Como ustedes han comprendido, me he reencontrado en mi camino de este año con algunos puntos de la obra de Freud, y notablemente la última vez, han visto, el recurso especial que hecho de esta obra curiosamente situada como es eI Entwurf («Proyecto»).
Se encuentra anexado a la correspondencia con Fliess, no forma parte de las Obras Completas. Ha sido publicado primeramente en un texto alemán. Ustedes saben las reservas que uno puede hacer de lo que no está en una Obra Completa; pero seguramente se trata aquí de algo muy precioso, y especialmente estos trabajos anexos entre los cuales el «Proyecto» tiene un lugar eminente, dicho de otra manera, el Proyecto para una psicología.
Es cierto que esto es muy revelador de lo que uno puede llamar una especie de base, de sub-basamento de la reflexión freudiana, y los rasgos, el parentesco evidente que hay entre esta obra y todas las formulaciones que ha sido llevado a hacer en la continuación de su experiencia, vuelven a este texto verdaderamente precioso.
Encuentro que lo que he dicho la última vez, articulaba suficientemente por qué sesgo se inserta éste en mis propósitos de este año. Es en tanto creo, contrariamente a lo que se recibe, que la oposición del principio del placer al principio de realidad, que la oposición del proceso primario al proceso secundario, es algo que es menos del orden de la psicología que del orden de la experiencia propiamente ética. Quiero decir que es la percepción que hubo en Freud, de lo que es en suma la dimensión propia donde se despliega la acción humana como tal, bajo la apariencia de un ideal de reducción mecanicista que se confiesa en el Proyecto.
Pero aquí yo creo que en suma, la compensación, la contraparte de algo que, en la experiencia para Freud, en su descubrimiento de los hechos de la neurosis, se plantea desde el principio como percibido, en la dimensión ética, donde se sitúa afectivamente, en tanto el conflicto se halla en primer plano, y que desde el comienzo este conflicto es un conflicto, digámoslo, masivamente de orden moral.
Seguramente eso no es después de todo una novedad. Podemos decir que todos los fabricantes de éticas han tenido que vérselas con el mismo problema. Pero justamente es por eso que es interesante, diría, hacer la historia, la genealogía, de la moral. No de la moral como se expresa Nietzsche, sino de la sucesión de las éticas, es decir de la reflexión teórica sobre la experiencia moral. Y uno se da cuenta en esta ocasión, primero de la significación central de los problemas tal como están planteados desde el origen, tal como son mantenidos con cierta constancia.
¿Por qué después de todo ha sido menester que siempre los éticos volvieran a ese problema enigmático de la relación del placer con la definición de lo que uno puede llamar el bien último, ese que orienta, dirige, la acción humana en tanto ésta es acción moral? ¿Por qué siempre volver al problema del placer?; ¿por qué esta suerte de exigencia interna que hace que el ético no pueda desprenderse del intento de concebir, de reducir las antinomias que se ligan a este término? Por una parte, del hecho de que ese placer aparezca en muchos casos como el término opuesto al esfuerzo moral en sí mismo, y que sin embargo, es menester que se encuentre, en suma, la última referencia, aquélla a la cual debe reducirse en último término ese bien que orientaría toda la acción humana.
He aquí un ejemplo, y no es el único, de esta especie de nudo que se propone en la solución del problema.
Entonces, es este primer punto el que debe instruirnos cuando reencontramos esas puntas de nudos alrededor del problema ético como tal. Es uno de los ejemplos que nos muestra la constancia con la cual el problema del conflicto se plantea en el interior de toda elaboración.
Acá pues, diremos que Freud no llega sólo como uno de los elementos, uno de los sucesores, en el problema de la ética. Y es aquí donde podemos intentar formular algo que es importante plantear: diremos que si es verdad que Freud nos aporta algo de un peso sin igual, que verdaderamente, en un punto con respecto al cual uno no ha tomado conciencia, cambia para nosotros los problemas de la oposición ética; ¿es en qué? Es en la medida, justamente, en que la ha articulado más profundamente que nadie —y ya he hecho alusión a algunas referencias que tendremos que tomar este año. Es menester elegirlas bien, no iremos a poner en primer plano todos los autores que han hablado de la moral.
He hablado de Aristóteles porque creo que el primer libro verdaderamente articulado, hablando propiamente, alrededor del problema ético, es «Etica a Nicómano»; como ustedes saben ha habido otros autores antes y después de Aristóteles, que ponen en primer plano el problema del placer. Y desde luego no iremos a colocar aquí en función a Epicteto y Séneca. Les he dado algunas referencias. Vamos a hablar de la teoría utilitarista, en tanto es significativa del viraje que concluye en Freud.
Lo que quiero decir, el interés del comentario que hacemos sobre ciertas obras, es algo que expresaré hoy en los mismos términos de los que Freud se sirve en el interior de este «Proyecto» para designar algo que a mis ojos al menos, está muy próximo del proceso del lenguaje, que es aquél que les he enseñado a poner en primer plano del funcionamiento del proceso primario en el curso de estos años que es el término Bahnung, facilitación. Diremos que el discurso freudiano abre, en el enunciado del problema ético, algo por su articulación y como tal, y es éste su mérito esencial, es lo que nos permite verdaderamente darnos cuenta, ir más lejos de lo que se ha ido jamás, en lo esencial del problema moral. Creo que la inspiración de nuestro progreso de este año, girará alrededor del término de realidad, del verdadero sentido que tiene la palabra realidad, siempre empleada por nosotros de una manera tan desconsiderada, el verdadero sentido que puede tener para nosotros este término donde se sitúa la potencia de esta concepción que es menester medir en la persistencia del nombre de Freud en el despliegue de nuestra actividad analítica.
Es completamente claro que no es simplemente por una pobre pequeña contribución a una fisiología de la fantasía que hay en el «Proyecto«; que no es eso lo que le otorga el interés ardiente que podemos tener al leer ese texto. Pues es un texto sin ninguna duda, como les dirán, difícil, pero es un texto también apasionante. Lo es menos en francés que en alemán, diría incluso que la traducción francesa es extraordinariamente ingrata. En todo momento le falta esa precisión, ese acento, esa vibración. En resumen: que aquí estoy forzando el evocar o el provocar el pesar que puedan sentir algunos de no saber alemán.
En alemán es un texto de un estalido, de una pureza, un primer golpe tan sensible, que es totalmente sorprendente. Y los contornos de la traducción francesa lo borran y lo vuelven gris, a un punto que evidentemente no está hecho para facilitar la lectura. Hagan el esfuerzo de leerlo, y verán cuán auténtica puede ser la observación que hago sobre que lo que se trata allí es otra cosa muy diferente a la construcción de una hipótesis. Es una especie de coletaje que Freud se hace por primera vez con ese algo que es el pathos mismo de la realidad con la cual tiene que vérselas en el caso de sus pacientes. Hacia la cuarentena, ha descubierto la dimensión propia, la vida profundamente significativa de eso.
