Me hace falta avanzar y demostrar por el movimiento de qué naturaleza es el saber analítico, exactamente cómo se hace que pase este saber en lo real. Plantemos que se produce siempre más en la medida de la pretensión creciente del Je a afinarse como fondo et origo del Ser. Es lo que hemos propuesto pero esto no elucida, por supuesto, nada de lo que acabo llamar el pasaje de ese saber a lo real. No hago aquí alusión a otra cosa que la fórmula que he dado de la Verwerfung o rechazo, que es: todo lo que es rechazado en lo simbólico reaparece en lo real .
Esta prevalencia del Je en la cima de algo que es difícil de tomar sin prestarse a malentendidos, decir la época, decir asimismo como lo hemos dicho la era de la ciencia, es abrir siempre algún sesgo a una nota que se podría prender del término spinsismo, por ejemplo. La idea de fases humanas no es ahí cierta, lo que puede contentarnos y prestarse a muchos malentendidos. Partimos solamente de esto que es verdadero, que el discurso tiene su empiria y que creo haberles demostrado que el psicoanálisis no es pensable más que poniendo en sus precedentes los discursos de la ciencia. Se trata de saber donde se ubica en los efectos de este discurso: ¿adentro, afuera?. es allí, ustedes lo saben, que tratamos de asirlo como una especie de franja temblorosa, algo análogo a esas formas tan sensibles donde se revela el organismo. Hablo de franjas.
Hay, sin embargo, un paso a franquear antes de reconocer ahí el trazo de lo animado, pues el pensamiento tal como lo entendemos no es lo animado, sino el efecto del significante, es decir, último resorte de la huella; la estructura de eso la huella, continuamos el pensamiento en la huella y en ninguna otra cosa, porque la huella siempre ha causado al pensamiento. La relación de este procedimiento en el psicoanálisis se siente rápidamente por poco que se pueda imaginarlo o que se tenga de eso experiencia. Que Freud inventando el psicoanálisis sea la introducción de un método para detectar una huella del pensamiento, donde el pensamiento mismo la encuentra para reconocerse de otra manera que como la huella lo designa, he aquí lo que he promovido. He aquí eso contra lo cual no prevalecerá ningún despliegue de freudismo como ideología, ideología naturalista por ejemplo. Que ese punto de vista, que es un punto de vista de la historia de la filosofía, se haga valer en estos tiempos, aquí para gentes que se autorizan de la cualidad de psicoanalistas, he aquí que se manifiesta eso que va a dar más precisión a la respuesta que necesita la pregunta que he planteado de entrada, a saber: ¿cómo se hace para que el saber analítico pase a lo real?
La vía por donde esto que enseño pasa en lo real no es ninguna otra bizarra que la Verwerfung, el rechazo efectivo que vemos producirse en cierto nivel de generación de la posición del psicoanalista en tanto que no quiere saber nada de lo que es, sin embargo, su sólo y único saber. Eso que está rechazado en lo simbólico debe ser focalizado en un campo subjetivo en alguna parte para volver a aparecer a un nivel correlativo en lo real; donde sin duda, que quiere decir lo que aquí palpan, es decir, ese punto que testimonia lo que los periodistas han marcado bajo la etiqueta de estructuralismo y que no es más que vuestro interés, interés que toman en esto que se dice interés real.
Naturalmente hay entre ustedes psicoanalistas, eso es ya, una generación de psicoanalistas en quien se encarnará la justa posición del sujeto en tanto es necesaria para el acto analítico. Cuando la madurez de esta generación haya llegado se medirá la distancia recorrida al leer las cosas impensables, felizmente impresas para que ellas testimonien para quien sabe leer los prejuicios de donde habrá hecho falta extraer el trazado que necesita esta realización del análisis. Entre estos prejuicios y esas cosas impensables estará también el estructuralismo, quiero decir, lo que se llama ahora bajo ese título de cierto valor, cotizado en la bolsa de la cogitación. Si aquellos de ustedes que han vivido lo que habrá carácterizado la mitad de este siglo, digamos su primera parte, las pruebas que hemos atravesado de manifestaciones extrañas en la civilización, si aquellos no hubieran estado dormidos en sus habitaciones por una filosofía que ha continuado simplemente todo su ruido de matraca, yo tendría que disponer de menos tiempo para tratar de señalar los rasgos necesarios que ustedes no saben aplaudir para la fase de este siglo que va a continuar inmediatamente.
