Sobre el sueño (1901)
Ciertamente, las apariencias no se pronuncian en favor de esta expectativa. Los sueños rebosan la mayoría de las veces del material más indiferente y ajeno, y en su contenido no hay indicio alguno de cumplimiento de un deseo. Pero antes de abandonar los sueños infantiles, que son cumplimientos no disfrazados de deseo, no queremos dejar de mencionar uno de los caracteres principales del sueño, hace tiempo señalado, que justo en este grupo resalta con la mayor pureza. A todos estos sueños puedo sustituirlos por un enunciado desiderativo: «¡Ojalá el paseo por el lago hubiera durado más! », « ¡Qué ganas tengo de estar ya aseado y vestido! », «¡Si pudiera guardarme las cerezas en vez de dárselas a mi tío! ». Pero el sueño da algo más que este enunciado desiderativo. Muestra al deseo como cumplido, figura ese cumplimiento como real y presente, y el material de la figuración onírica se compone predominantemente -aunque no de manera exclusiva- de situaciones y de imágenes sensoriales, en su mayoría de índole visual. Tampoco en este grupo, por tanto, se echa de menos una suerte de trasmudación -que es lícito designar como trabajo del sueño- Un pensamiento en modo desiderativo es sustituido por tina intuición {sensible} (1) en tiempo presente.
IV
Nos inclinaremos a conjeturar que una trasposición así, a una situación, se ha producido también en el caso de los sueños confusos, aunque no podemos saber si también aquí recayó sobre un enunciado desiderativo. El ejemplo de sueño que comunicamos al principio, y en cuyo análisis nos hemos internado un tramo, en dos puntos nos da ocasión sin duda de sospechar algo de esa índole. En el análisis acontece que mi mujer se ocupa de otros estando a la mesa, y yo me resiento de ello con desagrado; el sueño contiene exactamente lo contrario, a saber, que la persona que sustituye a mi mujer se me consagra por entero. Ahora bien, ¿a qué deseo puede dar mejor ocasión una vivencia desagradable, si no al de que acontezca lo contrario de eso, tal como se contiene, consumado, en el sueño? Y en una relación completamente análoga se encuentra el amargo pensamiento del análisis, que nunca he tenido nada gratis, con lo dicho por la señora en el sueño: «Es que ha tenido usted siempre unos ojos tan lindos». Una parte de las oposiciones entre contenido manifiesto y contenido latente del sueño, por tanto, admite reconducirse a cumplimiento de deseo. Más llamativa es, empero, otra operación del trabajo del sueño, por la cual son producidos los sueños incoherentes. Si en un ejemplo cualquiera se compara el número de los elementos de representación, o la extensión que abarcan puestos por escrito, en el sueño y en los pensamientos oníricos a que conduce el análisis y de los que se reencuentra en aquel una huella, entonces no cabe duda de que el trabajo del sueño ha producido aquí una enorme compresión o condensación. Sobre la medida de esta condensación no es posible formarse un juicio desde el principio; pero se nos impone tanto más cuanto más hemos penetrado en el análisis del sueño. Es que no se encuentra ningún elemento del contenido del sueño desde el cual los hilos de la asociación no se separen en dos o más direcciones, y ninguna situación que no esté formada por retazos de dos o más impresiones y vivencias. Vaya un ejemplo: cierta vez soñé con una suerte de piscina en que los bañistas se dispersaban en todas direcciones; en un lugar del borde estaba de pie una persona que se inclinaba hacia uno de ellos como para izarlo. La situación estaba compuesta del recuerdo de una vivencia de la época de mi pubertad y de dos cuadros, uno de los cuales yo había visto poco antes del sueño. Los dos cuadros eran estos: el de las ninfas sorprendidas en el baño, del ciclo Melusina de Schwind (véanse los bañistas que se dispersan [en el sueño] ), y una representación del diluvio universal de un maestro italiano. Ahora bien, la pequeña vivencia de mi pubertad había consistido en que pude ver cómo en la escuela de natación el profesor ayudaba a salir del agua a una dama que se había demorado hasta el ingreso del turno de caballeros. En el ejemplo escogido antes, el análisis de la situación me lleva a una pequeña serie de recuerdos de los que cada uno ha contribuido con algo al contenido del sueño. Primero, está la breve escena del tiempo de mi requerimiento de amores, de la que ya hablé; un estrechamiento de manos bajo la mesa, ocurrido entonces, brindó para el sueño el detalle «bajo la mesa», cuyo recuerdo tengo que introducir con posterioridad. Del «consagrárseme por entero», desde luego, ni hablar en ese entonces; yo sé por el análisis que este elemento es el cumplimiento de deseo por oposición, que corresponde a la conducta de mi mujer en la table d’hôte. Tras este recuerdo reciente se oculta, sin embargo, una escena parecidísima y mucho más importante de la época de nuestros esponsales, que nos tuvo en discordia un día entero. La confianza de poner la mano sobre la rodilla pertenece a un contexto completamente diferente y a otras personas que nada tienen que ver. Este elemento onírico deviene, a su vez, el punto de partida de dos particulares series mnémicas, etc. El material de pensamientos oníricos reunido para formar la situación del sueño tiene que ser apto de antemano, desde luego, para ese uso. A tal fin se requiere que algo común -o varias cosas comunes- esté presente en todos los componentes. El trabajo del sueño procede entonces como Francis Galton para producir sus fotografías de familia. Hace coincidir los diversos componentes como superponiéndolos tinos a otros; entonces aparece nítidamente destacado lo común en la imagen conjunta, pues los detalles discordantes casi se eliminan entre sí. Este proceso de producción explica también en parte los cambiantes grados de característica nebulosidad de tantos elementos del contenido del sueño. La interpretación del sueño formula, apoyándose en esta intelección, la siguiente regla: Toda vez que en el análisis algo no determinado admite resolverse todavía en un «o bien … o bien», hay que sustituirlo, para la interpretación, mediante una «y» y tomar cada miembro de esa aparente alternativa como punto de arranque independiente de una serie de ocurrencias. Allí donde no están presentes esos rasgos comunes entre los pensamientos oníricos, el trabajo del sueño se empeña en crearlos para posibilitar su figuración común dentro del sueño. El camino más cómodo para aproximar entre sí dos pensamientos oníricos que todavía no tienen nada común consiste en alterar la expresión lingüística de uno de ellos; para concordar con este último, tal vez el otro se le acerque asimismo mediante un correspondiente trasvasamiento a otra expresión. Es este un proceso parecido al de la versificación rimada, en la cual la consonancia hace las veces de lo común que se busca. Buena parte del trabajo del sueño consiste en la creación de tales pensamientos intermedios, que aparecen sobradamente ingeniosos muchas veces, pero a menudo también forzados; ellos, desde la figuración común en el interior del contenido [manifiesto] del sueño, echan un puente hasta los pensamientos oníricos motivados por las ocasiones del sueño y diversos en su forma y en su esencia. En el análisis de nuestro ejemplo de sueño encuentro un caso así de remodelamiento de un pensamiento para hacerlo coincidir con otro, que por esencia le es ajeno. En efecto, en la prosecución del análisis tropiezo con este pensamiento: «Yo querría tener alguna vez algo gratis»; pero esta forma no es utilizable para el contenido del sueño. Por ¿so es sustituida por una nueva: «De buena gana querría gozar de algo sin tener «gastos»». Ahora bien, la palabra Kosten {gastos} se adecua, por su segunda acepción {probar}, al círculo de representaciones de la table d’hôte, y puede hallar su figuración mediante la espinaca que se come en el sueño. Cuando en casa se trae a la mesa un manjar que es rechazado por los niños, la madre ensaya primero la vía de la persuasión y los exhorta: «Prueben {Kosten} aunque sea un pedacito». Que el trabajo del sueño explote tan sin reparos la ambigüedad de las palabras parece sin duda insólito, pero una experiencia más rica nos lo presenta como un proceso enteramente habitual. Por el trabajo de condensación del sueño se explican también ciertos ingredientes de su contenido que son sólo propios de él y no se encuentran en el representar de vigilia. Son las personas de acumulación y personas mixtas, y los extraños productos mixtos, creaciones comparables a esas mesturas de animales que compone la fantasía de los pueblos orientales, y que, empero, en nuestro pensamiento ya se han cristalizado en formas estereotipadas, mientras que las composiciones oníricas los recrean siempre de nuevo con una riqueza inextinguible. Por sus propios sueños, cada uno de nosotros conoce tales productos; las maneras de su producción son en extremo variadas. Yo puedo componer una persona