Obras S. Freud: Sobre la psicología de los procesos oníricos (Parte IV)

Sobre la psicología de los procesos oníricos

Si pudiéramos confirmar que en los sistemas ú memoria y cualidad para la conciencia se excluyen entre sí, se nos abriría una promisoria perspectiva sobre las condiciones de la excitación de las neuronas. (1)

Lo que hasta aquí hemos supuesto acerca de la composición del aparato psíquico en el extremo sensorial se obtuvo sin referencia al sueño ni a los esclarecimientos psicológicos que de él pueden derivarse. Ahora, para el conocimiento de otra pieza del aparato, el sueño nos servirá como fuente de prueba. Hemos visto que nos resultaba imposible explicar la formación del sueño si no osábamos suponer la existencia de dos instancias psíquicas, una de las cuales sometía la actividad de la otra a una crítica cuya consecuencia era la exclusión de su devenir-conciente. La instancia criticadora, según inferimos, mantiene con la conciencia relaciones más estrechas que la criticada. Se sitúa entre esta última y la conciencia como una pantalla. Además, encontramos asideros para identificar la instancia criticadora con lo que guía nuestra vida de vigilia y decide sobre nuestro obrar conciente, voluntario. Ahora, conforme a nuestras hipótesis, sustituyamos estas instancias por sistemas; si tal hacemos, en virtud del conocimiento citado en último término el sistema criticador se situará en el extremo motor. Incluimos los dos sistemas en nuestro esquema, y en los nombres que les damos expresamos su relación con la conciencia:

Sobre la psicología de los procesos oníricos

Al último de los sistemas situados en el extremo motor lo llamamos preconciente para indicar que los procesos de excitación habidos en él pueden alcanzar sin más demora la conciencia, siempre que se satisfagan ciertas condiciones; por ejemplo, que se alcance cierta intensidad, cierta distribución de aquella función que recibe el nombre de «atención» , etc. Es al mismo tiempo el sistema que posee las llaves de la motilidad voluntaria. Al sistema que está detrás lo llamamos inconciente (2) porque no tiene acceso alguno a la conciencia si no es por vía del preconciente, al pasar por el cual su proceso de excitación tiene que sufrir modificaciones (3).