Cuando Freud introduce por primera vez en su Jenseits, Más allá del principio del placer, el concepto de repetición como forzamiento, Zwang, su repetición, Wiederholung, esta repetición es forzada, Wiederholungzwang, cuando lo introduce para dar su estado definitivo al estatuto del sujeto del inconsciente se mide bien el alcance de esta intrusión conceptual. Si se apela al Mas allá del principio del placer, es porque precisamente rompe con eso que le daba el modelo de la función psíquica, a saber, esta homeostasis que hace eco a aquella que necesita la sustancia del organismo que la redobla y la repite, que en el sistema nervioso, aislado como tal, él define por la ley de la menor tensión.
Lo que introduce la Wiederholungszwang está netamente en contradicción con esa ley primitiva que estaba enunciada en el principio del placer y es como tal que Freud nos la presenta; enseguida que hayamos leído (supongo) este texto, podemos ir a su extremo, lo que Freud formula como pulsión de muerte, traducción de Todestrieb, es a saber que no puede dejar de extender esta constricción de la repetición en un campo que no envuelva solamente al de la manifestación viviente sino que desborde incluyéndola en un paréntesis de un retorno a lo inanimado. Nos solicita por lo tanto hacer subsistir como viviente, nos hace falta meter allí este término entrecomillas, una tendencia que extiende su ley más allá de la duración del viviente. Miremos más de cerca ya que está allí lo que hace obstáculo, ante lo cual se revela desde un principio en tanto la cosa no está comprendida, se revela desde un primer abordaje, un pensamiento habituado a dar cierto soporte al término tendencia, soporte que acabo de evocar poniendo la palabra viviente entre comillas.
La vida entonces, en este pensamiento, no es más que el conjunto de fuerzas que resisten a la muerte, para citar a Bichat, es el conjunto de fuerzas donde se significa que la muerte sería para su vida su riel. En verdad esto no iría muy lejos, si se tratara del ente de la vida, sino de lo que podemos en un primer abordaje llamar su sentido, es decir, algo que podemos llamar en signos de una aparente espontaneidad vital, puesto que el sujeto no se reconoce ahí más que donde hace falta que hubiera un sujeto. Ya que de lo que trata no podría ser un simple efecto de la realidad del globo vital que estalla dejando el lugar en el estado en que estaba antes, sino de algo que, por cualquier parte donde lo sigamos, se formula no como simple retorno sino como un pensamiento de retorno, como un pensamiento de repetición. Todo lo que Freud ha tomado la huella, en su experiencia clínica, es donde va a buscarla, donde puntúa para él el problema, a saber, eso que se llama la reacción terapéutica negativa, o aún eso que aborda a ese nivel como un hecho de masoquismo primordial, como eso que en una vida insiste para quedar en cierto medio; pongamos los puntos sobre las íes, decimos enfermedad o fracaso.
