Este es un método sin el cual la presencia del sujeto en cierto campo quedaría implícita, precisamente en lo que define ese campo. Este método que instauro, permite retener todo lo que esta implicación introduce de falaz en la base de este campo. Se percibe al tomar un poco de distancia, que tiene de general; no es de una mira general que he partido.
Diré algo de lo que me percato après-coup, que llegue el día en que alguien se sirva de este método para repensar las cosas, ahí donde son más interesantes, sobre el plano político, por ejemplo. ¿Por qué no?.
Es cierto que con los avales suficientes, algunos de los esquemas que doy encontrarán su aplicación; ahí tendrán el mayor de los éxitos, pues el terreno sobre el cual los he forjado no esta jugado de entrada, dado que quizás es sobre este terreno, el del psicoanalista, donde cierto impasse; el que manifiesta las faltas del sujeto —y no son equívocas—, resiste mejor. En fin, quedan forjados estos conceptos; se puede decir más: que toda la contingencia de la aventura (el modo que habrán tenido al afrontar esos conceptos, a saber, la teoría analítica tal como está delineada, tal como tienen que introducir sus correcciónes) es la dialéctica misma de la dificultad de introducir estos conceptos en la teoría analítica. Dificultad, aún resistencias, resistencias en apariencias accidentales, todo esto contribuye al modo bajo el cual les acotaré las resistencias de los psicoanalistas de su propio campo; es quizá el testimonio más claro de las dificultades que se tratan de resolver, de su estructura misma.
He aquí entonces porque hoy llegamos a un terreno aún más vivo, cuando voy a hablar de uno de los vértices del cuadrángulo, aquel que connota los momentos de repetición. La repetición, he dicho a qué responde el pasaje al acto como fundador del sujeto.
Les he mostrado, he insistido, volveré ahí porque hace falta, la importancia que en el estatuto del acto tiene el acto sexual. Sin definirlo como acto es imposible situar, concebir, la función que Freud ha dado a la sexualidad, en la estructura de —lo que se debe llamar con él— la satisfacción. Satisfacción subjetiva, Befriedigung, que no podría ser connotada más que donde se instituye el sujeto como tal. Es la única estructura que funciona dando sentido a esta Befriedigung, dándole al acto sexual referencias estructurales, fuera de las cuales nos sería imposible concebir su lugar en las teorías freudianas.
Fuimos llevados a hacer funcionar uno de los resortes más exactos del pensamiento matemático; seguramente cuando uso tales medios está claro que hay siempre alguna parcialidad, para la teoría analítica no se tendrá que conocer más que lo que me servirá como instrumento. La situación puede ser diferente para cualquiera que conozca el resorte de las matemáticas, sin duda por mi inexperiencia, sin embargo, extraigo lo que me sirve no sin saber cuales son sus ramificaciones con el conjunto de la teoría matemática, y no sin asegurarme que cualquiera que quisiera hacer un uso más profundo, encontrará en el conjunto de la teoría el punto preciso que he elegido para fundar tal estructura, y todas las prolongaciones que permitirían darle una justa extensión.
Algún eco me llegó de que escuchándome hablar del acto sexual, al servirme para estructurar las tensiones de lo ternario en la proporción del numero de oro, alguno murmuró: —La próxima vez que vaya a coger, hará falta que no olvide mi regla de cálculo. Indicación que tiene todo el carácter placentero que se atribuye a la palabra de ingenio, me queda, sin embargo, una especie de ambigüedad, cuando el responsable es un psicoanalista. En verdad, pienso que el éxito del goce en la cama está esencialmente hecho, como han podido verlo, del olvido de la regla de cálculo.
