Seminario 1: clase 11, Ideal del Yo y Yo-Ideal. 31 de Marzo de 1954

Freud línea a línea. Los engaños de la sexualidad. La relación simbólica define la posición del sujeto en lo imaginario.

Leclaire, quien ha trabajado para nosotros el difícil texto de Introducción al narcisismo, seguirá aportándonos hoy sus reflexiones e interrogantes. Vuelva usted a la segunda parte, e intente hacer muchas citas.
1)
DR. LECLAIRE: Es éste un texto que no puede resumirse. Habrá que citarlo casi íntegramente. La primera parte plantea la distinción fundamental de la libido con argumentos en base a los que usted construyó sus consideraciones acerca del plasma germinal. En la segunda parte, Freud nos dice que el estudio de las demencias precoces -lo que él llama el grupo de las parafrenias -, sigue siendo ciertamente el mejor acceso para el estudio de la psicología del yo. Pero no seguirá examinándolas. Freud nos muestra otras vías capaces de conducir a reflexiones sobre la psicología del yo. Parte de la influencia de las enfermedades orgánicas sobre la distribución libidinal, que puede considerarse como una excelente introducción a la medicina psicosomática. Se refiere a una conversación que tuvo con Ferenczi al respecto, y parte de la comprobación que, en el curso de una enfermedad, de un sufrimiento, el enfermo retrae sus cargas libidinales sobre su yo para liberarlas de nuevo tras su curación. Freud piensa que ésta es una consideración trivial, pero que, sin embargo, exige ser examinada. Durante la fase en que retira su carga libidinal de los objetos, la libido y el interés del yo se confunden nuevamente, tienen de nuevo el mismo destino, y es imposible distinguirlos.

¿Conoce usted a Wilhelm Busch? Es un humorista en el que usted debiera inspirarse. Hay una creación suya inolvidable que se llama Balduin Bählamm, el poeta trabado. El dolor de muelas que sufre interrumpe todos sus ensueños idealistas y platonizantes, así como su inspiración amorosa. Por ese dolor olvida las cotizaciones de la bolsa, los impuestos, la tabla de multiplicar, etc. Todas las formas habituales del ser pierden súbitamente su atractivo, están anuladas. Y ahora, en el pequeño agujero, la muela habita. El mundo simbólico de las cotizaciones de la bolsa y de la tabla de multiplicar se halla enteramente cargado en el dolor.

DR. LECLAIRE:-Freud pasa luego a otro punto, el estado de reposo, en el cual también hay una retirada narcisística de las posiciones libidinales. Vuelve luego a la hipocondría, a sus diferencias y puntos en común con la enfermedad orgánica. Llega a la noción de que la diferencia entre ambas, que quizá no tenga ninguna importancia, es la existencia de una lesión orgánica. El estudio de la hipocondria le permite sobre todo precisar que en el hipocondríaco también se producen, sin duda, cambios orgánicos del orden de las perturbaciones vaso-motoras, perturbaciones circulatorias, y postula una similitud entre la excitación de una zona cualquiera del cuerpo y la excitación sexual. Introduce la noción de erogeneidad, de zonas erógenas que pueden, dice Freud, reemplazar lo genital y comportarse como él, es decir, ser la sede de manifestaciones y descargas. Nos dice que todo cambio de este tipo de erogeneidad en un órgano podría ser paralelo a un cambio de carga libidinal en el yo. Lo que vuelve a plantear el problema psicosomático. De todos modos, luego del análisis de la erogeneidad, y de las posibilidades de erogeneización de cualquier parte del cuerpo, arriba a la suposición de que la hipocondría podría clasificarse dentro de las neurosis que dependen de la libido del yo, mientras que las demás neurosis actuales dependerían de la libido objetal. Tuve la impresión que este pasaje, que en el conjunto de la segunda parte forma una especie de párrafo, es menos importante que el segundo párrafo de la segunda parte, en el cual Freud define los dos tipos de elección objetal.

El comentario esencial de Freud es que resulta casi indiferente que una elaboración de la libido– saben lo difícil que es traducir Verarbeitung, y elaboración no es totalmente adecuado- se produzca sobre objetos reales u objetos imaginarios. La diferencia sólo aparece más tarde, cuando la orientación de la libido se efectúa sobre objetos irreales. Esto conduce a Staunng, a embalsar la libido, lo cual nos introduce al carácter imaginario del ego, puesto que se trata de su libido.