Entonces no es por una vana preocupación de referencia simplemente textual, después dé todo, por qué no. Saben muy bien, que en la ocasión sé tomarme con el texto de Freud mis libertades y mis distancias, pero que si les he enseñado por ejemplo, una doctrina de la prevalencia del significante en lo que podemos llamar la cadena inconsciente en el sujeto, después de todo es en tanto que valoro, que acentúo ciertos rasgos de nuestra experiencia, de esta experiencia que Leonov, en su comunicación de ayer a la tarde llamaba, por una división a la cual no adhiere enteramente, pero que expresa algo de la experiencia del contenido y donde él oponía la argumentación de los conceptos.
Y bien, lo que les propongo ahora, este año, no es simplemente por preocupación de ser fiel al texto freudiano, de hacer su exégesis, como si allí residiera la fuente de una verdad no variada, que sería para nosotros el modelo, el lecho, la vestimenta, que impondríamos a toda nuestra experiencia. Es porque creo que hay que buscar el filón del despliegue de los conceptos en Freud, desde el «Proyecto», luego pasando por el capitulo VII de la la Traumdeutung, organización que es la primera que ha publicado de esta oposición entre proceso primario y proceso secundario, la manera en que concibe las relaciones del consciente, del preconsciente y del inconsciente y luego la «Introducción al narcisismo», en esta economía; luego lo que se llama la segunda tópica, la valorización de las funciones recíprocas del yo, del superyó y del mundo exterior, que da una expresión acabada a cosas de las cuales nos sorprende ver ya en el «Proyecto», las huellas, los gérmenes, de su pensamiento; luego estos puntos ulteriores siempre centrados en su reflexión alrededor del mismo tema: ¿cómo se constituye para el hombre la realidad?. Tendremos que reveer el articulo de 1925, la Verneinung, «El malestar en la cultura», en tanto se trata de la posición del hombre en el mundo y de la significación que le demanda esta cosa que Freud llama la civilización. El término en alemán es la Kultur, es decir algo, digamos; de lo cual intentaremos quizás aquí precisar, cernir, el alcance exacto bajo la pluma de Freud, que no recibe jamás los conceptos de un modo que sea simplemente neutro, banal, el concepto tiene siempre para él un alcance verdaderamente asumido.
Si aferramos este año de cerca lo que se puede llamar la evolución de la metapsicología freudiana, es porque es aquí donde podemos pensar hallar la huella de una elaboración que refleje un pensamiento ético acerca del cual, cualquiera que sean las dificultades, quizás, tengamos que tomar conciencia, como estando en el centro de nuestra conciencia, es al menos ésta la que sostiene junto a todo ese mundo que representa la comunidad analítica, y esta especie de dispersión —se tiene frecuentemente la impresión de desintegración— de una intuición fundamental que por cada uno es retomado en uno de sus aspectos. Si volvemos siempre a Freud es porque Freud ha partido de una experiencia. Podemos también pensar traducir como una intuición inicial, esta intuición central, la intuición ética que hay en Freud. Para comprender esta experiencia, para animar también esta experiencia, para no extraviarnos, para no dejarla degradarse creo esencial valorarla. Es por lo que he atacado este año este tema.
He tenido la última vez, el placer de tener una suerte de eco, de respuesta; dos personas entre ustedes estaban por releer, para otros fines, con motivo de elaboración de vocabulario y puede ser también por un interés personal, el «Proyecto», han venido después a decirme la satisfacción que habían podido sentir en razón misma de esta valorización que era la suya en ese momento, del «Proyecto»; la manera en que había hablado de él, que para ellos quizás les justificaba un poco el interés que habían podido tener en esta relectura.Y no he tenido ningún problema en recordar, ya que era una preocupación lacerante, que este seminario es un seminario y que convendría que no sea solamente el significante de seminario el que mantenga su derecho a esta denominación. He preguntado a uno de ellos, porque los dos están particularmente, por el momento, en la cosa del «Proyecto», que como lo observaba en su momento Valabrega, es menester verdaderamente tenerlo fresco en la memoria y la experiencia, para poder hablar sobre él de una manera válida, ¿es esto cierto? No sé, pues uno termina por tenerlo, por darse cuenta que no es tan complicado como eso. Voy a pedir a Lefèbvre—Pontalis, que vengan a decir las reflexiones que les han inspirado la manera en que la última vez he conducido la actualidad de ese seminario, ese «proyecto» freudiano con respecto al cual hoy ustedes van a escuchar hablar a Lefèbvre—Pontalis.
Pontalis: Hay que disipar un pequeño malentendido. Yo no soy, para nada, un especialista en el Entwurf, y no lo he releído: estoy por hacerlo. El Dr. Lacan me ha pedido volver sobre ciertos puntos de su seminario de la semana última, en particular sobre la cuestión de la relación con la realidad, que él nos ha descrito como muy problemática, incluso francamente paradójica en ese texto original de Freud. Algunas palabras primero sobre este «Proyecto». El título es del editor, pues es un manuscrito sin titulo. Se tiende a hacer ahora un trabajo puramente académico, un pequeño relevo que relevante de la gran ilusión del siglo último que no ha sido, nunca, enteramente disipada, a saber, buscar imponer el orden y las leyes científicas en biología, por un recurso sistemático, tal vez netamente forzado, a las nociones y a la terminología de la física, que sería capaz de otorgar, allí donde falta la administración de una prueba propiamente dicha, el sentimiento del rigor. Tal será el cientificismo que cree corregir, por exceso, aquello que peca de hecho, por defecto.
Y es sorprendente ver que gente, que es pagada para conocer bien este texto, a saber los editores del «Proyecto», adopten finalmente tal punto de vista. No ven allí, cito: «más que una tentativa coherente para remitir el funcionamiento del aparato psíquico a un sistema de neuronas, y para concebir todos los procesos por modificaciones cuantitativas».
Tal es el punto de vista de los editores que no ven en ese texto más que una tentativa, más o menos feliz, de síntesis entre las consignas transmitidas a Freud por la vía de Brücke, y la doctrina de la neurona que se está elaborando en esa época como unidad funcional del sistema nervioso, células específicas, sin continuidad con las células adyacentes.
Tengo el sentimiento, que veo es también el del Dr. Lacan, que tal manera de ver que responde evidentemente al contenido manifiesto del texto, conduce a hacer del «Proyecto» un texto que sólo tiene en ese momento valor arqueológico, que está destinado nada más que a interesar a los historiadores de los ideales del psicoanálisis, y donde podría designarse el anuncio de ideas sostenidas, elaboradas más tarde, bajo una forma aceptable de otra manera.
Este es el punto de vista que se traiciona en las notas que los editores consagran frecuentemente al texto. Incluso un autor como Jones que subraya la importancia del «Proyecto», al que consagra casi un capítulo de comentarios en el primer tomo de su biografía, busca en un movimiento contrario, reducir el alcance del texto, queriendo ver finalmente allí sólo una secuela de los primeros intereses de Freud, consagrados, como ustedes saben, al estudio microscópico del sistema nervioso. Describe el proyecto como un último esfuerzo desesperado para ligarse al estudio sin riesgos de la anatomía cerebral.