¿Por qué es tan fácil de olvidar? Es sobre lo que insistiré siempre, está ahí todo el resorte de lo satisfactorio, en lo que por otra parte subjetivamente se traduce por la castración. Pero está claro que un psicoanalista no podría olvidar que es en la medida que le interesa otro acto —lo llamaremos, para introducir su término, el acto psicoanalítico—, que algún recurso a la regla de cálculo es exigible. La regla de cálculo podría evitar todo malentendido. No consistirá en esta ocasión en servirse de ella para leer, no estamos aún en lo que se lee en el encuentro de dos pequeños trazos, sino que lo que tiene de logarítmica nos suministra algo que no está sin relación con la estructura que evoco.
El acto psicoanalítico, al nombrarlo así en referencia al conjunto de la teoría, tiene de asombro que nos permitirá subrayar lo que quizá parecía incierto, en los márgenes de lo enunciado hasta aquí: he insistido sobre el carácter de acto que tiene el acto sexual. Se podría remarcar a este respecto, que todo lo que se enuncia en la teoría psicoanalítica, parece destinado a borrar —en el uso de esos seres sufrientes insatisfechos, cuyas cargas tomamos— el carácter de acto que hay en el encuentro sexual. Toda la teoría analítica pone el acento sobre el modo de la relación sexual declarada (con o sin dirección, en todo caso a diversas títulos, y a títulos sobre los cuales me he permitido elevar varias veces algunas objeciones), al calificar como más o menos satisfactoria tal o cual forma de la relación sexual.
Puede preguntarse si no es una manera de aludir, de ahogar, lo que hay de vivo, de tajante; hablando con propiedad, se trata de algo que tiene la misma estructura de corte perteneciente a todo acto, de eso se trata en el acto sexual. Es un corte que, toda nuestra experiencia lo demuestra, no va sólo ni da resultado de simple equidad, como toda suerte de anomalías estructurales, perfectamente articuladas y señaladas si no son concebidas en su verdadero alcance en la teoría analítica. El hecho de eludir el relieve como tal del acto está ligado a lo que llamaré temperamento, el modo atemperado bajo el cual la teoría avanza en el intento manifiesto de no arrastrar mucho escándalo. Lo peor es que no parece, en tanto reducido por esta presencia que el acto sexual desde entonces (cualquiera sea nuestra aspiración por la libertad del pensamiento, contrariamente a lo que ha podido afirmarse en tal sermón del examen objetivo que compete a la ética), hace falta decirlo, la teoría lo reconozca o ponga su acento ahí, poco importa.
La experiencia, me parece, prueba sobradamente y no desde ayer, que las numerosas tentativas más menos heredadas de experiencia por otro lado complejas, a donde fue a parar el tiempo del hombre del placer, en que términos con la ayuda de fórmulas exageradas de los medio libertarios de esté siglo. Habría aún algunos ejemplares, en terrenos serios, entiendo terrenos revolucionarios, donde se ha visto aún mantenerse la fórmula, a saber, que después de todo el acto sexual no debía tomarse con mayor importancia que un vaso de agua. Eso se decía por ejemplo en ciertos grupos, ciertos sectores del entorno de Lenin. Recuerdo haber leído en alemán un lindo volumen llamado Wege Verlieb, se parecía mucho a un libro de bolsillo, sobre la cubierta estaba el maravilloso museo de Mme. Colontaille, si mi recuerdo es bueno, embajadora en Estocolmo; eran encantadores cuentos sobre este tema. Ha pasado el tiempo y en las sociedades socialistas con la estructura que ustedes saben, parece que el acto sexual no está aún en el rango de lo que se satisface en el snack bar.
Se puede decir que el acto sexual arrastra aún consigo, y arrastrará por largo tiempo, esa suerte de efecto bizarro, de discordancia, de algo que no se arregla y que se llama culpabilidad. No creo, como todos los escritos de los espíritus elevados que nos rodea, que se titule el universo mórbido de la falta, como si fuera de ahí en más conjurado; es uno de mis amigos que lo ha escrito, prefiero siempre citar gente que quiero. Todo eso no arregla la cuestión; teniendo que ocuparnos de eso todavía largo tiempo, sería suficiente aproximarse a este universo alrededor de sus fallas de las que se trata de considerar su estatuto; las fallas son quizá esenciales fallas de la estructura del acto sexual.