Ahora bien, ¿en cuál de estos sistemas situamos el envión para la formación del sueño? Para simplificar, lo hacemos en el sistema Icc. Claro que en ulteriores elucidaciones llegaremos a saber que esto no es del todo correcto y que la formación del sueño se ve precisada a anudarse con pensamientos oníricos que pertenecen al sistema del preconciente. Pero en otro lugar, cuando tratemos del deseo onírico, nos enteraremos de que la fuerza impulsora del sueño es aportada por el Icc; y a causa de este último factor adoptamos ahora el supuesto de que el sistema inconciente es el punto de partida para la formación del sueño. Como todas las otras formaciones de pensamiento, esta excitación onírica exteriorizará el afán de proseguirse dentro del Prcc y alcanzar desde ahí el acceso a la conciencia. La experiencia nos enseña que durante el día la censura de la resistencia les ataja a los pensamientos oníricos este camino que lleva a la conciencia pasando por el preconciente. En la noche se abren el acceso a la conciencia, pero debemos averiguar por qué camino y merced a qué alteración. Si ello les fuese posibilitado por el hecho de que a la noche disminuye la resistencia que monta guardia en la frontera entre inconciente y preconciente, recibiríamos en el material de nuestras representaciones unos sueños que no mostrarían el carácter alucinatorio que ahora nos interesa. Por eso la disminución de la censura entre los dos sistemas Icc y Prcc sólo puede explicar formaciones oníricas del tipo de «Autodidasker», pero no sueños como el del niño que se abrasa, que nos propusimos como problema al comienzo de estas indagaciones. Lo que ocurre en el sueño alucinatorio no podemos describirlo de otro modo que diciendo lo siguiente: La excitación toma un camino de reflujo {rückläufig}. En lugar de propagarse hacia el extremo motor del aparato, lo hace hacia el extremo sensorial, y por último alcanza el sistema de las percepciones. Si a la dirección según la cual el proceso psíquico se continúa en la vigilia desde el inconciente la llamamos progrediente {progredient}, estamos autorizados a decir que el sueño tiene carácter regrediente {regredient}. (4) Esta regresión {Regression} es entonces, con seguridad, una de las peculiaridades psicológicas del proceso onírico; pero no tenemos derecho a olvidar que no es propia exclusivamente de los sueños. También el recordar deliberado y otros procesos parciales de nuestro pensamiento normal corresponden a una marcha hacia atrás {Rückschreiten} dentro del aparato psíquico desde algún acto complejo de representación hasta el material en bruto de las huellas mnémicas que está en su base. Pero en la vigilia esta retrogresión {Zurückgreifen} no va más allá de las imágenes mnémicas; no puede producir la animación alucinatoria de las imágenes perceptivas. ¿Por qué ocurre de otro modo en el sueño? Cuando hablamos del trabajo de condensación no pudimos evitar el supuesto de que las intensidades adheridas a las representaciones son trasferidas íntegramente de una a otra por obra del trabajo del sueño. Probablemente sea esta modificación del proceso psíquico corriente la que posibilita que el sistema de las P se invista hasta la plena vivacidad sensorial en la dirección inversa, partiendo de los pensamientos. Espero que estemos muy lejos de engañarnos acerca del alcance de estas elucidaciones. Nos hemos limitado a dar un nombre a un fenómeno cuya explicación no alcanzamos. Así, llamamos «regresión» al hecho de que en el sueño la representación vuelve a mudarse en la imagen sensorial de la que alguna vez partió. Pero este paso exige justificación. ¿Para qué poner un nombre si ello no nos enseña nada nuevo? Es que a mi juicio el nombre de «regresión» nos sirve en la medida en que anuda ese hecho por nosotros conocido al esquema del aparato anímico provisto de una dirección. Ahora bien, en este punto obtenemos la primera recompensa por haber establecido ese esquema. En efecto, otra peculiaridad de la formación del sueño se nos hará inteligible sin nueva meditación y únicamente con el auxilio del esquema. Si consideramos al proceso del sueño como una regresión en el interior de ese aparato anímico que hemos supuesto, se nos explica sin más el hecho, comprobado empíricamente, de que a raíz del trabajo del sueño todas las relaciones lógicas entre los pensamientos oníricos se pierden o sólo hallan expresión trabajosa. De acuerdo con nuestro esquema, esas relaciones entre pensamientos no están contenidas en los primeros sistemas Mn, :sino en otros, situados mucho más adelante, y por eso en la regresión tienen que quedar despojados de todo medio de expresarse, excepto el de las imágenes perceptivas. La ensambladura de los pensamientos oníricos es resuelta, por la regresión, en su material en bruto. Pero, ¿qué alteración posibilita esa regresión imposible durante el día? Aquí nos daremos por satisfechos con conjeturas. Muy bien puede tratarse de alteraciones en las investiduras energéticas de los sistemas singulares, en virtud de las cuales ellos se vuelven más o menos transitables para el decurso de la excitación; no obstante, en un aparato de esta índole, idéntico efecto para el camino de la excitación podrían tener otras clases de modificaciones. Enseguida se piensa, desde luego, en el estado del dormir y en las alteraciones de investidura que provoca en el extremo sensorial del aparato. Durante el día hay una corriente continua desde el sistema 1, de las P hasta la motilidad; ella cesa durante la noche y ya no podría oponer impedimento alguno a una contracorriente de la excitación. Esta sería la «clausura del mundo exterior» que en la teoría de algunos autores pretende aclarar los caracteres psicológicos del sueño.» Entretanto será preciso atender, para explicar la regresión del sueño, a aquellas otras regresiones que se producen en estados patológicos de la vigilia. En el caso de estas formas, desde luego, la perspectiva que acabamos de dar no nos sirve. La regresión se produce a pesar de una corriente sensorial ininterrumpida en la dirección progrediente. Respecto de las alucinaciones de la histeria y de la paranoia, y de las visiones de personas normales, puedo dar este esclarecimiento: de hecho corresponden a regresiones, es decir, son pensamientos mudados en imágenes, y sólo experimentan esa mudanza los pensamientos que mantienen íntima vinculación con recuerdos sofocados o que han permanecido inconcientes. Por ejemplo, a uno de mis histéricos más jóvenes, un muchacho de doce años, no le dejan dormirse unos «rostros verdes de ojos rojos», que lo espantan. Fuente de este fenómeno es el recuerdo sofocado, pero una vez conciente, de un chico a quien veía a menudo cuatro años antes y que le ofrecía un cuadro atemorizador de muchos vicios infantiles, entre ellos el del onanismo, que él mismo se reprocha ahora con posterioridad {nachträglich}. La mamá había apuntado entonces que ese chico malcriado tenía la tez de color verde y ojos rojos (vale decir, enrojecidos). De ahí el espectro aterrador que, por lo demás, sólo está destinado a recordarle otra profecía de la mamá, a saber, que tales niños se vuelven cretinos, no pueden aprender nada en la escuela y mueren pronto. Nuestro pequeño paciente hace que una parte de esa profecía se cumpla; no avanza en la escuela y, como lo muestra la escucha de sus ocurrencias involuntarias, la segunda parte lo aterroriza. Puedo agregar que, al cabo de poco tiempo, el tratamiento dio por resultado que él pudiese dormir, perdiese su estado de angustia y terminara el año escolar con mención de honor. Aquí puedo traer a cuento cómo se resolvió una visión que me contó una histérica de cuarenta años, del tiempo en que estaba sana. Una mañana abrí los ojos y vio en la habitación a su hermano, a pesar de que, como bien sabía, él se encontraba en el manicomio. Su hijito dormía en la cama junto a ella. Para que el niño no se espantase ni le viniesen convulsiones viendo a su tío, lo cubrió con la sábana, y entonces se esfumó el aparecido. Esta visión es la refundición de un recuerdo infantil de la dama, que por cierto fue conciente, pero en su interioridad mantenía la más íntima relación con todo un material inconciente. Su niñera le había contado que su madre, fallecida muy prematuramente (ella tenía apenas un año y medio en el momento de la muerte), había sufrido convulsiones epilépticas o histéricas a consecuencia de un susto que le provocó su hermano (el tío de mi paciente) apareciéndosele como un fantasma con una sá bana sobre la cabeza. La visión contiene los mismos elementos que el recuerdo: la aparición del hermano, la sábana, el susto y su efecto. Pero estos elementos