Este «sin riesgos» hace soñar. Por poco se nos presentaría el «Proyecto» como una defensa de Freud, que sería capaz de arrastrar en él, alguna represión, al período analítico. Y, el valiente, el intrépido, el sublime seria entonces en ese momento Breuer, quien exactamente en la misma época en 1895 piensa y escribe que para hablar de fenómenos psicológicos conviene utilizar la terminología de la psicología. Dice, por ejemplo, hablar de … , el lugar de la representación es una pura y simple mascarada, porque de hecho, en el seno de nosotros mismos reemplazamos silencionsamente el primer término por el segundo. Pero sucede que Freud no ha colaborado en ese capítulo de las consideraciones históricas de los »Estudios sobre la histeria», pese a lo que afirmara… Hay un testimonio de Freud que es probatorio; él dice: yo no estoy para nada en ese capítulo.
Entonces Freud, en un sentido, prefiere esta mascarada que denuncia, y vale la pena preguntarse por qué. Por más que es menester no olvidar que los «Estudios sobre la histeria» al menos por su fecha de publicación, son exactamente contemporáneos al proyecto: 1895.
Lo que quiere decir que Freud, por su experiencia terapéutica y su reflexión, ha descubierto ya esas cosas que se llaman la regla de la asociación, la transferencia, la resistencia, la rememoración, la abreacción y sus limites, el poder del silencio, de la palabra negada y de la interpretación, de la palabra dada, Y en el plano teórico, la relación del afecto y de la representación, el simbolismo del síntoma, la represión, la censura. Tal como se está siempre tentado de decir lo cuando se lee un texto de Freud. Y lo que retiene al lector del «Proyecto» es que Freud no se entretiene para nada, consigo mismo o con su amigo Fliess en este famoso «Proyecto». He ahí la paradoja primera que salta a los ojos desde que simplemente se abre ese libro. Esta referencia a «Estudios sobre la histeria» entonces, está sobretodo destinada aquí a prevernirnos contra la tesis que vuelve a relegar el proyecto a la prehistoria de la doctrina freudiana.
Freud, en ese momento, está completamente comprometido en su descubrimiento. Tiene en sus manos todos los elementos para elaborar una teoría psicoanalítica. Desgraciadamente no he tenido tiempo de comparar las posturas de Brücke, contemporáneas al proyecto, con las del proyecto. Y construye en la fiebre, en la exhaltación que uno conoce, ese texto muy difícil, enteramente deductivo, con las referencias más discretas a la experiencia, sin ninguna referencia, las más de las veces, y que merecería, casi antes mismo de que uno se preocupe por un contenido, un estudio de estructura. Quiero decir, ver cómo esta hecho, ese mismo texto.
Y tuvimos como Freud, la gran dificultad para situarlo. No es por azar que no tiene título. Pienso, pues, que no es necesario para nada embotar su sentido, inscribiéndolo pura y simplemente en la línea de las elaboraciones psicofisiológicas que le son contemporáneas, por ejemplo las de Enzner, que es un profesor de Freud y que publicó en 1894 su propio «Proyecto». Hay allí, todo un orden de ideas en el aire, como el del psicoanálisis hoy, donde todo el mundo se defiende como puede.
Tanto como en las cartas a Fliess que preceden a la fecha en que Freud comienza el proyecto, no se encuentra en ninguna parte referencia a autores como Enzner. Freud no tenía ninguna razón para ocultarlos. Al contrario, que Freud esté allí en la cumbre de su búsqueda lo muestra la imagen banal del niño, que se encuentra allí con frescura y apasionamiento anunciado. Está sobrenombrado, antes del nacimiento en un concepto psy, phy, omega; está febrilmente puesto al día, ya que Freud lo comienza en lápiz al retornar de un encuentro con Fliess, lo escribe en dos semanas, lo expide inacabado y no lo reclama jamás después, lo que abre horizontes sobre la reacción muy poco narcisista de Freud frente a sus producciónes.
Y es ese carácter muy avanzado, y de ninguna manera retrógrado del «Proyecto», lo que explica en parte las apreciaciones que Freud da sobre su texto y que parecen de un tono inhabitual en él. Tiene el sentimiento de haber construido una suerte de máquina donde «todo se encuentra en su lugar, los engranajes engranan, uno tiene el sentimiento de encontrarse realmente en una máquina que no tardaría en funcionar por sí misma». Pero unos dias más tarde escribe: «me parece que es una especie de aberración».
No creo que haya en esas dos confesiones, que están elegidas entre muchas otras parecidas, una real contradicción. Se tiene más bien el sentimiento, que hay allí dos imagenes invertidas de una misma mira. Freud construye allí un modelo, en el sentido original del término y no aquél que uno tiende a dar hoy de un símbolo, sistema de conceptos, incluso aún de referencia, alejada de la experiencia.
Si me atreviera, diría que ese «Proyecto» es su graphe. Y es en ese momento totalmente normal donde nos interrogamos sobre su modo de empleo y sobre su valor lo que esclarecería un poco las cosas. Hay ocasionalmente razón para eso y se la ve bastante bien si se recorre solamente las cartas y los manuscritos, pues Freud expedía frecuentemente a Fliess, pequeños manuscritos, pequeños proyectos anteriores a este último.
Si uno mira esas cartas y esos manuscritos anteriores, se da cuenta que es casi sólo cuestión de la neurosis actual, de la neurosis de angustia, tema al cual Freud consagra dos artículos en este mismo año 95. Se lo ve insistir y se sabe que no cederá jamás sobre este punto, sobre la necesidad de distinguir de la neurastenia y la histeria, la neurosis de angustia, una forma de neurosis donde no hay actuación mediatizada del conflicto, sino actualidad inmediata de una tensión.
Declara conocer en ese momento de su reflexión tres mecanismos de la formación de la neurosis, la conversión de los afectos, la histeria de conversión, el desplazamiento, la neurosis obsesiva, y el de la transformación de los afectos. Y es este último mecanismo, la transformación del afecto, el que constituye en ese momento de su reflexión el mayor problema, a saber: ¿cómo una tensión sexual puede muy bien transformarse en angustia; por qué es provocada?.