En medio de lo cual debo retomar brevemente lo insuficiente de la definición que se nos da en el registro de una homilía bendita, respecto de eso que se llama el estadio genital, sobre lo que haría a la estructura ideal de su objeto. No es vano remitirse a esta literatura; que la dimensión tiene la ternura que se evoca sea algo respetable, no es cuestionable, sino que se la considere como una dimensión de alguna manera estructural. He aquí sobre lo que no creo vano apartar una contestación.
Tengo la ocasión de resumir lo que voy a decir sobre esta famosa ternura, un poco venteada.
Hay una cara de la ternura, y quizá toda la ternura, que se podría prender con alfileres de alguna fórmula próxima a esta: la piedad con relación a la impotencia de amar. Estructurarlos al nivel de la pulsión no es fácil; para ilustrar lo que convendría articular con respecto al acto y la satisfacción sexual, sería bueno recordar la ambigüedad que la experiencia impone a los psicoanalistas (llaman a eso ambivalencia, se ha usado tanto esta palabra que ya no quiere decir nada), la ambigüedad del amor.
¿Es que un acto sexual es un acto inmaduro? Por ejemplo, reenviaría para nosotros al campo de un sujeto inacabado, detenido en algún estado arcaico que este acto sexual fuese cometido en el odio. El caso parece no interesar a la teoría analítica, es curioso, no lo he visto tratado en ninguna parte. Para que consideren esta dimensión (en un seminario ya antiguo, cuando el seminario era un seminario) me he servido de la pieza de Claudel, muy conocida, la trilogía que comienza con El rehén. ¿Los amores de Turelure y de Cygne de Coûfontaine son o no una conjunción inmadura?. Lo admirable, es haber hecho valer los méritos y las incidencias de esta trilogía trágica, sin que nadie de mi conocimiento, de mis auditores, haya percibido su alcance. No es llamativo puesto que no tuve cuidado de poner expresamente el eje sobre esta cuestión precisa, y en general los auditores (me han llegado sus ecos) evitan fácilmente ese punto. Hay dos especies: aquellos que siguen a Claudel en las resonancias religiosas del plano donde sitúa una tragedia —una de las más anticristianas que nunca haya sido forjada, al menos teniendo en cuenta a un cristianismo de buen tono y de emoción tierna—, y los que lo siguen en esa atmósfera en donde Cygne de Coûfontaine queda intacto. No es lo que el drama parece articular, pero qué importa. Se entiende a través de ciertas pantallas; cosa curiosa, los auditores que parecían no estar incómodos por esta pantalla, los auditores no religiosos, parecen también no querer entender que se trata.
Ya que no tenemos otra referencia a nuestro alcance, dejo la pregunta de saber si un acto sexual consumado en el odio, no es un acto sexual de pleno alcance.
Llevar esta cuestión a este nivel no sería infecundo, no puedo hacerlo hoy, me alcanza marcar en la teoría reinante del estadio genital, otro trazo que me parece mal enlazado, a saber: el carácter, si se puede decir, limitado, temperado, moderado, que tomaría la afección del duelo. Signo de la madurez genital; realizado el objeto en la unión (ya que se trata después de todo, de una fórmula que tiende a adaptarse a las costumbres, tan conforme como se pueda desearlo), sería normal y signo de madurez que se puede hacer, en un plazo decente, el duelo por este objeto. Algo desde el principio hace pensar que estaría dentro de la norma de lo que se llama madurez afectiva, que el otro parta primero.
Esto hace pensar en la historia, sin duda de algún psicoanalizado, de la que Freud hace uso en alguna parte, un señor vienés (es una historia vienesa) que dice a su mujer: Cuando uno de nosotros dos muera iré a París… No indicó más que el contraste. Que no sea jamás evocado, en la teoría que sea sobre el sujeto maduro, el duelo que dejará detrás de él podría ser también una carácterística, para encarar seriamente, del estatuto del sujeto. Es probable que interesara menos a la clientela.
