los deseos, como algo límite, local, como una criatura, en la ocasión como un eslabón en la línea vital, como sólo siendo uno de aquellos para los cuales la vida pasa, a diferencia del animal, para uno de los que realizan el tipo, que nosotros conocemos como relación al tipo, cada individuo como ya muerto.
Nosotros lo estamos también ya para ellos. Estamos ya muertos en relación al movimiento mismo de la vida, que a cause del lenguaje somos culpables tle proyectarlo en su totalidad como llegado a su fin.
Esto es lo que Freud articula en la noción de índice de muerte. Quiere decir que para el hombre de ahora en adelante la vida se proyecta como habiendo llegado a su termino, es decir al punto donde ella retorna a la muerte.
La articulación freudiana del instinto de muerte es una posición esencial en un ser animal que es tomado y articulado en un sistema significante que le permite dominar su inmanencia de viviente, y percibirse como ya muerto.
Es esto lo que precisamente se efectúa de un modo imaginario, virtual, como en el limite. de una manera especulativa. No hay experiencia de la muerte, bien entendida. que pueda responder, por ello esta simbolizada de otra manera. Esta simbolizada sobre ese punto y ese órgano preciso donde aparece de la manera más sensible, eso que es ese empuje de la vida. Por eso es el falo en tanto que simplemente representa la elevación de la potencia vital que tome lugar en el orden de los significantes, en representar para el individuo humano en su existencia lo que esta marcado por el significante, lo que por el significante esta golpeado por esta caducidad esencial donde se puede articular en el significante mismo esa falta en ser de la cual el introduce la dimensión en la vida del sujeto.
Es lo que nos permite comprender en que orden las cosas están presentadas para el análisis, u partir del momento donde alguien simplemente no se fue de la escuela para ir al fenómeno, sino que se fue de los fenómenos tales como los veía manifestarse en las neurosis, terreno elegido para manifestar esta articulación en su esencia justo por el hecho de manifestarse en su desorden.
La experiencia ha probado que siempre es en el desorden que aprendimos a encontrar con facilidad la comprensión de los engranajes y las articulaciones del orden.
Lo que de un comienzo le fue dado a Freud en su experiencia, en un primer piano, promovido en la subyacencia del complejo de castración, es algo que partió de la aprehensión y la percepción de los síntomas del sujeto
¿Que quiere decir y dónde se sitúa en el esquema el síntoma?
El se sitúa en alguna parte en s(A), que se produce ai nivel de la significación. En esencia todo lo que Freud aportó es que un síntoma es una significación. Un síntoma es un significado que, lejos de interesar sólo al sujeto, implica toda su historia y todos sus ancestros. Por eso podemos simbolizarlo, con legitimidad, con la minúscula s(A). Entiendan significante (?) del Otro viniendo del lugar de la palabra.
Lo que también nos enseña Freud es que el síntoma nunca es simple, siempre esta sobredeterminado. No hay síntoma cuyo significante no sea aportado por una experiencia anterior, al nivel de lo reprimido, del corazón de lo que esta reprimido en el sujeto: el complejo de castración. Ese significante del A que se articula en el complejo de castración, no siempre ni forzosamente esta allí totalmente articulado. El famoso traumatismo, la escena primaria, del que se ha partido, es algo que entra en la economía del sujeto y que juega en el horizonte del descubrimiento del inconsciente, siempre como un significante. En tanto que esta definido por su incidencia, tal como comencé a articularlo, en la vida. El ser viviente esta capturado como tal, pero con ese desvío, de esa cierta distancia que justamente es la que constituye la autonomía de la dimensión significante, el traumatismo o la escena primaria.
¿Qué es entonces esta vida que sólo se capta en una visión horrible, en una extranjeridad total, en su opaca brutalidad como puro significante de una existencia intolerable para ella misma, desde que se desvía para ver el traumatismo y la escena primaria? Es lo que aparece en la vida, de ella misma, como significante en estado puro, como algo que aún no puede resolverse de otro modo en su articulación Esta necesidad, este piano posterior del significante en relación al significado, ese algo que Freud articulo desde el comienzo en lo que es un síntoma, implicado en su formación y que hemos visto en la histeria; ¿no es eso lo que nos permite situar dónde se encuentra el problema de la neurosis?
Este es un problema de relación del significante con esa posición del sujeto dependiente de la demanda. Es ahí que el histérico tiene algo para articular, que llamaremos por ahora su deseo, y el objeto de su deseo en tanto no es el de su necesidad, por ello insistí en el sueño de la bella carnicera.
