RENÉ DESCARTES
Tratado de LAS PASIONES DEL ALMA (1649)
SEGUNDA PARTE
DEL NÚMERO Y DEL ORDEN DE LAS PASIONES Y EXPLICACIÓN DE LAS SEIS PRIMARIAS
ORDEN Y ENUMERACIÓN DE LAS PASIONES
Art. 113. De los gestos de los ojos y del rostro.
No hay pasión alguna que no sea revelada por algún gesto de los ojos, y en algunas se manifiesta esto de tal modo que hasta los criados más estúpidos pueden ver en los ojos de su amo si está enfadado con ellos o no lo está. Pero, aunque estos gestos de los ojos se adviertan fácilmente y se sepa lo que significan, no por eso es fácil describirlos, porque cada uno se compone de vanos cambios que se producen en el movimiento y en la forma de los ojos, y son tan particulares y tan pequeños que no puede percibirse cada uno de ellos separadamente, aunque sea fácil de notar lo que resulta de su conjunto. Casi lo mismo puede decirse de los gestos del rostro que acompañan también a las pasiones; pues, aunque son más grandes que los de los ojos, es asimismo difícil distinguirlos, y son tan poco diferentes que hay hombres que ponen casi la misma cara cuando lloran que cuando ríen. Cierto es que algunos signos del rostro son bastante evidentes, como las arrugas de la frente en la cólera y ciertos movimientos de la nariz y de los labios en la indignación y en la burla; pero parecen ser más voluntarios que naturales. Y generalmente el alma puede cambiar todos los gestos, sean del rostro o de los ojos, cuando, queriendo ocultar su pasión, imagina intensamente una contraria; de suerte que lo mismo podemos servirnos de los gestos para disimular nuestras pasiones que para expresarlas.