Es más o menos cierto que son tales cuestiones las que motivan, en la actualidad la redacción del proyecto. Lo que no quiere evidentemente decir que agote allí su sentido. Y Freud comienza a responder a tal cuestión en un manuscrito anterior, utilizando conceptos y distinciones que hallarán un pleno desarrollo en el proyecto del 95, a saber: —resume rápidamente— la excitación puede ser exógena, excitación que crea la tensión, y no hay problema, el proceso de inercia puede funcionar sin dificultad en una especie de generalidad, el estímulo no es específico y la respuesta no tiene que serlo, basta con que la tensión sea descargada. Y el problema sólo comienza en el caso de la excitación endógena, es decir del hambre, de la sed, del impulso sexual. Entonces las cosas son más complicadas, pues sólo una reacción específica, según el término de Freud, es útil. Es decir que a una excitación dada, es menester una respuesta dada y no ya cualquier descarga. Si la reacción especifica se produce, la tensión desaparece, y crece según el esquema siguiente: la tensión física alcanza cierto umbral, se transforma entonces en lo que él llama libido psíquica, ésta entra en conexión con grupos de representaciones capaces de desencadenar la reacción psíquica. Pero si esta reacción específica no se produce, ¿qué es pues lo que ha pasado?. Es que no existen ni esta elaboración, ni esas ligazones con grupos de representaciones. Dicho de otra manera, en un lenguaje que nos será tal vez más accesible, no hay aquí mediación. Y en eso reside el principio de la angustia tal como se manifiesta en la neurosis actual. ¿De dónde estas cuestiones? ¿Cómo se efectúan esas mediaciones necesarias para la transformación? ¿Cuál es el lugar, el soporte? Y pienso que son tales cuestiones las que orientan, las que motivan en este período la búsqueda de Freud. Todo esto más bien para mostrarles que no se trata absolutamente en esta concepción, de reelaborar este modelo de un esquema que sería más o menos revisto por Freud en el momento mismo en que lo edifica. Y se puede decir incluso que en sus aportes esenciales, no lo será jamás. Todas las tesis, todas las distinciones fundamentales se reencuentran allí.
Jones, que es un poco vacilante en su apreciación de este texto, pero como lo somos todos necesariamente, redacta el catálogo de esas distinciones y de esas tesis. No se los voy a leer entero, sino simplemente a darles una idea.
Principio de inercia y de constancia, proceso primario y secundario, preconsciente e inconsciente, empuje hacia la realización de un deseo, realización alucinatoria y real de un deseo, etc., función inhibitoria del yo, etc. Se puede decir que todo está allí. Y es por otra parte interesante comparar con esa especie de catálogo que he hecho, en su momento, lo que concierne a los estudios sobre la histeria. Uno tiene verdaderamente allí las dos caras de la búsqueda de Freud.
Ese catálogo que les acabo de decir, muestra bastante bien que no hay ningún viraje después de 1895, de un período pretendidamente neurofisiológico de Freud, a un período más psicológico. Todo está allí. Tenemos verdaderamente allí el núcleo de lo que tiene de irreductible e inagotable la obra de Freud y también tal vez, el conocimiento de nuestra experiencia analítica, ya que no hemos encontrado medios de distinguir los dos.
Pues si se tiene la preocupación, y nosotros la tenemos, de no utilizar indefinidamente los «conceptos analíticos», que pueden ser más o menos de ironía o de falta de respeto, o simplemente de una especie de suspensión del juicio siempre remitido al 800, es menester que interroguemos tal texto. Que nos preguntemos buenamente qué pensamos de él hoy día. No estoy absolutamente en condiciones de responder a una pregunta tan franca. Al menos puedo proveer a partir de lo que ha dicho la última vez el Dr. Lacan, algunos elementos de una respuesta en función de mis sorpresas frente a la primera lectura del proyecto. Y preguntándonos primeramente qué rol juega la realidad, en esta primera construcción de Freud.
Allí, es menester confesarlo, vamos a reencontrar una serie de afirmaciones que a mi criterio no pueden ser más sorprendentes. ¿Qué encontramos como postulado?: encontramos la idea de que todas las desdichas del organismo comienzan con los estímulos internos, es decir con las necesidades, es decir con la vida. Desde que el esquema puro y simple del acto reflejo no es válido, es decir, el esquema estímulo externo, respuesta, circuito estímulo externo, respuesta —y aún hablar de respuesta es mucho decir, pues el término implica siempre más o menos, adaptaciones… Hay simplemente en el esquema de Freud transmisión de una excitación a través de una vía, un lugar de pasaje que no tiene otra razón de ser que esta transmisión. Pienso que allí se hace referencia a la electricidad. Desde que se sale de ese esquema hay un trastorno del principio de inercia. Freud escribe: el organismo no está en condiciones de emplear la cantidad de excitaciones que recibe. Para huir de ellas, bajo la presión de las exigencias de la vida, el sistema neurónico se ve obligado a constituir reservas de cantidad. La pregunta que uno se plantea es ésta: ¿obligado por quién?.
Existe apenas necesidad de subrayar la extrañeza del razonamiento y esta evocación de una suerte de finalismo que es tanto menos comprensible cuanto el organismo en su principio no parece absolutamente consagrado a la vida. La vida aparece aquí como un intruso que plantea al organismo, preguntas para las cuales no encuentra en su equipamiento, en su montaje, ningún medio de respuesta.
No hay verdaderamente en la concepción de Freud ningún bosquejo de una especie de estructura preformada que indicaría al organismo algún camino a seguir, y sin embargo es este organismo quien va a edificar su función secundaria. Hay aquí, a mi criterio, tal herejía biológica, que no se puede sin duda comprenderla, más que en referencia a un campo de experiencia propiamente analítica.
Era lo que anunciaba hace poco el Dr. Lacan. En suma, estamos tan lejos de la etología, como estamos obligados a referirnos a la dimensión ética, si he comprendido bien, y es evidente que la cuestión que se plantea Freud a todo lo largo de este texto, es cómo marcha, cómo funciona lo que se àpresta a llamar la ficción del aparato psíquico, y su pensamiento en el origen, está tan alejado como es posible, de toda perspectiva genética con lo que esta implica de maduración instintual.
He aquí pues, el postulado de base tal como más o menos él lo enuncia. Incluso paradojal, si se toman las cosas en otro nivel, ya que, a medida que el aparato se va complicando, a saber, suscitando sistemas suplementarios ya que nada está dado de partida, presentes, por otra parte, como tantas hipótesis, siempre en la perspectiva de Freud, a medida que el aparato suscita sistemas para que su funcionamiento sea posible, la función primaria permanece siempre como prevalente. Lo que quizás mejor lo aclara es lo que Freud llama la experiencia de satisfacción que es un concepto al que conviene darle mucha importancia.
Freud vuelve a hacer alusión a ello, entre comillas como si fuera algo conocido, que forma parte de su propio sistema de pensamiento, al fin de la «Interpretación de los sueños». Esta experiencia de satisfacción que es una experiencia enteramente original, aunque real, tiene un valor casi mítico, pues es vivida por el niño cuando es totalmente dependiente del exterior, de la tensión creada por la necesidad exterior. Es pues una experiencia planteada a la impotencia original del ser humano. El organismo no es capaz de provocar la reacción específica que le permitiría suprimir la tensión; esta acción necesita del recurso a una ayuda exterior, por ejemplo el aporte de comida de una persona que el niño alerte, por ejemplo, con sus gritos —de donde, entre paréntesis, el valor que Freud acuerda a ese medio de comunicación. Pero más allá de ese resultado actual, la experiencia entraña las consecuencias que ustedes conocen, a saber, que por una parte la imagen del objeto que ha procurado la satisfacción está fuertemente investida, así como el movimiento reflejo, lo que ha permitido la descarga final, de suerte que cuando aparece de nuevo el estado de tensión, las imagenes a la vez de ese movimiento y del objeto deseado, son reactivadas y resulta de allí, algo análogo a una percepción, es decir una alucinación.