Querría decir, de otros señalamientos, la insistencia que ponen, la abundancia de desarrollos, en lo que concierne a la situación, o aún la relación, analítica… ¿No está hecho así para eludir la cuestión del acto analítico?.
El acto analítico, se dirá es la interpretación, cada vez más decadente sobre la que parece más difícil articular algo en la teoría. Por el momento sólo haremos constar en actas esta deficiencia.
Subrayemos, de una manera que promete, que tenemos algo presente en la teoría que conjuga la función del analista (no digo que la relación a la que acabo de apuntar), para decir que tiene en esta ocasión, una función de pantalla.
Al acto analítico hay que precisarlo en este punto, más vivo e interesante para determinar, en el punto del cuadrángulo, al nivel del inconsciente y del síntoma. El acto analítico tiene, diría de alguna manera, la estructura de la represión. Una suerte de posición al costado, un representante, si puedo expresarme así de su representación deficiente nos he dado bajo el nombre de acting-out, es lo que introduciré hoy.
Los analistas tienen al menos una vaga noción de este término; su eje, su centro está dado por esto: que ciertos actos tienen una estructura que no están forzados a admitir, pero de lo que se puede reconocer, que son susceptibles de producirse en el análisis en una cierta dependencia, más o menos grande, en relación, no a la situación o a la relación analítica, sino a un momento preciso de la intervención del analista, de algo que debe tener alguna relación con lo que considero aún no definido, a saber el acto psicoanalítico. Tenemos en un campo tan difícil, que avanzar como rinoceronte en la porcelana, suavemente; hay algo en el acting-out, para llamar la atención de aquellos que tienen experiencia analítica, que promete acuerdo, se sabe que se llama acting-out y que tiene relación con la intervención del analista.
He designado la página de mis Escritos, de mi diálogo con Hyppolite acerca de la Verneingung, donde puse de relieve un bello ejemplo, extraído de un testimonio al que se le puede dar fe, pues es un testimonio verdaderamente inocente. Viene al caso decirlo, pertenece a Ernst Kris, es un artículo bajo el título de Ego psychology and interpretation in psychoanalytic (aparecido en el volúmen xx nº1, Enero 1951 de The Psychoanalytic Quarterly).
He marcado a lo largo y a lo ancho de mi texto (diálogo con Hyppolite que sigue a Función y campo de la palabra y del lenguaje, dicho de otra manera, el Discurso de Roma) lo que implica para Kris haber seguido el método de la Ego Psichology, es intervenir en un campo que denominaba la superficie y que llamaremos el campo de la apreciación de la realidad. Esta apreciación de la realidad en las intervenciones analíticas, en términos de referencia del analista, juega un rol considerable, no es una de las menores distorsiones de la teoría, como por ejemplo, la que dice que es posible interpretar lo que se llama las manifestaciones de la transferencia, haciéndole sentir al sujeto lo que las repeticiones tienen de impropias, de desplazadas, de inadecuadas, en vista de lo escrito, impreso negro sobre blanco. El campo no de la situación analítica, del confinamiento en el consultorio del analista, se considera constituyendo —esto ha sido escrito— una realidad simple. Que no vean hasta que punto está desplazado lo que se repite en este campo, (donde nos encontramos tres veces por semana como si ese hecho fuera una realidad tan simple) hace pensar en la definición de la realidad que vamos a dar de la realidad en el análisis.
De cualquier modo, es en una perspectiva análoga que Kris se ubica cuando teniéndose que vérselas con alguien que se acusa de plagio, hecha mano sobre un documento que prueba que el sujeto no es realmente un plagiario y cree que debe, como intervención de superficie, articular que —Kris se lo asegura— no es un plagiario. Puesto que donde el sujeto creyó encontrar la prueba, fue en un volumen en donde Kris no vio nada de especialmente original de lo que el sujeto, su paciente, habría sacado provecho.
