RENÉ DESCARTES
Tratado de LAS PASIONES DEL ALMA (1649)
PRIMERA PARTE
DE LAS PASIONES EN GENERAL Y ACCIDENTALMENTE DE TODA LA NATURALEZA DEL HOMBRE
Art. 47. En que consisten los combates que acostumbramos imaginar entre la parte inferior y la superior del alma.
Y sólo en la repugnancia que existe entre los movimientos que el cuerpo mediante sus espíritus y el alma mediante su voluntad tiendan al mismo tiempo a excitar en la glándula, consisten todos los combates que acostumbramos imaginar entre la parte inferior del alma que llamamos sensitiva y la superior, que es la razonable, o bien entre los apetitos naturales y la voluntad; pues no hay en nosotros nada más que un alma, y esta alma no tiene en sí ninguna diversidad de partes: la misma que es a la vez sensitiva y razonable, y todos sus apetitos son voluntades. El error que se ha cometido haciéndole representar diversos personajes generalmente contrarios unos a otros procede únicamente de que no han sido bien diferenciadas sus funciones de las del cuerpo, únicamente al cual debe ser atribuido todo lo que puede observarse en nosotros que repugne a nuestra razón; de suerte que el combate consiste únicamente en que, pudiendo la pequeña glándula situada en medio del cerebro ser presionada de un lado por el alma y del otro por los espíritus animales, que no son sino cuerpos, como he dicho antes, suele ocurrir que ambas presiones sean contrarias, y la más fuerte impida el efecto de la otra. Ahora bien, se pueden distinguir dos clases de movimientos suscitados por los espíritus en la glándula: unos representan al alma los objetos que mueven los sentidos, o las impresiones que se encuentran en el cerebro y no ejercen ninguna presión sobre su voluntad; otros ejercen alguna, y son los que causan las pasiones y los movimientos del cuerpo que las acompañan; y, en cuanto a los primeros, aunque suelen impedir las acciones del alma o bien son impedidos por estas, no obstante, como no son directamente contrarios no se observan combates entre ellos. Sólo se han observado entre los últimos y las voluntades que los rechazan: por ejemplo, entre el esfuerzo con que los espíritus impulsan a la glándula para producir en el alma el deseo de algo, y el esfuerzo con que el alma la rechaza por la voluntad que tiene de evitar la misma cosa; y la causa principal de esta lucha es que, como la voluntad no puede provocar directamente las pasiones, como hemos dicho ya, se ve obligada a acudir a la industria y a ponerse a considerar sucesivamente diversas cosas, y si ocurre que una puede cambiar por un momento el curso de los espíritus, puede ocurrir que la que sigue no tenga ese poder y que los espíritus reanuden su curso después, debido a que la disposición que ha precedido en los nervios, en el corazón y en la sangre no ha cambiado, por lo cual el alma se siente impulsada casi simultáneamente a desear y no desear una misma cosa; y por esto se han imaginado en ella dos potencias que se combaten. No obstante, se puede concebir también alguna lucha por el hecho de que, muchas veces, la misma causa que suscita en el alma alguna pasión suscita también ciertos movimientos en el cuerpo a los que el alma no contribuye y que detiene o procura detener tan pronto como los advierte, como se ve cuando lo que provoca el miedo hace también que los espíritus entren en los músculos que sirven para mover las piernas para huir, y la voluntad de ser valiente los detiene.