se han ordenado en una nueva trama y se han trasferido a otras personas. El motivo manifiesto de la visión, el pensamiento al que esta sustituye, es la preocupación de que su hijito, físicamente tan parecido a su tío, hubiese de sufrir el mismo destino que él. Los dos ejemplos que acabo de mencionar no están libres de relación con el estado del dormir, y por eso quizá sean inapropiados para probar lo que busco. Por eso remito a mi análisis de una paranoica con alucinaciones (5) y a los resultados de mis estudios, todavía inéditos, sobre la psicología de las psiconeurosis (6) a fin de ratificar que en estos casos de mudanza regrediente del pensamiento no es posible descuidar el influjo de un recuerdo sofocado o que ha permanecido inconciente, las más de las veces infantil. A los pensamientos que están en conexión con él, impedidos de expresarse a causa de la censura, este recuerdo por así decir los arrastra consigo a la regresión, en cuanto es aquella forma de figuración en que él mismo tiene existencia psíquica. Puedo aducir aquí, como un resultado de los Estudios sobre la histeria (7), que las escenas infantiles (sean ellas recuerdos o fantasías), cuando se logra hacerlas concientes, son vistas de manera alucinatoria y sólo al comunicarlas se borra este carácter. Es también sabido que aun en personas que no suelen tener memoria visual los recuerdos más tempranos de la infancia conservan, hasta edad avanzada, el carácter de la vivacidad sensorial. Ahora bien, si tenemos presente el papel que en los pensamientos oníricos desempeñan las vivencias infantiles o las fantasías fundadas en ellas, la frecuencia con que sus fragmentos reaparecen en el contenido del sueño, y el hecho de que los deseos oníricos mismos hartas veces derivan de ahí no podremos rechazar, respecto del sueño, la posibilidad de que la mudanza de pensamientos en imágenes visuales sea en parte consecuencia de la atracción que sobre el pensamiento desconectado de la conciencia y que lucha por expresarse ejerce el recuerdo, figurado visualmente, que pugna por ser reanimado. Según esta concepción, el sueño puede describirse también como el sustituto de la escena infantil, alterado por trasferencia a lo reciente. La escena infantil no puede imponer su renovación; debe conformarse con regresar como sueño. La referencia al significado {valor} por así decir paradigmático de las escenas infantiles (o de sus repeticiones fantaseadas) para el contenido del sueño vuelve superfluo uno de los supuestos que Scherner y sus discípulos hicieron acerca de las fuentes internas de estímulo. Scherner [1861] supone un estado de «estímulo visual», de excitación interna en el órgano de la visión, toda vez que los sueños muestran una vivacidad particular o una abundancia notable en sus elementos visuales. No hace falta que nos revolvamos contra esa hipótesis; bastaría con que postulásemos un estado de excitación tal meramente para el sistema perceptivo psíquico del órgano de la visión, pero sosteniendo que ese estado de excitación es producido por el recuerdo, es el refrescamiento de una excitación visual que en :su momento fue actual. En mi experiencia propia no dispongo de ningún ejemplo bueno sobre semejante influencia de un recuerdo infantil; en general, mis sueños poseen menor riqueza de elementos sensoriales que la que me veo llevado a apreciar en los de otras personas; pero en el sueño más hermoso y vívido que he tenido estos últimos años me resulta fácil reconducir la nitidez alucinatoria del contenido a cualidades sensoriales de impresiones recientes o habidas no mucho ha. En páginas anteriores mencioné un sueño en que el azul profundo del agua, el color pardo del humo que despedían las chimeneas de los barcos y el marrón oscuro y el rojo de las construcciones que yo vi me dejaron una profunda impresión. Este sueño debería atribuirse a un estímulo visual, si es que alguno ha de serlo. ¿Y qué había puesto a mi órgano visual en ese estado de estimulación? Una impresión reciente que se sumó a una serie de impresiones anteriores. Los colores que vi eran, en primer lugar, los del juego de ladrillos con que el día anterior al sueño mis hijos habían realizado una grandiosa construcción que me hicieron admirar. Ahí se veía el mismo rojo oscuro en los ladrillos grandes, y el azul y el marrón en los pequeños. Y a ello se sumaron las impresiones cromáticas de mis últimos viajes a Italia: el hermoso azul del Isonzo y de la laguna, y el marrón del Carso (8). La belleza cromática del sueño no era sino una repetición de lo visto en el recuerdo. Resumamos lo que llevamos averiguado acerca de esta peculiaridad del sueño que consiste en trasvasar su contenido de representaciones a imágenes sensoriales. A este carácter del trabajo del sueño no lo hemos explicado, por ejemplo reconduciéndolo a leyes conocidas de la psicología, sino que lo destacamos como algo que apunta a constelaciones desconocidas y lo distinguimos mediante el nombre de «carácter regrediente». Hemos dicho que esta regresión es, dondequiera que aparece, un efecto de la resistencia que se opone a la penetración del pensamiento en la conciencia por la vía normal, así como de la simultánea atracción que sobre él ejercen recuerdos que subsisten con vivacidad sensorial. (9) En los sueños quizá contribuye a hacer más fácil la regresión el cese de la corriente progrediente que durante el día parte de los órganos sensoriales, factor auxiliar este que en las otras formas de regresión tiene que ser compensado por el fortalecimiento de los otros motivos para ella. No queremos dejar de apuntar que en estos casos patológicos de regresión, así como en el sueño, el proceso de la trasferencia de energía podría ser diverso que en las regresiones de la vida anímica normal, pues en virtud de él se posibilita [en los casos patológicos y en el sueño] una total investidura alucinatoria de los sistemas perceptivos. Lo que en el análisis del trabajo del sueño hemos descrito como el «miramiento por la figurabilidad» podría ser referido a la atracción selectiva de las escenas visualmente recordadas y con las cuales los pensamientos oníricos entran en contacto. Acerca de la regresión (10) queremos observar aún que en la teoría de la formación del síntoma neurótico desempeña un papel no menos importante que en la del sueño. Distinguimos entonces tres modos de regresión: a) una regresión tópica, en el sentido del esquema aquí desarrollado de los sistemas Ψ ; b) una regresión temporal, en la medida en que se trata de una retrogresión a formaciones psíquicas más antiguas, y c) una regresión formal, cuando modos de expresión y de figuración primitivos sustituyen a los habituales. Pero en el fondo los tres tipos de regresión son uno solo y en la mayoría de los casos coinciden, pues lo más antiguo en el tiempo es a la vez lo primitivo en sentido formal y lo más próximo al extremo perceptivo dentro de la tópica psíquica. (11) Tampoco podemos abandonar el tema de la regresión en el sueño (12) sin formular una impresión que ya se nos había impuesto repetidas veces y que habrá de retornar con más fuerza luego de profundizar en el estudio de las psiconeurosis: El soñar en su conjunto es una regresión a la condición más temprana del soñante, una reanimación de su infancia, de las mociones pulsionales que lo gobernaron entonces y de los modos de expresión de que disponía. Tras esta infancia individual, se nos promete también alcanzar una perspectiva sobre la infancia filogenética, sobre el desarrollo del género humano, del cual el del individuo es de hecho una repetición abreviada, influida por las circunstancias contingentes de su vida. Entrevemos cuán acertadas son las palabras de Nietzsche: en el sueño «sigue actuándose una antiquísima veta de lo humano que ya no puede alcanzarse por un camino directo»; ello nos mueve a esperar que mediante el análisis de los sueños habremos de obtener el conocimiento de la herencia arcaica del hombre, lo que hay de innato en su alma. Parece que sueño y neurosis han conservado para nosotros de la antigüedad del alma más de lo que podríamos suponer, de suerte que el psicoanálisis puede reclamar para sí un alto rango entre las ciencias que se esfuerzan por reconstruir las fases más antiguas y oscuras de los comienzos de la humanidad. Es bien posible que esta primera parte de nuestra apreciación psicológica del sueño no nos haya dejado demasiado satisfechos. Consolémonos reparando en que nos vemos precisados a edificar desde las tinieblas. Si no andamos por completo descaminados, otros puntos de abordaje nos llevarán aproximadamente a la misma región, en la cual quizá podremos luego orientarnos mejor.