Les ruego remitirse a mi texto como también al de Kris y al de Schmideberg, que tuvo al sujeto en un primer período de análisis. Verán ahí lo exorbitante de pasar por ese intermedio para abordar un acaso donde, evidentemente, lo que es esencial, no es que el sujeto sea realmente o no un plagiario, sino que todo su deseo sea plagiar. Por la simple razón de que siente que no es posible que formule algo que tenga valor, lo toma prestado. Puedo esquematizarlo cerrado porque es su resorte.
Lo que sucede después de esta intervención, Kris mismo nos lo comunica. Después de un pequeño tiempo de silencio, el sujeto para que Kris acuse el golpe, anuncia este menudo hecho, cada vez que sale del consultorio va a sorber un buen platillo de sesos frescos
¿Qué es esto?. Yo tenía que decirlo, puesto que desde un principio remarqué el hecho de que sea un acting-out. ¿En qué?. En lo que no era articulable en ese momento como puedo hacerlo ahora, que el objeto a oral está presentificado, llevado en bandeja por el paciente con relación a esta intervención. ¿Y después?. tiene interés para nosotros ahora (aunque es siempre así para los analistas) sólo si nos permite avanzar un poco para la estructura.
Acting-out. ¿Qué vamos a hacer de este término?. No repararemos en esto, sería usar al revés el franglés; el uso del franglés, y creo tener algún gusto por la lengua francesa, no me incomoda ni un poco (no veo porqué no nos dedicamos en el uso de la lengua al uso de palabras que no forman parte de ella), me es indiferente, tanto que no voy a traducirlo, es un término inglés de una extraordinaria pertinencia.
Lo señalo de paso, en razón de paso, en razón de que a mis ojos, es una confirmación, a saber que si los autores se han servido del acting-out, sabían muy bien lo que eso quería decir. Voy a probarles eso, sin servirme de lo que hubiera encontrado en un excelente dicciónario filológico que tengo, de trece volúmenes, El New English Oxford Dictionary. Me ha alcanzado con abrir el Webster que es también un admirable instrumento, aunque en un sólo volumen; para América aparece lo siguiente: To represent (as play story, an story, in action), entonces, representar como un juego sobre una escena una historia en acción, as oppose, como oponer, to reading, a la lectura, como por ejemplo, as to act out I seem was as rather.
Ya que es act out, no digo actuar, puesto que act out es una escena que se ha leído.
Hay dos tiempos, han leído algo de Racine, lo leen mal, lo leen en voz alta de una manera detestable. Cualquiera que esté aquí quiere mostrarnos lo que es: lo actúa. He aquí lo que es to act out.
Supongan que las persona que han elegido ese término en la literatura inglesa para designar el acting-out sabían bien lo que querían decir, en todo caso pega perfectamente. Yo act out algo porque me ha sido articulado, significado insuficientemente o de costado. Agregaré que si llegan a la aventura que me he figurado siempre. a saber, alguien que les quiera dar una mejor presencia de Racine, no será un buen punto de partida, será tan malo como vuestra manera de leer. En todo caso, partirá de cierto desequilibrio. Hay algo de costado, amortiguado en al acting-out, introducido por tal secuencia; es alrededor de lo cual entenderé acercar lo que pongo hoy solamente en cuestión.
Para hablar de la lógica del fantasma es indispensable tener al menos alguna idea de donde se sitúa el acto analítico. He aquí lo que va a forzarnos a una vuelta hacia atrás.
Se puede remarcar que el acto analítico no es un acto sexual; no es para nada posible hacerlos interferir, es completamente lo contrario. Pero decir lo contrario no, es decir, lo contradictorio, puesto que hacemos lógica, y para hacérselos sentir, no tengo más que evocar el lecho analítico.
