Obras de S. Freud: Las aberraciones sexuales, segunda parte (Trasgresiones anatómicas)

Trasgresiones anatómicas. Sobrestimación del Objeto Sexual

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La estima psíquica de que se hace partícipe al objeto sexual como meta deseada de la pulsión sexual sólo en los casos más raros se circunscribe a sus genitales. Más bien abarca todo su cuerpo y tiende a incluir todas las sensaciones que parten del objeto sexual. La misma sobrestimación irradia al campo psíquico y se manifiesta como ceguera lógica (debilidad del juicio), respecto de los productos anímicos y de las perfecciones del objeto sexual, y también como crédula obediencia a los juicios que parten de este último. La credulidad del amor pasa a ser así una fuente importante, si no la fuente originaria., de la autoridad. (1) Y bien; esta sobrestimación sexual es lo que apenas tolera la restricción de la meta sexual a la unión de los genitales propiamente dichos y contribuye a elevar quehaceres relativos a otras partes del cuerpo a la condición de metas sexuales (2). La importancia de este factor de la sobrestimación sexual puede estudiarse mejor en el hombre, cuya vida amorosa es la única que se ha hecho asequible a la investigación, mientras que la de la mujer permanece envuelta en una oscuridad todavía impenetrable, en parte a causa de la atrofia cul tural, pero en parte también por la reserva y la insinceridad convencionales de las mujeres (3). Uso sexual de la mucosa de los labios y de la boca. El uso de la boca como órgano sexual es considerado perversión cuando los labios (lengua) de una persona entran en contacto con los genitales de la otra, mas no cuando ambas ponen en contacto sus mucosas labiales. En esta última excepción reside el anudamiento con lo normal. Quien, considerándolas perversiones, abomina de las otras prácticas, usuales sin duda desde los tiempos originarios de la humanidad, cede en ello a un nítido sentimiento de asco que lo resguarda de aceptar una meta sexual de esa clase. Empero, los límites de ese asco son a menudo puramente convencionales. El que besa con unción los labios de una bella muchacha quizás usaría con asco su cepillito de dientes, aunque no tenga fundamento alguno para suponer que su propia cavidad bucal, que no le provoca asco, esté más limpia que la de la muchacha. Este factor del asco estorba el camino a la sobrestimación libidinosa del objeto sexual, pero a su vez puede ser vencido por la libido. En el asco se querría discernir uno de los poderes que han producido la restricción de la meta sexual. Ellos se detienen, por regla general, ante los genitales; pero no cabe duda de que también los genitales del otro sexo, en sí y por sí, pueden constituir objeto de asco, y esta conducta es una de las características de los histéricos (sobre todo de las mujeres). La fuerza de la pulsión sexual gusta de afirmarse venciendo este asco. Uso sexual del orificio anal. En lo que respecta al empleo del ano, se reconoce con mayor claridad todavía que en el caso anterior que es el asco lo que pone a esta meta sexual el sello de la perversión. Pero no se me impute partidismo si observo que el hecho de que esta parte del cuerpo sirva a la excreción y entre en contacto con lo asqueroso en sí -los excrementos- no es, como fundamento del asco, mucho más concluyente que el aducido por las muchachas histéricas para explicar su asco hacia los genitales masculinos: que sirven a la micción. El papel sexual de la mucosa anal en manera alguna se restringe al comercio entre hombres; la predilección por él tampoco es característica de la sensibilidad de los invertidos. Al contrario, parece que la paedicatio del hombre debe su papel a la analogía con el acto en el caso de la mujer, mientras que la masturbación recíproca es la meta sexual que aparece predominantemente en el comercio de los invertidos. Significatividad de otros lugares del cuerpo. El desborde sexual hacia otros lugares del cuerpo, con todas sus variaciones, no ofrece nada nuevo en principio; nada agrega al conocimiento de la pulsión sexual, que en esto no hace sino proclamar su propósito de apoderarse del objeto sexual en todas sus dimensiones. Pero en las transgresiones anatómicas se anuncia, junto a la sobrestimación sexual, otro factor que es ajeno al conocimiento popular. Ciertos lugares del cuerpo, como las mucosas bucal y anal, que aparecen una y otra vez en estas prácticas, elevan el reclamo, por así decir, de ser considerados y tratados ellos mismos como genitales. Llegaremos a enterarnos de que este reclamo está justificado por el desarrollo de la pulsión sexual y es satisfecho en la sintomatología de ciertos estados patológicos. Sustituto inapropiado del objeto sexual. Fetichismo. Un aspecto totalmente particular ofrecen los casos en que el objeto sexual normal es sustituido por otro que guarda relación con él, pero es completamente inapropiado para servir a la meta sexual normal. Con miras a la clasificación, habría sido mejor que mencionásemos este grupo de aberraciones de la pulsión sexual, en extremo interesante, ya al hablar de las desviaciones con respecto al objeto sexual. Pero lo pospusimos hasta tomar conocimiento del factor de la sobrestimación sexual, del cual dependen estos fenómenos, que conllevan un abandono de la meta sexual. El sustituto del objeto sexual es, en general, una parte del cuerpo muy poco apropiada a un fin sexual (el pie, los cabellos), o un objeto inanimado que mantiene una relación demostrable con la persona sexual, preferiblemente con la sexualidad de esta (prenda de vestir, ropa interior). No sin acierto se ha comparado este sustituto con el fetiche en que el salvaje ve encarnado a su dios. Los casos en que se exige al objeto sexual una condición fetichista para que pueda alcanzarse la meta sexual (determinado color de cabellos, ciertas ropas, aun defectos físicos) constituyen la transición hacia los casos de fetichismo en que se renuncia a una meta sexual normal o perversa. Ninguna otra variante de la pulsión sexual que linde con lo patológico ha atraído tanto nuestro interés como aquella, a causa de los extraños fenómenos a que da lugar. Requisito previo en todos los casos parece ser cierta rebaja de la Puja hacia la meta sexual normal (endeblez ejecutiva del aparato sexual) (4). El anudamiento con lo normal es procurado por la sobrestimación del objeto sexual, que es psicológicamente necesaria; es inevitable que ella invada todo lo conectado con el objeto por asociación. Por tanto, cierto grado de este tipo de fetichismo pertenece regularmente al amor normal, en particular en los estadios del enamoramiento en que la meta sexual normal es inalcanzable o su cumplimiento parece postergado:

«Procúrame un pañuelo de su seno, una liga para el amor que siento».(5)

El caso patológico sobreviene sólo cuando la aspiración al fetiche se fija, excediéndose de la condición mencionada, y remplaza a la meta sexual normal; y además, cuando el fetiche se desprende de esa persona determinada y pasa a ser un objeto sexual por sí mismo. Estas son las condiciones generales para que meras variaciones de la pulsión sexual se conviertan en desviaciones patológicas. En la elección del fetiche se manifiesta -Binet [1888] fue el primero en aseverarlo y luego se documentó abundantemente- la influencia persistente de una impresión sexual recibida casi siempre en la primera infancia. Se puede parangonar esto con la proverbial pervivencia del primer amor en las personas normales («on revient toujours à ses premiers amours»). Una derivación de esa índole es particularmente nítida en los casos que presentan un mero condicionamiento fetichista del objeto sexual. En otro lugar volveremos a tropezar con la significatividad de las impresiones sexuales tempranas (6). En otros casos es una conexión simbólica de pensamientos, las más de las veces no conciente para el individuo, la que ha llevado a sustituir el objeto por el fetiche. Los caminos de estas conexiones no siempre pueden señalarse con certeza (el pie es un símbolo sexual arcaico, ya en el mito (7); la «piel» (8) debe sin duda su papel de fetiche a la asociación con la formación pilosa del mons Veneris); no obstante, tampoco este simbolismo parece siempre independiente de vivencias sexuales de la infancia. (9)

Continúa en ¨Las aberraciones sexuales, tercera parte¨ (Fijaciones de metas sexuales Provisionales)