prestándole rasgos de una y de otra, o dándole la figura de una y pensándole en el sueño al mismo tiempo el nombre de la otra, o puedo representarme a una persona visualmente, pero ponerla en tina situación que aconteció con la otra. En todos estos casos la contracción de diversas personas dentro del contenido del sueño en una única, su subrogada, es plena de sentido, está destinada a representar una «y», un «así como», una equiparación de las personas originales en algún aspecto, que también en el sueño mismo puede estar mencionado. Por regla general, no obstante, sólo el análisis permite pesquisar esta comunidad de las personas fusionadas, y en el contenido del sueño no se la indica sino, justamente, por la formación de la persona de acumulación. Esa misma diversidad de la manera de producción, e idéntica regla para resolverla, valen para los productos mixtos en que es incalculablemente fértil el contenido del sueño y de los que por cierto no me hace falta citar ejemplos. Su carácter insólito se disipa del todo si nos decidirnos a no clasificarlos en la misma serie que a los objetos de la percepción de vigilia, acordándonos de que constituyen un producto de la condensación onírica y ponen de relieve, en abreviación justa, un carácter común de los objetos así combinados. Esa comunidad ha de discernirse también las más de las veces por el análisis. El contenido del sueño sólo enuncia, por así decirlo: Todas estas cosas tienen en común algo X. La descomposición de tales productos mixtos mediante el análisis lleva a menudo por el camino más corto al significado del sueño. – Así, soñé cierta vez que estaba sentado con uno de mis primeros profesores universitarios en un banco que, en medio de otros bancos, experimentaba un rápido movimiento hacia adelante. Esta era una combinación de una sala de conferencias y de un trottoir roulant (2). Omito proseguir aquí con ese pensamiento. – Otra vez estaba yo sentado en un vagón de ferrocarril y tenía en el regazo un objeto en forma de sombrero cilíndrico, pero confeccionado con vidrio trasparente. La situación hace que al punto se me ocurra el refrán: «Con el sombrero en la mano caigo bien en todos lados» (3). El cilindro de vidrio me trae a la memoria, por un breve rodeo, la luz de Auer [lámpara de gas incandescente], y yo sé enseguida que me gustaría hacer un descubrimiento que me proporcionara tanta riqueza e independencia como dejó a mí compatriota, el doctor Auer von WeIsbach, el suyo, y que querría viajar en vez de permanecer en Viena. En el sueño viajo yo con mi descubrimiento, el sombrero cilíndrico de vidrio (todavía no consagrado por el uso, es cierto). – El trabajo del sueño gusta en extremo de figurar dos representaciones, situadas en un vínculo de oposición, mediante idéntico producto mixto; así, una mujer se ve en el ;sueño portadora de un alto ramo florido, según es figurado el ángel en los cuadros de la Anunciación de María (inocencia; María es el nombre de ella), pero el ramo está poblado de grandes flores blancas (4), que semejan camelias (opuesto a la inocencia: La dama de las camelias). Buena parte de lo que hemos averiguado acerca de la condensación onírica se deja resumir en esta fórmula: Cada uno de los elementos del contenido del sueño está sobredeterminado por el material de los pensamientos oníricos; su genealogía no reconduce a un elemento único de los pensamientos oníricos, sino a una serie entera de ellos que en modo alguno tienen por fuerza que ser contiguos, sino que pueden pertenecer a las más diferentes regiones del tejido de pensamientos. El elemento onírico es, en el sentido cabal de la palabra, el subrogado dentro del contenido del sueño de todo ese material dispar. Pero el análisis descubre todavía otro costado del complejo vínculo entre contenido del sueño y pensamientos oníricos. Así como desde cada elemento del sueño hay conexiones que llevan a varios pensamientos oníricos, así también por regla general un pensamiento onírico está subrogado por más de un elemento del sueño; los hilos de la asociación no convergen simplemente desde los pensamientos oníricos hasta el contenido del sueño, sino que en el camino se entrecruzan y entretejen de múltiples modos. Junto a la mudanza de un pensamiento en una situación (la «dramatización»), la condensación es el carácter más importante y peculiar del trabajo del sueño. Nada se nos ha develado por ahora acerca de algún motivo que habría forzado a semejante compresión del contenido.