Es esto lo que debemos tomar como un pensamiento de repetición: un pensamiento de repetición es de otro dominio que el de la memoria. La memoria sin duda evoca la huella también. ¿Pero la huella de la memoria, en que la reconocemos?. Ella tiene por efecto la no-repetición. Si buscamos determinar en la experiencia en que un microorganismo está dotado de memoria, lo veremos en esto: que el no reacciónará la segunda vez un excitante como la primera vez. Después de todo esto nos hará falta hablar de la memoria con prudencia, con interés, en suspenso al nivel de ciertas organizaciones inanimadas; pero la repetición es otra cosa, si hacemos de la repetición el principio rector de un campo en tanto que es propiamente subjetivo, no podemos dejar de formular eso que une de hecho, a manera de cópula, lo idéntico con lo diferente. Esto nos replantea el empleo a este fin de este rasgo unario del cual hemos reconocido la función electiva a propósito de la identificación. Recordaré lo esencial en términos simples, habiendo podido probar que una función tan simple, que parte llamativa en un contexto de filósofo o de pretendido tal se haya podido encontrar oscura, hasta opaca, a este simple señalamiento: que el rasgo unario juega rol de referencia simbólica, precisamente al excluir que sea la similitud, ni tampoco la diferencia que se plantea al principio de la diferenciación.
Ya he subrayado bastante aquí el uso del uno, que es este uno que distingo del Uno unificante, en ser lo incontable y en poder funcionar designando objeto tan heteróclitos como un pensamiento, un velo, cualquier objeto que esté aquí a nuestro alcance. Es decir, a tener por nula hasta sus más extrema diferencias como para instaurar su diferenciación de otra cosa. He aquí qué nos da la función del número y todo lo que se establece sobre la operación de la recurrencia de la cual saben que la demostración, se apoya sobre lo probado como verdadero: lo que es verdadero para N+1 lo es de N, nos basta saber N+1 para que la verdad de un teorema esté asegurada. Eso funda un ser de verdad que es de deslizamiento, esta suerte de verdad, si puedo decir, la sombra de una sombra, queda sin asidero sobre imagen real. Para retomar el esquema identificatorio de la alienación y ver como funciona, remarcaremos que el uno basal de la operación de la recurrencia todavía no está ahí, que él no se instaura más que por la repetición misma.
Retomemos, no tenemos aquí que remarcar que la repetición no podría dinámicamente deducirse del principio del placer, nosotros no lo hacemos más que para hacerles sentir el mantenimiento de la menor tensión, como principio del placer, no implica de ningún modo la repetición, al contrario, al continuar como una línea isotérmica terminará por llevar de situación de placer en situación de placer al sostenimiento deseado de la menor tensión. Si ella implica algún bucle, algún retorno, no puede ser más que por la vía, si se puede decir, de una estructura externa que no es de ninguna manera impensable puesto que yo evocaba siempre la existencia de una línea isotérmica. Esto no es así por más que se implique la existencia del Zwang en la Wiederholung freudiana en la repetición.
Una situación que se repite como situación de fracaso, por ejemplo, implica las coordenadas no de mayor y menor tensión sino de identidad significante de + ó – como signos de lo que debe ser repetido. Pero ese signo no era llevado como tal por la situación primera, no marcada del signo de la repetición, sin esto no sería primera más bien hace falta decir que deviene la situación repetida y por eso está perdida como situación de origen, que no hay algo perdido por el hecho de la repetición. Esto no solamente está perfectamente vinculado en Freud, sino que lo ha articulado antes del enunciado del más allá de principio del placer.
Desde los Tres ensayos para una teoría sexual vemos surgir como imposible el principio del rehallazgo que hay en el metabolismo de las pulsiones esta función del objeto perdido como tal; ya el simple abordaje de la experiencia clínica le había sugerido a Freud el hallazgo y su función. Ella da el sentido de lo que surge bajo la rúbrica de la Urverdrängung, es porque hace falta reconocer que lejos de haber en el pensamiento de Freud ruptura hay más bien preparación para una significación entrevista, preparación de algo que encuentra, en fin su estatuto último bajo la forma de una ley constituyente, aunque no sea reflexiva, constituyente del sujeto mismo: la repetición.