Acerca del cumplimiento de deseo. 

El sueño del niño que se abrasa, que expusimos al comienzo de este capítulo, nos da una bienvenida oportunidad para apreciar ciertas dificultades con que choca la doctrina del cumplimiento de deseo. Todos hemos recibido con asombro, sin duda, la afirmación de que el sueño no es otra cosa que un cumplimiento de deseo, y quizá no únicamente por la contradicción que significa el sueño de angustia. Cuando por el análisis obtuvimos los primeros esclarecimientos y estos nos enseñaron que tras el sueño se ocultaban un sentido y un valor psíquico, en modo alguno habríamos esperado una precisión tan unívoca de ese sentido. Según la correcta pero harto escueta definición de Aristóteles, el sueño es el pensar que se continúa en el estado del dormir -y en tanto se duerme-. Ahora bien, si durante el día nuestro pensamiento crea actos psíquicos tan variados juicios, razonamientos, refutaciones, expectativas, designios, etc., ¿por qué estaría obligado por la noche a restringirse con exclusividad a la producción de deseos? ¿Acaso no son muchos los sueños que mudan en forma de sueño un acto psíquico de otra índole, por ejemplo, una preocupación? ¿Y el sueño particularmente trasparente con que encabezamos este capítulo, el sueño del padre, no es uno de ellos? Del fulgor que hiere sus ojos mientras duerme, él extrae la preocupada conclusión de que una vela se ha caído y pudo poner fuego al cadáver; mudó esta inferencia en un sueño vistiéndola como una situación percibida por los sentidos y en tiempo presente. ¿Qué papel desempeña en esto el cumplimiento de deseo? ¿Acaso puede desconocerse aquí el imperio del pensamiento que se continúa desde la vigilia o que fue incitado por la nueva impresión sensorial? Todo esto es atinado y nos obliga a estudiar de más cerca el papel del cumplimiento de deseo en el sueño y el valor {Bedeutung) de los pensamientos de vigilia que se continúan durante el dormir. Precisamente el cumplimiento de deseo ya nos movió a separar los sueños en dos grupos. Hallamos sueños que se presentaban de manera franca como cumplimiento de deseo, y otros en que este era irreconocible y a menudo ocultado por todos los medios. En estos últimos discernimos las operaciones de la censura onírica. A los sueños de deseo no desfigurados los encontramos sobre todo en los niños; y breves sueños de deseo francos parecen -recalco esta reserva-ocurrir también en adultos. Ahora podemos preguntar de dónde proviene en cada caso« el deseo que se realiza en el sueño. Pero, ¿a qué oposición o a qué diversidad referimos este «de dónde»? A mi juicio, a la oposición entre la vida diurna devenida conciente y una actividad psíquica que permanece inconciente y que sólo puede hacerse notable durante la noche. Hallo tres posibilidades para la génesis de un deseo: 1) Puede haberse excitado durante el día sin obtener satisfacción a causa de condiciones exteriores; así queda pendiente para la noche un deseo admitido y no tramitado. 2) Puede haber emergido de día, pero topándose con una desestimación; queda pendiente, pues, un deseo no tramitado pero que fue sofocado. 3) Puede carecer de relación con la vida diurna y contarse entre aquellos deseos que sólo de noche se ponen en movimiento en nosotros desde lo sofocado. Si ahora recurrimos a nuestro esquema del aparato psíquico, localizamos un deseo de la primera clase en el sistema Prcc; del deseo de la segunda clase suponemos que fue esforzado hacia atrás {zurückdrüngen}, del sistema Prcc al Icc, y si es que se ha conservado, lo ha hecho sólo ahí; y de la moción de deseo de la tercera clase creemos que es de todo punto incapaz de trasponer el sistema del Icc. Ahora bien, ¿tienen los deseos de estas diversas fuentes la misma significatividad para el sueño, el mismo poder de incitar un :sueño? Una revisión de los sueños de que disponemos para responder a esta pregunta nos indica, primero, que hemos de agregar como cuarta fuente del deseo del sueño las mociones de deseo actuales, que se despiertan durante la noche (v. gr., por el estímulo de la sed o la necesidad sexual). Después, nos parece probable que la procedencia del deseo onírico en nada modifique su capacidad para provocar un sueño. Me viene a la memoria el sueño de la pequeña que prosiguió el viaje por el lago, interrumpido de día, y los sueños infantiles que comuniqué junto con ese; ellos se explican por un deseo del día, no cumplido, pero no sofocado. Ejemplos de un deseo sofocado durante el día que se abre paso en el sueño pueden señalarse muchos; agregaré ahora uno de este tipo, en extremo simple. Lo tuvo una dama de espíritu algo burlón, una de cuyas amigas, más joven, se había comprometido. A lo largo del día sus amistades le preguntaron si conocía al novio y qué juicio le merecía, y ella respondió cada vez elogiándolo sin tasa; así imponía silencio a su juicio, pues de buena gana habría dicho la verdad: «Es un hombre adocenado (13)» A la noche soñó que le hacían esa misma pregunta y ella respondía con la fórmula: «Para nuevos pedidos basta indicar el número». Por último, que en todos los sueños sometidos a la desfiguración el deseo proviene del inconciente y no pudo percibirse durante el día, lo sabemos como resultado de innumerables análisis. Así, a primera vista, todos los deseos parecen tener el mismo valor y el mismo poder para la formación del sueño.