O. MANNONI:-Esa palabra alemana debe significar construcción de un dique. Parece tener sentido dinámico, y significa a la vez elevación del nivel y, por consiguiente, una energía cada vez mayor de la libido, lo que el inglés expresa bien con el damming.

Damming up, incluso. Freud cita al pasar cuatro versos de Enrique Heine en los Schöpfungslieder, recopilados generalmente con los Lieder. Es un curioso grupito de siete poemas, a través de cuya ironía y humor aparecen muchas cosas que conciernen a la psicología de la Bildung. Freud se plantea el problema de saber por qué el hombre sale del narcisismo. ¿Por qué el hombre está insatisfecho? En ese momento verdaderamente crucial de su demostración científica, Freud nos ofrece los versos de Heine. Es Dios quien habla, y dice: La enfermedad es el fundamento último del conjunto del empuje creador. Creando me he curado.

DR. LECLAIRE:-Es decir que ese trabajo interior para el cual son equivalentes los objetos reales y los objetos imaginarios…

Freud no dice que son equivalentes. Dice que, en el punto en que estamos de la formación del mundo exterior, es indiferente considerar si es real o imaginario. La diferencia sólo aparece después, en el momento en que el embalse produce sus efectos.

DR. LECLAIRE:- Llego pues al segundo subcapítulo de la segunda parte, donde Freud nos dice que otro punto importante en el estudio del narcisismo es el análisis de la diferencia de las modalidades de la vida amorosa en el hombre y en la mujer. Freud llega a distinguir dos tipos de elección, que podemos traducir como anaclítica y narcisística, y estudia su génesis. Escribe esta frase: «el individuo tiene dos objetos sexuales primitivos: él mismo y la mujer que se ocupa de él». Podremos partir de aquí

El mismo, o sea, su imagen. Está bien claro.

DR. LECLAIRE:-Más adelante, Freud detalla la génesis, la forma misma de esta elección. Comprueba que las primeras satisfacciónes sexuales autoeróticas cumplen una función en la conservación de sí. Después, comprueba que las pulsiones sexuales se aplican primero a la satisfacción de las pulsiones del yo y que sólo más tarde se hacen autónomas. Así, el niño ama primero al objeto que satisface sus pulsiones del yo, es decir, a la persona que se ocupa de él. Por último, Freud define el tipo narcisístico de elección objetal, patente sobre todo, dice, en quienes el desarrollo libidinal estuvo perturbado.

Es decir, en los neuróticos.

DR. LECLAIRE:-Estos dos tipos fundamentales corresponden- nos lo había anunciado- a los dos tipos fundamentales, masculino y femenino.

Los dos tipos: narcisístico y Anlehnung.

DR. LECLAIRE:-Anleknung tiene una significación de apoyo.

La noción de Anlehnung no carece de relación con la noción de dependencia desarrollada posteriormente. Pero es una noción más amplia, y más rica. Freud hace una lista de los diferentes tipos de fijación amorosa, que excluye toda referencia a lo que podría llamarse una relación madura, ese mito del psicoanálisis. Existe ante todo, en el campo de la fijación amorosa, de la Verliebtheit el tipo narcisístico. Está fijado pues se ama primero, lo que uno mismo es, vale decir, como Freud lo precisa entre paréntesis, uno mismo; segundo, por lo que uno ha sido; tercero, lo que uno quisiera ser; y cuarto, la persona que fue una parte del propio yo. Es el Narzissmustypus.

El Anlehnungstypus no es menos imaginario, pues está fundado también en una inversión de identificación. El sujeto se ubica entonces en una situación primitiva. Ama a la mujer que alimenta y al hombre que protege.

DR. LECLAIRE:-Aquí, Freud anticipa cierto número de consideraciones que valen como pruebas indirectas a favor de la concepciòn del narcisismo primario del niño, y que localiza esencialmente- es curioso decirlo- en la manera como los padres ven a su hijo.

Se trata aquí de la seducción que ejerce el narcisismo. Freud señala lo fascinante y satisfactorio que es, para todo ser humano, la aprehensión de un ser que presenta las carácterísticas de ese mundo clausurado, cerrado sobre sí mismo, satisfecho, pleno, que representa el tipo narcisístico. La compara con la seducción soberana que ejerce un bello animal.

