RENÉ DESCARTES
Tratado de LAS PASIONES DEL ALMA (1649)
TERCERA PARTE
DE LAS PASIONES PARTICULARES
Art. 160. Cuál es el movimiento de los espíritus en estas pasiones.
Por otra parte, fácilmente se advierte que el orgullo y la bajeza no son solamente viejos, sino también pasiones, porque su emoción se muestra muy patente en los que se ufanan o se abaten súbitamente en cada nueva ocasión; mas no cabe dudar sí la generosidad o la humildad, que son virtudes, pueden también ser pasiones, porque sus movimientos se manifiestan menos y porque parece que la virtud no simpatía tanto como el vicio con la pasión. No obstante, yo no veo razón alguna para que el mismo movimiento de los espíritus que sirve para reforzar un pensamiento cuando esta mal fundado no pueda también reforzarlo cuando está bien fundado; y como el orgullo y la generosidad no consisten sino en la buena opinión que se tiene de sí mismo, y no difieren sino en que esta opinión es injusta en uno y justa en otro, creo que pueden referirse a una misma pasión, la cual es suscitada por un movimiento compuesto de los de la admiración, la alegra y el amor, tanto el que se siente por sí mismo cómo el que se siente por la cosa que determina la propia estimación; y al contrario, el movimiento que suscita la humildad, sea virtuosa, sea viciosa, se compone de los de la admiración, la tristeza y el amor a sí mismo, unidos al odio a los propios defectos, que hacen despreciarse a sí mismo; y la única diferencia que observo en estos movimientos es que el de la admiración tiene dos propiedades: la primera que la sorpresa le hace fuerte desde el principio; y la otra que es igual en su continuación, es decir, que los espíritus continúan moviéndose de la misma manera en el cerebro; de estas propiedades, la primera se encuentra mucho más en el orgullo y en la bajeza que en la generosidad y en la humildad virtuosa, y al contrario, la última se observa mejor en éstas que en las otras dos; la razón de ello es que el vicio nace ordinariamente de la ignorancia, y que los más propensos a enorgullecerse y humillarse más de lo debido son los que peor se conocen, porque todo lo nuevo que les ocurre los sorprende y hace que, atribuyéndoselo a sí mismos, se admiren, y se estimen o se desprecien según que crean que lo que les ocurre es, o no, ventajoso para ellos. Pero, como es frecuente que, después de una cosa que los enorgullece, sobrevenga otra que los humilla, el movimiento de sus pasiones es variable; y al contrario, nada hay en la generosidad que no sea compatible con la humildad viciosa, ni nada que las pueda cambiar, por lo cual sus movimientos son firmes, constantes y siempre muy semejantes a sí mismos. Pero no se producen tanto por sorpresa, porque los que se estiman de este modo conocen bastante cuáles son las causas por las que se estiman; no obstante, puede decirse que estas causas son tan maravillosas (por ejemplo, el poder de hacer uso del libre albedrío, que nos hace apreciemos a nosotros mismos, y las imperfecciones del sujeto en que radica este poder, que nos hacen no estimamos demasiado) que cada vez que las contemplamos de nuevo nos dan siempre una nueva satisfacción.