Si alguna incitación al acto reflejo se produce, entonces se produce una decepción. El objeto real no está. Parece que tal experiencia ha conservado siempre para Freud una función de prototipo, ya que el sujeto busca siempre reproducirla, y que el deseo halla allí su modelo, su principio, buscando el proceso primario reproducirla inmediatamente por la vía de la identidad de percepción y el proceso secundario mediatamente, por la vía de una identidad de pensamiento.
Pienso que Freud se refiere a esta experiencia en el texto sobre la denegación, cuando quiere poner en evidencia el carácter enteramente irreductible de esta satisfacción original y la función decisiva que conserva para la búsqueda ulterior de todos los objetos, cuando uno se entrega a la prueba de realidad, ya que los objetos en otro momento causa de satisfacción real, han sido perdidos.
Este pasaje es frecuentemente citado. Es bastante enigmático, y se refiere a esta experiencia original de satisfacción, experiencia real, vivida, pero que tiene una función de mito en el desarrollo ulterior.
Entonces, originalmente, esto es muy sorprendente, hay verdaderamente un sólo principio en juego, que es el principio del placer. Si bien, por otra parte, Freud no habla jamás del principio de realidad como complemento del principio del deseo sino solamente del índice de realidad. Y esto es importante, ya que marca justamente la prevalencia del principio del placer, prevalencia que no es jamás alcanzada, incluso las facilitaciones entre neuronas que permiten la retención de la cantidad, la constitución del sistema secundario, del sistema psy…, sirven a la función primaria. No permiten en ningún caso superarla, favorecen incluso el error alucinatorio.
Es decir que esa especie de filtrado que es realizado por el sistema psy, no tiene siempre valor biológico. Repetida, la satisfacción efectiva, vivida de la experiencia de satisfacción, modela el deseo humano, conduce a la alucinación. Dicho de otra manera, para intentar ser más claro, el deseo ignora el principio mismo de su satisfacción efectiva. En su ley, en tanto deseo, no hace ningún tipo de diferencia entre la satisfacción alucinatoria y la satisfacción real. Y hay verdaderamente una variación última, y casi humorística, del hedonismo.
Si es cierto que el organismo no puede querer más que su propio bien, en la perspectiva de Freud ese propio bien puede confundirse totalmente con su destrucción. El proceso primario permanece absolutamente prevalente.
Me vino a la memoria una historia recientemente, que es el diálogo entre el escorpión y la rana. El escorpión pide a la rana hacerle franquear un río, y la rana responde: no, pues si te subo en mi espalda me picarás. A lo que el escorpión respondió: ni loco, si te pico me ahogo. La rana dice: el Indice de realidad ha jugado. A lo cual responde: bien, de acuerdo. Atraviesan el río y en el medio, el escorpión pica a la rana. Esta dice: ¿qué es lo que pasa? Y, dice el escorpión, lo sabía pero no pude impedirlo. Conocemos toda esta historia de memoria, y porque la conocemos, pensamos que el análisis no debe ser ni bueno ni malo, es decir, no debe tener el empleo de la rana.
Veamos pues la función extremadamente limitada del índice de realidad que el Dr. Lacan nos ha señalado como un llamado al orden, un retorno extremadamente precario, porque este índice de realidad se le presenta al deseo, pero el deseo no lo encuentra en su movimiento propio. Sólo encuentra el aplacamiento. Su propio campo está enteramente regido por el principio del placer.
No es del todo el principio del placer, pues, quien se somete, como se escribe frecuentemente, al principio de realidad, aquí el índice de realidad. A la inversa, es el índice de realidad el que se le presenta al deseo.
¿Cómo se opera este proceso que presenta este índice de realidad?. Aquí no puedo entrar en detalles, ya que son complicados. Digamos en general, que se forma en el sistema psyuna instancia que impide el pasaje de la cantidad y que después deviene el yo (moi). La función de esta instancia es triple. Primeramente, representa, coordina, la totalidad de los investimientos psy, esas retenciones de cantidad. En segundo término; tiene un rol inhibitorio, impide que la cantidad se deslice según la línea de menor gradiente de resistencia conforme al principio de inercia que la rige. Evita por investimientos laterales lo que podría llamarse esta mala pendiente, esta pendiente natural de la cantidad. Es decir, la tendencia inmediata al aplacamiento, en respuesta a la tensión interna. En fin, su tercera función, y aquí también hay un matiz que tiene para mí importancia: se dice frecuenternente que representa al índice de la realidad, eso no es cierto, utiliza él índice de realidad pero no lo provee. Y, por otra parte, ¿cómo podría?, ya que el sistema psy, se limita a operar un fiItraje que está destinado a mantener en la medida de lo posible una homeostasis, a mantener una constancia. Pero está enteramente ramificado sobre el deseo; es ésta su referencia última. No está ramificado sobre la realidad exterior, no le da, una vez más, ningún tipo de valor biológico funcional.
Es por lo que Freud está obligado a postular, más allá del sistema psy, un tercer sistema, un sistema de percepción, omega, que le provee el índice de realidad y que es un sistema tan neutro como es posible, tan independiente como es posible, de todo desplazamiento de energía, que tiende pues a escapar a las consideraciones energéticas, de modo que no reside aquí la menor paradoja de esta extraña construcción, paradoja que si mal no recuerdo, había sido desprendida de un seminario de años anteriores, mostrando que se llega a una autonomía reforzada, no por el yo, sistema psy, sino por la conciencia que está planteada como absolutamente necesaria para reflejar el mundo exterior, que hasta aquí ha sido totalmente puesto entre paréntesis, no evidentemente en tanto fuente de estimulación, sino en tanto, como exterior, tiene cierta estructura objetiva que provee índices de cualidad. El sistema de cualidad reside en el sistema omega.
Pero, nueva dificultad, la percepción no tiene mucho ascendiente sobre los procesos secundarios. Para que el índice de realidad pueda funcionar como criterio, es decir, permitir una distinción efectiva entre la percepción y la representación, es menester que sean cumplidas ciertas condiciones.
Aquí también se puede, en una primera lectura, no hacer la diferencia entre índice y criterio. Es diferente, y es a mi modo de ver, sobre lo cual juega toda la teoría de la realidad en el texto. No es un principio, es un índice. Y es menester aún que el índice sea retenido como criterio. Puede muy bien estar presente pero no funcionar como criterio, es decir, no tener ningún valor operatorio, no permitir distinguir, problema mayor, la percepción de la representación del recuerdo.
