En tal caso, el self verdadero supera al self sumiso. En la clínica, ésta es una situación reiterada de la adolescencia. Los grados del self falso Si se acepta la descripción de estos dos extremos y su etiología, no nos resulta difícil en nuestro trabajo clínico tener en cuenta la existencia de un grado alto o bajo de la defensa del self falso, que oscila entre el aspecto cortés y saludable del self y el falso self sumiso y en realidad escindido que erróneamente se toma por el niño total. Es fácil ver que a veces esta defensa del self falso constituye la base de cierto tipo de sublimación, como cuando el niño madura y se convierte en actor. Entre los actores, están los que pueden ser ellos mismos e interpretar un papel, y los otros, sólo capaces de interpretar papeles, que se encuentran completamente perdidos cuando no lo hacen y cuando no son apreciados o aplaudidos (reconocidos como existentes). En el individuo sano que tiene un self con un aspecto sumiso, pero que existe y es un self creativo y espontáneo, hay al mismo tiempo capacidad para usar símbolos. En otras palabras, en este sentido la salud está estrechamente ligada con la capacidad para vivir en un ámbito intermedio entre el sueño y la realidad, que es denominado «vida cultural». (Véase «Transitional Objects and Transitional Phenomena», 1951.) En contraste, cuando existe un alto grado de escisión entre el self verdadero y el self falso que oculta al anterior, encontramos una capacidad escasa para la utilización de símbolos y pobreza de la vida cultural. En lugar de actividades culturales, en tales personas observamos una extrema inquietud, incapacidad para concentrarse y necesidad de recoger incursiones de la realidad externa, para que el tiempo de vida del individuo pueda llenarse con reacciones a ellas.
Aplicación clínica: Ya nos hemos referido a la importancia de reconocer la personalidad del self falso cuando está realizándose un diagnóstico a los fines de la evaluación de un caso para su tratamiento, o la evaluación de un candidato a psiquiatra o a asistente social psiquiátrico.
Consecuencias para el psicoanalista: Si estas consideraciones demuestran tener valor, la práctica del psicoanálisis debe ser afectada de los siguientes modos:
· En el análisis de una personalidad falsa debe reconocerse el hecho de que el analista sólo puede hablarle sobre el self verdadero al self falso del paciente. Ocurre como si al principio el analista discutiera el problema del niño con la niñera que lo llevó, sin tomar un contacto directo con éste. El análisis no se inicia hasta que la niñera ha dejado a solas al niño con el analista, y el niño tolera esa situación y empieza a jugar.
· En el punto de transición, cuando el analista empieza a entrar en contacto con el self verdadero del paciente, debe haber un período de dependencia extrema. A menudo este hecho se pasa por alto en la práctica del análisis: el paciente tiene una enfermedad, o de algún otro modo le da al analista la oportunidad de asumir la función de self falso (niñera), pero en ese punto el analista no advierte lo que está sucediendo, y en consecuencia son otros los que cuidan al paciente, y éste pasa a depender de ellos en un período de regresión encubierta a la dependencia, con lo cual la oportunidad se pierde.
· Los analistas que no están preparados para satisfacer las agudas necesidades de los pacientes que se vuelven dependientes de este modo, deben tener la precaución de escoger casos entre los que no haya tipos de self falso. La práctica psicoanalítica incluye análisis que continúan indefinidamente porque se realizan sobre la base del trabajo con el self falso. En uno de estos casos, de un paciente que ya había estado analizándose durante un tiempo considerable antes de recurrir a mí, mi trabajo con él comenzó realmente cuando le planteé con claridad que yo reconocía su no-existencia. El observó que durante años todo el buen trabajo realizado con él había sido fútil, porque se basaba en que él existía, mientras que en realidad sólo tenía una existencia falsa. Cuando yo le dije que reconocía su no-existencia, él sintió que se había comunicado por primera vez. Quiso decir que su self verdadero, oculto desde la infancia, había entrado entonces en comunicación con su analista del único modo no peligroso. Este es un ejemplo típico del modo como este concepto afecta al trabajo psicoanalítico. Me he referido a algunos otros aspectos de este problema clínico. Por ejemplo, en «Withdrawal and Regression» (1954a) seguí paso a paso, en el tratamiento de un hombre, la evolución en la transferencia de mi contacto con (su versión de) un self falso, a través de mi primer contacto con su self verdadero, hasta un análisis directo. En este caso el repliegue tuvo que convertirse en regresión, según lo describo en el artículo citado. Podría enunciarse el principio de que en la zona del self falso de nuestra práctica analítica encontramos que se progresa más reconociendo la no-existencia del paciente que mediante un trabajo prolongado sobre la base de los mecanismos de defensa del yo. El self falso del paciente puede colaborar indefinidamente con el analista en el análisis de las defensas, como poniéndose de parte de él, por así decirlo. El único modo de detener con utilidad esta tarea infructuosa consiste en que el analista señale y especifique la ausencia de cierto rasgo esencial: «usted no tiene boca», «usted aún no ha comenzado a existir», «desde el punto de vista físico usted es un hombre, pero por experiencia no sabe nada de la masculinidad», y así sucesivamente. Estos reconocimientos de hechos importantes, realizados con claridad en los momentos oportunos, preparan el camino para la comunicación con el self verdadero. Un paciente que ha pasado por un prolongado análisis fútil basado en el selffalso, cooperando vigorosamente con un analista que creía que ése era su self total, me dijo en una oportunidad: «Sólo me sentí esperanzado cuando usted me dijo que no tenía ninguna esperanza, y continuó con el análisis». Haciendo pie en todo esto, podríamos decir que el self falso (lo mismo que las proyecciones múltiples en etapas ulteriores del desarrollo) engañan al analista si él no advierte que, considerado como una persona en funcionamiento total, el self falso, por bien emplazado que esté, carece de algo, y ese algo es el elemento esencial de la originalidad creativa. A medida que pase el tiempo irán describiéndose muchos otros aspectos de la aplicación de este concepto, y es posible que en muchos sentidos el concepto mismo tenga que modificarse. Mi propósito al explicar esta parte de mi trabajo, que se vincula con el de otros analistas, es señalar que este concepto moderno del self falso que oculta al self verdadero, junto con la teoría de su etiología, puede tener un efecto importante sobre la práctica psicoanalítica. Hasta donde puedo verlo, no supone ningún cambio importante en la teoría básica.
Volver a la primera parte de «Deformación del ego en términos de un ser verdadero y falso (1960)«