No puedo probar aquí que las cosas son en verdad muy distintas, pero me inclino mucho a suponer un condicionamiento más estricto del deseo onírico. Los sueños infantiles, es cierto, no nos dejan duda alguna de que un deseo no tramitado durante el día puede ser el excitador del sueño. Pero no debe olvidarse que se trata del deseo de un niño, de una moción de deseo con la fuerza propia de lo infantil. Me resulta por completo dudoso que un deseo no cumplido durante el día baste para producir un sueño en un adulto. Paréceme, más bien, que a medida que vamos dominando nuestra vida pulsional mediante la actividad del pensamiento renunciamos cada vez más, por inútil, a la formación o conservación de deseos tan intensos como los que el niño conoce. Quizá se hagan valer en esto diferencias individuales, y unos conserven más tiempo que otros el tipo infantil de los procesos anímicos, diferencias como las que existen también respecto del debilitamiento del modo de representación originario, que es por imágenes nítidas. Pero en general, creo yo, en el adulto el deseo que quedó pendiente de cumplimiento durante el día no basta para crear un sueño. Concedo de buen grado que la moción de deseo que proviene de lo conciente habrá de contribuir a incitar el sueño, pero probablemente nada más. El sueño no se engendraría sí el deseo preconciente no supiese ganarse un refuerzo de otra parte.