Es menester pues, para que este índice funcione como criterio, es decir, para que tenga un valor operatorio, que ciertas condiciones sean llenadas, o sea, que el sistema psyhaya podido operar su regulación, haya podido jugar su rol de filtro, en resumen, que haya podido jugar la inhibición.
Freud lo escribe formalmente: esta inhibición debida al yo (moi), que vuelve posible la formación de un criterio permitiendo establecer una distinción entre la percepción y el recuerdo.
Pero si el sistema psy, esta regulación, esta inhibición, no ha podido jugar, es decir, si el objeto deseado está plenamente investido, de tal manera que puede tomar una forma alucinatoria; es decir, si está totalmente regido por el proceso primario, el índice de realidad puede estar presente en ese momento allí, pero jugará exactamente el mismo rol que si hubiera una percepción exterior efectiva, es decir que no funcionará como criterio y no se escapará más, al error alucinatorio.
De donde ven la construcción. DificiImente se pueda imaginar una que haga del acceso a lo real un proceso tan problemático. Freud hace extensamente, aquí y allá, referencias extremadamente tímidas a la experiencia biológica, que debe enseñar que la descarga no debe ser iniciada antes que el índice de realidad esté allí, y en general que no es menester ir demasiado rápido del lado del investimiento de los recuerdos de satisfacción, ya que en este momento se es conducido a la alucinación, pero me parece que esas referencias no entrañan del todo su construcción. Ellas están aparte.
He aquí el complemento que quería aportar a lo que el Dr. Lacan nos había dicho en cuanto a la relación con lo real. Se ve que no hay nada que pueda constituir una objeción a las nociones que él ha desarrollado; éstas parecen, al contrario reforzadas.
En desquite, en consecuencia inauguro aquí mi último orden de observaciones, confieso haber captado mal el alcance que usted ha entendido, tiene un pasaje del proyecto para justificar, si le he comprendido bien, la idea de que el inconsciente no tenía otra estructura que la del lenguaje.
Este pasaje —usted no lo había citado— pienso que es éste (usted me lo había dejado entender): «Nuestros propios gritos confieren su carácter al objeto, mientras que de otro modo y a causa del sufrimiento, no podríamos tener ninguna noción cualitativamente clara.»
He aquí la cuestión que planteo: ¿cuál es en ese momento la intención expresa de Freud? Es poner en evidencia el valor de lo que designa como las asociaciones verbales en cuanto al conocimiento del objeto percibido. Toma el ejemplo del caso donde el objeto es un ser humano y dice en general que entran en esta percepción del objeto, dos categorías: está lo nuevo, es decir lo no comparable a las percepciones que pertenecen a las experiencias originales de satisfacción y de displacer, y es este elemento no comparable, el que funda el objeto en tanto que es no sujeto, en tanto tiene una estructura permanente y sigue siendo un todo coherente. Por otra parte entra en la percepción precoz del objeto humano, el comprender, el reconocer, el juzgar, el identificar, y eso en función de la experiencia propia del sujeto.
Esta parte de la percepción: «puede ser comprendida gracias a una actividad mnemónica, es decir atribuida a un anuncio que el propio cuerpo del sujeto se hace llegar a sí mismo». Y es esta dimensión de relación con el objeto, la que Freud pone en relación con la expresión verbal. Dicho de otra forma, la mediación de las palabras, que es por otra parte, notémoslo al pasar, secundaria a la del cuerpo propio. La atribución a un anuncio que el propio cuerpo del sujeto le hace llegar, esta mediación de las palabras, inaugura nuestra relación con el objetos innegablemente da asideros, pero no es más que una mediación secundaria.
Ni en tanto soporte, ni en tanto calificado, en tanto presenta tal o cual cualidad, el objeto no es aquí definido por el lenguaje, en cuanto a que, en el fondo, la relación con el objeto no está en el campo de los signos verbales
Está por un lado, el objeto de pura cualidad; por otro, el objeto afectado por el signo más o menos, bueno o malo. Y es únicamente la mediación lo que es provisto por el lenguaje. Confieso que estuve personalmente tentado, si he comprendido bien él texto, de relaciónarlo con un texto ulterior que no es ciertamente el texto más lacaniano de Freud, pero eso no constituye una razón para desecharlo, quiero decir la última sección de un artículo de 1915 sobre lo inconsciente, y donde se nos dice de la manera más formal, apoyando se sobre una distinción muy vieja de Freud, ya que remite creo, a su texto sobre la afasia, distinción entre la representación de palabra y la representación de cosa, primeramente que la representación inconsciente es la representación objetal sola, y secundariamente que lo que la represión niega a la representación rechazada, es la traducción en palabras, destinada a permanecer ligada al objeto.
La represión es la no traducción. Y estamos aquí muy cerca de la dificultad mayor que le plantea a Freud, a mi criterio la concepción del inconsciente, y que ha resurgido en todas las etapas decisivas de su reflexión. Me explico. Incuestionablemente Freud se ha formado muy pronto la idea de una serie de registros de las representaciones, de una sucesión estratificada de inscripciones del signo, Encontramos tal idea muy francamente formulada, en el último capitulo suyo, en su Psicoterapia de los «Estudios sobre la histeria». La imagen del historial a propósito de la resistencia. La encontramos también en la carta que usted citó, la carta 52. Pero uno puede preguntarse, e introduzco aquí una cuestión que desborda el comentario del seminario último, si esta concepción de la serie de registros en lugares diferentes, no es coextensiva de la concepción del inconsciente como constituido enteramente por la represión.
He aquí que quiero decir: no podemos no estar sorprendidos de que enseguida después de sus investigaciones sobre la histeria, que han permitido el descubrimiento de la represión, Freud se plantee la cuestión, el enigma, de la neurosis actual, donde precisamente falle la mediación de los signos. Y entre paréntesis, no escribe el capítulo IV del proyecto, que debía, dicen los editores, ser consagrado a la represión, por más que haya escrito en la misma época que todas sus teorías convergían hacia el campo clínico de la represión, como si justamente, no hubiera logrado resolver esta aporta: por un lado existe la represión, pero existe también la neurosis actual.
Y este texto, si mi hipótesis es justa, que ha hallado su causa ocasional en la cuestión de la neurosis ocasional, ¿no podría encontrar su acabamiento en una solución al problema de la represión que tomara en cuenta a los dos?.
Más tarde en su segunda gran tentativa metapsicológica —si se hace entrar la «Intepretación de los sueños» en la primera— en la serie de artículos reunidos bajo el titulo de Metapsicología, abierta por el Narcisismo, Freud muestra su dificultad para dar cuenta de la represión del afecto. Comienza únicamente hablando de la represión de la representación, luego, de golpe, introduce el afecto preguntándose justamente si el afecto puede ser realmente reprimido, para finalmente reconocer en el texto sobre lo inconsciente: un examen superficial podría hacer creer que las representaciones conscientes e inconscientes pertenecen a registros diferentes. Allí se inscribe en falso contra sus tesis anteriores, tópicamente separadas, del mismo contenido.