Notas:
1- No puedo dejar de recordar a raíz de esto la crédula obediencia del hipnotizado a su hipnotizador, que me hace sospechar que la esencia de la hipnosis ha de situarse en la fijación inconciente de la libido sobre la persona del hipnotizador (por medio de los componentes masoquistas de la pulsión sexual). [Agregado en 1910:] Ferenczi ha vinculado este carácter de la sugestionabilidad con el «complejo parental» (1909). – [La relación del sujeto con el hipnotizador fue examinada por Freud mucho más tarde, en el capítulo VIII de Psicología de las masas y análisis del yo (1921c). Cf. también «Tratamiento psíquico (tratamiento del alma)» (1890a).
2- [En las ediciones anteriores a 1920 se añadía al final de este párrafo la siguiente oración: «El surgimiento de estos traspasos anatómicos extremadamente variados implica una necesidad de variación que Hoche denominó «hambre de estímulo»». Las primeras dos oraciones de la nota que sigue se agregaron en 1915; antes de esa fecha la nota comenzaba así: «Ulteriores consideraciones me han llevado a concluir que I. Bloch sobrestimó la importancia teórica del factor del «hambre de estímulo»». En 1920 Freud dio su forma actual a toda la nota y al párrafo correspondiente del texto:] Cabe observar, no obstante ello, que la sobrestimación sexual no se despliega a raíz de todos los mecanismos de la elección de objeto, y que más adelante tomaremos conocimiento de otra explicación, más directa, del papel sexual de las otras partes del cuerpo. El factor del «hambre de estímulo», aducido por Hoche y Bloch para explicar el traspaso del interés sexual a otras partes del cuerpo además de los genitales, no me parece merecer la importancia que ellos le dan. Los diversos caminos por los que migra la libido se comportan desde el comienzo entre sí como vasos comunicantes, y es preciso tener en cuenta el fenómeno de la corriente colateral.
3- Nota agregada en 1920. En casos típicos, falta en la mujer una «sobrestimación sexual» del hombre, pero rara vez se la echa de menos respecto del hijo dado a luz por ella.
4- Nota agregada en 1915. Estas debilidades corresponden a la premisa constitucional. El psicoanálisis ha rastreado, como condición accidental, el amedrentamiento sexual temprano, que aparta de la meta sexual e incita a sustituirla.
5- [Goethe, Fausto, parte I, escena 7.]
6- Nota agregada en 1920. Una indagación psicoanalítica llevada más a fondo permitió formular una justificada crítica a la afirmación de Binet. Todas las observaciones pertinentes contienen un primer encuentro con el fetiche en que este ya se había adueñado del interés sexual, sin que por las circunstancias concomitantes pudiera comprenderse cómo llegó a hacerlo. Y todas estas impresiones sexuales «tempranas» corresponden al período posterior al quinto o sexto año, mientras que el psicoanálisis nos hace dudar de que unas fijaciones patológicas puedan ser neoformaciones tan tardías. He aquí el verdadero estado de cosas: tras el primer recuerdo de la emergencia del fetiche hay una fase sepultada y olvidada del desarrollo sexual que es subrogada por el fetiche como si fuera un «recuerdo encubridor», cuyo resto y decantación es entonces el fetiche. El vuelco al fetichismo de esta fase, que corresponde a los primeros años de la infancia, así como la elección del fetiche mismo, están determinados {determinieren} constitucionalmente.
7- Nota agregada en 1910. Y correlativamente,el zapato o la pantufla son símbolos de los genitales femeninos.
8- Se refiere a las pieles de animales utilizadas como abrigo.
9- Nota agregada en 1910. El psicoanálisis ha llenado una de las lagunas que subsistían en la comprensión del fetichismo señalando la importancia, en la elección del fetiche, de un placer de oler coprófilo, perdido por represión. El pie y los cabellos son objetos fuertemente olorosos, elevados a la condición de fetiche tras la renuncia a la sensación olfativa devenida displacentera. De acuerdo con esto, en la perversión correspondiente al fetichismo del pie, sólo es objeto sexual el pie sucio y maloliente. Otra contribución al esclarecimiento de la preferencia fetichista por el pie resulta de las teorías sexuales infantiles, el pie sustituye al pene de la mujer, cuya falta se echa fuertemente de menos. Agregado en 1915. En muchos casos de fetichismo del pie puede demostrarse que la pulsión de ver, originariamente dirigida a los genitales y que quería alcanzar su objeto desde abajo, quedó detenida en su camino por prohibición o represión y por eso retuvo como fetiches al pie o al zapato. Y en ese proceso los genitales femeninos se imaginaron, de acuerdo con la expectativa infantil, como masculinos. La importancia de la represión del placer de oler había sido señalada por Freud a Fliess en sus cartas del 11 de enero Y el 14 de noviembre de 1897 (Freud, 1950a, Cartas 55 y 75), AE, í, págs. 282 y 310-1. Volvió sobre el tema al final de su historial clínico del «Hombre de las Ratas» (1909d), AE, 10, págs. 192-3, y lo examinó con extensión considerable en dos largas notas al pie de El malestar en la cultura (1930a), AE, 21, págs. 97-8 y 103-4. El tema del fetichismo fue desarrollado en su trabajo de ese título (1927e), y de nuevo en un fragmento publicado póstumamente sobre «La escisión del yo en el proceso defensivo» ( 1940e), AE, 23, pág. 277, y en el Esquema de1 psicoanálisis ( 1940a), AE, 23, págs. 204-6.