DR. LECLAIRE:-Dice- Su majestad el niño. El niño es lo que sus padres lo hacen en la medida en que le proyectan el ideal. Freud precisa que dejará de lado los trastornos del narcisismo primario del niño, aunque sea éste un tema muy importante, pues se vincula con el complejo de castración. Aprovecha para ubicar más correctamente la noción de protesta viril de Adler, colocándola en su justo lugar…

…que no es reducido, sin embargo.

DR. LECLAIRE:-…sí, que es muy importante, pero que Freud vincula a los trastornos del narcisismo primario originario. Llegamos a esta importante pregunta: ¿en qué se convierte la libido del yo en el adulto normal? ¿Debemos admitir que está confundida en su totalidad con las cargas objetares? Freud rechaza esta hipótesis y recuerda que la represión existe, en suma, con una función normalizarte. Hemos dicho que la represión -dice, y esto es lo esencial de su demostración- parte del yo, con sus exigencias éticas y culturales. Las mismas impresiones, los mismos acontecimientos que le sucedieron a un individuo, los mismos impulsos que una persona deja surgir en ella o que por lo menos elabora de manera consciente, serán rechazados con indignación por otra persona, o incluso ahogados antes de volverse conscientes. Hay aquí una diferencia de comportamiento, según los individuos, las personas. Freud intenta formular así esta diferencia: Podemos decir que uno de los sujetos ha construido en sí un ideal, con el cual compara su yo actual, mientras que el otro carece de semejante ideal. La formación de un ideal sería, por parte del yo, la condición de la represión. A este yo ideal se consagra el amor ególatra de que en la niñez era objeto el yo verdadero. Y prosigue… No es el yo verdadero, es el yo real: das wirklich Ich.

Prosigue el texto: El narcisismo aparece desplazado sobre este nuevo yo ideal adornado, como el infantil, con todas las perfecciónes. Como siempre en el terreno de la libido, el hombre se demuestra aquí, una vez más, incapaz de renunciar a una satisfacción ya gozada alguna vez.-Freud emplea aquí por primera vez el término yo ideal en la frase-. A este yo ideal se consagra el amor ególatra de que en la niñez era objeto el yo verdadero… Pero enseguida dice: No quiere renunciar a la perfección de su niñez… intenta conquistarla de nuevo bajo la nueva forma de su ideal del yo. Figuran pues aquí las dos expresiones, yo ideal e ideal del yo.

Dado el rigor de la escritura de Freud, uno de los enigmas de este texto, que Leclaire ha señalado muy bien, es la coexistencia, en el mismo párrafo, de los dos términos.

DR. LECLAIRE:-Es curioso observar que la palabra forma sustituye a la palabra yo.

Perfectamente. Y Freud emplea aquí Ich-ldeal, que es exactamente simétrico y opuesto a Ideal-Ich. Signo de que Freud designa aquí dos funciones diferentes. ¿Qué quiere decir esto? Trataremos de precisarlo luego.

DR. LECLAIRE:-Lo que observo es que en el momento en que Freud sustituye el término yo ideal por ideal del yo, hace preceder ideal del yo por nueva forma.

Por supuesto.

DR LECLAIRE:-La nueva forma de su ideal del yo es lo que él proyecta delante de sí como su ideal.

El párrafo siguiente aclara esta dificultad. Por una vez, excepcional en su obra, Freud pone los puntos sobre las íes a propósito de la diferencia entre sublimación e idealización. Continúe.

DR. LECLAIRE: -Freud formuló pues la existencia del yo ideal, que luego llama ideal del yo, o forma del ideal del yo. Dice que no hay sino un paso desde este punto a la investigación de las relaciones entre la formación del ideal y la sublimación. La sublimación es un proceso de la libido objetal. Por el contrario, la idealización concierne al objeto que es agrandado, elevado, sin modificaciones en su naturaleza. La idealización es posible tanto en el dominio de la libido del yo como en el de la libido objetal.

Es decir que, una vez más, Freud coloca ambas libidos en el mismo plano.

DR. LECLAIRE: -La idealización del yo puede coexistir con una sublimación falida. La formación del ideal del yo aumenta las exigencias del yo y favorece al máximo la represión.

Uno está en el plano de lo imaginario, el otro en el plano de lo simbólico, ya que la. exigencia del Ich-Ideal encuentra su lugar en el conjunto de las exigencias de la ley.

DR. LECLAIRE:-La sublimación ofrece, por lo tanto, el atajo para satisfacer esa exigencia sin acarrear la represión.