Allí aparece con claridad lo que Freud dice desde inicio, desde el límite mismo del psicoanálisis, que para el histérico se trata de hacer subsistir el objeto del deseo en su distinción del objeto de toda necesidad.
Esa relación al deseo, a la constitución, al sostén bajo su forma enigmática, en su piano posterior en relación a toda demanda, es el problema del histérico que llamaremos X, ese indecible deseo.
¿Qué es el deseo de mi histérico? Es lo que le abre, no diría el universo, sino un vasto mundo, a saber la dimensión de la histeria latente en todo ser humano en el mundo, todo lo que puede presentarse corno interrogante sobre su propio deseo.
Aquí vemos con que el histérico se encuentra comunicando de lleno, primero con todo lo que puede pasar de este orden en todos los histéricos y que es lo que Freud articula como identificación histérica. En todo histérico trace eco todo lo que en la actualidad se coloca en otros como pregunta sobre su propio deseo, en tanto este otro es histérico, pero también en tanto que sólo de modo histérico se puede formular esta pregunta, incluso en alguien que sólo en alguna ocasión y de un modo latente puede ser histérico.
El mundo se abre a la histérica por esta pregunta sobre su deseo, un mundo de identificaciones que la pone en una cierta relación con la máscara, con todo lo que puede de cualquier manera fijar, simbolizar según un cierto tipo, esta pregunta sobre el deseo emparentada con la histeria, digamos allí, del llamado a los histéricos como tales. Por ello ha quedado identificada a una suerte de máscara general bajo la que se agitan todos los modos posibles de la falta.
Pasamos ahora al obsesivo. Su estructura también esta designada por una cierta relación con el deseo que no es esa relación d/x I que es la otra que ya les indique, diferente, que hoy llamaremos: d°…
La relación del obsesivo a su deseo esta sometida a eso que conocemos gracias a Freud, a saber el rol precoz que juega eso que se llama defusión de las pulsiones, aislamiento de algo que se llama destrucción.
Es en tanto que el primer abordaje del deseo del sujeto obsesivo, como para todo sujeto, ha sido el aporte del deseo del otro y que este ha sido primero destruido. anulado, que toda la estructura del obsesivo se compromete Es a partir de allí que esta determinada. No digo algo nuevo sino que lo articulo de un modo novedoso.
Cuando tengan a mano obsesivos sabrán que es un trazo esencial de su condición, de su estructura, que no sólo su propio deseo baja, parpadea, vacila y se desvanece a medida que se acerca, llevando la marca de esto: que primero el deseo ha sido abordado como algo que se destruye, porque primero la reacción de deseo del otro se presento como rivalidad. Como algo que de inmediato ha llevado la marca en la cual el se opone con el estilo de la reacción de destrucción que es subyacente en la relación del sujeto a la imagen del otro como tal en tanto lo desposee y lo arruina.
Esta marca que queda en el abordaje del deseo por el obsesivo. trace que toda aproximación lo haga desvanecer.
El autor del que les hablo y crítico en la ocasión y desde trace algún tiempo, percibe algo que denomina «distancia al objeto» y que confunde con lo que llama «destrucción del objeto». La idea que se trace de la psicología del obsesivo es la de alguien que tiene que defenderse a perpetuidad de la locura, definida como la destrucción del objeto.
No hay allí, les diré porque, sino una proyección del autor, dada la perspectiva desde la que opera y por la que quiere llegar a la resolución del problema del deseo del obsesivo, por la vía donde el la concibe, no sólo en función de la insuficiencia de su pensamiento en el piano teórico sino también por factores personales, puesto que sólo es un fantasma de alguna manera necesitado. Les mostrare que por la perspectiva imaginaria donde el engancha la solución del problema del deseo en el obsesivo es contraria a la experiencia patente, corriente, que no hay en los obsesivos típicos el menor peligro de psicosis. Donde ustedes lo lleven, se los diré en su momento, porque las cosas están articuladas de un cierto modo. se puede mostrar hasta que punto un obsesivo difiere de un psicótico.
Por el contrario, lo que es percibido allí, aunque mal traducido en efecto es esto: el obsesivo no se mantiene en una relación posible con su deseo sino a distancia. Lo que debe ser mantenido por el obsesivo es la distancia a su deseo y no la distancia al objeto. El objeto, veremos, tiene en la ocasión una función muy distinta y lo que la experiencia nos muestra del modo más claro es que el debe mantenerse a cierta distancia de su deseo para que este subsista. Pero hay también otra cara, que el obsesivo, observen bien en la clínica y en lo concreto, establece una relación con el otro, una relación que se articula en pleno al nivel de la demanda, ya se trate de su madre primero y a continuación con respecto a su cónyuge. Pues, ¿qué quiere decir para nosotros el análisis, que puede querer decir el termino cónyuge que tome su articulación plena, a nivel de las cosas donde ensayamos situarlas? Es aquel con quien trace falta de cualquier manera, de buen o mal grado, volver a estar todo el tiempo en una cierta relación de demanda, alguien con quien se esta todo el tiempo, aún si sobre toda una serie de cosas se «la enrula» («la boucle»), eso no es jamas sin dolor. La demanda pide ser empujada hasta el fin.
