Manuscrito J. Señora P. J. (de 27 años) (sin fecha, ¿1895?)
Llevaba tres meses de casada; su marido, viajante, había debido abandonarla pocas semanas después de la boda, y su ausencia duraba ya varias semanas. Lo echaba mucho de menos, sentía nostalgia de él. Ella había sido cantante, o al menos había recibido formación de tal. Para matar el tiempo cantaba acompañándose con el piano, cuando de pronto se sintió mal del vientre y estómago, la cabeza le daba vueltas, opresión, sentimiento de angustia, parestesia cardíaca; creyó que se volvía loca. Un momento después se le ocurrió haber comido a la mañana huevos y hongos; se consideró entonces envenenada. No obstante, ese estado le pasó pronto. Al día siguiente, la muchacha de servicio le contó que una señora que vivía en el mismo edificio había enloquecido; desde entonces ya no la abandonó la idea obsesiva angustiada de que también ella se volvería loca. He ahí el argumento: Ahora, en primer lugar, presupongo que aquel estado fue un ataque de angustia, un desprendimiento sexual que se traspuso en angustia. Me temo que un ataque así pueda sobrevenir sin que se consume al mismo tiempo un proceso psíquico. Pero no quiero desautorizar la posibilidad, más favorable, de que se consiga rastrear un proceso de esta índole; más bien partiré de esto en el trabajo. Yo espero lo siguiente: Le entró añoranza por su marido (o sea, por el trato sexual con él), y en ese momento le acudió una idea que excitó afecto sexual y, como ulterior consecuencia, una defensa, se espantó y estableció un enlace falso {falsche Verknüpfung) o sustitución. Inquiero primero por las circunstancias que rodearon al suceso. Es preciso que algo le haya hecho acordar del marido. Ella cantaba el aria de Carmen, «Près des remparts de Séville etc.» Me hago repetir el aria; ella ni siquiera conoce el texto con exactitud. – ¿En qué pasaje se le antoja a usted que empezó el ataque? – «No lo sé». – A la presión [sobre la frente] indica que fue después de terminada el aria. Y ello es muy posible, es una ilación de pensamiento incitada por el texto de la canción. – Yo asevero entonces que antes del ataque estaban presentes en ella unos pensamientos que quizá no recuerda. En efecto, no recuerda nada, pero la presión arroja «marido» y «añoranza». Esto último, tras mi esforzar, es definido mejor como «añoranza de ternuras sexuales». – Por cierto que lo creo; su estado no fue más que una efusión amorosa. ¿Conoce la canción del paje: «Voi che sapete che cosa è amor, Donne vedete s’io l’ho nel cor … »?( Sin duda que hubo otra cosa más, una sensación en el bajo vientre, unas ganas convulsivas de orinar. – Ella lo corrobora; la insinceridad de las mujeres empieza al omitir ellas de sus estados los síntomas sexuales característicos. Por tanto, fue efectivamente una polución. – ¿Usted inteligirá, desde luego, que un estado así de añoranza en una señora joven y abandonada no puede tener nada de ignominioso? – Al contrario, opina ella, es algo que debe ser así. – Bien; entonces me falta un fundamento para aquel espanto. Por «marido» y «añoranza» no se espantó usted, sin duda; por lo tanto, nos faltan aquí otros pensamientos más idóneos para el terror. – No obstante, ella sólo indica que todo el tiempo ha tenido miedo de los dolores que el comercio le causaba, pero que la añoranza ha sido mucho más intensa que la angustia ante los dolores. -Aquí se interrumpe. Es muy conjeturable que en la escena 1 (junto al piano), además del pensamiento de la añoranza por el marido (que ella recordaba) se urdió una ilación de pensamiento no recordada, que alcanza a lo profundo y lleva a una escena II. Ahora bien, todavía no conozco el punto de anudamiento. Hoy acude llorosa, desesperada, es evidente que no tiene esperanza alguna en el resultado de este tratamiento. 0 sea que la resistencia ya se ha puesto en movimiento, y por ende todo se dificulta. Yo quiero saber entonces qué clase de pensamientos que pudieran causar espanto estaban presentes además. Produce toda clase de cosas que no vienen al caso. Que por largo tiempo no había sido desflorada, lo cual le fue corroborado por su profesor Chrobak; que atribuía a ello sus estados nerviosos y por eso deseaba que aconteciera. – Esto era naturalmente un pensamiento ulterior; hasta la escena I estuvo sana. – Por fin, me informó haber tenido ya un ataque semejante, pero mucho más débil y pasajero, con las mismas sensaciones. (Gracias a ello averiguo que la conducción hacia lo profundo pasa por la propia imagen mnémica de la polución). Entramos en aquella escena. En aquel momento (hace cuatro años) tenía un compromiso en Ratisbona, había hecho un ensayo por la mañana y su canto gustó; a la tarde, en casa, tuvo una «aparición», como si ella «tramara» algo (una pelea) con el tenor de la troupe y otro señor, y luego el ataque con el miedo de volverse loca. Esta es una escena II, que fue tocada asociativamente en la escena I. Tenemos que decirnos que también aquí el recuerdo es lagunoso; era preciso que se agregaran otras representaciones para justificar allí el desprendimiento sexual y el espanto. Inquiero por estos eslabones intermedios, pero tengo que oír en cambio unos motivos. Dice que la vida de teatro en general no le ha gustado. – ¿Por qué no? – La brusquedad del director y el trato de los actores entre sí. -Pido detalles sobre esto último. – Había una vieja actriz con quien los jóvenes se chanceaban preguntándole sí podían ir a pasar la noche con ella. – Algo más sobre el tenor. – Este por añadidura la ha importunado, durante el ensayo le puso la mano sobre el busto. – ¿A través del vestido o sobre la piel desnuda? – Ella primero dice esto último, luego se retracta, estaba en traje de calle. – ¿Y qué más? – Toda la manera del trato, el tomarse y besarse entre los colegas, le daba espanto. – ¿Y algo más? – De nuevo la brusquedad del director, por otra parte ella sólo estuvo pocos días. – ¿El atentado del tenor fue el mismo día de su ataque? – No, ella no sabe si fue antes o después. -Los exámenes con presión [sobre su frente] dan por resultado que el atentado ocurrió el cuarto día de su estadía, y el ataque el sexto. Interrumpido por huida de la paciente.
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