En el caso de la sublimación satisfactoria.

DR. LECLAIRE:-Freud termina el breve párrafo relativo a las relaciones entre el ideal del yo y la sublimación en este punto. No sería de extrañar que encontrásemos una instancia psíquica especial encargada de velar por la satisfacción que se desprende del ideal del yo, y que en cumplimiento de su función, vigila de continuo al yo actual. Esta hipótesis de una instancia psíquica especial que cumpliría entonces una función de vigilancia y seguridad nos conducirá, más tarde, al superyó. Freud apoya su demostración en un ejemplo extraído de las psicosis, el síndrome de influencia, donde dice, esa instancia es particularmente visible. Antes de hablar de síndrome de influencia aclara que, si una instancia tal existe, no podemos descubrirla, sino suponerla como tal. Me parece muy importante que, en esta primera forma de introducir el superyó, Freud diga que esta instancia no existe, que no se la descubrirá, que sólo puede suponersela. Anade que lo que llamamos nuestra conciencia cumple esta funcion, tiene esta carácterística. Los enfermos de este tipo se quejan de estar vigilados, de oír voces, de que se conoce su pensamiento, de que se los observa. Tienen razón dice Freud, esta queja está perfectamente justificada y corresponde a la verdad. En todos nosotros, y dentro de la vida normal, existe realmente tal poder, que observa, advierte y critica todas nuestras intenciones. Encontramos después…

No es ese exactamente el sentido. Freud dice que si una instancia tal existe, no es posible que sea algo que aún no hayamos descubierto. Los ejemplos que elige muestran que la identifica con la censura. Vuelve a encontrar esta instancia en el delirio de influencia, donde se confunde con el que ordena los actos del sujeto. La reconoce luego en lo que se define como el fenómeno funcional de Silberer. Según Silberer, la percepción interna por parte del sujeto de sus propios estados, de sus mecanismos mentales en tanto funciones, en el momento en que se desliza en el sueño, jugaría un rol formador. El sueño daría de esa percepción una transposición simbólica, entiéndase aquí simbólico simplemente en el sentido de representado por imagenes. Veríamos aquí una forma espontánea de desdoblamiento del sujeto. Freud siempre conservó ante esta concepción de Silberer una actitud ambigüa, diciendo a la vez que este fenómeno es muy importante, y que no obstante es secundario respecto a la manifestación del deseo en el sueño. Quizás esto se deba al hecho- dice en alguna parte- de que su propia naturaleza es tal que este fenómeno no tiene, en sus propios sueños, la importancia que puede tener en los de otras personas. Esta vigilancia del yo que Freud destaca, perpetuamente presente en el sueño, es el guardián del dormir, situado como al margen de la actividad del sueño y, muy a menudo, listo, también él, a comentarla. Esta participación residual del yo es, como todas las instancias que Freud presenta aquí con el título de censura, una instancia que habla, es decir una instancia simbólica.

DR. LECLAIRE:-Hay luego, algo así como una tentativa de síntesis en la que se aborda la discusión del sentimiento de sí en el individuo normal y en el neurótico. El sentimiento de sí tiene tres orígenes: la satisfacción narcisista primaria, el criterio de éxito, es decir la satisfacción del deseo de omnipotencia, y la gratificación recibida de los objetos de amor. Estas son las tres raíces que Freud parece retener del sentimiento de sí. Creo que no es necesario aquí abordar en detalle su discusión. Preferiría volver a la primera de las observaciones complementarias. Esta me parece extremadamente importante: El desarrollo del yo consiste en un alejamiento del narcisismo primario y crea una intensa tendencia a reconquistarlo. Este alejamiento sucede mediante el desplazamiento de la libido sobre un ideal del yo impuesto desde el exterior, y la satisfacción es proporcionada por el cumplimiento de este ideal. El yo pasa pues por una especie de alejamiento, de término medio, que es el ideal, y vuelve después a su posición primitiva. Se trata de un movimiento que, me parece, es la imagen misma del desarrollo.

O. MANNONI:-La estructuración.

Sí, la estructuración es muy acertado.

DR. LECLAIRE:-Sería preciso aclarar este desplazamiento de la libido sobre un ideal, porque una de dos- o el desplazamiento de la libido se efectúa una vez más sobre una imagen, sobre una imagen del yo, es decir, sobre la forma del yo, a la que se llama ideal, porque no es semejante a la que está actualmente allí, o a aquella que allí ha estado- o bien se llama ideal del yo a algo que está más allá de la forma del yo, que es propiamente un ideal, y que se acerca más a la idea, a la forma.