¿Que sucede sobre el piano de las relaciones del obsesivo con su cónyuge? Esto es lo más sutil de ver, como lo verán si se toman el trabajo, es que el obsesivo se empeña en destruir el deseo del otro. Toda aproximación al interior del área del obsesivo se paga en el case normal, por poco que se pueda uno dejar allí tomar, con un sordo ataque, uno usura permanente que tiende en el otro, a partir del obsesivo, a terminar en la abolición, Ia devaluación, la depreciación de lo que es su propio deseo.
Están allí los matices, los términos cuyo manejo demanda un cierto ejercicio. Pero en nada diferentes como para no hacernos percibir la naturaleza verdadera de lo que sucede. Ya he dicho antes, del obsesivo. en su infancia, sobre ese carácter particular y acentuado que tome en el, con precocidad, Ia articulación de la demanda.
Sobre ese esquema ustedes comienzan a poder situarlo, pues ya les he representado ese niño pequeño que esta siempre para demandar algo y que, es sorprendente, tiene esta propiedad entre todos los niños que en efecto pasan el tiempo pidiendo algo, de ser aquel de quien esta demanda es siempre sentida y por los mejores intencionados de aquellos que lo rodean como siendo insoportable, un chico insufrible, como se dice.
No es que el pica cosas más extraordinarias que los otros. es su manera de pedirlo, es en la relación del sujeto a la demanda que yace ese carácter específico y precoz y ya en el momento en que .se manifiesta en el período, por ejemplo, de declinación del Edipo llamado de latencia.
Hemos visto en nuestra histérica que para sostener su deseo enigmático debe emplear algo como artificio, que podemos representar por la formación de dos tensiones paralelas e idénticas en ese nivel de formación idealizante, de identificación a un pequeño otro. Piensen en el sentimiento del Sr. K. por Dora. Cada histérica, en una tase de su historia, tiene un soporte parecido que viene a jugar aquí el mismo rol de soporte que K.
El obsesivo no tome la misma vía, esta ocupado en arreglarse con el problema de su deseo, pero debe partir con otros elementos y de otra parte. Empiezo a mostrarles en que, precoz y esencial, es en cierta relación a su demanda que puede, en su relación al otro, manifestar su especificidad y el lugar, mantener la distancia necesaria que sea posible, en cualquier parte pero lejos, la posición de ese deseo anulado en su esencia, de este deseo ciego del que deberá mantener la posición.
Vamos a circunscribir esa relación del obsesivo a su deseo, en un primer trazo de la relación específica del sujeto a su demanda. Hay otras maneras, pero veamos esta. ¿Que es la obsesión? Ustedes conocen la importancia que adquiere allí la fórmula verbal, hasta el punto de poder decir que la obsesión siempre es algo verbalizado. Freud allí no dude, pues cuando el encuentra una conducta obsesiva. si se puede decir latente, considera que ella sólo ha revelado su propia estructura, en la forma de una obsesión verbal. El llegara a decir que en la articulación de los primeros pasos, aún en la cure de una neurosis obsesiva, cuando se ha hecho dar a sus síntomas lo que se llama todo su desarrollo por el sujeto, puede presentarse en la clínica como un agravamiento, es una suerte de destrucción de todas las formas obsesivas en algo bellamente articulado.
¿Es necesario insistir sobre el carácter de anulación verbal, de carácter verbal que va a partir de la estructura de la obsesión misma? Sabemos que lo que trace a la esencia y el poder fenomenológicamente angustiante para el sujeto es esto: una destrucción verbal por el verbo y por el significante. El sujeto se encuentra preso de lo que se llama destrucción, denominación mágica —no se porque— y no simplemente verbal. Mágica destrucción del otro dada por la estructura propia del síntoma.
Esto nos introduce a una fenomenología esencial a recorrer para comprender su necesidad.
Ustedes vieron como, igualmente, el circuito de la histérica termina sobre los dos pianos, en una idealización o identificación en el nivel superior del esquema que sólo es paralelo y la simbolización que pasa sobre el plano imaginario. Si utilizara este esquema hasta el fin diría que para la obsesión el circuito es casi lo mismo que reencontramos aquí.