El grafo de esta función, pienso que todos ustedes han visto pasar bajo la forma que le he dado como soporte intuitivo, imaginativo, de esta topología del retorno, para que se solidarice a la parte que es tan importante como su efecto representado, a saber, su efecto retroactivo, cuando por el efecto del repitiente de lo que era a repetir deviene lo repetido. El trazo sobre el cual se sustenta lo que esta repetido en tanto que remitente debe enrularse, reencontrarse en el origen, trazo que así desde entonces marca lo repetido como tal; este trazado es el doble bucle, el ocho invertido.
Es lo que en la operación primera, fundamental como tal de la repetición, da ese efecto retroactivo que no se puede más que destacar, que nos fuerza a pensar la relación tercera del uno al dos que constituye al retorno, que vuelve en bucle hacia ese uno para dar el elemento no numerable que llamo el uno en más. Por no ser reductible a la serie de los números naturales, ni adicionales, ni sustraíbles, ese uno y ese dos que se suceden merece aún este título de uno en demasía con lo que he designado en esencial a toda determinación significante, y siempre lista a aparecer pero ha hacerse aprender huidiza, desaferrada en lo vivido, desde que el sujeto contante tiene que contarse entre otros.
Observemos ahí la forma topológica más radical necesaria para introducir lo que Freud se hace valer bajo sus formas polimorfas que se conocen bajo el término de regresión; tópica, temporal o formal, no es la regresión homogénea, su raíz común hay que encontrarla en ese retorno, en ese efecto de retorno de la repetición.
No es sin razón que he podido retardar tanto tiempo el examen de estas funciones de la regresión, bastaría referirse a un reciente articulo aparecido en alguna parte sobre un terreno neutro, médico, sobre la regresión, para ver la verdadera hiancia que deja abierta cuando un pensamiento habituado a no demasiada luz trata de conjugar la teoría con lo que le sugiere la práctica psicoanalítica. La curiosa valorización que la regresión recibe los estudios teóricos recientes, responde sin duda a algo en la experiencia del análisis, por donde merece, en efecto, ser interrogado lo que puede comportar de efecto progresivo la regresión, que cómo cada uno sabe es esencial al proceso de la cura como tal.
Basta ver la distancia que deja abierto todo lo que a este propósito es revocado de las fórmulas de Freud con lo que se sucede en cuanto al uso de la práctica; nos referiremos a este artículo que está en el último número de la Evolution psychiatrique, para ver hasta que punto la regresión es de tal naturaleza para sugerirnos la cuestión de saber si no se trata de ninguna otra cosa que de una regresión teórica. En verdad, está allí el meollo de ese rechazo que designo como esencial a la posición presente del psicoanalista. Retomar tal o cual cuestión de nuevo en su origen como si no hubiera sido ya en alguna parte devanada, se hace durar el placer, no es seguramente asunto de aquellos de los cuales tomamos la responsabilidad.
Volveré allí a su tiempo, pues si bien hay en todos estos efectos alguna cosa del orden de la torpeza, esto no es, por tanto, levantar toda referencia posible al orden de la deshonestidad si de tales fórmulas se conjuga y legitima una finalidad del tratamiento que cubre las ilusiones del Yo más groseras, es decir, lo que es más opuesto a la renovación analítica.
Qué quiere decir lo que hemos aportado bajo el término de alienación cuando comenzamos a esclarecerlo por este aparato de la involución significante, si puedo llamarlo así, de la repetición.
Hemos adelantado de entrada que la alienación es el significante del Otro, en tanto que hace del Otro un campo marcado de la misma finitud que el sujeto, el S(A/) [A mayúscula barrada] ¿De qué finitud se trata?. De aquella que define el sujeto el hecho de depender de los efectos del significante. El Otro como tal, ese lugar del Otro en tanto que lo evoca la necesidad de aseguración de una verdad es, si me permiten esa palabra de mi improvisación, fracturado de la misma manera en que la aprehenderemos en el sujeto y precisamente donde lo marca el doble bucle topológico de la repetición. El Otro se encuentra bajo el golpe de la misma finitud.
