El Poder Psiquiátrico, Michel Foucault.
DOCENTE: Lic. Cristina Solange Donda
En el espacio de la cultura Occidental se han sucedido diversas configuraciones del saber, diversos códigos y sistemas ordenadores del pensamiento y la acción. Sólo uno de ellos, según el filósofo francés Michel Foucault, ha solicitado al hombre y le ha otorgado el doble papel de sujeto y objeto de conocimiento: el que se inaugura en los inicios de nuestra modernidad, la de comienzos del s. XIX. ¿Cómo emerge el hombre –el sujeto como objeto de conocimiento? ¿Cómo se perfila el objeto “locura” en la objetivación de los saberes que aspiran a ser ciencias?
Se vuelve necesario, a partir del s. XIX, localizar todas aquellas diferencias individuales que según los grados de racionalización, los códigos conceptuales y los tipos de teoría recibirán el estatuto de enfermedad, de enajenación, de anomalía, de demencia, de neurosis o de psicosis, de degeneración, etc. Estas superficies de emergencia no son las mismas para las distintas sociedades, las distintas épocas y en las diferentes formas de discurso. Para atenerse a la psicopatología del s. XIX, es probable que estuviesen constituidas por la familia, el grupo social próximo, el medio de trabajo, la comunidad religiosa (todos los cuales son normativos, todos los cuales son susceptibles de desviación, todos los cuales tienen un marco de tolerancia y un umbral a partir del cual se requiere la exclusión; todos los cuales tienen un modo de designación y de rechazo de la locura, todos los cuales transfieren a la medicina, ya que no la responsabilidad de la curación y del tratamiento, el cuidado de la explicación); aunque organizadas de un modo específico, esas superficies de emergencia no son nuevas en el siglo XIX. En cambio, fue en esa época sin duda, cuando comenzaron a funcionar nuevas superficies de aparición:
el arte con su normatividad propia, la sexualidad (sus desviaciones en relación con entredichos habituales se convierten por primera vez en objeto de señalamiento, de descripción y análisis para el discurso psiquiátrico), la penalidad (en tanto que la locura en las épocas anteriores se separaba cuidadosamente de la conducta criminal y valía como excusa, la criminalidad se convierte también –y esto desde las famosas “monomanías homicidas”- en una forma de desviación más o menos emparentada con la locura) Ahí, en esos campos de diferenciación primera…el discurso psiquiátrico encuentra la posibilidad de delimitar su dominio, de definir aquello de que se habla, de darle estatuto de objeto, y por lo tanto, de hacerlo aparecer, de volverlo nominable y descriptible.
Habría que describir, además, ciertas instancias de delimitación: la medicina (como institución reglamentada, como conjunto de individuos que constituyen el cuerpo médico, como saber y práctica, como competencia reconocida por la opinión, la justicia y la administración) ha llegado a ser la instancia mayor que en la sociedad aísla, designa, nombra e instaura la locura como objeto; pero no ha sido la única que ha desempeñado tal papel: la justicia y, singularmente, la justicia penal (con las definiciones de la excusa, la irresponsabilidad, las circunstancias atenuantes, y con el empleo de nociones como las de crimen pasional, de herencia, de peligro social) la autoridad religiosa (en la medida en que se establece como instancia de decisión que separa lo místico de lo patológico, lo espiritual de lo corporal, lo sobrenatural de lo anormal, y en que practica la dirección de conciencia, más para un conocimiento de los individuos que para una clasificación casuística de las acciones y las circunstancias). Analizar, finalmente, las rejillas de especificación: se trata de los sistemas según los cuales se separa, se opone, se entronca, se reagrupa, se clasifica, se hacen derivar unas de otras diferentes “locuras” como
objetos del discurso psiquiátrico (esas rejillas de diferenciación han sido en el siglo XIX: el alma, el cuerpo, la vida y la historia de los individuos).
En sociedades como las nuestras el “loco” se muestra como una contradicción viva y con toda la violencia, en muchos casos, de un insulto. La revolución burguesa ha definido la humanidad del hombre por una libertad teórica y una igualdad abstracta. Y el enfermo mental aparece como sujeto de escándalo: es la demostración de que el hombre en su historicidad no es enteramente definido por el sistema de derechos formales que le son reconocidos, desde que ese mismo sistema no da cabida a esta eventualidad humana que es la enfermedad, y que para los enfermos mentales la libertad es vana y la igualdad no tiene significado; por otra parte, es la prueba, dice Foucault(1) , de que en su vida real de hombre libre, de ciudadano igual a todos los otros, el hombre puede encontrarse en situaciones que aten su libertad y que lo aíslen para siempre de la comunidad de los hombres. Demuestra que la sociedad burguesa, por los mismos conflictos que han hecho posible su enfermedad, no está hecha a medida del hombre real; que continuamente pone en conflicto la idea unitaria que se hace del hombre y el estatuto contradictorio que le otorga. El enfermo mental es la apoteosis de ese conflicto. Y si por el mito de la alienación mental se lo expulsa de la ciudad, es para no ver en él la escandalosa expresión de las contradicciones sociales en las que el hombre está históricamente alienado.
La psiquiatría clásica dice:
“De tu sufrimiento y tu singularidad sabemos cosas suficientes (que ni sospechas) para reconocer que son una enfermedad; pero conocemos esa enfermedad lo bastante para saber que no puedes ejercer sobre ella y con respecto a ella ningún derecho. Nuestra ciencia permite llamar enfermedad a tu locura, y por ello nosotros, los médicos, estamos calificados para intervenir y diagnosticar en ti una locura que te impide ser un enfermo como los demás: serás, por tanto, un enfermo mental”(2).
En el Curso El poder psiquiátrico (1973-1974), Foucault marca una discontinuidad respecto de Historia de la Locura en la Época Clásica (HL). En este Curso deja de plantear como referente esencial la “institución” asilar y pasa a su “exterior” a fin de resituar su constitución y su funcionamiento en una tecnología de poder característica de la sociedad. De allí la distancia tomada con respecto a HL que, según las palabras de Foucault pretendía ser “una historia […] de la institución psiquiátrica” y vinculaba la formación del saber psiquiátrico a un proceso de institucionalización de la medicina mental.
En estas lecciones, Foucault analiza y explica el dispositivo de poder que pone en funcionamiento la psiquiatría clásica y marca sus diferencias con relación a los análisis y diagnósticos de algunos movimientos antisiquiátricos y las formas de continuidad/discontinuidad psiquiatría-psicoanálisis. Las indagaciones de Foucault se diferencian del objetivo de algunos movimientos antipsiquiátricos concentrados en el análisis y la denuncia de la “violencia” ejercida por la sociedad en general y la psiquiatría en particular, ajustándose a la figura paradigmática del esquizofrénico, que en su negativa a constituir un “falso yo” alienado y sometido a las exigencias sociales desgarraría las máscaras de la violencia corriente.
La importante modificación de las herramientas conceptuales operada por Foucault dota al Curso de originalidad en comparación con las críticas que se desarrollaron desde la 2da. Guerra Mundial y tuvieron en común la postura de tomar por blanco la “institución” asilar ya fuera para reformarla, sublimarla o negar su legitimidad(3).
Mostrar este recorrido es uno de los objetivos principales de esta propuesta.
BIBLIOGRAFÍA:
1. FOUCAULT, M. Enfermedad mental y personalidad. Ed. Paidós, Barcelona, 1991, pp. 116-117
2. FOUCAULT, M. El poder psiquiátrico. FCE, Buenos Aires, 2003, p.394.
3. Cf. op. cit., pp. 406-407.