¿De dónde? Del inconciente. Me imagino las cosas así: el deseo conciente sólo deviene excitador de un sueño si logra despertar otro deseo paralelo, inconciente, mediante el cual se refuerza. A estos deseos inconcientes los considero, de acuerdo con las indicaciones que he recogido en el psicoanálisis de las neurosis, como siempre alertas, dispuestos en todo momento a procurarse expresión cuando se les ofrece la oportunidad de aliarse con una moción de lo conciente y de trasferir su mayor intensidad a la menor intensidad de esta. (14) Entonces tiene que parecer como si sólo el deseo conciente se hubiera realizado en el sueño; únicamente un pequeño detalle llamativo en la configuración de este nos servirá de indicio para ponernos sobre la pista del poderoso auxiliar que viene del inconciente. Estos deseos siempre alertas, por así decir inmortales, de nuestro inconciente, que recuerdan a los titanes de la saga sepultados desde los tiempos primordiales bajo las pesadas masas rocosas que una vez les arrojaron los dioses triunfantes, y que todavía ahora, de tiempo en tiempo, son sacudidas por las convulsiones de sus miembros; estos deseos que se encuentran en estado de represión, decía, son ellos mismos de procedencia infantil, como nos lo ha enseñado el estudio psicológico de las neurosis. Querría por eso tachar el enunciado que formulé antes , a saber, que la procedencia del deseo onírico es indiferente, y sustituirlo por este otro: El deseo que se figura en el sueño tiene que ser un deseo infantil. Por tanto, en el adulto proviene del Icc; en el niño, en quien la separación y la censura entre Prcc e Icc todavía no existen o sólo están constituyéndose poco a poco, es un deseo incumplido, no reprimido, de la vida de vigilia.