El salva veritate esencial a todo orden del pensamiento filosófico para nosotros (no solamente el hecho del psicoanálisis manifiesta en todos los puntos de esa elaboración que se hace a nivel de la lógica matemática) un poco más complicado. Excluye completamente toda forma de absolutismo intuitivo, la atribución al campo del Otro de la dimensión, calificada tan spinozianamente, de lo eterno, por ejemplo. Esa prescripción permanente del Otro es inextirpable de los datos de la experiencia subjetiva, es quien pone en el corazón de esta experiencia el fenómeno de la creencia en su ambigüedad constituida de: que no es por accidente, por ignorancia, que la verdad se presenta en la dimensión de lo cuestionable. Fenómeno que no hay que considerar como defecto sino como hecho de estructura, está ahí para nosotros el punto de prudencia donde tenemos que avanzar con la mayor discreción quiero decir con el mayor discernimiento, para designar el punto sustancial de esta estructura sin prestarse a la confusión en la cual se precipita, no inocentemente sin duda, sugiriendo una forma redoblada de positivismo.
Más bien deberíamos encontrar nuestros modelos en lo que queda tan incomprendido y, sin embargo, tan viviente, todo eso que la tradición nos ha legado en fragmentos de los ejercicios del escepticismo, en tanto que no son simplemente estas prestidigitaciones centellantes entre doctrinas opuestas sino, por el contrario, verdaderos ejercicios espirituales que corresponderían seguramente a una praxis ética que da su verdadera densidad a lo que queda de teórico bajo esta rúbrica.
Digamos que se trata ahora para nosotros de dar cuenta, en términos de nuestra lógica, del surgimiento necesario del lugar del Otro en tanto dividido. Pues se nos pide situar no simplemente ese lugar del Otro, perfecto responsable de que la verdad no sea engañosa, sino los diferentes niveles de la experiencia subjetiva que nos impone la clínica; cómo es posible que se inserten en esa experiencia las instancias que no son articulables de otra manera más que como demanda del Otro. Esto es la neurosis.
Aquí no podemos dejar de denunciar hasta que punto es abusivo el uso del término que hemos introducido, el de demanda, cuando lo vemos retomado bajo la pluma de novicios para ejercerse sobre el plano de la teoría del análisis y marcar todo lo esencial que es —el jovenzuelo muestra aquí su perspicacia— poner en el centro y en el comienzo de la aventura una demanda, dice de exigencia actual. Esto es lo que desde siempre se adelanta haciendo girar el análisis alrededor de la frustración y de la gratificación. El uso aquí del término demanda me es pedido prestado, no es más que para enredar las huellas de lo esencial: que el sujeto viene al análisis, no para demandar alguna exigencia actual sino para saber que demanda: eso lo conduce precisamente a demandar que el Otro le demande algo.
El problema de la demanda, se sitúa a nivel del Otro, el deseo del neurótico gira alrededor de la demanda del Otro. El problema lógico es saber cómo podemos situar esta función de la demanda del Otro sobre esto: que el Otro como tal es el A/. Hay mucho otros términos para evocar, que encuentran ante el Otro su lugar. La angustia del Otro, verdadera raíz de la posición del sujeto como posición masoquista, por ejemplo.
Digamos aún como debemos concebir esto: que un punto de goce es esencialmente remarcable como goce del Otro, punto sin el cual es imposible comprender la perversión. Punto, sin embargo, que el único referente estructural que puede dar razón de eso que en la tradición se aprehende como Selbsbewußtsein, ninguna otra cosa atraviesa a sujeto realmente, lo perfora como tal (trataré de dibujar de eso para ustedes un día algún modelo infantil), sin ese punto que del goce hace el goce del Otro.
No es de un paso que avanzaremos en esto problemas. Nos falta hoy trazar la consecuencia extraer de la relación de este grafo de la repetición con lo que hemos escandido como la elección fundamental de la alienación; es fácil ver en este doble bucle que cuanto más ella se pegue a sí misma, más tenderá a dividirse. Aunque reduzca la distancia de un borde a otro, verán que esos círculos igual se enlazarán.
