La proton pseudos histérica
Hemos averiguado que la compulsión histérica proviene de una peculiar variedad del movimiento Q h (formación de símbolo), que probablemente es un proceso primario, puesto que se lo puede comprobar con facilidad en el sueño; y [hemos averiguado] que la fuerza que mueve este proceso es la defensa del yo, que, no obstante, opera aquí algo que rebasa lo normal. Nos hace falta una explicación para esto, a saber, que unas consecuencias como aquellas a que nos tienen acostumbrados sólo los procesos primarios advengan a raíz de un proceso yoico. Cabe esperar ahí unas particulares condiciones psíquicas. Del lado clínico, sabemos que todo ello sólo sucede en el ámbito sexual; por eso, quizá tengamos que explicar esa especial condición psíquica a partir de unos caracteres naturales de la sexualidad.
Pues bien es cierto que en el ámbito sexual existe una constelación psíquica particular que podría ser valorizable para nuestro propósito. Elucidaremos esta constelación, que nos es consabida por experiencia, con un ejemplo.
Emma está hoy bajo la compulsión de no poder ir sola a una tienda. Como fundamento, un recuerdo de cuando tenía doce años (poco después de la pubertad). Fue a una tienda a comprar algo, vio a los dos empleados (de uno de los cuales guarda memoria) reírse entre ellos, y salió corriendo presa de algún afecto de terror. Sobre esto se despiertan unos pensamientos: que esos dos se reían de su vestido, y que uno le había gustado sexualmente.
Tanto el nexo entre estos fragmentos como el efecto de la vivencia son incomprensibles. Si ella ha sentido displacer a causa de que se rieran de su vestido, hace tiempo que eso por fuerza estaría corregido, desde que se viste como dama; y nada cambia en sus ropas por el hecho de ir a la tienda sola o acompañada. Que no es mera protección lo que necesita se infiere de que, como en una agorafobia, basta que la acompañe un niño para sentirse segura. Y es algo totalmente inconciliable que uno le gustara; tampoco cambiaría esto si fuera acompañada. Por tanto, los recuerdos despertados no explican ni la compulsión ni el determinismo del síntoma.
La exploración ulterior descubre un segundo recuerdo que Emma pone en entredicho haber tenido en el momento de la escena I. Tampoco hay nada que pruebe esto último. Siendo una niña de ocho años, fue por dos veces a la tienda de un pastelero para comprar golosinas, y este caballero le pellizcó los genitales a través del vestido. No obstante la primera experiencia, acudió allí una segunda vez. Luego de la segunda, no fue más. Ahora bien, se reprocha haber ido por segunda vez, como si de ese modo hubiera querido provocar el atentado. De hecho, cabe reconducir a esta vivencia un estado de «mala conciencia oprimente».
Ahora comprendemos escena I (empleados) sí recurrimos a escena II (pastelero). Sólo nos hace falta una conexión asociativa entre ambas. Ella misma señala que es proporcionada por la risa. Dice que la risa de los empleados le hacía acordarse de la risotada con que el pastelero había acompañado su atentado. Entonces el proceso se puede reconstruir como sigue: En la tienda los dos empleados ríen, esta risa evoca (inconcientemente) el recuerdo del pastelero. La situación presenta otra semejanza: de nuevo está sola en un negocio. junto con el pastelero es recordado el pellizco a través del vestido, pero ella entretanto se ha vuelto púber. El recuerdo despierta (cosa que en aquel momento era incapaz de hacer) un desprendimiento sexual que se traspone en angustia. Con esta angustia, tiene miedo de que los empleados pudieran repetir el atentado, y se escapa.
Está plenamente certificado que aquí se entreveran dos clases de procesos p, que el recuerdo de escena Il (pastelero) aconteció dentro de un estado otro que lo otro.
Aquí, las representaciones marcadas en negro son percepciones que también son recordadas.
Que el desprendimiento sexual también llegó al devenir-conciente, lo prueba esta idea, de otro modo incomprensible: el empleado riente le ha gustado. La conclusión de no permanecer sola en la tienda a causa del peligro de atentado se formó de manera enteramente correcta, con miramiento por todos los fragmentos del proceso asociativo. Empero, del proceso (figurado abajo) no ha llegado a la conciencia nada más que el fragmento «vestidos»; y el pensar que trabaja con conciencia ha plasmado dos enlaces falsos con el material preexistente (empleados , risa, vestidos, sensación sexual): que se le ríen a causa de sus vestidos, y que uno de los empleados ha excitado su gusto sexual.
El complejo íntegro ([círculos] en blanco) está subrogado en la conciencia por una única representación, «vestidos», evidentemente la más inocente. Ha sobrevenido aquí una represión con formación de símbolo. Que la conclusión -el síntoma- se haya formado de manera por entero correcta, de suerte que el símbolo no desempeña ningún papel en ella, es en verdad una particularidad de este caso.
Uno podría decir: es totalmente habitual que una asociación pase por eslabones intermedios inconcientes hasta llegar a uno conciente, como aquí acontece. Y es probable que entonces ingrese en la conciencia aquel eslabón que despierta un interés particular. Ahora bien, en nuestro ejemplo lo notable es justamente que no ingrese en la conciencia el eslabón que despierta interés (atentado), sino otro, como símbolo (vestidos). Si se inquiere por la causa de este proceso patológico interpolado, se averigua una sola, el desprendimiento sexual, del que también hay testimonio en la conciencia. Este se anuda al recuerdo del atentado, pero es notabilísimo que no se anudase al atentado cuando fue vivenciado. Aquí se da el caso de que un recuerdo despierte un afecto que como vivencia no había despertado, porque entretanto la alteración de la pubertad ha posibilitado otra comprensión de lo recordado.
Pues bien; este caso es típico para la represión en la histeria. Dondequiera se descubre que es reprimido un recuerdo que sólo con efecto retardado {nachträglich} ha devenido trauma. Causa de este estado de cosas es el retardo de la pubertad respecto del restante desarrollo del individuo.
Condiciones de la pjvtou yeudoz ust [ejicou]
Sí bien en la vida psíquica no es habitual que un recuerdo despierte un afecto que no conllevó como vivencia, eso es algo por entero habitual en el caso de la representación sexual, justamente porque la dilación de la pubertad es un carácter universal de la organización. Toda persona adolescente tiene huellas mnémicas que sólo pueden ser comprendidas con la emergencia de sensaciones sexuales propias; se diría entonces que todo adolescente porta dentro de sí el germen de la histeria. Y es evidente que hará falta la cooperación de otros factores para que este universal constreñimiento se limite al escaso número de personas que efectivamente se vuelven histéricas.
Ahora bien, el análisis indica que lo perturbador en un trauma sexual es claramente el desprendimiento de afecto, y la experiencia enseña a conocer en los histéricos unas personas de quienes se sabe, en parte, que han sido vueltas excitables sexualmente de manera prematura por estimulación mecánica y de sentimientos (masturbación), y de quienes en parte se puede suponer que en su disposición se contiene un desprendimiento sexual prematuro.
Comienzo prematuro del desprendimiento sexual, o desprendimiento sexual intensificado prematuramente, son, a todas luces, de valor equivalente. Esto queda reducido a un factor cuantitativo.
Pues bien: ¿en qué consistirá el significado de lo prematuro en el desprendimiento sexual? Aquí todo el peso recae sobre la condición de prematuro, ya que no se comprueba que el desprendimiento sexual mismo dé ocasión para la represión; también esto convertiría a la represión en un proceso de frecuencia normal.