RENÉ DESCARTES
Tratado de LAS PASIONES DEL ALMA (1649)
PRIMERA PARTE
DE LAS PASIONES EN GENERAL Y ACCIDENTALMENTE DE TODA LA NATURALEZA DEL HOMBRE
Art. 26. Las imaginaciones que dependen únicamente del movimiento fortuito de los espíritus pueden ser tan verdaderas pasiones como las percepciones que dependen de los nervios.
Hay que señalar aquí que las mismas cosas que el alma percibe por medio de los nervios pueden, todas ellas, ser también representadas por el curso fortuito de los espíritus, sin más diferencia que las impresiones que van del cerebro por los nervios son generalmente más vivas y más expresas que las que en él provocan los espíritus: lo que me ha hecho decir en el artículo 21 que estas son como la sombra y la pintura de las otras. Hay que observar también que, a veces, esta pintura es tan parecida a la cosa que representa, que nos podemos engañar en cuanto a las percepciones que se refieren a los objetos exteriores a nosotros o a las que se refieren a algunas partes de nuestro cuerpo, pero no nos podemos engañar en cuanto a las pasiones, sobre todo porque están tan próximas y tan dentro de nuestra alma que es imposible que ésta las sienta sin que sean verdaderamente tales como las siente. Así, a menudo cuando dormimos, y hasta a veces estando despiertos, imaginamos tan fuertemente ciertas cosas que nos parece que las estamos viendo ante nosotros o sintiéndolas en nuestro cuerpo, aunque no están en él en modo alguno; pero, aun dormidos y soñando, no podríamos sentirnos tristes o emocionados por alguna otra pasión sin que sea muy cierto que el alma tiene en sí esta pasión.