¿Qué relación hay entre este pasaje al acto de la alienación y la repetición misma?. Mas precisamente, eso que se puede, que se debe llamar el acto, es hoy una situación lógica del acto en tanto que quiere adelantar sus premisas. Este doble bucle del trazo de la repetición, si ella nos impone una topología no es sobre no importa qué superficie que pueda tener función de borde. Traten de trazarlos sobre la superficie de una esfera, lo he mostrado desde hace mucho, después me cuentan las novedades; traten de enrularla de manera que eso sea un borde, es decir, que no se recorte a sí misma, es imposible. Sólo puede ser sobre cierto tipo de superficie, tal el toro al que he apelado en su término, el cross-cap o plano proyectivo, o la botella de Klein. Lo importante es saber qué, en cada una de esas superficies, resulta del corte constituido por el doble bucle.
Sobre el toro, este corte, dará una superficie de dos bordes sobre el cross-cap dará un sólo borde; lo importante es cual es la estructura de las superficies así instauradas.
Las imagenes a la izquierda, que he introducido la última vez, les representa lo que constituye la superficie más carácterística para representarnos la función que damos al doble bucle, es la banda da Moebius en la cual el borde es el doble bucle, borde único de la superficie en cuestión.
Podemos tomar esta superficie por simbólica del sujeto, a condición de considerar seguramente que sólo el borde constituye esta superficie, como es fácil de demostrarlo en esto: que si hacen un corte por el medio de esta superficie, este corte mismo concentra en él la esencia del doble bucle, siendo un corte que retorna sobre si, él es este corte único, sólo en él está toda la superficie de Moebius. La prueba está en que cuando han hecho este corte medio, no hay más superficie de Moebius, el corte si puedo decir mediano la ha sacado de lo que creen ver bajo la forma de una superficie; es lo que la muestra la figura que en esta superficie una vez cortada por el medio, que no tenía ni derecho ni anverso, no tenía más que una sola cara como un sólo borde tiene ahora un derecho y un anverso, ustedes pueden imaginar que cada color indicado sobre el esquema pasa al anverso del otro ahí donde por el corte no hay más superficie de Moebius sino por el contrario algo que es aplicable sobre un toro. Si ustedes hacen de un cierto modo deslizar esa superficie de un toro obtenida después del corte al anverso de ella misma, pueden coser allí el borde en el cual está constituida así una nueva superficie de un toro sobre la cual está marcado siempre el mismo corte constituido por el doble bucle fundamental de la repetición.
Estos hechos topológicos son extremadamente favorables para representar lo que en la alienación está en dos sentidos de operaciones diferentes: uno representa la elección necesaria del no pienso acorneado por el Es de la estructura lógica, y el otro un no soy que no se lo puede elegir más que de la alternativa que opone y conjuga el núcleo del inconsciente, como no tratándose de un pensamiento atribuible al je, instituido de unidad subjetiva que ha marcado lo que en la estructura del sueño he definido como la inmixión de los sujetos, a saber como el carácter no sujetable. Indeterminable, del sujeto asumiendo el pensamiento del inconsciente.
La repetición nos permite poner correlación, en correspondencia, dos modos bajo los cuales el sujeto puede aparecer diferente, puede manifestarse en su condicionamiento temporal de manera de corresponder a los dos estatutos definidos como aquel de Je de la alienación y como aquel que revela la posición del inconsciente en las condiciones especificas, que no son otras que las del análisis. Tenemos correspondiente al nivel del esquema temporal que el pasaje al acto es lo que esta permitido en la operación de la alienación, que al otro termino imposible de elegir, en principio, en la alternativa alienante, corresponde el acting-out.