Hay algo de orden topológico y es verdaderamente un problema que los mitos hayan hecho poco uso de eso, sin embargo la cama tiene que ver con el acto sexual. La cama no es simplemente lo que para Aristóteles designa la diferencia de la juoiz con la tecuh, ni presentificamos una cama de madera como si de un instante a otro pudiera ponerse a brotar. En Aristóteles no hay huella de la cama considerada como, lo que llamaré en mi lenguaje que no está muy lejos de Aristóteles, el lugar del Otro; el tenía un cierto sentido del topos también, en cuanto orden de la naturaleza. Esta cama no la considera jamás como topos del acto sexual.
En ciertas condiciones el hecho de entrar en la zona de la cama, puede quizá clasificar un acto con relación al acto sexual. La cama analítica significa un área que no está sin relación al acto sexual, es una relación contraria, a saber: podría de ninguna manera obviarse que es una cama, y que introduce lo sexual bajo la forma de un campo vacío o conjunto vacio, como se dice en alguna parte.
Si lo relaciónan a un esquema estructural donde hemos ubicado al Otro, es también donde el acto analítico no tiene nada que hacer que el a y el A y sus relaciones, quiero decir el Otro. Quisiera de tiempo en tiempo elidir las cosas pesadas; en fin para aquellos que son sordos, se trata de ese campo del Otro, no en tanto que se redobla sino que se desdobla. De manera tal que en su interior es cuestión de a, que no parece poder ir sin este. Ese campo del Otro, el de la alienación que introduce el A/ [A mayúscula barrada], es también el campo en donde la verdad se presenta rota, fragmentada, que la constituye como intrusión en el saber. Antes de osar aún plantear las cuestiones acerca del lugar del analista, nos recuerda que se trata del estatuto de lo que representa el segmento a.
Ustedes han sentido ya que está claro que hay una relación entre ese a y el A, que funciona con relación a dos cosas diferentes.
a, forma cerrada, forma dada que separa la experiencia analítica, bajo la cual se presenta el sujeto, producción de su historia (diremos los esquemas de esta historia) forma que designo bajo el nombre de objeto a. Esta a tiene la misma relación con ese A de la verdad, del campo de intrusión de algo que cojea, que pesca al sujeto bajo el nombre de síntoma, la misma relación de ese campo A con A + a. Todo corte es hecho en ese campo; y no es de decir que el analista que procede ahí sea para identificarse al campo del Otro, como estaría tentado a hacerlo. Son las groseras analogías entre al analista y el padre, por ejemplo, ya que quizás así funcione esta medida destinada a determinar todas las relaciones de conjunto, especialmente aquellas del a con campo del Otro sexual.
No nos àpresuremos hacia fórmulas precipitadas, tanto más si son falsas; no impide que haya la más estrecha relación entre el campo del A de la intervención verídica y la manera en la cual el sujeto viene a presentificar al a. No serían así, como acaban de verlo, en el ejemplo tomado de Ernst Kris, donde a manera de protesta por un corte anticipado no obtiene más que desastres; este es el alcance de su intervención, fue hecha en este campo, que en el análisis es un campo desexualizado. Quiero decir que en la economía subjetiva, es de la desexualización del campo propio al acto sexual que depende la economía, las repercusiones que tendrán, uno sobre otro, los sectores del campo.
Vale por ahora, antes de que vaya más lejos, lo que se hará después de las vacaciones de Pascuas, en razón de la próxima vez estará reservada a alguien que me ha pedido intervenir sobre lo que he adelantado, desde el mes de Enero, acerca de esta topología de cuatro términos que comprende la represión tanto como la alienación.
Conviene en estas condiciones detenerse sobre este campo, en tanto que en el análisis ahí se encuentra reservado el lugar del acto sexual.
Vuelvo sobre el fundamento de la satisfacción del acto sexual, ya que es lo que da el estatuto de la sublimación. Vuelvo ahí para que este año no deba llevar más lejos lo que introduzco sobre este punto.
