El segundo duelo es el denominado por la identidad y el rol infantil, de esta manera el adolescente tendrá que vérselas con una realidad que le impone nuevas funciones y responsabilidades y a su vez que le concede menos indulgencia ante sus errores y reconocimiento a sus logros que en su etapa infantil.
De esta manera se encuentra ante una encrucijada, ya que no se le brinda ni permite la dependencia de la cual gozaba el niño, pero tampoco se le brinda la libertad que posee un adulto, de esta manera el camino que busca el adolescente es delegar sus responsabilidades, tanto al grupo social al que pertenece como a los padres que aun posee, recurre a esto “quedando su propia personalidad fuera de todo proceso de pensamiento, con un manejo omnipotente; es la irresponsabilidad típica del adolescente, que él entonces nada tiene que ver con nada y son otros los que se hacen cargo del principio de realidad”. De este modo elude su responsabilidad, involucrándose con personas que puedan ayudarlo a cargar con esta sin que él se haga cargo de nada en realidad.
Así se pueden explicar algunas de las relaciones interpersonales del adolescente que van desde el acercamiento mas intenso hasta la apatía mas fría en cuestión de pocos momentos; el
sujeto lo que hace aquí es cosificar a las personas, vinculadose a estas según su conveniencia y como le puedan servir para soportar esta carga que se le impone desde su nuevo rol y las
responsabilidades que debe asumir. Esto lo lleva a que su “relaciones objetales adquieran un carácter, si bien intenso, sumamente lábil y fugaz, lo cual explica la inestabilidad afectiva
del adolescente, con sus crisis apasionadas y sus brotes de indiferencia absoluta.” En este transcurso el sujeto disocia el afecto y el pensamiento, sirviéndose del conocimiento que tiene de las necesidades del otro para hacerlo actuar según su conveniencia, esto lo volcara hacia una “mala fe conciente, que lo lleva a expresiones de pensamiento cruel, desafectivo, ridiculizante de los demás, como mecanismos de defensa frente a la culpa y al duelo por la infancia perdida”. Esta reacción psíquica adolescente no es mas que una manera de defenderse de la angustia que le provoca la perdida de aspectos infantiles y en el proceso adolescente “normal” será tramitada y reorientada por si misma hacia una integración y coherencia de pensamiento y sentimiento frente a los demás y consigo mismo.
Sin embargo esta dinámica de “utilizar” a las personas tiene una doble vía, ya que si bien el adolescente busca descargar sus responsabilidades en los otros, para poder ser parte de determinados grupos deberá asumir tareas y funciones que, aunque no sean de su agrado en ocasiones, tendrá que cumplir para seguir perteneciendo a este grupo social.
Con el tiempo, y paralelo a la formación de la identidad, el adolescente se dará cuenta del verdadero valor de sus relaciones (de las funciones de apoyo, contención y satisfacción que estas cumplen) y comenzara, a partir de sus fantasías inconscientes y deseos expresables a relacionarse con los otros, ocupando su nuevo rol social y pudiendo realizar un duelo adecuado a su identidad infantil para asumir lo que representa una nueva identidad en aras de la adultez. Este proceso es largo y dispendioso y el apoyo de los padres es fundamental, ya que si bien el duelo por el cuerpo, el rol y la identidad de la infancia son procesos de ardua construcción psíquica para el sujeto, el comprender la perdida de los padres de la niñez será el complemento a estos procesos.
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