En la relación del sujeto con el otro, en la relación del uno con los otros, hemos aprendido a distinguir, en su fineza, en su movilidad, una función de espejismo esencial. Hemos aprendido el desdoblamiento por la enseñanza del psicoanálisis, en el modo por el cual – después de doce o trece años – trato de articularlo.
Sabemos que el fracaso hasta aquí de toda ética, y secundariamente de toda filosofía subjetiva de dominar ese espejismo es debido al desconocimiento de ese autor del cual se regula invisiblemente la función del objeto a, en tanto que es ella, en su ambigüedad de bien y mal, la que realmente centra todos sus juegos.
En ese juego, el objeto a, en efecto, esto no es decir suficiente, corre, va y viene y pasa como la moscada. En su naturaleza es percibido y nunca reencontrado, en la medida en que, de tiempo en tiempo, aparecía en el campo con una claridad tan deslumbrante que es eso mismo lo que hace que no sea nunca reconocido ; ese objeto a, es calificado en lo que nos importa saber: la regla de una acción como eco del deseo. Se trata de saber en qué suerte de acción puede servir este reconocimiento de un factor nuevo en la ética, en la filosofía subjetiva.
Seguramente, cuando he deseado saber de mi público un poco más, y especialmente en las visitas que he podido hacer, en medida del tiempo que tengo disponible, he podido darme cuenta, pues, que pude tener algunos ecos, para algunos y para muchos, más matizados, variados, de lo que yo suponía. Esta enseñanza toma su valor, que es el de toda la enseñanza, por sostener, y esto no es nada en más de uno, ese estado de indeterminación, que sabemos tener más de un ardid en el bolsillo, que es aquel que nos es dado vivir, las cosas siendo lo que son.
Entiendo que esto quiere decir, se sepa ello o no, aquí, que yo tengo en otra parte una escuela de Psicoanálisis y que lleva el nombre de Freud y el nombre de la ciudad donde he tomado el cargo de dirigirla.
Esta escuela, si merece su nombre, en el sentido en que ese término se emplea desde la antigüedad, es algo donde se debe formar un estilo de vida.
Ahí pido que vayan aquéllos que, a cualquier título, toman mi enseñanza por el principio de una acción que sea la suya y de la cual se pueda dar cuenta. Las catorce filas, aún hoy, casi llenas, les prueban que yo no quiero una barrera arbitraria por una barrera de apreciación de cualquier orden que sea, de experiencia, calidad o prestancia; que no quiero aquí poner barrera a nadie. Por otra parte, si he querido que se me demande venir aquí, es para ponerme también yo en postura de demandarles aquí el hacer sus pruebas de lo que es exigible en un cierto círculo más restringido. Para que esta enseñanza tome valor, quiero, en un plano suficientemente cercano, obtener de aquéllos que están aquí, algunos testimonios. Seguramente que sería vano e ineficaz, escuchar esos testimonios bajo la forma de una intervención hablada aquí. Lo deseo. Sé por experiencia, por la medida en el tiempo, que esto no es posible, y que no es la mejor vía. En tanto ese testimonio lo es de una acción interesada en esta enseñanza; para procederlo pienso proceder así: les serán propuestos aquí, trabajos, distinciones, comunicaciones, exposiciones, que tengan una suerte de carácter de nudo, de puntos vivos que se manifiesten particularmente, para aclarar, renovar, hasta hacer estallar, o al contrario singularmente hacer uniones, en el hilo de mi discurso.
Nada será hecho para hacerles esos nudos de alguna manera accesibles. No es la moneda de mi enseñanza la que les será dada aquí si entienden por moneda, esos momentos cerrados, opacos y resistentes de los cuales no hago, por otra parte, más que hacerles sentir la presencia sobre lo que, para ustedes, yo articulo. Serán, pues, al fin de cuentas, elementos más duros, más opacos, más localizados los que les serán propuestos, a aquéllos para quienes mi enseñanza pueda tener un valor más preciso. Eso entiende ser la provocación de una respuesta que me será dada en el intervalo de nuestros encuentros bajo la forma de pequeñas memorias, de memoriales, de sugestiones, de preguntas, en las cuales tendré que apoyarme para la elección de esos objetos que ulteriormente se verán aquí, esos objetos de los cuales hablo, objetos de provocación, sólo en ese diálogo que, ustedes lo ven bien, no puede operarse más que con aquéllos que aportarán una contribución que podrán elaborar en el intervalo de nuestros encuentros. Está en la naturaleza de las cosas que esto no se produzca más que con un pequeño número.