De acuerdo.

DR. LECLAIRE:-En este sentido se advierte, me parece, toda la riqueza de la frase. Pero también cierta ambigüedad. En la medida en que, si se habla de estructuración, es porque se considera el ideal del yo como forma de ideal del yo. Pero esto no está precisado en el texto.

SR. HYPPOLITE:-¿Podría usted volver a leer la frase de Freud?

DR. LECLAIRE:-El desarrollo del yo consiste en un alejamiento del narcisismo primario y crea una intensa tendencia a conquistarlo de nuevo.

SR. HYPPOLITE:-¿Alejamiento es Entfernung?

Si, es Entfernung exactamente.

SR. HYPPOLITE:-¿Pero acaso hay que entender esto como engendramiento del ideal del yo?

LECLAIRE:-No. Del ideal del yo Freud habla antes El alejamiento se efectúa por un desplazamiento de la libido sobre un ideal del yo impuesto desde el exterior. La satisfacción surge de la realización de ese ideal. Evidentemente, en la medida en que hay realización de ese ideal…

SR. HYPPOLITE:-…irrealizable, porque a fin de cuentas es el origen de la trascendencia, destructora y atrayente.

DR. LECLAIRE:-Sin embargo, no está explícito. La primera vez que Freud habla del yo ideal, es para decir que ahora el amor a sí mismo se dirige hacia ese yo ideal.

O. MANNONI:-En mi opinión, a menudo se tiene la impresión de que se hablan varias lenguas. Creo que quizás habría que distinguir entre desarrollo de la persona y estructuración del yo. Algo así nos permitiría entendernos, porque lo que se estructura es en efecto un yo, pero en un ser que se desarrolla.

Sí, estamos en la estructuración. Exactamente allí donde se desarrolla toda la experiencia analítica, en la unión de lo imaginario y lo simbólico. Hace un rato, Leclaire planteó el interrogante acerca de la función de la imagen, y la función de, lo que el llamó, la idea. Sabemos bien que la idea nunca vive sola. Vive con todas las otras ideas, ya nos lo enseñó Platón.

Para esclarecer un poco todo esto empecemos a hacer funcionar el aparento que les muestro desde hace varias sesiones.

2)
Partamos del animal, un animal también ideal, es decir, logrado, el animal no logrado es aquel que hemos podido capturar. Ese animal ideal nos ofrece una visión de completitud, de realización, porque supone el ajuste perfecto, incluso la identidad del Innenwelt y el Umwelt. Allí reside la seducción de esa forma viva, que despliega armoniosamente su apariencia.

¿Qué nos muestra, al respecto, el desarrollo del funcionamiento instintual? La extrema importancia de la imagen. ¿Qué es lo que funciona en la puesta en marcha del comportamiento complementario del pichón macho y del pichón hembra? Algunas Gestalten.

Simplifiquemos, y consideremos este funcionamiento sólo en un momento determinado. El sujeto animal, macho o hembra, está como captado por una Gestalt. El sujeto se identifica literalmente al estimulo desencadenante. El macho está capturado en la danza en zig-zag a partir de la relación que se establece entre él mismo y la imagen que ordena el desencadenamiento del ciclo de su comportamiento sexual. La hembra también está capturada en esa danza recíproca. No se trata solamente de la manifestación exterior de algo que siempre tiene un carácter de danza, de gravitación de dos cuerpos. Es éste hasta hoy uno de los problemas más difíciles de resolver en física, pero que en el mundo natural se ha realizado armoniosamente en la relación de pareo. En ese momento, el sujeto es totalmente idéntico a la imagen que dirige el desencadenamiento completo de determinado comportamiento motor, el cual produce y remite al compañero, en determinado estilo, la orden que le hace continuar la otra parte de la danza.

La manifestación natural de este mundo cerrado de dos nos ilustra la conjunción de la libido objetar y la libido narcisistica. En efecto, el apego de cada objeto para con el otro está hecho de la fijación narcisística a esa imagen, porque esa imagen, y sólo ella, es lo que él esperaba. Tal es el fundamento del hecho que, en el orden de los seres vivos, sólo el compañero de la misma especie- nunca se lo destaca suficientemente- puede desencadenar esa forma especial llamada comportamiento sexual. Salvo ciertas excepciones, que deben situarse en ese margen de error que presentan las manifestaciones de la naturaleza.