El esquema de la obsesión verbal destructiva de la relación con el otro, ese miedo de hacer mal con los pensamientos, como decir palabras, puesto que son pensamientos hablados al otro, esta obsesión de la blasfemia es algo que nos introduce a una fenomenología en la cual convendría detenerse un tiempo.
La blasfemia, desconozco vuestro interés por ella, es una excelente introducción a la obsesión verbal.
¿Que es blasfemar? Sobre ello querría una respuesta de la teología. Es algo que hace decaer un significante eminente del que se trata de ver en que nivel de la autorización significante, donde se sitúa la relación con ese significante supremo, el padre desconocido. Aunque juegue un rol homólogo, no se confunde con que Dios tenga una relación con la creación significante. No hay dudes que la blasfemia sea algo que no se sitúa en esta dimensión, algo que trace decaer ese significante al rango de objeto que identifica al Logos en su efecto metonímico, que lo hace caer con osadía. No es sin dudas la respuesta correcta, la respuesta completa a la cuestión de la blasfemia, pero es un acercamiento esencial para lo que se trata en la obsesión, sacrilegio verbal, fenómeno que se constata en el obsesivo.
Recuerden el episodio de «El hombre de las ratas», esa cólera furiosa que lo capture contra su padre a la edad de cuatro años, revolcándose y diciendo: «tu servilleta, tu plato», etc. Como siempre, encontramos ya en Freud las cosas más colosalmente ejemplares, de una verdadera colisión y colusión del «tu» esencial del otro con algo de inerte, ese efecto decaído de la introducción del significante en el mundo humano que se llama objeto, en especial un objeto inerte, en tanto sea un objeto de intercambio, de equivalencia. Por otra parte toda la………de la rabia del niño lo indica bastante, no se trata de saber si es el plato, la servilleta o la lampara sino que el «tu» desciende y es destruido en el rango de objeto.
Me dirán que la cuestión de esta destrucción del otro en la obsesión verbal es algo que trace sólo en una cierta articulación significante que el obsesivo llegue a preservar al otro, que en el efecto de destrucción al que aspire a sostenerlo gracias a una articulación significante -reflexionen en esto encontrarán la trama propia del mundo del obsesivo. El obsesivo es un hombre que vive en el significante sólidamente instalado, no hay nada que temer, ese significante le es suficiente para preservar la dimensión del otro, pero una dimensión un tanto idolatrada y su esquema nos da el tema que les recuerdo de «El hombre de las ratas». El francés permite articularlo de un modo, que alguna vez use de carnada, que no los sorprenderá al nivel de la relación al otro y del «tu» que comienza aquí y que articula al sujeto al otro, es un: «Tu eres el que me…».
Para el obsesivo eso se detiene allí. La palabra plena en la que se articula el enganche del sujeto en una relación fundamental con el otro, no puede acabarse, sino por una especie de repetición. Un humorista la hacía surgir del tamoso «To be or not…», y el tipo se agarraba la cabeza para continuar: «To be or not… to be or not…». Es repitiendo que él encuentra al fin de la frase: «Tu eres aquel que me… Tu eres aquel que me… Tu eres aquel que me mates».
La lengua francesa nos da aquí el esquema fundamental de esa relación con el otro, que esta fundada sobre una articulación que de alguna manera se forma el la misma sobre la destrucción del otro, pero que por ser articulación significante lo hace subsistir.
En el interior de esta articulación veremos cual es la relación, el lugar del significante falo en cuanto al ser y al tener —donde dejamos la ultima sesión— que nos permitirá ver la diferencia que hay entre una solución que permitiría mostrar al obsesivo lo que es en verdad de su relación al falo en tanto significante del deseo del otro. o de satisfacer por una suerte de milagro imaginario de concesión de la……………de simbolización por el análisis del fantasma imaginario, esa dimensión en la que ustedes vieron esta observación, Ia que consiste en decir a la mujer: «¿Usted tiene envidia de pene? Y bien……..» como decíael Sr. Casimir Périer a un tipo arrinconado contra un farol un poco: «¿Usted que quiere?» y el tipo le responde: «La libertad», —»Y bien, usted la tiene», le responde Casímir Perier, pasa entre sus piernas y se va dejándolo desconcertado. No es exactamente lo que podemos esperar de una solución analítica. La terminación de esta observación. esta especie de identificación eufórica, ebria del sujeto, la descripción que recubre por entero un ideal masculino encontrado en el analista es quizás algo que aporta al sujeto un cambio en su equilibrio, pero que seguramente no es la verdadera respuesta a la pregunta del obsesivo.