¿Qué es lo que quiere decir: el acto?. Entiendo el acto y no alguna manifestación de movimiento; el movimiento, la descarga motriz, como se expresa al nivel de la teoría, no basta de ninguna manera para constituir un acto. Si me permiten una imagen grosera un reflejo no es un acto, hace falta ampliar esta marca del no-acto; eso que se solicita en el estudio de la inteligencia de un nivel superior, la conducta de rodeo por ejemplo, el hecho de que un simio se percate de lo que hay que hacer para tomar un banana cuando un vidrio lo separa de ella, no tiene absolutamente nada que ver con un acto. En verdad un gran numero de vuestros movimientos, no duden de eso, que ejecutarse de aquí al fin de la jornada, no tienen nada que hacer con el acto.
¿Cómo definir que es un acto? Es imposible definirlo de otra manera más que sobre el fundamento del doble bucle, es decir, de la repetición, Es precisamente en esto que el acto es fundador de sujeto. Es el equivalente de la repetición en su único rasgo, que he designado siempre por este corte que es posible hacer en el centro de la banda de Moebius, es en sí mismo el doble bucle del significante.
Se podría decir, pero eso sería equivocarse, que en su caso el significante se significa a sí mismo, sabemos que es imposible, pero no es menos verdadero que esta tan próximo como sea posible en esa operación El sujeto en el acto es equivalente a su significante; no queda por eso menos dividido.
Tratemos de esclarecer un poco esto y tratemos a nivel de esta alienación donde el Je se funda de un pienso favorable a dejar todo el campo al Es de la estructura lógica.
No pienso si soy nada más que no pienso, quiero decir si no soy más que el Je que instaura la estructura lógica, el medio el trazo donde pueden conjugarse los dos términos es el actúo. Este actúo que no es como les he dicho realización motriz. Para que camino devenga un acto es necesario que el hecho de que camino signifique que camino y que lo diga como tal. Hay repetición intrínseca en todo acto, que no está permitido más que por el efecto de retroacción que se ejerce del hecho de la incidencia significante puesta en su corazón. Seguramente no basta que proclame que camino, ya es cuando menos un principio de acción, es una acción de opereta… marchons, marchons. Es eso que se llama en cierta ideología, compromiso, es lo que le da el carácter cómico bien conocido.
Lo importante en el acto de buscar donde la estructura nos lo libre en tanto que estructura lógica, la posibilidad de transformar un acto, eso que en un primer abordaje no podría ser otra cosa más que una pura y simple pasión. Caigo por tierra o tropiezo, por ejemplo, reflexionen en esto: que este hecho de redoblamiento del significante, a saber, que en mi caigo a tierra, esta la afirmación de que caigo por tierra, caigo por tierra deviene, transforma mi caída en algo significante. Caigo por tierra, hago el acto donde lo demuestro que estoy como se dice aterrado. Lo mismo con tropiezo, que lleva en sí manifiestamente la pasividad del fallar, puede ser si es retomado y redoblado por la afirmación tropiezo, la indicación de un acto en tanto que asumo el sentido de este tropiezo.
No hay ahí nada que vaya contra la inspiración de Freud, si recuerdan en tal página de la Traumdeutung donde no designa los primeros lineamentos de su investigación sobre la identificación, subraya legítimamente por anticipado la intrusión que hago de la fórmula cartesiana en la teoría del inconsciente. Se señala que ich tiene dos sentidos diferentes en la misma frase: Pienso o medito, reflexiono, me relamo en el pensamiento de aquel niño bien llevado que era. El carácter esencialmente significante como tal y redoblado del acto, la incidencia repetitiva e intrínseca de la repetición en el acto, he aquí lo que nos permite conjugar de una manera original, de una manera tal que la definición del acto pueda enseguida satisfacer al análisis de todas sus variedades.