V
En el caso de los sueños complicados y confusos, de los que ahora pasamos a ocuparnos, la impresión de desemejanza entre contenido del sueño y pensamientos oníricos no se deja reconducir por completo a condensación y dramatización. Se nos ofrecen testimonios de la operación de un tercer factor, merecedores de que se los recopile con cuidado. En primer lugar, noto, cuando por el análisis he llegado al conocimiento de los pensamientos oníricos, que el contenido manifiesto del sueño maneja un material totalmente diverso del manejado por los pensamientos latentes. Por cierto, esta es sólo una apariencia que se disipa con una indagación más precisa, pues al final reencuentro a todo el contenido del sueño declarado en los pensamientos oníricos, y a casi todos estos, subrogados por aquel. No obstante, algo de esa diferencia persiste. Lo que en el sueño debía tildarse decidida y claramente de contenido esencial tiene que contentarse, tras el análisis, con un papel en extremo subordinado entre los pensamientos oníricos; y en cuanto a aquello que, después de que lo declararon mis sentimientos, tiene entre los pensamientos oníricos el derecho a la máxima atención, o bien nada de su material de representaciones se encuentra en el contenido del sueño, o bien está subrogado por una alusión remota en una región no nítida del sueño. Puedo describir así este hecho: Durante el trabajo del sueño la intensidad psíquica se traspasa, de unos pensamientos y representaciones a los que justificadamente les corresponde, a otros que, a mi juicio, no tienen derecho alguno a ser destacados así. Ningún otro proceso contribuye tanto a esconder el sentido del sueño y a volverme irreconocible la trabazón entre contenido del sueño y pensamientos oníricos. En este proceso, que llamo desplazamiento onírico, veo también trasponerse la intensidad, importancia o afectividad psíquicas de los pensamientos en cuanto a su vivacidad sensorial. Lo más nítido en el contenido del sueño me parece sin duda lo más importante; pero [por el desplazamiento ocurrido] en un elemento no nítido del sueño a menudo puedo reconocer el retoño más directo del pensamiento onírico esencial. Lo que he llamado «desplazamiento onírico» pude designarlo también subversión de las valencias psíquicas (5). Pero no habré apreciado el fenómeno de manera exhaustiva si no agrego que este trabajo de desplazamiento o de subversión participa muy variablemente en los diversos sueños. Los hay que se han producido casi sin desplazamiento. Estos son al mismo tiempo los plenos de sentido y comprensibles, según tomamos conocimiento de ello, por ejemplo, en los sueños de deseo no disfrazados. En otros sueños, ni un fragmento siquiera de los pensamientos oníricos ha conservado el valor psíquico que le es propio, o bien todo lo esencial de los pensamientos oníricos aparece sustituido por algo accesorio; entre esos dos extremos puede reconocerse la serie más completa de transiciones. Cuanto más oscuro y confuso es un sueño, tanto mayor es la parte que lícitamente puede adscribirse, en su formación, al factor del desplazamiento. El ejemplo que escogimos para analizar exhibe por lo menos un grado de desplazamiento tal que su contenido aparece centrado diversamente que los pensamientos oníricos. Esfuerza hasta el primer plano del contenido del sueño una situación en la que una mujer parecería hacerme unos avances (6); en los pensamientos oníricos, el centro de gravedad descansa en el deseo de gozar alguna vez de un amor desinteresado, que «nada cuesta», y esta idea se esconde tras el giro idiomático de los lindos ojos y tras la remota alusión a «espinaca». Si por el análisis deshacemos el desplazamiento onírico, alcanzamos plena certeza sobre dos problemas del sueño, muy discutidos: el de los excitadores del sueño y el del vínculo de este con la vida de vigilia. Hay sueños que dejan traslucir directamente su anudamiento a las vivencias del día; en otros no se descubre huella alguna de un vínculo tal. Sí después se demanda el auxilio del análisis, puede mostrarse que todo sueño, sin excepción posible, se anuda a una impresión de los últimos días -probablemente sea más correcto decir: del día anterior al sueño (el día del sueño)-. La impresión sobre la que recae el papel de excitador del sueño puede ser tan importante que el ocuparnos de ella en la vigilia no nos mueva a asombro, y en este caso decimos del sueño, con derecho, que prosigue los intereses importantes de la vida de vigilia. Pero toda vez que en el contenido del sueño aparece un vínculo con una impresión diurna, lo común es que esta sea tan ínfima, tan irrelevante y merecedora de olvido, que nosotros mismos no podemos sin algún trabajo recobrar el recuerdo de ella. El contenido del sueño parece entonces, aun donde es