¿Qué es la satisfacción del acto sexual?. Que conocemos por la experiencia analítica, que hay no de un partenaire al otro sino de cualquiera de los partenaires a la idea de la pareja como Uno, esa falta que podemos definir de diferente modo, como falta de ser, o falta del goce del Otro. Esta falta, no coincidencia del sujeto como producto en tanto se adelanta en ese campo del acto sexual, no es otra cosa que en un producto. El sujeto no tiene necesidad ni de ser ni de pensar, ni de tener su regla de cálculo, entra en este campo, y crecer igual a un rol que tiene que tener, ya sea hombre o mujer. En los dos casos (castración y penisneid) la falta fálica simboliza esa falta esencial. De eso se trata.
¿Y por qué el pene la simboliza?. Precisamente por ser lo que bajo la forma de la detumescencia materializa esa falta de goce, materializa la falta que deriva, que parece derivar, de la ley del placer.
En efecto, en la medida que el placer tiene un límite, donde demasiado placer es un displacer, se detiene y parece que no falta nada; y bien es un error de cálculo, exactamente el mismo que haríamos (puedo hacerlo como una prestidigitación) si pongo cierto número de ecuaciones relativas a 1+a, tomando 1-a igual a a2 , etc.
Si quieren la próxima vez haremos juntos un pequeño debate, eso será fácil no hay nada más divertido que esta bella función que se llama el número de oro.
El 1-a cuando se iguala a a2 es lo que tiene de satisfactorio el acto sexual, a saber, que en el acto sexual no se percibe lo que falta: esto da la diferencia que hay con la sublimación, no que en la sublimación se lo sepa todo el tiempo, sino que se lo obtiene como tal al fin, si es que hay fin de la sublimación. Es lo que voy a tratar de materializar para ustedes con el uso de esta relación llamada media y extrema razón.
¿En la sublimación, qué pasa?. Al menos que la falta está aquí bajo la función de a2 por relación a esta a que acaba de ser llevada sobre el 1.
El interés de esta reunión, se los dije la última vez, es poder proceder por reducción sucesiva: se produce rebatiendo el a2 y obteniéndolo que queda, a saber: a – a2 = a3.
He aquí lo que se obtiene tomando siempre el resto y no lo que han reproducido con a2. Si ustedes rebaten el a3 obtienen un sector que tiene el valor de a4, rebatiéndolo obtienen a5, etc. Tienen las potencias impares por un lado y las pares por otro, es fácil que donde se encontrarán hasta totalizar 1, y que el punto donde se producirá el corte entre las potencias impares y las pares es fácil de calcular, ese punto es precisamente el punto que es determinable por el hecho que es igual a2, que se reduce de entrada.
¿Qué da como estructura de la función sublimatoria?. De entrada, que al contrario del acto sexual es de la falta que parte, y con ayuda de esa falta construye su obra, que es siempre la reproducción de esa falta. Tómesele como se lo tome, la obra de la sublimación no es forzosamente la obra de arte, puede ser otra cosa, incluso lo que estoy haciendo con ustedes, que no tiene que ver con la obra de arte. Esa reproducción de la falta, que hasta cerrará el punto, donde el corte último equivale a la falta de partida a2, he aquí de que se trata de esta obra de sublimación acabada.
Implica el interior del acto sexual una repetición que retrabaja la falta infinitamente, donde el límite es alcanzado dando a la obra su medida; para que funcione conviene que la medida esté justo al comienzo, pues observen algo con la medida que hemos dado por ser una medida armónica.
Que: a2+ a4+ a6+… = a y a3+ a5+ a7+… = a2
Esto funciona por no importar qué x no importa que valor, con la condición de que esta x este comprendida entre 0 y 1, y que comporte por relación al 1 algún defecto y alguna falta; la manipulación no será tan fácil en la sublimación. Es la cuestión de lo que hay al comienzo en el sujeto, de este a, no esta abierto ahí como la función sexual, él le es aún anterior, está ligado a la repetición misma la relación de A en tanto que S se esfuerza en situarse con relación a la satisfacción sexual.
Está ahí lo que se denomina fantasma y es lo que deseamos abordar; pero antes de ver como accedemos ahí, era necesario que articule prudentemente una manera que puede parecer ajena a los hechos, no lo es, lo verán.