Digamos que, en el mundo animal, todo el ciclo del comportamiento sexual está dominado por lo imaginario. Por otra parte, es en el comportamiento sexual donde se manifiesta la mayor posibilidad de desplazamiento, incluso en el animal. Lo empleamos ya a título experimental cuando le presentamos al animal una trampa, una falsa imagen, un compañero macho que no es más que una sombra provista de sus carácterísticas principales. En ocasión de las manifestaciones del fenotipo que, en muchas especies, se produce en ese momento biológico que llama al comportamiento sexual, basta presentar esa trampa para desencadenar la conducta sexual. La posibilidad de desplazamiento, la dimensión imaginaria, ilusoria, es esencial a todo lo que pertenece al orden de los comportamientos sexuales.

¿Sucede o no lo mismo en el hombre? Esta imagen podría ser ese Ideal-Ich del que hablábamos hace un rato. ¿Por qué no? No obstante, no se nos ocurre llamar Ideal-Ich a esta trampa. ¿Dónde situarlo entonces? Aquí se revelan los méritos de mi aparatito.

¿Cuál es su alcance? Ya he explicado el fenómeno físico de la imagen real que puede ser producida por el espejo esférico, ser vista en su lugar, insertarse en el mundo de los objetos reales, ser enfocada al mismo tiempo que los objetos reales, aportar incluso a estos objetos reales una ordenación imaginaria, incluirlos, excluirlos, situarlos, completarlos.

Esto no es más que el fenómeno imaginario que les detallé en el animal. El animal hace coincidir un objeto real con la imagen que está en él. Mas aún, diría, tal como está indicado en los textos de Freud, que la coincidencia entre imagen y objeto real la refuerza, le da cuerpo, la encarna. En ese momento, se desencadenan comportamientos que guiarán al sujeto hacia su objeto, por intermedio de la imagen.

¿Se produce esto en el hombre?

Como sabemos, las manifestaciones de la función sexual en el hombre se carácterizan por un desorden eminente. Nada se adapta. Esa imagen, en torno a la cual nosotros, psicoanalistas, nos desplazamos, presenta, ya sea en la neurosis o en la perversión, una especie de fragmentación, de estalido, de despedazamiento, de inadaptación, de inadecuación. Existe una especie de juego de escondite entre la imagen y su objeto normal, suponiendo que adoptemos el ideal de una norma en el funcionamiento de la sexualidad. ¿Cómo podemos entonces representarnos el mecanismo por el cual esa imaginación en desorden llega finalmente, sin embargo, a cumplir su función?

Trato de utilizar términos sencillos para guiarlos adecuadamente en el pensar. Se podrían emplear otros más complicados. Pero se dan cuenta que ésta realmente es la pregunta que se plantean apasionadamente los analistas, rascándose enérgicamente la cabeza ante todo el mundo.

Tomen cualquier artículo, por ejemplo, el último que les leí, de nuestro querido Michael Balint; cuya próxima visita y llegada a nuestra sociedad les anuncio. Plantea la cuestión de saber qué es el fin del tratamiento. En la última sesión de nuestro ciclo de este trimestre, quisiera-tal vez no lo haré, no sé, dependerá de mi inspiración- quisiera hablarles de la terminación del análisis. Daremos así un salto ¿pero acaso nuestro análisis de los mecanismos de la resistencia y de la transferencia no nos lo permite?

Pues bien ¿qué es el fin del tratamiento? ¿Es acaso análogo a la finalización de un proceso natural? ¿El amor genital- ese El Dorado prometido de los analistas, y que con toda imprudencia prometemos a nuestros pacientes- es acaso un proceso natural? Por el contrario, ¿no se trata acaso de una serie de aproximaciones culturales que sólo pueden realizarse en algunos casos? ¿Depende entonces el análisis, su terminación, de toda clase de contingencias?

¿De qué se trata sino de ver cuál es la función del otro, del otro humano, en la adecuación de lo imaginario y lo real?
Seminario 1, clase 11
Esquema simplificado de los dos espejos

Volvemos a encontrar el pequeño esquema. Le añadí en la última reunión un perfecciónamiento que constituye una parte esencial de lo que intento demostrar. La imagen real sólo puede verse de manera consistente en determinado campo del espacio real del aparato, el campo que está delante del aparato constituido por el espejo esférico y el ramillete invertido.