coherente y comprensible, ocuparse de las fruslerías más indiferentes, que si estuviéramos despiertos serían indignas de nuestro interés. Buena parte del menosprecio en que se tiene al sueño deriva de esta preferencia suya por lo indiferente y por introducir unas naderías en su contenido. El análisis destruye la apariencia en que se funda ese juicio menospreciador. Donde el contenido del sueño pone en primer plano, como excitadora, una impresión indiferente, ahí el análisis pesquisa por lo general la vivencia importante, la que emociona con derecho, que se sustituye por la indiferente, con la cual ha entrado en vastas conexiones asociativas. Donde el contenido del sueño trata un material de representaciones falto de importancia y de interés, ahí el análisis descubre las numerosas vías de conexión por cuyo intermedio eso sin valor se entrama con lo más valioso en la estimación psíquica del individuo. Que en lugar de la impresión justificadamente excitadora se recoja en el contenido del sueño la indiferente, y en vez del material que con derecho interesa llegue a él uno desdeñable, no son sino obras del trabajo de desplazamiento. Si atendiendo a las intelecciones ganadas a raíz de la sustitución del contenido manifiesto del sueño por su contenido latente se busca dar respuesta a las preguntas acerca de los excitadores del sueño y de lo que entrama al soñar con los afanes cotidiano!, es preciso decir: El sueño jamás se ocupa de cosas que tampoco durante el día serían dignas de ocuparnos, y pequeñeces que de día no nos acosan tampoco tienen poder para perseguirnos cuando dormimos. ¿Cuál es el excitador del sueño en el ejemplo que hemos escogido? La vivencia, en verdad trivial, de que un amigo me procuró un viaje en coche gratis. La situación de la table d’hôte en el sueño contiene una alusión a esta ocasión indiferente, pues durante el diálogo yo había parangonado al coche de taxímetro con la table d’hóte. Pero también puedo indicar la vivencia importante que se deja subrogar por esta, mezquina. Pocos días antes había hecho yo un fuerte desembolso en beneficio de una persona de mi familia que me es querida. «Vaya maravilla», se dice en los pensamientos oníricos, «que esta persona haya de estarme agradecida por eso; ese amor no sería «gratis»». Ahora bien, un amor gratis se sitúa en el primer plano entre los pensamientos oníricos. Que no hace mucho tiempo yo hice varios viajes en coche con el pariente en cuestión habilita a este otro viaje en coche con mi amigo para hacerme acordar de los vínculos con aquella otra persona. La impresión indiferente que por esos enlaces se convierte en el excitador del sueño está sometida todavía a una condición que no rige para la fuente real del sueño: en todos los casos tiene que ser una impresión reciente, que provenga del día del sueño. No puedo abandonar el tema del desplazamiento onírico sin traer a colación un extraordinario proceso que ocurre en la formación del sueño, y a cuyo efecto cooperan condensación y desplazamiento. Ya a raíz de la condensación hemos tomado conocimiento de este caso: dos representaciones incluidas en los pensamientos oníricos, que poseen algo común, un punto de contacto, son sustituidas en el contenido del sueño por una representación mixta en la que un núcleo más nítido corresponde a lo común, y unas determinaciones colaterales no nítidas, a las particularidades de ambas. Si a esta condensación se suma un desplazamiento, no se arriba a la formación de una representación mixta, sino de algo común intermedio, que se relaciona con los elementos singulares parecidamente a como lo hace, en el paralelogramo de fuerzas, la resultante respecto de sus componentes. Dentro del contenido de uno de mis sueños, por ejemplo, se habla de una inyección con propilo. En el análisis alcanzo al principio sólo una vivencia indiferente, eficaz como excitador del sueño, en la que «amilo» desempeña un papel. Pero todavía no puedo justificar la permutación de amilo por propilo. Ahora bien, al círculo de pensamientos de este mismo sueño pertenece también el recuerdo de una visita a Munich, donde los propileos (7) me llamaron la atención. Las circunstancias inmediatas del análisis inducen a conjeturar que fue la influencia de este segundo círculo de representaciones sobre el primero la responsable del desplazamiento desde amilo hasta propilo. Propilo es, por así decir, una representación intermedia entre amilo y p ropileos, y por eso ha alcanzado el contenido del sueño a la manera de un compromiso, mediante una condensación y un desplazamiento simultáneos (8). Más acuciantemente aún que en el caso de la condensación sale a relucir aquí, en el trabajo de desplazamiento, la necesidad de descubrirles un motivo a estos enigmáticos empeños del trabajo del sueño.