La reflexión muestra acto seguido que la realidad de la reflexión hecha al paciente y del recuerdo reprimido (falta palabra) el hecho de haber oído y haber vivido algo, son de naturaleza psicológica enteramente diferente. No se trata de tomar a la letra un pasaje para decir: antes se había equivocado, como llega Freud a hacerlo, a decir, hasta aquí no he comprendido. Pero esto muestra que hay una relación dialéctica entre esas dos maneras de ver.
Me parece que más tarde incluso, la paradoja resurge aún, con la paradoja de la repetición del trauma que inaugura más allá del principio del placer, pues el trauma, si bien puede retroactivamente tomar valor de símbolo, no es menos vivido en su origen, como escapando justamente a toda especie de simbolización. Entonces me parece que allí existe testimonio para Freud. Hay verdaderamente algo más que es irreductible a la represión, incluso a la represión primaria, o represión primordial, cuya teoría, sin embargo, en un párrafo del texto sobre el inconsciente que he citado, estableció, y creo que se inicia con el caso Schreber, es decir en 1911.
Veo aquí tantas huellas de un dualismo presente, evidentemente en registros diferentes, con un contexto de experiencia clínica enteramente diferente; pero podría encontrarse de modo más preciso de lo que he hecho allí, en diferentes etapas de su reflexión, el índice de que Freud no logró superar eso, y que podría tal vez superarse, como nos invita, creo, si comprendo bien al Dr. Lacan, mostrándonos al sujeto en lo que creo podría llamarse una suerte de tópica generalizada, menos como portador del significante, que como portado por él, que como expuesto de parte a parte por sus leyes. Y entonces solamente sería posible tomar el inconsciente, sino a Freud, a la letra.
Dr. Lacan: Agradezco lo que usted ha hecho hoy; quizás eso nos va a permitir inaugurar este año una escanción que, aportándome a mí algunos relevos, algunas pausas, tendrá creo otra utilidad. Me parece que usted ha presentado con una particular elegancia las aristas vivas de una cuestión donde después de todo, no había más que riesgo de perderse en detalles, lo cual debo decir, es extraordinariamente tentador.
Yo mismo he podido lamentar en ciertos momentos el que usted no entrara en el detalle de la posición de la Bahnung por un lado, de la Befriedigungserlebnis por otro, y que usted no haya provisto un resumen de lo que supone como topología el sistema de los phi, psy, omega. Tal vez pese a todo, eso habría esclarecido las cosas. Pero es evidente que uno pasaría el trimestre, incluso un año, aún cuando sólo sea para rectificar todo lo que la traducción, en el texto inglés, distorsiona ciertas intuiciones originales que se encuentran en el «Proyecto». Me aparece de casualidad un ejemplo bajo los ojos. La palabra alemana Bahnung está traducida por facilitación en inglés. Es evidente que eso tiene un alcance estrictamente opuesto. En tanto Bahnung evoca la constitución de una vía de continuidad, una cadena en esta ocasión, no pienso incluso que eso no pueda ser relaciónado con la cadena significante, en tanto por una parte Freud dice que por la evolución del aparato psy tenemos el reemplazo de la cantidad simple, por la cantidad más la Bahnung, es decir por su articulación, cosa que se deslizará completamente por la traducción con el término de facilitación en inglés.
La traducción francesa ha sido hecha sobre el texto inglés, de suerte que todas las faltas del texto inglés han sido multiplicadas. Hay verdaderamente casos donde el texto es absolutamente ininteligible en relación a un texto simple que se encuentra en el «Proyecto».
Pese a todo creo que usted ha puesto el acento sobre los puntos sobre los cuales va a dirigirse la continuación de nuestras entrevistas que debe llevarnos esencialmente a esa relación del principio de realidad y del principio del placer, cuya paradoja usted ha mostrado bien aquí, diciendo que el principio del placer no es susceptible de ninguna inscripción en una referencia que pueda concebirse en los términos de una relación con su naturaleza biológica. Pero después de todo, Dios mío, el misterio no es tan grande si vemos esto: que el soporte de este estado, de hecho tiene que ver con la intermediación del hecho de que la experiencia de satisfacción del sujeto está enteramente suspendida del otro, y con eso que lamento que usted no haya articulado aquí, de lo que en ese texto de Freud hay una muy bella expresión, del Neben Mensch donde tendría ocasión de hacerles algunas citas para mostrarles hasta qué punto es, por la intermediación de ese Neben Mensch, en tanto sujeto hablante, que en la subjetividad del sujeto puede tomar forma todo lo que se relacióna con el proceso del pensamiento.
Ese proceso de pensamiento, al cual les ruego referirse en la doble columna que he edificado ante ustedes la última vez, con este… doblez, que nos servirá hasta el final de nuestra exposición, que es muy importante, y que nos permite concebir esencialmente en una relación, que nos es menester siempre ligar más intimamente la función del placer y la función de la realidad, que si ustedes las toman de otra manera, acaban en la paradoja que usted tal vez ha acentuado demasiado hoy, a saber: que al fin de cuentas no habría ninguna razón plausible de que la realidad no se hiciera oír y acabare, al fin de cuentas —la experiencia nos lo muestra demasiado superabundante para la especie humana, que hasta nueva orden no está en vías de extinción— por prevalecer. Es esencialmente porque el placer, en la economía humana, es algo que justamente en una perspectiva exactamente contraria, sólo se concibe, sólo se articula, en cierta relación con ese punto sin duda siempre vacío, enigmático, pero que presenta cierta relación con lo que es para el hombre la realidad. Que lleguemos a ceñir cada vez más esta intuición, esta percepción de una realidad tal como funciona efectivamente, para animarla en todo el desarrollo del pensamiento freudiano.
No olvidemos —es una cosa que deja justamente escapar la traducción— que cuando Freud nos anuncia lo que debe funcionar para que en el sistema psy sea retenido un cierto nivel de cantidad quieta, es decir, algo que jugará hasta el fin un rol esencial, algo que no va a ser reducido a ese nivel cero del cumplimiento de la descarga completa al cabo del cual todo el aparato psíquico arribaría a un reposo último que no es ciertamente la meta, ni el fin que se puede concebir como plausible en el funcionamiento del principio del placer, él se pregunta en efecto cómo justificar que sea en tal nivel que deba ser mantenido en el sistema psyesta cantidad quieta, que es la regulación de todo.