Hemos situado el sujeto en el borde del espejo esférico. Pero sabemos que la visión de una imagen en el espejo plano es exactamente equivalente, para el sujeto, a lo que sería la imagen del objeto real para un espectador que estuviese más allá de ese espejo, en el lugar mismo en que el sujeto ve su imagen. Podemos pues reemplazar el sujeto por un sujeto virtual, SV, situado en el interior del cono que delimita la posibilidad de la ilusión, o sea en el campo x’y’. El aparato que he inventado muestra pues que, estando colocado en un punto muy cercano a la imagen real, puede vérsela no obstante en un espejo en estado de imagen virtual. Esto es lo que se produce en el hombre.

¿Cuál es su resultado? Una simetría muy particular. En efecto, el sujeto virtual, reflejo del ojo mítico, es decir, el otro que somos, está allí donde primero hemos visto a nuestro ego: fuera nuestro, en la forma humana. Esta forma está fuera nuestro, no en tanto está hecha para captar un comportamiento sexual, sino en tanto está fundamentalmente vinculada con la impotencia primitiva del ser humano. El ser humano sólo ve su forma realizada, total, el espejismo de sí mismo, fuera de sí mismo. Esta noción no figura aún en el artículo que estudiamos, sólo surgirá más tarde en la obra de Freud.

Lo que el sujeto, que sí existe, ve en el espejo es una imagen, nítida o bien fragmentada, inconsistente, incompleta. Esto depende de su posición en relación a la imagen real. Demasiado cerca de los bordes, se ve mal. Todo depende de la incidencia particular del espejo. Sólo en el cono puede obtenerse una imagen nítida.

De la inclinación del espejo depende pues que veamos, más o menos perfectamente, la imagen. En cuanto al espectador virtual, aquel al cual ustedes sustituyen mediante la ficción del espejo para ver la imagen real, basta que el espejo plano esté inclinado de cierto modo, para que esté en el campo desde donde se ve muy mal. Por este sólo hecho, también ustedes ven muy mal la imagen en el espejo. Digamos que esto representa la difícil acomodación de lo imaginario en el hombre.

Podemos suponer ahora que la inclinación del espejo plano está dirigida por la voz del otro. Esto no existe a nivel del estadio del espejo, sino que se ha realizado posteriormente en nuestra relación con el otro en su conjunto: la relación simbólica. Pueden comprender entonces que la regulación de lo imaginario depende de algo que está situado de modo trascendente -como diría Hyppolite- siendo lo trascendente en esta ocasión ni más ni menos que el vínculo simbólico entre los seres humanos.

¿Qué es el vínculo simbólico? Para poner los puntos sobre las íes, digamos que, socialmente, nos definimos por intermedio de la ley. Situamos a través del intercambio de símbolos, nuestros diferentes yos los unos respecto a los otros: usted es Mannoni y, yo, Jacques Lacan; estamos en determinada relación simbólica que es compleja, según los diferentes planos en que nos coloquemos, según estemos juntos en la comisaría, en esta sala, o de viaje.

En otros términos, la relación simbólica define la posición del sujeto como vidente. La palabra, la función simbólica, define el mayor o menor grado de perfección, de completitud, de aproximación de lo imaginario. La distinción se efectúa en esta representación entre el Ideal-Ich y el Ich-Ideal, entre yo ideal e ideal del yo. El ideal del yo dirige el juego de relaciones de las que depende toda relación con el otro. Y de esta relación con el otro depende el carácter más o menos satisfactorio de la estructuración imaginaria.

Semejante esquema ilustra que lo imaginario y lo real actúan al mismo nivel. Para comprenderlo, basta perfecciónar un poco más el aparato. Supongan que este espejo es un vidrio. Ustedes se ven en el vidrio y ven los objetos que están más allá. Se trata justamente de eso: de una coincidencia entre ciertas imagenes y lo real. ¿De qué otra cosa hablamos cuando evocamos una realidad oral, anal, genital, es decir, cierta relación entre nuestras imagenes y las imagenes? Hablamos justamente de las imagenes del cuerpo humano, y de la humanización del mundo, su percepción en función de imagenes ligadas a la estructuración del cuerpo. Los objetos reales, que pasan por intermedio del espejo y a través de él, están en el mismo lugar que el objeto imaginario. Lo propio de la imagen es la carga por la libido. Se llama carga libidinal a aquello por lo cual un objeto deviene deseable, es decir, aquello por lo cual se confunde con esa imagen que llevamos en nosotros, de diversos modos, y en forma más o menos estructurada.