Muchos de los que están aquí, y que he dejado entrar aquí hoy, no hay ningún misterio, se darán cuenta que si ellos extraen provecho – es lo que deseo – de ese largo discurso que prosigo después de doce o trece años, es inconcebible, hasta esencial, que alguna parte, un círculo donde esas cosas sean puestas a prueba en una acción donde cada uno participe, que sea allí que parta, que se irradie, lo que continuaré a proseguir de mi curso ante ustedes. Es normal que para las tres cuartas partes de las personas que están aquí hoy, lleguen, en un momento a reconocer o, que no es para ellos el momento de venir aquí, o, simplemente, que no tendrán nunca nada que hacer aquí, sin que sean, de ningún modo, privados de algún mérito. Simplemente que lo que se hará aquí no será asunto suyo. He visto aquí gentes interesadas en su acción en lo que comportan esos cambios esenciales de la motivación ética y subjetiva que es la que introduce, en nuestro mundo, el análisis.
No prejuzgo a aquéllos que pudieran tomar ese rol; que para reconocerme aquí, procederé como Josué en un cierto rodeo que nos cuenta su historia. Verán, veré, el modo en el cual se sostienen cuando se trata, para ellos, de tomar al otro con sus manos para ver.
Cedo la palabra a Leclaire.
(la exposición del Dr. Leclaire no ha sido transcripta )
Dr. Lacan: Deseo conservar para esta primera reunión, todo su carácter de austeridad. Voy a pedir a alguien a quien he llamado expresamente para que estuviera presente en esta reunión, a Conrad Stein – en el tiempo en que Leclaire entró por primera vez en el ejemplo que ha retomado, completado, articulado perfectamente hoy – voy a pedir a Stein que, había destacado un cierto número de preguntas, puesto en duda la pertinencia exacta de la articulación, en ese momento de la primera cadena, aquella que va del lecho al cuerno, llega al unicornio, su carácter de representante representativo del inconsciente – si queda para él en suspenso alguna cuestión sobre la pertinencia de lo que ha sido anticipado, lo que él ha podido precisar. Si Stein encuentra poder renovar, bajo una fórmula cualquiera, su demanda de precisión, si está en estado de formularla, mantendremos esta cuestión en el orden del día en el pizarrón, pues deseo que intervengan hoy, aquéllos que han preparado otras materias, tan difíciles de entender como la comunicación de Leclaire.
He ahí lo que propongo: la comunicación de Leclaire, y las que seguirán, merecen su impresión. Esta impresión se hará y será puesta a vuestra disposición en un plazo de diez días, a título moderadamente oneroso. La forma más cómoda es ir a buscarla a casa de la señora Durand – 54 rue de Varene – donde podrán buscarla todos aquéllos que deseen tenerla.
Tanto por la extensión de ese tiraje, como por la seguridad de la continuidad, pido que aquéllos que tendrán esa comunicación, se comprometan – su nombre será revelado en el momento en que se procuren ese texto – a responder, allí, por un texto de al menos dos páginas, concerniente a lo que ellos destacan como necesidades, interrogaciones, hasta respuestas y que ellos se comprometan a hacérmelo llegar antes de la próxima reunión de seminario cerrado.
(Intervención del Dr. Stein y el Sr. Yves Duroux, no transcriptas)
Dr. Lacan: La necesidad del corte del tiempo deja, pues, el discurso de Duroux en suspenso, justo en el momento en que Jacques Alain Miller les iba a mostrar la relación, la incidencia directa con lo que nos ocupa en primer lugar, a saber: la relación del sujeto al significante, en la medida que aquí lo ven dibujarse simplemente en las relaciones del cero y del uno.
Si hoy hemos puesto cuidado en hacerles dar cuenta, con la mayor fidelidad, de un texto fundamental de las matemáticas, es porque es necesario que sepan que allí están las cuestiones tan punzantes que hasta para los matemáticos se plantean – que no tienen necesidad – y tienen su fecundidad. Todo lo que se ha producido recientemente como búsquedas matemáticas, se encuentra fundado en la confesión de aquéllos que lo han hecho pasar por los hechos. Bertrand Russell se remitió a esta obra que había permanecido en la más profunda oscuridad después de 25 años.
Por disparatadas que puedan parecerles las dos exposiciones que han escuchado hoy, si debe ser establecida por ustedes una relación tal, es por miles de hilos de comunicación, de los cuales no haré más que citar algunos.
Desde hace mucho tiempo, se ha entendido que, en tanto que la filosofía trataba de acordar el objeto de su ocupación, se les dirá que el objeto del unicornio no existe, Por otra parte, ¿existe un unicornio?, ¿existe un centauro? A partir del momento en que tienen un nombre; es precisamente de eso de lo que se trata en nuestra práctica, a saber, de la incidencia de la nominación en su estado conceptual o en su estado puro en el nombre propio, del cual nos ocuparemos en la enunciación de lo que determina el sujeto en su estructura y en su operación analítica. El resumen de esa obra de Frege se enlaza a nuestra práctica.
A todos los que deseen el texto de Leclaire en condiciones más amplias, les será remitido; a aquéllos que tengan que agregar algo a él.