Pues usted ha pasado un poco rápido quizás sobre la referencia al sistema psy, y al sistema phi, en tanto decir que uno tiene relación con las excitaciones exógenas, y que el otro tiene relación con las excitaciones endógenas, no es decir todo. No es para nada de ello de lo que se trata, pues en el sistema psy hay una parte importante que justamente tiene relación, y se constituye en tanto las cantidades entonces brutas, puras y simples que vienen del mundo exterior, son transformadas en cantidades que no tienen absolutamente nada de comparable con aquéllas que carácterizan al sistema psy y en las cuales el sistema psy, en cierto modo, organiza lo que le llega del sistema exterior, y lo organiza de una manera que es muy claramente expresada por Freud que probablemente allí le da algo que va en el mismo sentido que la elaboración de Fechner. Se trata de la transformación de lo que es cantidad pura y simple en complicación. Utiliza incluso el término latino complicaciones.
Tenemos entonces aproximadamente el esquema siguiente: si representábamos así la referencia de cierto sistema phi en relación a algo que se constituye como la red extremadamente compleja de ese algo que es susceptible de encogimiento y también de Aufbau, es decir de extensión, que es el sistema psy, tenemos algo que tiende primeramente a mostrarnos que entre los dos, desde ese momento de elaboración, hay un franqueamiento. Está indicado hasta en el pequeño esquema que nos da Freud en el momento en que nos da lo que pasa con las relaciones o las terminaciones cuantitativas según los casos, de lo que está aquí viniendo del sistema phi.
La aventura de lo que viene aquí como cantidad, una vez franqueado cierto limite, deviene algo que transforma completamente ya su estructura cuantitativa. Y esta noción de estructura, de Aufbau está dada como esencial por Freud. Distingue este aparato psy como teniendo dos funciones: en su aufbau, retener la cantidad, y en su abfuhr, en tanto que funciona. Dos cosas diferentes: por una parte la estructura y por otra la función de la descarga.
Es decir que en este nivel aparece profundamente desdoblada la función que no es ya simplemente de circuito y de deslizamiento de este aparato, con respecto al cual, es necesario asimismo ver bien, que nos es ante todo presentado como algo aislado en el ser viviente; es el aparato nervioso que es estudiado como tal, lo que no es la totalidad del organismo, capaz de sostenerse, de superponerse, de modo distinto a una de las hipótesis de la cual él habla muy bien en un momento. Cuando uno gusta construir hipótesis, es menester conducirse de una manera determinada en relación a lo arbitrario Willkür lichkeit der Konstruktion. Y es evidente que este aparato es esencialmente una topología de la subjetividad.
Es una topología de la subjetividad en tanto se edifica y se construye en la superficie de un organismo, pero es esencialmente una topología.
Y en este sistema psy, existe esa parte que es importante, y que él distingue de la parte que llama núcleo, Spinal. Spinalneuronen, las que están abiertas a una excitación endógena, de cuyo lado no existe este aparato que transforma las cantidades. Hay toda suerte de riquezas, que en el diseño, muy legitimo, que usted ha hecho para simplificar las vías y los problemas, no ha evocado, pero que creo, a titulo de relevo, para lo que retomaré la próxima vez, es, pese a todo, importante evocar. La noción, por ejemplo, de Schlüssel-neuronen, en tanto son algo que juegan cierta función en relación a la parte de psy que está vuelta hacia lo endógeno, y que reciben sus cantidades. Esas schlüssel-neuronen que son un modo particular de respuesta, de descarga, que se produce en el interior del sistema psy. Pero paradójicamente esta descarga sólo tiene por función aumentar aún la carga. En tanto llama a esas Schlüssel-neuronen también —no creo que sea un lapsus— Motorische Nueronen, es algo que por las excitaciones que se producen en el interior del sistema psy, va a provocar una serie de movimientos que efectivamente vienen del interior, que aumentarán aún la tensión, y que en consecuencia se encontrarán en el principio de algo que para nosotros es del más alto interés, justamente concerniente al problema que ha sido más que demasiado abandonado, de las neurosis actuales.
Pero dejemos eso de lado. Lo importante es que todo lo que pasa aquí presenta la paradoja de estar en el lugar mismo donde reina el principio de la articulación por la Bahnung, el lugar también, donde se produce esencialmente todo el fenómeno alucinatorio de la percepción y de la falsa realidad a la cual está en suma predestinado el organismo humano.
Es en este mismo lugar, donde se forman, y de manera inconsciente, los procesos orientados por la realidad, dominados por ella, tanto como se trata que en esos procesos el sujeto reencuentre el camino de la satisfacción —la satisfacción, en esta ocasión, no debería ser confundida con el principio del placer—. Y es algo que puntualiza, de manera muy curiosa, en el final de la tercera parte de su texto. Usted no ha podido hacer todo el recorrido, todo el análisis de este texto tan rico. Cuando hace esta especie de bosquejo, de trazado, de eso que puede representar un funcionamiento normal del aparato, habla de la acción no de la spezifische, no reacción, sino acción, aquélla que corresponde a la satisfacción. Hay un gran misterio detrás de esta spezifische Aktion, pues justamente como es únicamente aquélla que no puede corresponder más que al objeto hallado, y que usted ha evocado justo en el lugar donde es menester hacerlo, al cual hago alusión, que es el fundamento del principio de la repetición en Freud, y sobre el cual volveremos. A esta spezifische Aktion le faltará siempre, en suma, alguna cosa, y eso de lo cual Freud habla al final de esta tercera parte a la que aludo, es de lo que pasa en el momento en que se produce la reacción motriz, reacción efectivamente, el acto puro, la descarga de una acción.
Hay aquí todo un largo pasaje, que tendré ocasión, pienso, de retomar y de destilarles. No hay más vivo comentario de esto, que es tan inherente a la experiencia humana, a saber esta distancia que se manifiesta del nivel de la articulación del anhelo en el hombre, a lo que pasa en su deseo, que toma el camino de realización.
El acento con el cual Freud articula por qué, en nombre de qué principio, podemos captar cuánto todo lo que se produce en un tema a propósito del cual no podemos no pensar tampoco en la noción que emergerá en el futuro, por qué hay siempre allí algo que estará muy lejos de la satisfacción, que no comportará los carácteres buscados en la acción específica. Y termina con la palabra, que creo es la última de su ensayo, de cualidad monótona, carácter reducido en relación a todo lo que prosigue la búsqueda del sujeto, el carácter reducido de todo lo que puede producirse en el problema, el dominio de la descarga motriz. Hay allí algo a lo cual no podemos dar la sanción de la experiencia moral, más profunda, ya que al fin de cuentas para indicarla hoy y concluir sobre esto, aquello a lo cual seré llevado a dirigir vuestro pensamiento es ese algo que va, creo, más lejos que una analogía, que va hasta a unir verdaderamente una profundidad, tal vez hasta el presente jamás articulada como tal; es la analogía que hay entre esta búsqueda de una cualidad, yo diría casi regresiva, sin ninguna duda, de placer indefinible y ese algo que anima toda la tendencia inconsciente. Una analogía que hay entre esto y aquello que puede haber allí de realidad, de satisfactorio en el sentido de cumplido, en el sentido moral, como tal.