Este esquema permite pues la representación de la diferencia- que Freud siempre establece cuidadosamente, y que a menudo resulta enigmática para los lectores-  entre regresión tópica y regresión genética, arcaica, la regresión en la historia como también se nos enseña a denominarla.

Según la inclinación del espejo, la imagen en el espejo esférico se obtiene, en forma más o menos bien lograda, en el centro o en los bordes. Incluso puede concebirse que se la pueda modificar. ¿Cómo se transforma finalmente la boca originaria en falo? Quizá resultaría más fácil comprenderlo construyendo con este fin un divertido pequeño modelo de física. Esto representa que, en el hombre, no puede establecerse ninguna regulación imaginaria, verdaderamente eficaz y completa, si no es mediante la intervención de otra dimensión. Esto es lo que busca al menos míticamente, el análisis.

¿Cuál es mi deseo? ¿Cuál es mi posición en la estructuración imaginaria? Esta posición sólo puede concebirse en la medida en que haya un guía que esté más allá de lo imaginario, a nivel del plano simbólico, del intercambio legal, que sólo puede encarnarse a través del intercambio verbal entre los seres humanos. Ese guía que dirige al sujeto es el ideal del yo.

La distinción es absolutamente esencial, y nos permite concebir lo que ocurre en el análisis en el plano imaginario, y que se llama transferencia.

Para captarla- éste es el mérito del texto de Freud- hay que comprender que es la Verliebtheit, el amor. EL amor es un fenómeno que ocurre a nivel de lo imaginario, y que provoca una verdadera subducción de lo simbólico, algo así como una anulación, una perturbación de la función del ideal del yo. El amor vuelve a abrir las puertas- como escribe Freud sin ambages- a la perfección.

EL Ich-Ideal, el ideal del yo, es el otro en tanto hablante, el otro en tanto tiene conmigo una relación simbólica, sublimada, que en nuestro manejo dinámico es a la vez semejante y diferente a la libido imaginaria. El intercambio simbólico es lo que vincula entre sí a los seres humanos, o sea la palabra, y en tanto tal permite identificar al sujeto. No hay aquí metáfora: el símbolo da a luz seres inteligentes, como dice Hegel.

El Ich-Ideal, en tanto hablante, puede llegar a situarse en el mundo de los objetos a nivel del Ideal-Ich, o sea en el nivel donde puede producirse esa captación narcisística con que Freud nos machaca los oídos a lo largo de este texto. Observen que en el momento en que se produce esta confusión, no hay ya ninguna regulación posible del aparato. Dicho de otro modo, cuando se está enamorado, se está loco, como lo expresa el lenguaje popular. Quisiera ilustrar aquí la psicología del flechazo. Recuerden a Werther cuando ve por primera vez a Lotte cuidando un niño. Es una imagen perfectamente satisfactoria del Anlehnungstypus en el plano anaclítico. Esta coincidencia del objeto con la imagen fundamental para el héroe de Goethe, desencadena su apego mortal: habrá que elucidar, la próxima vez, por qué ese apego es fundamentalmente mortal. Esto es el amor. En el amor se ama al propio yo, al propio yo realizado a nivel imaginario.

Nos matamos intentando resolver este problema: ¿cómo puede producirse la transferencia en los neuróticos, tan trabados en el plano del amor? La producción de la transferencia tiene un carácter absolutamente universal, verdaderamente automático, mientras que las exigencias del amor, por el contrario, son, como todos lo saben, tan específicas… No todos los días encontramos lo que está hecho de tal modo que pueda brindarnos justo la imagen de nuestro deseo. ¿Cómo es posible entonces que en la relación analítica la transferencia, de igual naturaleza que el amor-Freud lo dice en el texto que di a examinar a Granoff-se produzca incluso antes, puede decirse, que el análisis haya comenzado? Ciertamente, quizá no sea del todo igual, antes y durante el análisis.

El tiempo pasa y no quiero retenerlos más allá de las dos menos cuarto. Retomaré las cosas en este punto: ¿Cómo la función de la transferencia, desencadenada casi automáticamente en la relación analizado/analista- e incluso antes de que ella haya comenzado con la presencia y la función del análisis- nos permite hacer intervenir la función imaginaria del Ideal Ich?