Volver a ¨Sobre la psicología de los procesos oníricos¨ (primera parte)

Continúa en ¨Sobre la psicología de los procesos oníricos ¨(Parte V)

Notas:

1- [Nota agregada en 1925:] Después he sugerido que, en realidad, la conciencia surge en remplazo de la huella mnémica. Véase mi «Nota sobre la «pizarra mágica»» (1925a). [Cf. también Más allá del principio de placer (Freud, 1920g), AE, 18, pág. 25, donde- se hace la misma afirmación. – Todo este examen de la memoria se hará más comprensible si se estudian esos dos pasajes pertenecientes a escritos posteriores de Freud; pero sus primeras reflexiones sobre el tema, reveladas en la correspondencia con Fliess (Freud, 1950a), arrojan todavía más luz al respecto. Cf., por ejemplo, el «Proyecto de psicología» de 1895 (Freud, 1950a), AE, 1, págs. 343-6, y la Carta 52 (del 6 de diciembre de 1896). Digamos de paso que esta carta contiene lo que evidentemente es una versión temprana del «esquema» aquí presentado, así como también la primera aparición de las abreviaturas que distinguen a los diversos sistemas. {Las abreviaturas que adoptamos en la presente versión castellana siguen el criterio de Freud de emplear la primera letra de cada sílaba: Bewusstsein = Bw (Conciencia = Cc); Unbewusst Ubw (Inconciente = Icc); Vorbewusst = Vbw (Preconciente Prec, con el agregado de la «r» para diferenciar mejor de:) Wahrnehmung = W (Percepción = P). Además, cuando el término así abreviado cumple función de adjetivo (p. e¡., «cualidades icc») hemos utilizado la sigla en minúscula. «Mn» es abreviatura de «mnémico».}]