No puedo aquí más que indicar de pasada, pues tendremos que volver ahí, que lo importante no está justamente en la definición del acto sino en sus prosecuciones, quiero decir lo que resulta del acto, como cambio de superficie. Pues si he hablado de la incidencia del corte en la superficie topológica que se dibuja como banda de Moebius, si después del acto la superficie es de otra estructura en tal caso, si ella es una estructura diferente en tal otro o aún si en ciertos casos ella puede no cambiar, he aquí lo que va a proponernos un modelo para distinguir la incidencia del acto, no tanto en la determinación como en las mutaciones del sujeto.
Ahora bien, es un término que desde hace algún tiempo he dejado a las iniciativas de las degustaciones de aquellos que me rodean sin jamás francamente responder a la objeción que me es hecha desde hace largo tiempo de que la Verleugnung, puesto que se trata de este término, es el término al que haría falta reservar los efectos que he dado a la Verwerfung. He hablado bastante de esto para no tener más que volver ahí, puntúo que lo que es aquí del orden de la Verleugnung tiene siempre que ver con la ambigüedad que resulta de los efectos del acto como tal.
Franqueo el Rubicón, eso puede hacerse solamente basta tomar el tren a Cesena en la buena dirección, una vez que están en el tren no pueden hacer mas, franquean el Rubicón, pero no es un acto. Eso no es un acto, tampoco cuando franquean el Rubicón pensando en César, es la imitación del acto de César; vean ya que la imitación toma en la dimensión del acto otra estructura que aquella que se supone de ordinario, no es un acto pero puede, sin embargo, ser uno. No hay asimismo ninguna otra definición posible, en las sugestiones tan exorbitantes, como aquellas que se titulan la imitación de Jesucristo, por ejemplo. Alrededor de este acto, imitación o no, sea el acto original mismo aquel del cual los historiadores de César nos dicen el sentido indicado por el sueño que precede el franqueamiento del Rubicón, que no es otro que el sentido del incesto; se trata de saber en cada uno de esos niveles cual es el efecto de ese acto. Es el laberinto propio en el reconocimiento de estos efectos por un sujeto que no puede reconocerlo, puesto que está enteramente como sujeto transformado por el acto; son esos efectos que designa por todos lados, donde el idioma esté bien empleado, la rúbrica de la Verleugnung.
El acto entonces es el único lugar donde el significante tiene la apariencia, la función en todo caso, de significarse a sí mismo, es decir, de funcionar fuera de sus posibilidades. El sujeto está en el acto representado como pura división, la división diremos es su repräsentanz, el verdadero sentido del término hay que tomarlo en este nivel, pues es a partir de este Repräsentanz del sujeto como esencialmente dividido que se puede sentir como esa función de repräsentanz puede afectar eso que se llama representación, eso que hace depender la Vorstellung de un efecto de repräsentanz.
La hora nos detiene, nuestra cuestión va a ser la próxima vez saber como es posible que sea presentificado el elemento imposible de elegir de la alienación, vale la pena rechazar la cosa a un discurso que le esté reservado, puesto que se trata del estatuto del Otro, ahí donde está evocado para nosotros urgentemente para no presentarse a precipitación y error, a saber: la situación analítica.
Pero ese modelo que nos da el acto como división y último soporte del sujeto, punto de verdad que digámoslo antes de dejarnos entre paréntesis, es aquel que motiva la subida a la cima de la filosofía de la función de la existencia, no es ninguna otra cosa más que la forma velada bajo la cual, para el pensamiento se presenta el carácter original del acto en la función del sujeto.
Porqué este acto en su instancia queda velado, y esto en aquellos que han sabido remarcar la autonomía contra Aristóteles, que no tenía de esto -y con causa- la menor idea, quiero decir: para Santo Tomás.
Es sin duda porque la otra posibilidad de corte nos es dada en la parte imposible de elegir de la alienación, sin embargo, puesta a nuestro alcance por el sesgo del análisis; el mismo corte interviniendo en el otro vértice, que es designado y corresponde a la convención inconsciente, no soy, es lo que se llama acting-out, trataremos la próxima vez de definir su estatuto.