El recordar y el juzgar.
El pensar reproductor tiene, entonces, un fin práctico y un término biológicamente establecido, a saber: reconducir a la investidura neuronal faltante una Qη que migra desde la percepción excedente. Así se alcanzan identidad y derecho a la descarga, si además sobreviene el signo de realidad de la neurona b. Ahora bien, el proceso puede independizarse de esta última meta y aspirar sólo a la identidad. Entonces se está frente a un acto de pensar puro, que no obstante, en todo caso puede ser después valorizado prácticamente, Y en él, el yo investido se comporta de idéntica manera.
Pasemos a una tercera posibilidad que puede ocurrir en el estado-deseo, a saber: que en presencia de cierta investidura-deseo, una percepción emergente no coincida con la imagen-recuerdo deseada (recuerdo +). Entonces se genera un interés por discernir esta imagen-percepción, para descubrir eventualmente desde ella un camino hacia recuerdo + [El signo «+» parece indicar «deseado»]. Cabe suponer que a tal fin la imagen-percepción es sobreinvestida también desde el yo, como en el caso anterior lo era meramente el ingrediente neurona c. Si la imagen-percepción no es absolutamente nueva, ella ahora recordará, evocará una imagen-percepción-recuerdo con la que coincida al menos en parte. Y entonces se repite con esta imagen-recuerdo el proceso de pensar anterior, sólo que en cierta medida sin la meta que ofrecía antes la representación-deseo investida.
Toda vez que las investiduras coincidan entre sí, no darán ocasión alguna para el trabajo de pensar. En cambio, los sectores en disidencia «despiertan el interés», y de dos distintas maneras pueden dar ocasión al trabajo de pensar. O bien la corriente se dirige sobre los recuerdos despertados y pone en marcha un trabajo mnémico carente de meta, que, entonces, es movido por las diferencias, no por las semejanzas, o bien permanece dentro de los ingredientes recién aflorados y entonces constituye un trabajo de juicio, igualmente falto de meta. [Nuestras bastardillas se ajustan en este párrafo a las palabras subrayadas en el original. Habría sido más lógico destacar «trabajo mnémico» y no «despertados», por contraste con «trabajo de juicio»]
Supongamos ahora que el objeto que brinda la percepción sea parecido al sujeto, a saber, un prójimo. En este caso, el interés teórico se explica sin duda por el hecho de que un objeto como este es simultáneamente el primer objeto-satisfacción y el primer objeto hostil, así como el único poder auxiliador. Sobre el prójimo, entonces, aprende el ser humano a discernir. Es que los complejos de percepción que parten de este prójimo serán en parte nuevos e incomparables -p. ej., sus rasgos en el ámbito visual-; en cambio, otras percepciones visuales -p. ej., los movimientos de sus manos- coincidirán dentro del sujeto con el recuerdo de impresiones visuales propias, en un todo semejantes, de su cuerpo propio, con las que se encuentran en asociación los recuerdos de movimientos por él mismo vivenciados. Otras percepciones del objeto, además -p. ej., si grita- despertarán el recuerdo del gritar propio y, con ello, de vivencias propias de dolor. Y así el complejo del prójimo se separa en dos componentes, uno de los cuales impone por una ensambladura constante, se mantiene reunido como una cosa del mundo, mientras que el otro es comprendido por un trabajo mnémico, es decir, puede ser reconducido a una noticia del cuerpo propio. A esta descomposición de un complejo perceptivo se llama su discernimiento; ella contiene un juicio y halla su término cuando por último alcanza la meta. El juicio, como se advierte, no es una función primaria sino que presupone la investidura, desde el yo, del sector dispar; en principio no tiene ningún fin práctico, y parece que al juzgar se descarga la investidura del ingrediente dispar, pues así se explicaría por qué las actividades, «predicados», se separan del complejo-sujeto mediante una vía más laxa.
Desde aquí se podría entrar en profundidad en el análisis del acto de juicio, pero nos apartaría de nuestro tema. Conformémonos con retener, entonces, que es el interés originario por establecer la situación satisfactoria el que en un caso ha producido el meditar reproductor y en el otro el apreciar judicativo, y ello como un medio para alcanzar, desde la situación perceptiva dada, real, la situación perceptiva deseada. Premisa de todo ello es que los procesos ψ no discurran desinhibidos, sino en presencia de un yo activo.
Ahora bien, con ello quedaría demostrado el sentido eminentemente práctico de todo trabajo de pensar.