2- {«Das Unbewusst»: En general, hemos traducido «lo inconciente», salvo en los casos en que (como aquí) el texto se refiere al «sistema inconciente», donde recurrimos al artículo masculino. Esto implica cierta cuota de interpretación, pues el término alemán siempre es neutro, como lo son también «das Bewusstsein» («la conciencia») y «das Vorbewusst» («lo preconciente»; en este caso también aplicamos el criterio antes expuesto). Lo importante es advertir que no corresponde asociar este problema del género gramatical con el de averiguar si para Freud «inconciente» es cualidad o cosa; esto último debe discernirse por el contexto. La aclaración no es ociosa, pues en castellano el artículo neutro sugiere una cualidad, lo que no es válido para el alemán.}

3- [Nota agregada en 1919:] La ulterior ampliación de este esquema de desenvolvimiento lineal deberá incluir el supuesto de que el sistema que sigue al Prcc es aquel al que tenemos que adscribir la conciencia, vale decir, P = Cc. Para un tratamiento más completo de esto, véase «Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños » (Freud, 1917d).  El último «esquema» del aparato psíquico, que Freud presentó por primera vez en el capítulo II de El yo y el ello (1923b), y repitió (con algunas modificaciones) en la 31º de las Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis (1933a), insiste más en la estructura que en la función.]

4- [Nota agregada en 1914:1 La primera referencia al factor de la regresión se encuentra ya en Alberto Magno. La imaginatio, nos dice, construye al sueño a partir de las imágenes conservadas de los objetos sensibles, El proceso es el inverso del que se consuma en la vigilia. (Citado por Diepgen, 1912, pág. 14.)  Hobbes escribe en el Leviatán (1651, parte I, capítulo 2): «In sum, our dreams are the reverse of our waking imaginations, the motion, when we are awake, beginning at one end, and when the dream at another» {«En suma, nuestros sueños son lo inverso de nuestras imaginaciones de la vigilia, pues cuando estamos despiertos el movimiento comienza en uno de los extremos, y cuando dormimos, en el otro»}. (Citado por Havelock Ellis, 191la, pág. 109.)  [Breuer, en Estudios sobre la histeria (Breuer y Freud, 1895), AE, 2, pág. 201, se había referido, en relación con las alucinaciones, a una «excitación «retrocedente» del aparato perceptivo o sea, desde el órgano de la memoria por unas representaciones».]

5- «Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa» (1896b) AE, 3, págs. 175 y sigs.

6- [Nunca publicados con ese título.]

7- Breuer y Freud, 1895; véase, por ejemplo, el primer historial clínico expuesto por Breuer (AE, 2, págs. 47 y sigs.).

8- [Comarca de mesetas calcáreas cerca de Trieste.]

9- [Nota agregada en 1914:1 En una exposición de la doctrina de la represión habría que puntualizar que un pensamiento cae en la represión por la influencia aunada de dos factores sobre él. Es repelido de una parte (por la censura de la Cc) y atraído de la otra (por el Icc), de la misma manera que la gente es llevada hasta la cima de la Gran Pirámide. [Agregado en 1919:) Véase mi trabajo sobre «La represión» (1915d) [en especial, las páginas iniciales].

10- Este párrafo se agregó en 1914.

11- [Cf. «Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños » (Freud, 1917d), AE, 14, pág. 226. Allí se modifica en parte lo enunciado en este párrafo.]

12- Este párrafo se agregó en 1919.

13- {«Dutzendmensch», «de los que hay o se venden por docena»; véase lo que sigue.}

14- Comparten este carácter de la indestructibilidad con todos los otros actos anímicos realmente inconcientes, vale decir, los que pertenecen con exclusividad al sistema Icc. Son vías facilitadas de una vez por todas, que nunca quedan desiertas y que llevan a la descarga el proceso de la excitación cada vez que se reinviste la excitación inconciente. Para servirme de un símil: sólo pueden ser aniquiladas de la misma manera que las sombras del mundo subterráneo en La Odisea, que cobraban nueva vida tan pronto como bebían sangre. Los procesos que dependen del sistema preconciente son destructibles en un sentido muy diferente. Sobre esta diferencia se basa la psicoterapia de las neurosis.