VI
Si ha de cargarse principalmente a la cuenta del trabajo de desplazamiento el que a veces no se reencuentren o no se reconozcan en el contenido del sueño los pensamientos oníricos -sin que lleguemos a colegir el motivo de semejante desfiguración-, hay otro modo de trasmudación, mitigado, que se emprende con los pensamientos oníricos y lleva a descubrir una operación nueva, pero fácilmente comprensible, del trabajo del sueño, a saber: los pensamientos oníricos más inmediatos que uno llega a desplegar por medio del análisis resultan con frecuencia llamativos por su insólita vestidura; no parecen vertidos en las sobrias formas idiomáticas de que nuestro pensamiento se sirve preferentemente, sino que están figurados más bien de una manera simbólica, mediante símiles y metáforas, cual sucede en el lenguaje de la poesía, pletórico de imágenes. No es difícil descubrir la motivación de ese grado de constreñimiento en la expresión de los pensamientos oníricos. El contenido [manifiesto] del sueño consiste las más de las veces en situaciones visuales; los pensamientos oníricos, por eso, tienen que soportar primero todo un acomodamiento que los haga aptos para ese modo de figuración. Imagínese, por ejemplo, la tarea que significaría sustituir las frases de un artículo editorial sobre un tema político, o de un alegato presentado a tribunales, mediante una serie de trazos figurales; con facilidad se comprenderán las alteraciones a que fuerza al trabajo del sueño el miramiento por la figurabilidad en el contenido del sueño. Entre el material psíquico de los pensamientos oníricos se encuentran, en general, recuerdos de vivencias impresionantes -no es raro que de la primera infancia-, que, por tanto, en sí mismas han sido aprehendidas como situaciones de contenido casi siempre visual. Toda vez que ello es posible, este ingrediente de los pensamientos oníricos ejerce un influjo determinante sobre la conformación del contenido del sueño, operando, por así decir, como un punto de cristalización, con efectos de atracción y distribución sobre el material de los pensamientos oníricos. La situación del sueño no es a menudo más que una repetición modificada, y complicada por intercalaciones, de una de esas vivencias impresionantes; en cambio, sólo muy rara vez brinda el sueño una reproducción fiel e incontaminada de escenas reales. Ahora bien, el contenido del sueño no consiste con exclusividad en situaciones sino que incluye también jirones desunidos de imágenes visuales, dichos y aun fragmentos de pensamientos inmodificados. Quizá sea interesante, por eso, que pasemos revista de la manera más sucinta a los medios de figuración de que dispone el trabajo del sueño para reproducir los pensamientos oníricos en el peculiar modo de expresión del sueño. Los pensamientos oníricos que llegamos a averiguar por medio del análisis se nos muestran como un complejo psíquico de una construcción enredada al máximo. Sus fragmentos mantienen entre sí las más diversas relaciones lógicas; forman primeros planos y trasfondo, condiciones, digresiones, elucidaciones, argumentaciones y objeciones. Por lo regular, junto a una ilación de pensamiento se sitúa su réplica contradictoria. A este material no le falta ninguno de los caracteres que nos son familiares por nuestro pensamiento despierto. Pero sí a toda costa ha de convertirse en un sueño, ese material psíquico es sometido a una compresión que lo condensa enormemente, a un desgarramiento interno y a un desplazamiento que, por así decir, crean superficies nuevas, y a una influencia selectiva ejercida por los ingredientes más idóneos para formar una situación. Si se atiende a la génesis de este material, un proceso así merece el nombre de «regresión». Los lazos lógicos que hasta ese momento unían al material psíquico se pierden ahora a raíz de su trasmudación en el contenido del sueño. El trabajo del sueño sólo recoge para elaborarlo el contenido concreto, digámoslo así, de los pensamientos oníricos. Queda para el trabajo del análisis establecer los nexos que el trabajo del sueño aniquiló. Los medios de expresión del sueño han de tildarse, pues, de mezquinos por comparación con los de nuestro lenguaje conceptual, a pesar de lo cual el sueño no necesita renunciar del todo a reproducir las relaciones lógicas entre los pensamientos oníricos; más bien logra con bastante frecuencia sustituirlos por caracteres formales de su propia ensambladura. 91 El sueño, en primer término, da razón del vínculo innegable entre todos los fragmentos de los pensamientos oníricos por el hecho de que unifica este material en una situación. Refleja un nexo lógico como aproximación en el tiempo y en el espacio, a semejanza del pintor qué reúne en el cuadro del Parnaso a unos poetas que jamás estuvieron juntos en la cima de un monte, pero que conceptualmente forman una comunidad (9). Prosigue este modo de figuración hasta el detalle, y a menudo, si en su contenido muestra a dos elementos próximos el uno al otro, es garantía de que hay un nexo particularmente estrecho entre sus correspondientes de los pensamientos oníricos. Cabe apuntar aquí, por lo demás, que todos los sueños producidos en una misma noche dejan conocer, en el análisis, que proceden de idéntico círculo de pensamientos. El vínculo causal entre dos pensamientos es o bien abandonado sin figuración o bien sustituido por la sucesión de dos fragmentos de sueño de diferente longitud. Con frecuencia esta figuración es invertida, brindando el comienzo del sueño la conclusión, y su final, la premisa. La mudanza directa de una cosa en otra parece figurar en el sueño la relación de causa y efecto. El sueño nunca expresa la alternativa «o bien … o bien», sino que recoge dentro de idéntica trama a sus dos miembros como igualmente justificados. He mencionado ya que un «o bien. . . o bien» usado en la reproducción del sueño ha de traducirse por «y». Representaciones que están en oposición unas con otras son expresadas de preferencia en el sueño mediante idéntico elemento (10). El «no» parece no existir para el sueño. La oposición entre dos pensamientos, la relación de inversión, halla en él una figuración en extremo notable. Es expresada por el hecho de que otro fragmento del contenido del sueño -como si fuera con posterioridad- es trastornado hacia su contrario. De otra manera de expresar contradicción tomaremos conocimiento más adelante. También la sensación del movimiento inhibido, tan común en el sueño, sirve para figurar una contradicción entre impulsos: un conflicto de la voluntad. Entre las relaciones lógicas hay una sola, la de la semejanza, la comunidad, la concordancia, que favorece en altísimo grado al mecanismo de la formación del sueño. El trabajo del sueño se sirve de estos casos como puntos de apoyo para la condensación onírica, en la medida en que a todo cuanto exhibe una tal concordancia lo comprime en una nueva unidad.
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Continúa en ¨Sobre el sueño (1901)¨, Parte III
Notas:
1- «Anschauung»
2- Pasarela móvil instalada en la Exposición de París de 1900.
3- {«Mit dem Hute in der Hand kommt man durchs ganze Land»; literalmente, «Con el sombrero en la mano se puede atravesar todo el país».}
4- Probablemente debería decir «rojas»; así son descritas las flores en el relato, mucho más completo, que se da de este sueño en La interpretación de los sueños (1900a)
5- Cf. La interpretación de los sueños (1900a)
6- Freud emplea el galicismo «Avance».
7- Un pórtico ceremonial construido según el modelo ateniense.
8- El sueño del que se ha tomado este detalle fue el primero analizado por Freud en forma exhaustiva. Se informa extensamente sobre él en La interpretación de los sueños (1900a)
9- Cf. La interpretación de los sueños (1900a)
10- [Nota agregada en 1911:] Merece señalarse que lingüistas de nombradía aseveran que las lenguas más antiguas tendían en general a expresar opuestos contradictorios mediante la misma palabra (fuerte-débil, adentro-afuera, etc.). Se lo ha llamado «el sentido antitético de las palabras primitivas». [Cf. Freud (1910e).]
11- «el año en que escribimos» es una locución muy comúnmente empleada por Goethe en su epistolario